George W. Bush ante el pavo de pl¨¢stico
George W. Bush cumpli¨® a la perfecci¨®n la primera regla de oro para alcanzar la presidencia de Estados Unidos: permitir que el ciudadano medio norteamericano piense que si un tipo tan vulgar como el propio Bush lo ha conseguido, tambi¨¦n ¨¦l, si se lo propusiera, lograr¨ªa sentarse en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Cumpli¨® igualmente la segunda regla, que consiste en transmitir la idea de que si fuera tu vecino, te echar¨ªa una mano para cambiar una rueda del coche, llevar¨ªa en caso de necesidad a tus ni?os al colegio o al hospital y compartir¨ªa contigo una receta especial para asar el pavo del D¨ªa de Acci¨®n de Gracias e incluso podr¨ªa contar chistes muy graciosos en la sobremesa.
Si un tarambana como George W. Bush, ex alcoh¨®lico, sin haber le¨ªdo un libro en su vida, con una cultura de Reader Digest, pudo llegar a presidente, tambi¨¦n lo puedo ser yo, se dir¨¢ a s¨ª mismo cualquier conductor de autob¨²s, viajante de comercio, le?ador o periodista de mala muerte perdido en la Norteam¨¦rica profunda. Pero lo cierto es que George W. Bush ha sido presidente de Estados Unidos s¨®lo por ser hijo de su padre, que a su vez ya fue v¨¢stago de un banquero de Wall Street y de una rica heredera de Nueva Inglaterra, lugar donde se cr¨ªan los mejores ejemplares blancos, protestantes y anglosajones. En este caso, la figura del progenitor es fundamental para desvelar la parte m¨¢s oscura del subconsciente de este hijo, que entre otras cosas ha terminado por poner al mundo patas arriba s¨®lo con la intenci¨®n de agradar a su padre o tal vez para demostrarle que tambi¨¦n pod¨ªa llegar a ser, como ¨¦l, un gran hombre.
El padre de nuestro muchacho fue tambi¨¦n presidente de Estados Unidos, pero antes entr¨® en combate en el aire con los japoneses en la II Guerra Mundial, siendo su avi¨®n derribado en un manglar, y mientras se convert¨ªa despu¨¦s en un petrolero tejano ocup¨® puestos clave de alto funcionario al servicio del Estado. Cuid¨® los sucesivos platos donde com¨ªa el mast¨ªn: embajador en China, en las Naciones Unidas, director de la CIA y vicepresidente de Ronald Reagan, bajo una era de armamento y abundancia, hasta convertirse en rey del gallinero.
En cambio, el hijo de este gallo, George W. Bush, se hizo piloto de la Guardia Nacional de Tejas, con lo que evit¨® ir a Vietnam; se dedic¨® a la industria petrolera con empresas siempre ruinosas; fue m¨¢nager del equipo de b¨¦isbol Texas Rangers y aunque en esto parece que sac¨® un poco la cresta, no obstante, en las cenas protocolarias de la familia su padre siempre mandaba que lo sentaran en un extremo de la mesa para que los invitados de m¨¢s compromiso no oyeran las gansadas que soltaba con la lengua caliente. El 4 de septiembre de 1976, George Bush, junior, fue detenido por conducir borracho, se le impuso una multa de 150 d¨®lares y le retiraron el permiso de conducir durante un mes. Ten¨ªa 40 a?os y ¨¦l mismo reconoce que fue un periodo n¨®mada e irresponsable de su vida. Experto en dar palmadas amigables en la espalda, puede que en ese tiempo fuera recibido con gran alegr¨ªa por otros beodos en el bar Country Club; sin duda, se sentar¨ªa con mucho estilo en los taburetes de otras barras y las ni?as m¨¢s rubias del condado se disputar¨ªan el asiento delantero de su coche deportivo para poner los pies en el salpicadero.
Simplemente era hijo del patr¨®n y estaba destinado a la pol¨ªtica como los r¨ªos dan a la mar, s¨®lo que ¨¦l era un afluente que desemboc¨® en el r¨ªo de su padre y en el de sus amigachos, que andaban metidos a medias en el Gobierno y en el negocio del crudo, pero antes de ofrecerle esta tajada le obligaron a dejar la bebida, haza?a que realiz¨® en 1986 gracias a los buenos oficios del predicador Billy Graham, que logr¨® sustituir en la mente de su ne¨®fito el alcohol duro por el bravo Dios de los Ej¨¦rcitos. Y as¨ª lleg¨® a ser gobernador de Tejas, donde aplic¨® sentencias de muerte con enorme soltura. Ya lo dijo Capone: una palabra amable, una palmada amistosa y un rev¨®lver.
