Este tipo estaf¨® al universo
El enorme fraude de Bernard Madoff tiene una explicaci¨®n: su habilidad, el exceso de confianza de sus millonarios clientes y el p¨¦simo control de los reguladores
Hace diez d¨ªas el agente del FBI Theodore Cacioppi llam¨® a un apartamento de Manhattan. Sab¨ªa que la persona que estaba al otro lado de la puerta no s¨®lo era el hombre que moderniz¨® la Bolsa de Nueva York y consigui¨® que los intermediarios cambiaran el tel¨¦fono por el ordenador, con lo que las operaciones empezaron a cerrarse en segundos en vez de minutos y se pod¨ªa ganar m¨¢s dinero en menos tiempo.
No s¨®lo hab¨ªa sido el presidente del Nasdaq, el mercado electr¨®nico de acciones de EE UU. Ahora era el director de una empresa que se dedicaba a la intermediaci¨®n burs¨¢til y de otra, Bernard Madoff Investment Securities, que asesoraba a grandes inversores particulares y a gestoras de fondos. Su empresa ostentaba el r¨¦cord de haber pagado beneficios superiores al 8% anual durante 72 meses consecutivos.
Era un buen donante del Partido Dem¨®crata y un generoso fil¨¢ntropo
Confes¨® al FBI que el fraude puede alcanzar los 50.000 millones de d¨®lares
No logr¨® enga?ar a algunos inversores, que supieron retirarse a tiempo
Vive bajo arresto domiciliario y permanece en casa toda la noche
Entre los afectados hay docenas de entidades y miles de pensionistas
Bernard Madoff era, a sus 70 a?os, un sabio de Wall Street. Pero adem¨¢s, era un buen donante de las campa?as electorales del Partido Dem¨®crata y un generoso fil¨¢ntropo. Junto a su esposa, Ruth, dirig¨ªa la Fundaci¨®n Madoff, que el a?o pasado don¨® 19 millones de d¨®lares al grupo voluntario Kav Lachayim para que trabajase en escuelas y hospitales de Israel.
?l agente sab¨ªa todo eso y Bernard Madoff sab¨ªa a qu¨¦ ven¨ªa Cacioppi. Seg¨²n consta en la denuncia por fraude masivo presentada por el investigador del FBI, una vez que el magnate les invit¨® a pasar a su casa el agente le advirti¨®:
-Estamos aqu¨ª para averiguar si hay una explicaci¨®n inocente.
Y Madoff le contest¨®:
-No hay ninguna explicaci¨®n inocente.
Madoff hab¨ªa empezado a juntar sus primeros ahorros como socorrista en las playas neoyorquinas de Long Island mientras estudiaba Derecho. A los 30 a?os, sin haber terminado la carrera y con 5.000 d¨®lares en el bolsillo, fund¨® la empresa que llevar¨ªa siempre su nombre. Diez a?os despu¨¦s incorpor¨® a su hermano Peter al negocio. Y despu¨¦s llegar¨ªan sus dos hijos y una nieta abogada.
El jueves 11 de diciembre, frente al agente Cacioppi, el gran sabio de las finanzas reconoci¨® que durante 40 a?os tuvo a todo el mundo enga?ado. Que mont¨® su empresa con un esquema fraudulento, que hab¨ªa cometido una estafa por valor de 50.000 millones de d¨®lares (37.470 millones de euros) y que estaba arruinado y dispuesto a ir a la c¨¢rcel.
El agente hab¨ªa hablado dos d¨ªas antes con dos directivos de su empresa. Ellos le contaron c¨®mo a primeros de diciembre Madoff los llam¨® a su despacho para decirles que se ve¨ªa obligado a devolver a ciertos inversores unos 7.000 millones de d¨®lares y ten¨ªa dificultades para hacerlo. Los ejecutivos cre¨ªan hasta ese momento que la empresa de Madoff dispon¨ªa de una liquidez de entre 8.000 y 15.000 millones de d¨®lares para responder a cualquier emergencia.
