Autorretrato
Siempre pertrechado para irse al infierno en cualquier momento. El rostro magullado y recalentado acusa las r¨¢pidas y sucesivas estupefacciones sufridas a lo largo del d¨ªa, y algo en ¨¦l se est¨¢ desplomando con estr¨¦pito de himnos idiotas y banderas depravadas. Las facciones se traban, compulsivas, antes de desmoronarse. Se trata de un sujeto sospechoso de inapetencias diversas y como deslomado, desri?onado y despaldado. Ce?udo, maldiciente, tiene la pupila desarmada y descre¨ªda, esc¨¦pticos los hombros, la nariz garbancera y un rel¨¢mpago negro en el coraz¨®n y en la memoria.
No ha tenido mucho gusto en haberse conocido, habr¨ªa preferido pasar de largo de s¨ª mismo, pero acepta resignado el saludo hip¨®crita del espejo y la broma pesada de la vida: al nacer se equivoc¨® de pa¨ªs, de continente, de ¨¦poca, de oficio y probablemente de sexo. Hay en los ojos harapientos, arrimados a la nariz tumultuosa, una incurable nostalgia del payaso de circo que siempre quiso ser. Enmascararse, disfrazarse, camuflarse, ser otro. El Coyote de Las ?nimas. El jorobado del cine Delicias. El vampiro del cine Rovira. El monstruo del cine Verdi. El fantasma del cine Roxy. Nostalgia de no haber sido alguno de ellos. Es fl¨¢ccida la encarnadura facial, quiz¨¢ porque la larga enso?aci¨®n detr¨¢s de las m¨¢scaras imposibles, el aburrimiento y el alcohol y la luctuosa telara?a franquista de casi 40 a?os abofetearon y abotagaron las mejillas y las ilusiones.
El tipo es bajo, desma?ado, poco hablador, taciturno y burl¨®n. No se considera un intelectual, y soporta mal que le traten como si lo fuera. Ama las tabernas y las papeler¨ªas de barrio y los flancos luminosos de los quioscos que exhiben tebeos y novelas baratas de aventuras. Las banderas le producen aut¨¦ntico terror. Come ensaladas y escribe a mano. Y en un pa¨ªs en el que nadie dimite jam¨¢s, ni aun despu¨¦s de haber probado algunos pol¨ªticos su ineptitud o su cinismo ante el pueblo -el se?or F¨¦lix Pons con su piso de medio mill¨®n, por ejemplo, o los se?ores jueces de la Sala Segunda del Supremo al condenar al periodista Juanjo Fern¨¢ndez, o el gobernador civil de La Coru?a, o los muy babosos dirigentes de Herri Batasuna, etc¨¦tera-, ¨¦l s¨®lo piensa en dimitir de todo, incluso de esta p¨¢gina. Pero no hay nada que le aburra tanto como hablar de s¨ª mismo, as¨ª que basta. Vestido de diablo y ligero de equipaje -algunos discos, algunos libros (ninguno de Baltasar Porcel, por supuesto), algunas fotos-, se va por fin al infierno. Abur.
Autorretrato se public¨® en EL PA?S el 27 de diciembre de 1987, como colof¨®n de la serie que Mars¨¦ escribi¨® bajo el t¨ªtulo Se?oras y se?ores.
Babelia
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