Autobiograf¨ªa
"A quien escribe una autobiograf¨ªa, en cambio, lo juzgamos desde el punto de vista moral, porque su motivaci¨®n primordial no es est¨¦tica, sino ¨¦tica". Tal es la consideraci¨®n que le hace su sosia literario, Zuckerman, a Philip Roth (Newark, 1933), cuando ¨¦ste le remite sus memorias, ahora traducidas al castellano con el t¨ªtulo Los hechos. Autobiograf¨ªa de un novelista (Seix Barral). Est¨¦tica o ¨¦tica, el lector de Roth no tiene demasiadas dificultades en identificar lo que cuenta Roth sobre s¨ª mismo en sus novelas o en sus recuerdos, aunque en ninguno de los dos registros se plasme toda la verdad, ese horizonte que, seg¨²n nos aproximamos, se aleja m¨¢s de nosotros. La necesidad de escribir sobre su vida real se le produjo a Roth tras superar una peligrosa enfermedad f¨ªsica y sus secuelas depresivas, en parte un poco lo mismo que al brit¨¢nico J. G. Ballard (Shanghai, 1930), al final de cuyo libro Milagros de la vida. Una autobiograf¨ªa (Mondadori) alega una semejante motivaci¨®n memorialista. No as¨ª el monje estadounidense Thomas Merton (Prades, 1915-Tailandia, 1968), cuyo relato autobiogr¨¢fico, titulado La monta?a de los siete c¨ªrculos (Edhasa) se public¨® originalmente en 1949, cuando contaba s¨®lo 34 a?os, 11 a?os despu¨¦s de convertirse al catolicismo y tras 8 de ingresar en la extremadamente rigurosa orden de los trapenses, donde permaneci¨® hasta producirse su prematura muerte accidental.
Salvo que los tres autores citados hayan sido notables y reconocidos escritores, apenas hay otro punto en com¨²n entre sus respectivas vidas y obras, muy dispares. No obstante, como le apostrofa Zuckerman a Roth, el fiel de la balanza autobiogr¨¢fica de un escritor es la verdad m¨¢s que la belleza, lo que podr¨ªa explicar que, quienes emprenden esta empresa, lo hagan tras padecer un trauma f¨ªsico o espiritual, que de alguna manera emplaza en vecindad con la muerte. De todas formas, nunca he llegado a entender bien c¨®mo separar lo est¨¦tico y lo ¨¦tico en una aut¨¦ntica obra de arte, ni, por tanto, logro imaginar c¨®mo es capaz de "mentir" sobre s¨ª mismo un escritor cuando realiza una obra de ficci¨®n o c¨®mo puede ser veraz por contar lo que realmente le ha sucedido. Creo, por tanto, que la atracci¨®n de leer los relatos autobiogr¨¢ficos de escritores que amamos es comprobar la ¨ªntima relaci¨®n entre su vida y su obra, cortadas por un mismo patr¨®n existencial, que jam¨¢s se enhebra a trav¨¦s de an¨¦cdotas m¨¢s o menos chispeantes o de cotilleos ¨ªntimos.
La buena, amplia y variada obra literaria de Merton es obviamente de naturaleza apolog¨¦tica, como lo es su autobiograf¨ªa, donde, por cierto, nos confiesa que fue James Joyce quien impremeditadamente le impuls¨® hacia el catolicismo. Por su parte, Roth se invent¨® a Zuckerman para hablar de s¨ª mismo, con lo que es l¨®gico que ¨¦ste considere superfluo que quiera contar su vida. Ballard, en fin, nos explica los anclajes reales de sus relatos de ciencia-ficci¨®n m¨¢s fant¨¢sticos. Por lo dem¨¢s, cualquiera de ellos, a trav¨¦s de cualquier g¨¦nero, si no tratasen sobre lo que les preocupa al resto de los mortales, ?por qu¨¦ iban a escribir y, sobre todo, a ser le¨ªdos?
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