?La socialdemocracia como fin de la historia?
Hace casi 20 a?os Francis Fukuyama escribi¨®, pocos meses antes de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, un ensayo sobre el fin de la historia en la revista estadounidense The National Interest, art¨ªculo que posteriormente se convertir¨ªa en libro. El argumento b¨¢sico era el siguiente: con el proceso de reforma lanzado por Mijail Gorbachov en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, conocido como perestroika, el gran rival del mundo atl¨¢ntico desaparec¨ªa y, por tanto, cesaba la lucha ideol¨®gica con la victoria incondicional del capitalismo y la democracia liberal. Fukuyama, adem¨¢s, examinaba el potencial de otras ideolog¨ªas como el fundamentalismo religioso o el nacionalismo, concluyendo que nunca podr¨ªan convertirse en aut¨¦nticas alternativas a la democracia liberal capitalista, si bien no iban a desaparecer.
El neoliberalismo rompi¨® el equilibrio entre Estado y mercado; ahora hay que recuperarlo
La crisis pone de relieve el fracaso del salto atr¨¢s que es el neoliberalismo
La idea de Fukuyama era sugerente y, desde luego, fue oportuna en aquel momento hist¨®rico. La propuesta tambi¨¦n gener¨® fuertes cr¨ªticas, algunas infundadas por malinterpretar el mensaje original. La m¨¢s t¨ªpica es la que consideraba la tesis del fin de la historia como la ausencia de eventos hist¨®ricos de importancia, algo que Fukuyama rechaz¨® expresamente en su ensayo.
Otra cr¨ªtica, algo m¨¢s elaborada, proveniente del recientemente desaparecido Samuel Huntington, consideraba que la lucha ideol¨®gica secular pasar¨ªa a ser religiosa o ¨¦tnica, con la famosa tesis del choque de civilizaciones. Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 confirmaron para muchos la validez de esta tesis. Con todo, y a pesar de que el fundamentalismo isl¨¢mico supone una amenaza importante, Fukuyama ya dijo en su escrito de 1989 que esta ideolog¨ªa no es una opci¨®n atractiva, a diferencia del comunismo durante la guerra fr¨ªa, m¨¢s all¨¢ de los Estados de mayor¨ªa musulmana (o entre colectividades musulmanas en pa¨ªses no musulmanes), donde adem¨¢s s¨®lo una minor¨ªa comparte sus postulados. En este sentido, esta ideolog¨ªa no es realmente una alternativa viable a la democracia liberal, ni se puede argumentar que es un estado superior en la evoluci¨®n ideol¨®gica, de las ideas, m¨¢s bien al contrario, supondr¨ªa una regresi¨®n.
No obstante, la tesis original de Fukuyama s¨ª que debe ser corregida al menos en un aspecto fundamental, si se quiere que mantenga un cierto poder explicativo de la realidad, sobre todo a la luz de los acontecimientos derivados de la crisis financiera mundial iniciada en julio de 2007 en Estados Unidos, y aun antes, por el fracaso de las pol¨ªticas neoliberales en Am¨¦rica Latina y ?frica.
Fukuyama consider¨® que la victoria de la democracia liberal sobre el comunismo sovi¨¦tico re
-solv¨ªa los problemas socioecon¨®micos dentro de las sociedades occidentales y en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Declar¨®, adem¨¢s, expresamente, que ya no hab¨ªa contradicci¨®n entre capital y trabajo, y obvi¨® en todo caso las importantes diferencias entre el capitalismo estadounidense y el europeo continental, y las diferentes culturas pol¨ªticas que subyacen a las decisiones de pol¨ªtica econ¨®mica a uno y otro lado del Atl¨¢ntico.
Es cierto que la democracia liberal es el elemento com¨²n y definitorio de los pa¨ªses occidentales. Sin embargo, al obviar la importancia de las d emocracias sociales de Europa occidental, que completan el paradigma del Estado liberal, tal y como nos ense?aban Norberto Bobbio y Gregorio Peces-Barba, entre otros, se acaba poniendo al capitalismo a la americana como el paradigma de ese proclamado fin de la historia. M¨¢s a¨²n, no se tiene en cuenta la tensi¨®n permanente entre Estado y mercado que existe en el seno de las democracias liberales, y las opciones pol¨ªticas que la animan, y que debemos reconocer como neoliberalismo y socialdemocracia. Palabra esta ¨²ltima que est¨¢ conociendo un renovado vigor a la luz del desconcierto generado por la crisis financiera.