En la forma de caminar se nota que lleva un vaquero dentro: levemente espatarrado, los brazos separados del cuerpo, las manos listas para desenfundar. A lo largo de su doble mandato lo hemos visto bajar del avi¨®n, atravesar la pradera siempre divertido y campechano como si ninguna tragedia fuera con ¨¦l, saludar mec¨¢nicamente mirando hacia la derecha aunque all¨ª no hubiera nadie, salvo su perro Barney. Otras veces avanzaba desde un cobertizo de la Casa Blanca hacia el atril colocado sobre un arreglo de flores para leer los folios que le hab¨ªan preparado sobre el eje del mal, la guerra de Irak, la crisis financiera, el hurac¨¢n Katrina, el fantasma de Osama Bin Laden, el estado de la naci¨®n o lo que fuera, con una expresi¨®n del rostro que nunca consegu¨ªa ser grave, la movilidad de los ojos hacia un infinito horizonte de tres metros, los labios siempre colgados de una media sonrisa ir¨®nica que transmit¨ªan la sensaci¨®n de que cualquier acontecimiento le sobrepasaba y se mov¨ªa como un t¨ªtere manipulado por unos hilos detr¨¢s de una cortina. Cuando recib¨ªa a un mandatario extranjero, cualquier cosa de que hablara lo hac¨ªa con un aire de chufla, despu¨¦s lo adentraba en los salones donde uno imaginaba que le pod¨ªa contar un chiste malo, aunque se tratara del Papa. Le hemos visto bailar el chachach¨¢, hacer el indio o el payaso inmediatamente antes o despu¨¦s de dar la orden de bombardear, todo con el mismo esp¨ªritu.
Se estremece uno s¨®lo de pensar que un ser tan vac¨ªo haya tenido un poder tan desmesurado puesto al servicio de su propia neurosis con su padre, s¨®lo para abandonar el extremo de la mesa adonde fue castigado y demostrar que era capaz de ocupar la cabecera. Su padre inici¨® la guerra de Irak y bombarde¨® desde 10.000 metros de altura las tierras donde se asent¨® un d¨ªa el para¨ªso terrenal. ?Quer¨ªa matar a pap¨¢! -exclam¨® George Bush, junior, como excusa para atacar de nuevo a Sadam Husein, pero esta vez en lugar de hacerlo desde el aire baj¨® a tierra y entr¨® en Bagdad en busca del bot¨ªn.
En realidad, su Gobierno ha sido un club de petroleros. El vicepresidente Dick Cheney, el jefe del pent¨¢gono Donald Rumsfeld, la secretaria de Estado Condoleezza Rice, la consejera nacional de seguridad y secretaria de interior Gale Norton, no eran sino una camarilla de un consejo de administraci¨®n de una empresa de crudo que ten¨ªan a este presidente como un mu?eco altamente armado.
Ense?ar geograf¨ªa mundial mediante bombardeos fue una disciplina que este hombre practic¨®. Romper el jarr¨®n va a ser muy f¨¢cil, le dijo Colin Powell, pero recomponer los pedazos va a ser imposible. No obstante, entr¨® en Irak para convertirlo en una cacharrer¨ªa, pero lo grave es que ha desencadenado esta tragedia con el desenfado con que en sus tiempos de alegre tarambana conduc¨ªa sus deportivos por los polvorientos caminos del rancho de Tejas. As¨ª baj¨® del avi¨®n de combate en el portaaviones Abraham Lincoln el 1 de mayo de 2003 como un mecano con el casco bajo el brazo para anunciar que la guerra de Irak se haent¨® de forma inesperada ante las tropas de Bagdad el D¨ªa de Acci¨®n de Gracias con una receta especial para asar un pavo de pl¨¢stico. As¨ª est¨¢ a punto de salir por el sumidero de la historia como el presidente de Estados Unidos m¨¢s nefasto que guarda la memoria.
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