La justicia de la tienda de campa?a
No son buenos tiempos para el romanticismo. La recontraposmodernidad y la crisis nos han pasado por encima y antes, como dec¨ªa Voltaire, "para conseguir la m¨¢s peque?a fortuna val¨ªa m¨¢s decir cuatro palabras a la querida de un rey que escribir cien vol¨²menes". Ahora, parece que eso no vale de mucho, y el refr¨¢n que dec¨ªa "insinuaci¨®n de Rey, como si fuera ley" ha perdido gran parte de su contenido.
La Casa Real acaba de contestar a un afectado del s¨ªndrome t¨®xico que "no puede interferir en la justicia".
El sevillano Jos¨¦ Luque, de 57 a?os, una de las v¨ªctimas del envenenamiento masivo por aceite de colza desnaturalizado que en la primavera de 1981 caus¨® 600 muertos y afect¨® a 25.000 personas en toda Espa?a, plant¨® su tienda de campa?a en las inmediaciones del Palacio de la Zarzuela hace una semana para pedir justicia al Rey.
Cuando un ciudadano realiza una petici¨®n al Rey, se traslada la demanda al Gobierno
El monarca no puede interferir en la justicia, su papel queda limitado al derecho de gracia
Luque clama contra los tribunales porque considera que han cometido una injusticia con su esposa, tambi¨¦n afectada por el envenenamiento, a la que, seg¨²n sus c¨¢lculos, le adeudan 270.455 euros que le corresponder¨ªan por padecer una incapacidad absoluta como consecuencia de la ingesta de aceite. Pero la Oficina del S¨ªndrome T¨®xico de la Audiencia Nacional niega que la deuda sea tal, porque los peritos forenses no aprecian -ni, por tanto, le reconocen- tal grado de invalidez. Y se recuerda que al olor de las cuantiosas indemnizaciones acordadas en la sentencia de la colza para los afectados -540.000 euros para los grandes inv¨¢lidos- floreci¨® la picaresca, y se lleg¨® a detectar que algunos espabilados pretendieron colar como aceite de colza, vegetal, garrafas con aceite mineral, es decir, el de los coches.
La cuesti¨®n no es si la reclamaci¨®n de Luque es justa o no, ni si a los ojos de la sociedad es m¨¢s veraz por plantarse con una tienda de campa?a frente a la Zarzuela, sino que el Monarca no puede hacer nada.
De hecho, tras m¨¢s de una semana acampado, los servicios de seguridad le han convencido de que all¨ª no hay nada que hacer y que es mucho mejor que proteste donde le puedan hacer caso como por ejemplo frente al Palacio de la Moncloa, donde ahora se ha instalado.
Cuando un ciudadano realiza una petici¨®n al Rey, el tr¨¢mite habitual es dar traslado de la carta o del expediente de que se trate al ministerio correspondiente para que desde la Administraci¨®n se d¨¦ respuesta a la petici¨®n, notificando la gesti¨®n realizada al interesado.
Sin embargo, en el caso de Luque, al tratarse de una intercesi¨®n ante los tribunales, la Casa del Rey no debe siquiera dar traslado de la carta a la Audiencia Nacional porque el Rey no puede interferir en el curso de la justicia. Su papel constitucional en esa materia queda limitado a ejercer el derecho de gracia, es decir, a firmar los indultos.
Ya no ha lugar para la justicia de la tienda de campa?a y lejos queda el siglo de oro en el que el papel del Rey dio lugar a dramas y comedias. Algunos nost¨¢lgicos lo echar¨¢n de menos, como el que se pudiera recurrir a ¨²ltimas instancias de ese tipo.
Pero ni estamos en el siglo de oro ni son buenos tiempos para el romanticismo, con lo que las monarqu¨ªas han supuesto para el romanticismo; porque convendr¨¢n conmigo en que nunca ser¨¢ igual decirle a tu pareja "?mi reina!" que "?mi presidenta de la Rep¨²blica!".
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