El martes nueve de diciembre Madoff los llam¨® de nuevo para comentarles algo aparentemente contradictorio con esa falta de liquidez: quer¨ªa adelantar a diciembre la paga de los bonos que la compa?¨ªa pagaba a sus trabajadores en febrero. ?Por qu¨¦? Madoff les advirti¨® de que no le era posible abordar el asunto en la oficina y los invit¨® a su apartamento en Manhattan. Una vez all¨ª, el jefe se quit¨® la careta. Les dijo que su negocio de asesor¨ªa financiera era "un fraude", que no ten¨ªa "absolutamente nada" de dinero y que antes de entregarse a la polic¨ªa quer¨ªa repartir los 200 o 300 millones de d¨®lares que le quedaban entre empleados y familiares. Todo hab¨ªa sido "una gran mentira" sostenida durante cuarenta a?os sobre un "gigantesco esquema de Ponzi".
El inmigrante de origen italiano Carlo Ponzi (1882-1949) logr¨® ingresar en los manuales de econom¨ªa cuando en 1919 arruin¨® a 20.000 personas en Estados Unidos, a las que rob¨® nueve millones de d¨®lares. Ponzi se hizo millonario devolvi¨¦ndole a algunos clientes el doble de lo invertido en s¨®lo 90 d¨ªas; eso s¨ª, pagaba con el dinero de otros miles de clientes a los que nunca devolvi¨® nada. En ese sistema, los ¨²ltimos que llegan son los que est¨¢n condenados a perder todos sus ahorros. Y los que llegan primero y saben retirarse a tiempo ganan un dinero f¨¢cil. Pero el sistema es ilegal, est¨¢ basado en el enga?o. A diferencia del fraude piramidal, en la estafa Ponzi es s¨®lo una persona la que mantiene contacto directo con los inversores, mientras que en la pir¨¢mide la v¨ªctima tambi¨¦n se convierte en estafador.
"Madoff fue m¨¢s listo que Ponzi", indica un economista afincado en Estados Unidos, "porque ¨¦l no promet¨ªa intereses del 30% ni del 40%, y mucho menos del 100% en tres meses, como Ponzi. Sus fondos de inversi¨®n daban unos beneficios de entre el 10% y el 15% al a?o, lo cual es algo extraordinariamente bueno, pero no escandalosamente bueno. Y aunque lloviese o nevase fuera, ¨¦l aseguraba ganancias cada mes".
"El alza de la Bolsa y de la vivienda ha permitido todos estos a?os atr¨¢s ocultar muchos errores de gesti¨®n", explica el consultor financiero de Washington Isaac Cohen, de 68 a?os. "El dinero que ingresaba Madoff lo usaba para pagar a algunos de sus clientes. Y cuando dej¨® de entrar dinero se cay¨® la escalera. Se qued¨® sin ingresos para cubrir con las obligaciones".
Tras o¨ªr la confesi¨®n del jefe, los dos directivos, que en la denuncia del agente Cacioppi aparecen citados como "empleado senior n¨²mero uno" y "empleado senior n¨²mero dos", delataron a su jefe. En realidad, los empleados de Madoff eran sus hijos Andrew, de 42 a?os, y Mark, de 44. Ambos aseguran haber invertido varios millones de d¨®lares en la empresa del padre y desde aquella conversaci¨®n le retiraron la palabra, seg¨²n fuentes citadas por la agencia Bloomberg. La polic¨ªa no ha emprendido acciones contra ellos, pero s¨ª contra Ruth, la esposa de Madoff, por supuesta connivencia en los desfalcos.
Madoff confes¨® al agente Cacioppi que el fraude podr¨ªa alcanzar los 50.000 millones de d¨®lares. Tambi¨¦n le dijo que estaba arruinado. "Pero yo no me puedo creer que 50.000 millones se puedan haber esfumado as¨ª como as¨ª. Madoff debe haber comprado algo y alg¨²n dinero se recuperar¨¢", indica Arturo Porzecanski, de 59 a?os, profesor de finanzas internacionales de la American University, en Washington, quien trabaj¨® durante 30 a?os en instituciones de Wall Street.
