El hombre que salv¨® al ciclismo
Ya no soy esa promesa, ja ja", contesta de buen humor Alberto Contador a quien le felicita su cumplea?os. Es el d¨ªa de la Constituci¨®n, s¨¢bado 6 de diciembre. Cumple 26. Lo celebra como un ni?o, invitando por la tarde a los del equipo a una pista de karts. Por la ma?ana no lo celebr¨®, no; por la ma?ana lo sud¨®. Sali¨® a recorrer en bicicleta la isla de Tenerife, donde su equipo, el Astana, el mismo del regresado Lance Armstrong, ha pasado una semana concentrado. Subieron todos a Masca, desde donde se ve la cima del Teide y, al otro lado, invitando a deslizarse en parapente, a so?ar volando, el acantilado de los Gigantes cayendo a pico sobre el Atl¨¢ntico. Subieron a Masca por una carretera estrecha y tan empinada como una escalera, y all¨ª, Armstrong y su compatriota Leipheimer intentaron picarle, aceleraron para ver de qu¨¦ pasta est¨¢ hecho de verdad. Pero Contador, que ya no es un ni?o, que ya no es la promesa de los ojos negros, mir¨® para otro lado, silb¨® una canci¨®n, dej¨® que sus narices reci¨¦n operadas no se afanaran capturando ox¨ªgeno y los dej¨® ir. Se solt¨®, como se suele decir.
No es esa promesa ya Contador, el chico de Pinto que lidera a la nueva generaci¨®n surgida tras los esc¨¢ndalos que dejaron el ciclismo tan tocado -y casi hundido- que con s¨®lo soplar un poquito m¨¢s habr¨ªa desaparecido para siempre. Pero en vez de un nuevo esc¨¢ndalo, naci¨® Contador. Y, como por encanto, el ciclismo dej¨® de ser sombra de doping para convertirse, de nuevo, en el deporte de los escaladores que desaf¨ªan la ley de la gravedad y el umbral del dolor, de los que sudan, sufren, atacan y defienden, para ser, de nuevo, el deporte de los deportistas m¨¢s orgullosos, de los que buscan antes el mito y la leyenda que el conformismo. "S¨®lo el espect¨¢culo nos har¨¢ libres, nos salvar¨¢", afirma Contador, que dice espect¨¢culo y quiere decir verdad. "S¨®lo la verdad nos har¨¢ orgullosos".
Ya no es esa promesa Contador, nacido en Pinto en 1982, y no hace falta que lo diga ni que se sepa que ha cumplido 26 a?os. Tampoco es necesario que ofrezca una representaci¨®n de su show favorito, una especie de strip-tease interminable, un bucle perpetuo en el que, como un mago que nunca termina de sacarse pa?uelos de colores del bolsillo del frac, el ciclista de Pinto nunca logra desnudarse del todo, un maillot amarillo esconde uno rosa que esconde uno huevo que esconde... M¨¢s sencillo a¨²n, basta con mirarle los brazos desnudos, sin apenas m¨²sculo, y fijarse en la marca del moreno en la mitad del antebrazo. All¨ª donde todos los corredores lucen una sola l¨ªnea, Contador luce dos. "Una es la del maillot normal, el del equipo", dice con mirada orgullosa, casi soberbia, matizada por un pelo de vulnerabilidad. "La otra es la que dejan los maillots distintivos, los de l¨ªder, que son de un largo diferente. Y he llevado tantos este a?o...".
S¨®lo los m¨¢s importantes en los ¨²ltimos 18 meses: el del Tour, el del Giro, el de la Vuelta. Los tres hasta el final.
Es tan bueno Contador, aseguran todos los que entienden algo de ciclismo, que ni siquiera el mejor Armstrong, el que domin¨® a todo el pelot¨®n mundial a sus anchas durante siete Tours, tendr¨¢ nada que hacer ante ¨¦l a la hora de escalar una monta?a. "Y lo mejor", cuenta un amigo, "es que lo hace sin querer, sin prepararse para ello. El a?o pasado, por ejemplo, Contador acudi¨® a la primera concentraci¨®n del equipo, en Solvag (California), en enero, sin apenas entrenamiento previo. Su objetivo estaba fijado en julio, a¨²n pens¨¢bamos que podr¨ªa acudir a defender su victoria del Tour el a?o anterior, as¨ª que ni siquiera hab¨ªa empezado a entrenarse en serio. El primer d¨ªa empez¨® a acelerar en una subida, as¨ª, tranquilamente, y dej¨® a todos sus compa?eros clavados. Levi Leipheimer, que estaba super-en-forma, se agarr¨® tal depresi¨®n que hasta pens¨® en dejar el ciclismo...". Ese mismo Leipheimer, un ciclista compacto y rocoso de Montana, sac¨® en agosto a Contador del podio de la contrarreloj de los Juegos Ol¨ªmpicos, y en septiembre se convirti¨® en el ¨²nico rival que podr¨ªa haber amenazado la victoria del chico de Pinto en la Vuelta a Espa?a.