En pocas palabras, podemos decir que la socialdemocracia es la ideolog¨ªa que, a diferencia del liberalismo cl¨¢sico, persigue la igualdad real sobre la formal y que opera de acuerdo con el principio de la prevalencia de la pol¨ªtica democr¨¢tica sobre la econom¨ªa, tal y como se?ala Sheri Berman. En el paradigma socialdem¨®crata, el sistema de mercado existe (a diferencia de lo que suced¨ªa en la Uni¨®n Sovi¨¦tica), pero opera dentro de las reglas que fija el poder pol¨ªtico, lo que incluye al Estado de bienestar, hasta hace unos a?os tan denostado por insostenible por los publicistas neoliberales.
En este sentido, cabe considerar al neoliberalismo, que inicia su auge como paradigma pol¨ªtico cultural dominante en la d¨¦cada de los setenta, como una desviaci¨®n temporal en esa evoluci¨®n ideol¨®gica de impronta hegeliana que propon¨ªa Fukuyama, ya que pretende volver a un estado anterior de la humanidad, el del laissez-faire, donde la econom¨ªa prevalece sobre la pol¨ªtica, y donde no hay posibilidad de pacto entre el capital y el trabajo, ya que el primero debe prevalecer, sin ambages, sobre el segundo.
Esto no significa que el neoliberalismo no haya aportado nada bueno a la historia de las ideas, pues ciertamente las pol¨ªticas keynesianas tradicionales necesitaban algunos ajustes y correcciones, en particular en lo relativo al uso excesivo de pol¨ªticas monetarias proc¨ªclicas para alcanzar el pleno empleo, especialmente durante la d¨¦cada de los sesenta en los Estados Unidos y en el Reino Unido, donde por cierto, la tradici¨®n socialdem¨®crata ha sido hist¨®ricamente m¨¢s d¨¦bil. Este error, en particular, gener¨® una espiral inflacionaria, la quiebra de la pol¨ªtica de rentas y del pacto entre el capital y el trabajo y, finalmente, el ascenso de la ideolog¨ªa neoliberal. Con todo, el neoliberalismo no se content¨® con devolver cierta racionalidad a la pol¨ªtica monetaria. Su agenda, como hemos visto, iba mucho m¨¢s lejos. Animada por un individualismo descarnado busc¨®, y en parte logr¨®, bajo los Gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, la privatizaci¨®n de sectores econ¨®micos estrat¨¦gicos y de determinados servicios p¨²blicos. Pero, sobre todo, se desregularon los mercados de trabajo nacionales y los flujos financieros internacionales, con las consecuencias que hoy conocemos: mayores desigualdades, menor crecimiento econ¨®mico y hasta colapso financiero. Peor a¨²n, el paradigma neoliberal alcanz¨® en el discurso p¨²blico lo que Antonio Gramsci denominaba "hegemon¨ªa cultural", llevando a que incluso la izquierda adoptara el lenguaje del adversario. De este modo, el debate pol¨ªtico de las ¨²ltimas d¨¦cadas se ha ce?ido a determinados par¨¢metros y t¨¦rminos fundamentales de la agenda neoliberal, dentro de los cuales conceptos como flexibilidad laboral, competitividad o reformas estructurales funcionaban como polos en torno a los que giraban las discusiones de las pol¨ªticas p¨²blicas.
El reto para la socialdemocracia, en un mundo cada vez m¨¢s interconectado e interdependiente, consiste en alcanzar grados de integraci¨®n y cooperaci¨®n pol¨ªtica entre los pa¨ªses que permitan la recuperaci¨®n del equilibrio entre Estado y mercado. El momento hist¨®rico es propicio. Aunque el car¨¢cter asim¨¦trico de la globalizaci¨®n, escorada hacia lo econ¨®mico (y sobre todo hacia lo financiero, con la libertad de movimiento de capitales), no sugiere que la socialdemocracia sea el fin de la historia, resulta dif¨ªcil afirmar que los ¨²ltimos 30 a?os de neoliberalismo constituyen el ideal al que aspirar¨¢ la mayor¨ªa de la humanidad.
La crisis financiera mundial quiz¨¢s ponga de relieve lo que ya era, en realidad, evidente: el fracaso de la ideolog¨ªa neoliberal tanto en los pa¨ªses desarrollados como en aquellos en v¨ªas de desarrollo, y la urgente necesidad de recuperar el paradigma socialdem¨®crata en el discurso p¨²blico.
Dom¨¨nec Ruiz Devesa, economista, ha sido consultor del Banco Mundial.
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