Lo cierto es que no se conoce ni cu¨¢nto dinero rob¨® Madoff ni a cu¨¢nta gente. La Securities Investor Protection Corporation (SIPC), el organismo que tratar¨¢ de recuperar el capital de los inversores, ha advertido que se puede tardar hasta seis meses en aclarar las cuentas de Madoff. Hay miles de pensionistas adinerados y docenas de entidades financieras entre los afectados. El Banco Santander ha sido uno de los m¨¢s perjudicados. La imagen de sus sucursales con su logotipo rojo se han mostrado a menudo en los informativos de los principales canales de televisi¨®n en Estados Unidos.
No hab¨ªa transcurrido ni medio a?o desde que la revista Euromoney otorgara en junio al Santander el premio al mejor banco del mundo. Su presidente, Emilio Bot¨ªn, envi¨® a la ceremonia celebrada en Londres ante los representantes de las principales entidades financieras brit¨¢nicas un discurso pronunciado en ingl¨¦s. Sus palabras resultaron premonitorias en verano y se han vuelto contra ¨¦l en invierno: "Como ustedes saben, el Banco Santander es una de las pocas entidades financieras que ha atravesado exitosamente las turbulencias financieras del a?o pasado sin que se viera afectado por los productos t¨®xicos. Ustedes pueden preguntarse c¨®mo fue eso posible. Bien, d¨¦jenme explic¨¢rselo: Si no entiendes completamente un producto, no lo compres; si no comprar¨ªas un producto para ti mismo, no lo vendas; y si no conoces a tus clientes muy bien, no les prestes dinero. Si haces estas tres cosas ser¨¢s un mejor banquero, hijo m¨ªo".
El banco Santander pareci¨® seguir bien la primera m¨¢xima (si no entiendes completamente un producto, no lo compres), porque apenas invirti¨® 17 millones de euros en la empresa de Madoff, pero desatendi¨® el segundo precepto (no vendas lo que no comprar¨ªas para ti), porque invirti¨® 2.300 millones con el dinero de sus clientes.
Entre los miles de afectados se encuentra Alicia Koplowitz, una de las mujeres m¨¢s ricas de Espa?a, quien ha podido perder unos 10 millones de euros, y el empresario Juan Abell¨®. Entre las firmas espa?olas que invirtieron en Madoff destacan M&B Capital Advisers, de Javier Bot¨ªn (hijo de Emilio) y Guillermo Moren¨¦s (marido de Ana Patricia Bot¨ªn, hija del presidente del Santander); el BBVA y el propio Santander a trav¨¦s de Optimal, su gestora de hedge funds.
Otras v¨ªctimas son el asesor financiero de los famosos de Hollywood, Gerald Breslauer, quien a su vez invirti¨® dinero del director Steven Spielberg, y entidades humanitarias, adem¨¢s de otros bancos como el brit¨¢nico HSBC, con casi 750 millones de euros, o el BNP, el mayor banco franc¨¦s por valor de mercado, con unas potenciales p¨¦rdidas de 350 millones de euros.
Hay periodistas jud¨ªos que han lamentado el da?o que Madoff ha infligido a su pueblo y han recordado que entre los estafados tambi¨¦n hay organizaciones ben¨¦ficas jud¨ªas.
Despu¨¦s del descalabro surge la pregunta: ?C¨®mo pudo enga?ar a Bernard L. Madoff durante casi 40 a?os a todo el mundo? ?A sus dos hijos, a su hermano Peter, a PwC, KPMG y Ernst & Young, tres de las cuatro mayores auditoras del mundo, a medios como The Wall Street Journal, bancos como el Santander, a la comisi¨®n de valores de EE UU (Securities and Exchange Commission, SEC), en cuya plantilla de 3.000 empleados hay 400 t¨¦cnicos cuya misi¨®n es precisamente velar para que no se perpetren fraudes c¨®mo ¨¦ste? Hubo periodistas especializados en hedge funds, como Michel Ocrant, que en 2001 entrevist¨® durante varias horas a Madoff porque ten¨ªa ligeras sospechas sobre su negocio. Y lo vio tan sereno y seguro de s¨ª mismo que sali¨® convencido de que Madoff, sencillamente, hab¨ªa dado con una gran f¨®rmula de hacer dinero.
