Pol¨ªtica de personal en la Universidad
Con el nuevo sistema de acreditaci¨®n, han cambiado los mecanismos de selecci¨®n de los profesores en las universidades espa?olas, desapareciendo los tribunales establecidos mediante sorteos, que permit¨ªan un amplio grado de autoregulaci¨®n. Sistemas de rendici¨®n de cuentas poco claros, y las arbitrariedades que a veces se produc¨ªan, o que por lo menos se percib¨ªan como tales, hac¨ªan poco justificable socialmente el modelo anterior. A ello habr¨ªa que a?adir que la reciente internacionalizaci¨®n del sistema cient¨ªfico espa?ol produc¨ªa en ocasiones la paradoja de que los responsables de juzgar a los candidatos tuvieran perfiles investigadores m¨¢s modestos que los aspirantes a seleccionar.
No se trata de un sistema perfecto, pero reduce el grado de azar impl¨ªcito en el sistema anterior
La creaci¨®n de agencias de calidad universitaria ha facilitado el establecimiento del sistema de acreditaci¨®n, al asumir la evaluaci¨®n de unos niveles m¨ªnimos en el acceso a las distintas categor¨ªas acad¨¦micas de profesorado. No se trata de un sistema perfecto, y como cualquiera, tiene sus problemas, pero sin duda, reduce el grado de azar impl¨ªcito en el sistema anterior. Puede argumentarse que el modelo de acreditaci¨®n no identifica los mejores candidatos; pero realmente no fue dise?ado con este fin, ya que es esta una tarea de cada universidad, que deber¨¢n seleccionar a los mejores candidatos de acuerdo a sus propios objetivos y estrategias.
Las pol¨ªticas de selecci¨®n en el ¨¢mbito acad¨¦mico han sido d¨¦biles tradicionalmente, dado que los tradicionales sistemas de autoregulaci¨®n les imped¨ªan articular una orientaci¨®n m¨¢s estrat¨¦gica. Con el nuevo modelo, las universidades tienen la oportunidad de introducir unas pol¨ªticas m¨¢s activas, por lo menos formalmente, y as¨ª poder competir mejor en un entorno cada vez m¨¢s exigente. Para ello, deber¨¢n dar respuesta a dos temas clave, que pueden afrontar de forma aut¨®noma en cada caso. El primero consiste en la introducci¨®n de mecanismos de selecci¨®n propios, mientras que el segundo se refiere a sus sistemas de promoci¨®n internos.
En cuanto al primero, dado que la acreditaci¨®n s¨®lo asegura unos niveles de calidad b¨¢sicos, las universidades deben tomar decisiones sobre su personal acad¨¦mico con plena responsabilidad, seleccionando candidatos para puestos de trabajo espec¨ªficos. As¨ª lo determina la legislaci¨®n actual, que ya no diluye la responsabilidad -como hasta ahora- entre cuerpos de funcionarios, mecanismos de azar e instituciones universitarias. Frente a esta situaci¨®n, las universidades pueden evitar tomar decisiones (aceptando la persistencia de esquemas de autoregulaci¨®n ya existentes que, aunque debilitados, permanezcan informalmente), o bien empezar a dise?ar unas nuevas pol¨ªticas de profesorado. As¨ª por ejemplo, las instancias centrales de las universidades podr¨ªan ser m¨¢s activas en la supervisi¨®n de las pr¨¢cticas de selecci¨®n, podr¨ªan incidir en la definici¨®n de los perfiles de las plazas, o dar m¨¢s publicidad a las convocatorias que se realicen, para dinamizar una pol¨ªtica de selecci¨®n m¨¢s activa y ambiciosa por parte de las universidades. En todo caso, una buena pr¨¢ctica que las universidades podr¨ªan plantear es la existencia de un "momento competitivo", que implique un concurso abierto entre diversos candidatos, sin favoritos internos ya designados. Este concurso puede realizarse entre j¨®venes doctores, siguiendo el conocido modelo anglosaj¨®n tenure-track, o puede introducirse directamente para plazas permanentes, siguiendo el modelo de c¨¢tedras alem¨¢n. Lo importante, en cualquier caso, es mantener un modelo de selecci¨®n de forma consistente, donde las pr¨¢cticas virtuosas vayan sustituyendo las viejas reglas informales, sin necesidad de regular en exceso todos los procedimientos.
El segundo elemento cr¨ªtico se refiere a la promoci¨®n de los profesores que ya son permanentes en su universidad. ?ste es un tema complejo, que produce a menudo situaciones dif¨ªciles. En general, en cualquier organizaci¨®n compleja, las promociones internas son algo bastante habitual, y contribuyen a motivar su personal. Sin embargo, en las universidades p¨²blicas espa?olas la promoci¨®n interna no est¨¢ claramente regulada, lo que obliga a que sea formalmente una competici¨®n abierta. La pr¨¢ctica informal conlleva habitualmente para estos casos unas convocatorias con una m¨ªnima publicidad, y la formaci¨®n de comisiones de selecci¨®n completamente fieles al candidato interno. Algo l¨®gico, sin duda, al ser una promoci¨®n interna, ya previamente acordada por la propia universidad. Sin embargo, no es de extra?ar que esta situaci¨®n produzca con frecuencia confusiones, con acusaciones de endogamia, ya que las practicas informales y los procedimientos formales de los concursos se encuentran frontalmente opuestos.
Sin duda es urgente distinguir entre promoci¨®n interna y concursos abiertos en el ¨¢mbito universitario. No s¨®lo para evitar las confusiones actuales y la gran distancia entre formalidad e informalidad existente (lo que adem¨¢s produce una p¨¦sima imagen internacional), sino tambi¨¦n para abrir concursos realmente competitivos cuando la universidad lo prefiera. Con la introducci¨®n de la acreditaci¨®n, las universidades disponen ahora de un control externo que garantiza una calidad m¨ªnima en sus promociones internas y, adem¨¢s, pueden establecer sus propios criterios adicionales. Clarificar las promociones internas para los profesores que ya tienen un estatus permanente, evitar¨ªa incertidumbres personales, junto con extra?as relaciones de dependencia, y enormes tensiones en la vida interna de los departamentos.
La capacidad de gobierno de las universidades es sin duda la clave para impulsar pol¨ªticas de personal acad¨¦mico m¨¢s activas y adaptadas a las estrategias de cada universidad. Si los gobiernos de las universidades se encuentran constantemente haciendo equilibrios entre sus distintas clientelas, posiblemente seguir¨¢n los sistemas informales de autoregulaci¨®n, solamente limitados por los filtros de calidad m¨ªnima gestionados por las agencias de calidad universitaria. Si, tal vez con la ayuda de algunos cambios normativos, los gobiernos de las universidades disponen de la capacidad suficiente para introducir pol¨ªticas mas efectivas, sin duda podremos observar un cierto grado de diversidad, pero tambi¨¦n un mayor prestigio de las universidades espa?olas en el plano internacional, con expectativas de formar parte de las mejores universidades del mundo.
Jacint Jordana es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universitat Pompeu Fabra y director del Institut Barcelona d'Estudis Internacionals
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