Nuevos juegos de guerra
Hace tiempo que Ridley Scott decidi¨® desestimar la posibilidad de convertirse en el sucesor natural de Stanley Kubrick -sus tres primeras pel¨ªculas permit¨ªan sustentar la ilusi¨®n- para convertirse en una suerte de profesional destajista de la producci¨®n de prestigio. American gangster y esta Red de mentiras, estrenadas en el curso de un mismo a?o, parecen abrir un nuevo cap¨ªtulo en su carrera: la de art¨ªfice de simulacros tan perfectos de filme autoconsciente de su (ilusoria) importancia que al cr¨ªtico le entran ocasionales dudas acerca de si estos trabajos son tan buenos como parecen o, por el contrario, tan d¨¦biles como delatan algunas mec¨¢nicas de su andamiaje. Este cr¨ªtico se inclina, m¨¢s bien, por esto ¨²ltimo.
RED DE MENTIRAS
Direcci¨®n: Ridley Scott.
Int¨¦rpretes: Leonardo DiCaprio, Russell Crowe, Mark Strong, Golshifteh Farahani, Ali Suliman.
G¨¦nero: acci¨®n. EE UU, 2008.
Duraci¨®n: 128 minutos.
Red de mentiras podr¨ªa ser la respuesta pos 11-S a ese Juegos de esp¨ªas (2001) que realiz¨® el menos pretencioso, a veces m¨¢s arriesgado y no siempre certero hermano del director. La trama vincula a un mando de la CIA (Russell Crowe) con el infiltrado perro de presa (Leonardo DiCaprio) que se mueve sobre el terreno en el inestable paisaje de la guerra al terrorismo isl¨¢mico: desde la confortable distancia de Langley, el primero desarrolla sus labores cotidianas mientras sigue, con el auricular de su manos libres, los constantes flirteos con la muerte de su subordinado, que, en el mejor de sus d¨ªas, s¨®lo tiene que esquivar a una jaur¨ªa de enfurecidos perros por las calles de Jordania. Se intuye que para el desastrado maestro de marionetas su hombre de acci¨®n particular no es otra cosa que material desechable.
Ridley Scott tiene, en su elenco de actores, armamento de primera calidad, y su filme brilla en la descripci¨®n de ese choque de contrastes entre la, a veces, impotente hipervisibilidad tecnol¨®gica americana y la inquietante invisibilidad anal¨®gica de su enemigo. El guionista William Monahan parece no haber resuelto las debilidades que, en su d¨ªa, detect¨® la cr¨ªtica en la novela original del periodista de The Washington Post David Ignatius: minuciosa y precisa en su descripci¨®n de las estrategias de un nuevo tipo de guerra, previsible y barata en su empe?o de introducir una intriga rom¨¢ntica que deval¨²a el conjunto.
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