Es verdad que Madoff pose¨ªa una gran capacidad de convicci¨®n. Para meter la mano en los bolsillos mejor protegidos del mundo tuvo que limarse bien las u?as. Madoff transmit¨ªa riqueza, pero no excesiva ostentaci¨®n. Seguridad, pero no codicia. Cada vez que visitaba su barber¨ªa predilecta en la avenida Worth de Palm Beach (Florida) se gastaba el equivalente a 15 euros en manicura, 45 en el corte de pelo y 27 en el afeitado. Vive en un piso que compr¨® en 1990 a diez manzanas de su oficina por 3,3 millones de d¨®lares; tiene otra casa frente a las playas de Long Island, donde sol¨ªa invitar a sus empleados, y es propietario tambi¨¦n de una vivienda valorada en 21 millones de d¨®lares junto a las canchas de golf del Palm Beach Country Club. Y posee un yate de 16 metros de largo que compr¨® en 1977 por 462.000 d¨®lares. En definitiva, tres casas, un yate y el abono de socio a unos selectos clubes de golf, donde sol¨ªa jugar junto a su esposa.
"Todos los tramposos son simp¨¢ticos. Y ¨¦l lo era hasta el punto de que iba a los funerales de sus inversores", explica el consultor Isaac Cohen. Es verdad que el aura de triunfador ayuda a convencer a los dem¨¢s, pero no basta para explicar por qu¨¦ cayeron tan ingenuamente en sus redes tant¨ªsimos expertos financieros. ?C¨®mo pudo, entonces, enga?ar a todos? En la pregunta est¨¢ la trampa. Se trata de uno de los mayores fraudes financieros de la historia, si no el mayor. Pero Madoff no enga?¨® a todos.
Hubo alguna entidad, como la francesa Soci¨¦t¨¦ G¨¦n¨¦rale, que cumpli¨® con su deber de supervisar el lugar donde pensaba invertir el dinero de sus clientes. Hace cinco a?os, cuando todo lo que rodeaba a Madoff ol¨ªa a prestigio y solvencia, un equipo del banco acudi¨® a la oficina de Manhattan para efectuar una supervisi¨®n rutinaria. Y vieron que los n¨²meros no cuadraban. Lo mismo ocurri¨® con Aksia, una empresa neoyorquina especializada en asesorar sobre fondos de inversi¨®n. La gente de Aksia, tras 18 meses de inspecciones, averiguaron el a?o pasado que la contabilidad de la empresa de Madoff la llevaba la compa?¨ªa Frieshling & Horowitz. Y detr¨¢s esa empresa s¨®lo hab¨ªa tres personas. Una de ellas ten¨ªa 78 a?os y vive en Florida y la otra era una secretaria.
Adem¨¢s, hubo gente como el financiero Harry Markopolos, de Boston, que trabajaba en una empresa rival y ven¨ªa remitiendo cartas a la SEC ?desde 1999! en las que denunciaba que Madoff estaba actuando ilegalmente con un sistema Ponzi. "Yo fui el chico que grit¨® que viene el lobo", declar¨® Markopolos esta semana. A Markopolos le espolearon sus jefes para que consiguiera los mismo resultados que Madoff.
Pero era imposible. No dispon¨ªa de pruebas corroborables, pero escribi¨® en el a?o 2000 una carta que comenzaba diciendo: "Soy un idiota por hacerles perder el tiempo" y en las que ped¨ªa que se investigara a Madoff. La carta lleg¨® a Edward Manion, un empleado de la SEC en Boston, que le confi¨® por tel¨¦fono: "Esto parece serio". Al a?o siguiente, la investigaci¨®n de la SEC en Boston pas¨® a Nueva York. Pero Manion pidi¨® a Markopolos que siguiera remitiendo informes a la sede central de la SEC. Y as¨ª lo hizo durante ocho a?os.