"Pero, chit¨®n", contin¨²a el amigo, el confidente, "no quiero decirle nada a Alberto, ni que se desvele pensando en la concentraci¨®n con Armstrong. Todo tiene que ser un proceso natural; ser¨¢, con toda seguridad, un proceso natural".
"Y s¨ª, parece que gano con facilidad, como si pedaleara en el aire, como si no sufriera, como si no me dolieran las piernas. Pero todo es trabajo, trabajo y sacrificio para subir los puertos lo m¨¢s deprisa posible. Hay que trabajar las cualidades propias", confiesa Contador. ?l es un escalador ¨²nico, de piernas fin¨ªsimas y largu¨ªsimas, como Coppi; de tronco corto en comparaci¨®n, como Coppi, y tambi¨¦n, como el campionissimo italiano, una figura nacida para estar sobre el sill¨ªn de una bicicleta.
Es imposible guardar un secreto que no es secreto. Contador no puede enga?ar a nadie. Gan¨® el Tour en su segunda participaci¨®n, a los 24 a?os, pero el Giro y la Vuelta, a la primera. Y desde el Tour 2007, todas las carreras por etapas que ha disputado, salvo la Vuelta a Murcia, las ha terminado vestido con el maillot de l¨ªder. "Me sorprendo a m¨ª mismo. He visto mis objetivos, mis sue?os, mis carreras, y de golpe han empezado a encadenarse las victorias... Y las circunstancias en las que se han producido. La Vuelta s¨ª que fue una victoria esperada porque la hab¨ªa preparado a conciencia, pero ?el Giro? Lo m¨¢s normal hubiera sido bajarme a la primera semana, pero me atrev¨ª a continuar".
El Giro de su debut, de su victoria, lo corri¨® sin saber por qu¨¦. Una semana antes del comienzo, a primeros de mayo, estaba en la playa de Chiclana con su chica, Macarena, de vacaciones forzosas. Hasta la Vuelta, en septiembre, no ten¨ªa nada en qu¨¦ pensar, ya que el Giro y el Tour hab¨ªan vetado a su equipo. Pero los italianos, preocupados por la falta de nivel internacional de su carrera, decidieron a ¨²ltima hora invitarle. M¨¢s bien, obligarle. Lleg¨® a Italia y gan¨®. Derrot¨® a lo m¨¢s extraordinario del pelot¨®n, a Ricc¨°, a Di Luca, al sorprendente Sella... Y lo hizo con tal calma que Ricc¨°, el rebelde, dijo que no se cre¨ªa que hubiera estado en la playa, que se hab¨ªa estado preparando en secreto. A Contador, esas dudas no le importaban lo m¨¢s m¨ªnimo. M¨¢s bien le hac¨ªan gracia, le ayudaban a construir su personaje. Pero a Macarena, no. Ella se sinti¨® ofendid¨ªsima. Tanto, que se present¨® en Mil¨¢n, en la llegada del Giro, con la factura del hotel en Chiclana de sus frustradas vacaciones. "?C¨®mo se atreve a dudar de la palabra de mi chico? Vamos, hombre".
Este mes ha cumplido 26 a?os y sigue viviendo en Pinto, en un adosado a las afueras, con su Macarena y una enorme jaula de p¨¢jaros en el jard¨ªn. No es de mucho leer, y tampoco el sistema educativo espa?ol mantiene el lat¨ªn en las escuelas, las traducciones magnis itineribus, a marchas forzadas, de la Guerra de las Galias, de Julio C¨¦sar; de ¨¦l cruzando el Rubic¨®n y dejando a su paso frases para la historia. O frases apa?adas por los historiadores de la ¨¦poca, como Suetonio.
"Veni, vidi, vincit!".
En un quiosco del aeropuerto de Malpensa, el ¨²ltimo lunes del pasado septiembre, Contador compra una revista italiana de ciclismo. La hojea. S¨®lo se detiene ante el anuncio a p¨¢gina entera de un sill¨ªn. La foto principal es la suya, vestido de rosa en el podio de Mil¨¢n. Debajo, la leyenda: "Veni, vidi, vincit".
-Y esto, ?qu¨¦ significa? -pregunta el ciclista.
-Lleg¨®, vio, gan¨®.
-Ah, est¨¢ bien, me gusta.
Le gusta mucho. Pero m¨¢s a¨²n, un retrato ¨²nico que recoge su alegr¨ªa inmensa, infantil, al descender del podio de Mil¨¢n. "La primera vez que me vest¨ª de rosa sent¨ª una alegr¨ªa enorme, pero matizada por el convencimiento de que ser¨ªa un rosa provisional, de que lo perder¨ªa. Por eso, la alegr¨ªa de Mil¨¢n. La alegr¨ªa de lo inesperado. Ganar el Giro...". Es el primer ciclista espa?ol que logra ganar las tres grandes, algo que ni Indurain, que nunca gan¨® la Vuelta, ni Oca?a ni Perico, que no pudieron con el Giro, han conseguido. Algo que s¨®lo los m¨¢s grandes de la historia -Merckx, Anquetil, Gimondi o Hinault- han sumado a su palmar¨¦s. "Otras victorias, m¨¢s que alegr¨ªa infantil, provocan satisfacci¨®n por el deber cumplido. As¨ª fue en la Vuelta. Ten¨ªa mucha mayor exigencia, casi obligaci¨®n: la mayor¨ªa de la gente habr¨ªa considerado un fracaso que no la ganara; yo no, claro, yo s¨¦ lo dif¨ªcil que es ganar algo, aunque no lo parezca...".