Por fin, en junio de 2006, la SEC abri¨® fin una investigaci¨®n sobre Madoff. Ese mismo a?o, Eric Swanson, un funcionario de la SEC de nivel medio, conoci¨® a Shana Madoff, una nieta del financiero que trabaja como abogada en la empresa de Madoff. Swanson dej¨® su puesto en la SEC y se cas¨® el a?o pasado con Shana. En noviembre de 2007 la SEC concluy¨® su investigaci¨®n afirmando que no hab¨ªa evidencia de fraude en la empresa de Madoff. Hay quien se pregunta si en la actitud de la SEC influy¨® en algo la relaci¨®n del funcionario Eric Swanson con la nieta de Madoff. Puede incluso que alguien de la SEC cobrara no ya por mirar hacia otro lado -cosa que era imposible puesto que la investigaci¨®n ten¨ªa como objetivo descubrir se hab¨ªa producido un fraude de sistema piramidal-, sino por mentir a sabiendas. O puede que s¨®lo influyera el hecho de que los inspectores de la SEC cre¨ªan en la magia de Madoff. Los intereses que supuestamente repart¨ªa iban hacia arriba cuando todo el mundo se precipitaba hacia el fondo de la crisis. Y Madoff sigui¨® jugando al golf y reclutando clientes.
En un acto de asunci¨®n de responsabilidad sin precedentes, el presidente de la SEC, Christopher Cox, reconoci¨® que durante casi una d¨¦cada hubo "espec¨ªficas y cre¨ªbles" denuncias contra la empresa de Madoff a las que la Comisi¨®n de Valores no prest¨® atenci¨®n. Cox ha puesto en marcha una investigaci¨®n interna. Pero antes de empezarla ya se sabe que la SEC se conform¨® con estudiar los libros que el propio Madoff le facilitaba, libros que estaban llenos de datos falsos, seg¨²n reconoce ahora el propio Cox, sin solicitar una autorizaci¨®n judicial para inspeccionar todas las cuentas. Esta semana el presidente electo, Barack Obama, ya nombr¨® a la que ser¨¢ sustituta de Cox en la SEC, Mary Schapiro.
Madoff tampoco logr¨® enga?ar, probablemente, a algunos inversores que supieron retirarse a tiempo. "Y esos estar¨¢n ahora bien calladitos, pero seguro que ganaron un buen dinero", indica un economista afincado en Washington que prefiere no revelar su nombre. Esta fuente del sector considera que el Santander pec¨® de negligencia. "Se produjo algo parecido a lo de las hipotecas subprime. Un intermediario deposita su confianza en otro, que a su vez la deposita en otro... y al final se evapora el dinero de los clientes del Santander. Es cierto que vivimos hoy en una sociedad en la que todo el mundo se especializa y subcontrata a alguien. Pero si yo dejo mi dinero en el Santander es porque conf¨ªo en que vaya a hacer el trabajo de supervisi¨®n en los fondos que yo no puedo hacer".
Hay quien se pregunta tambi¨¦n si de verdad enga?¨® Madoff a sus propios hijos. La empresa de asesor¨ªa de Madoff, desde donde se ven¨ªa cometiendo el fraude, se encontraba en el piso 17 del edificio Lipstick, y la de corretaje, donde trabajaban el hermano, los hijos y la nieta, en los pisos 18 y 19. Las empresas usaban sistemas inform¨¢ticos distintos y Madoff guardaba los libros de contabilidad bajo llave. Mientras la empresa de arriba ofrec¨ªa una transparencia absoluta, la de abajo era opaca.
?Por qu¨¦ confiaron tantos inversores en que de en esa oscuridad del piso 17 su dinero estaba a buen recaudo? El agente Cacioppi deja entrever una posible respuesta citando un p¨¢rrafo que aparec¨ªa en el portal de Internet de la empresa de Madoff: "En la ¨¦poca de las organizaciones sin rostro que pertenecen a otras organizaciones igualmente sin rostro, Bernard L. Madoff Investment Securities vuelve a una ¨¦poca anterior en el mundo financiero: El nombre del propietario est¨¢ en la puerta. Los clientes saben que Bernard Madoff tiene un inter¨¦s personal en mantener el intachable historial de retorno sobre las inversiones, negocios justos y altos est¨¢ndares ¨¦ticos que siempre han distinguido a esta empresa".
O lo que es lo mismo: la palabra de un hombre es su contrato. A pesar de ser un adalid de los avances electr¨®nicos, Madoff no abr¨ªa el sistema inform¨¢tico del piso 17 para que los clientes comprobaran la evoluci¨®n de sus propias inversiones. A cambio, Madoff les vend¨ªa su gran aura de persona con acceso a las informaciones m¨¢s confidenciales de Wall Street. Su nombre estaba en la puerta. Parec¨ªa tan fiable que le apodaban el jud¨ªo de las Letras del Tesoro. Pedirle que desvelara sus m¨¦todos, seg¨²n The Economist, era como pedirle a Coca-Cola que ense?ara su f¨®rmula m¨¢gica. Madoff cultivaba con tanta convicci¨®n su imagen de tipo selectivo que se permit¨ªa rechazar clientes adinerados.
Madoff ha pagado una fianza de 10 millones de d¨®lares y ha de llevar un brazalete met¨¢lico. Vive ahora bajo un arresto domiciliario que le obliga a permanecer en casa desde las siete de la tarde a las nueve de la ma?ana. Uno de los principales humoristas del pa¨ªs recordaba que no parece un castigo muy duro para una persona de 70 a?os pasar la noche en casa. Lo m¨¢ximo que le puede caer por el fraude cometido son el pago de una multa equivalente a 3,4 millones de euros y 20 a?os de c¨¢rcel.
Entre las muchas explicaciones que puede ofrecer Madoff para contar lo que hizo, no hay ninguna inocente. -
"Ya nos est¨¢bamos mereciendo un fraude"
Arturo Porzencanski, profesor de finanzas internacionales de la American University, en Washington, se ha pasado 30 de sus 59 a?os trabajando para empresas de Wall Street. Porzencanski cree que no debe sorprendernos en exceso esta gran estafa. "Se trata del primer gran fraude de la gran recesi¨®n que sufrimos, pero era l¨®gico que viniera. Cada vez que ha bajado la marea, empiezan a descubrirse cad¨¢veres. Cuando bajan los beneficios y llegan las p¨¦rdidas quedan al descubierto las malas pr¨¢cticas. En las recesiones de los a?os 70, 80 y 90, ocurri¨® lo mismo. De tantos errores financieros honestos como hemos padecido en los ¨²ltimos meses, ya nos ven¨ªamos mereciendo un fraude. Por fin lleg¨®, es parte del drama y hay que asumirlo".
No obstante, Porzencanski cree que el Gobierno de Estados Unidos deber¨ªa extraer ense?anzas de este fraude y renovar la comisi¨®n de valores, la tan temida y respetada Securities and Exchange Commission (SEC). "La SEC ha llevado a muchos ejecutivos a la c¨¢rcel desde su creaci¨®n en los a?os 30, pero ahora ha demostrado su inoperancia", dice Porzencanski. "Baj¨® la marea y se vio que el rey tambi¨¦n estaba desnudo. Debe haber una gran reforma regulatoria, la primera grande en 80 a?os. Porque es verdad que existen muchas normas para regular y vigilar el mercado. Cuando empiezas a trabajar en un banco tienes que leerte libracos enteros con las normativas internas donde casi te dicen hasta a qu¨¦ horas has de ir al ba?o. Pero el problema es que las reglas se han quedado muy por detr¨¢s de los avances tecnol¨®gicos". -
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