"Soy ambicioso. S¨¦ lo que quiero. Intuyo lo que tengo que hacer para conseguirlo", proclama el corredor. No habla en vano. Muestras ha dado de ello, para sorpresa de sus directores. Una vez, a Manolo Saiz, el pope de la ONCE, Contador, entonces un chavalillo de 20 a?os reci¨¦n llegado al equipo m¨¢s poderoso del mundo, le hizo callar cuando el t¨¦cnico empez¨® a echarle la bronca porque cre¨ªa que com¨ªa m¨¢s de la cuenta. "Si tengo hambre, como", dijo delante de todos. "S¨ª, soy una persona que quiere tener las cosas claras, y creo que lo consigo. Aunque hay algunas que no puedo decir para que la gente no se haga una idea equivocada. No pod¨ªa decir, claro, que sab¨ªa en mi interior que iba a ganar el Tour, que desde juvenil lo sab¨ªa".
Sin embargo, su sinceridad se transforma a la hora de intervenir en p¨²blico. "No s¨¦ si se trata de mantener la distancia o algo parecido. Desde amateur, lo mismo que intentaba mejorar en los entrenamientos, intentaba aprender a medir mis palabras. Quiz¨¢ no parezca muy espont¨¢neo, pero a mi manera lo soy", explica. "Cada uno se distingue por una cosa. A m¨ª no me gusta nada la pol¨¦mica. Pero tambi¨¦n tengo mi car¨¢cter. Y lo uso en el momento justo. Una cosa lleva a la otra. Un buen rendimiento f¨ªsico viene dado tambi¨¦n por la claridad de ideas, por no desperdiciar fuerzas en cuestiones secundarias. Si estuviera todo el d¨ªa metido en pol¨¦micas, no ganar¨ªa lo que gano".
Ha ganado el Tour, como Armstrong. Sube en molinillo, muy ligero de desarrollo, como Armstrong. Marca las diferencias en el pelot¨®n, como Armstrong. Ha pasado por una grave enfermedad, como Armstrong. Pero no se parece en nada a Armstrong. "A todo eso podr¨ªa a?adir que Armstrong siempre ha sido el corredor al que m¨¢s he admirado. Cuando Indurain era el boss, yo era a¨²n muy peque?o y no lo recuerdo, aunque, claro, he visto todos sus Tours en DVD. Pero a Armstrong s¨ª que le he seguido en directo. Tremendo. Y su libro, Mi vuelta a la vida, en el que narra su batalla contra el c¨¢ncer, lo le¨ª apasionadamente mientras me recuperaba de mi enfermedad".
Contador sufri¨® un cavernoma, un angioma cerebral, mientras bajaba un puerto en la Vuelta a Asturias de 2004. Pod¨ªa haber muerto en el acto. Sobrevivi¨® antes de sufrir un nuevo episodio. Se oper¨®; entonces su ¨²nico miedo no era la muerte, sino quedar afectado de por vida. Unos meses despu¨¦s ganaba su primera carrera en Australia. Como en el caso de Armstrong, como en el de todas las personas a las que la vida les ha hecho ver la l¨ªnea tan fina que separa vida de muerte, hay un antes y un despu¨¦s. "Soy lo que soy porque he pasado por lo que he pasado". Ser¨¢ lo que sea, pero nunca ser¨¢ Armstrong. Nunca ser¨¢ como Armstrong.
Al chaval de Pinto le gusta salir a cazar. Y por eso, por poder meterse por todo tipo de caminos y porque es un coche donde caben las bicis, tiene un Audi Q7. Aunque tambi¨¦n se est¨¢ mercando un deportivo. Tiene tres hermanos, es de los de estar en casa, de salir a cenar o al cine... O, algunas tardes, de plantarse con los amigos en un circuito de karts. Y todav¨ªa se sorprende por la cantidad de ropa que le entrega el equipo. ?l, que ten¨ªa que ahorrar semanas para comprarse unos guantes y sentirse el rey del pelot¨®n.
El pen¨²ltimo viernes de septiembre, en Segovia, una hora despu¨¦s de terminar la etapa de la Vuelta, Contador est¨¢ en el cami¨®n de control antidopaje. Enfrente, un centenar de aficionados esperan a que salga su chico. Contador, maillot huevo a¨²n en las espaldas, con un bocadillo de jam¨®n York en una mano y un rotulador en la otra, firma sin dejar de sonre¨ªr. Se convierte entonces en un hombre con una misi¨®n. Como Armstrong, que est¨¢ dejando su vida por la lucha contra el c¨¢ncer. "Tengo la responsabilidad de intentar devolver a los j¨®venes al ciclismo, de intentar devolverle la espectacularidad, la credibilidad. Calculo que seguir¨¦ hasta los 32 a?os, mientras tenga objetivos que conseguir".
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