El Dandi y la millonaria
Una tarde, el fot¨®grafo artista le confes¨® a su anciana amiga millonaria:
-Nuestra amistad es azul, como este cuadro de Matisse.
-Pues qu¨¦datelo, Fran?ois-Marie.
Fran?ois-Marie es Fran?ois-Marie Banier, un inclasificable parisiense de 61 a?os que es pintor, escritor y fot¨®grafo. Que tambi¨¦n es un inteligent¨ªsimo vividor, un profesional del diletantismo con un marcado sentido de la oportunidad, h¨¢bil y decidido a la hora de acercarse a los m¨¢s poderosos, a los m¨¢s famosos y a los m¨¢s ricos. Para algunos es el caradura con m¨¢s punter¨ªa de los ¨²ltimos a?os. Para otros, un artista que jam¨¢s ha aceptado rendirse a las convenciones con un talento seductor innegable.
Ella es Liliane Bettencourt, la mujer m¨¢s rica de Francia, la (hasta ahora) discreta ¨²nica heredera del imperio de cosm¨¦ticos L'Or¨¦al fundado por su padre a principios del siglo XX. Est¨¢ algo sorda, se lleva muy mal con su hija, que vive en el palacete de al lado, cerca de Par¨ªs, y la tarde del episodio del cuadro de Matisse ten¨ªa m¨¢s de 80 a?os y 17.000 millones de euros, seg¨²n c¨¢lculos algo antiguos de la revista Forbes.
La amistad entre estos dos personajes tan distintos se hizo p¨²blica hace un mes y medio de la manera m¨¢s escandalosa posible. La hija de la anciana, la tambi¨¦n hija ¨²nica Fran?oise Bettencourt-Meyers, denunci¨® a Banier por aprovecharse de la, a su juicio, evidente debilidad mental de la madre. Seg¨²n la denuncia, entre 2001 y 2007, Bettencourt ha entregado al fot¨®grafo casi mil millones de euros en forma de voluminosos cheques indiscriminados, regalos suntuosos, obras de arte a discreci¨®n, cuadros de Picasso, de Braque, de De Chirico (el azul de Matisse), o de seguros de vida. De modo que el artista ha pasado, ¨¦l tambi¨¦n, a pertenecer a la selecta lista de las personas m¨¢s ricas de Francia gracias exclusivamente a su benefactora.
LA POLIC?A ESPECIALIZADA en delitos econ¨®micos encargada del caso, adem¨¢s de a Banier, ha interrogado ya a los empleados de Bettencourt y al personal de su casa para conocer la naturaleza ¨²ltima de la relaci¨®n. El semanario Le Point revel¨® hace unas semanas algunos de los testimonios m¨¢s significativos:
Una enfermera: "Durante el tiempo que yo viv¨ª en casa de la se?ora Bettencourt, ella estuvo siempre bajo la influencia de Banier. Las discusiones eran siempre cuesti¨®n de dinero. ?l se lo ped¨ªa con una insistencia tal que ella al final se pon¨ªa mala y perd¨ªa el sue?o (... ) Una noche de A?o Nuevo, en las Seychelles, estaban enfadados porque ¨¦l le hab¨ªa pedido un cheque y ella se lo hab¨ªa negado. Ella iba a pintarse los labios pero ¨¦l le arranc¨® el pintalabios de la mano y lo estamp¨® contra la pared diciendo que ese color no era bonito".
La misma enfermera:"Otra vez escuch¨¦ una conversaci¨®n entre la se?ora Bettencourt y el se?or Banier. Ella dec¨ªa: "Es demasiado y Andr¨¦ [Bettencourt, el marido] se va a enterar". "No es suficiente", replicaba Banier".
La contable: "A finales de 2005, el se?or Banier me llamaba por tel¨¦fono casi todos los d¨ªas para pedirme que le dijera a la se?ora Bettencourt que la quer¨ªa mucho, pero tambi¨¦n que necesitaba dos o tres millones de euros para pagar la piscina y las obras de una casa que se estaba haciendo".
Seg¨²n estos empleados, Banier insist¨ªa, cuando quedaba a comer con Liliane, en que comprobaran que la se?ora no sal¨ªa de casa sin su chequera para acudir a la cita. La contable relata que su ascendiente sobre la anciana era tal que ¨¦sta cumpl¨ªa todos sus deseos de artista caprichoso: un d¨ªa, tambi¨¦n en las islas Seychelles, pidi¨® que el jet privado de Bettencourt volara a Francia en un viaje r¨¢pido de ida y vuelta para escoger sus pinceles y poder as¨ª satisfacer su inspiraci¨®n repentina. Una enfermera recuerda que una vez Bettencourt present¨® a unos conocidos a Banier como "un buen amigo". Al momento, el fot¨®grafo a?adi¨®: "Su hijo adoptivo: el hijo que ella no ha podido tener".
TODO COMENZ? EN 1987, con una entrevista. La directora de la revista Ego¨ªsta encarg¨® a Banier un retrato de la heredera de L'Or¨¦al. La fotograf¨ªa, en blanco y negro, es bonita: Bettencourt, con los brazos semicruzados, mira al suelo con una media sonrisa atractiva. En la entrevista, la millonaria aprovecha para sacudirse algo su imagen de mujer burguesa podrida de millones. "No me gusta el t¨¦rmino riqueza. Es una palabra desagradable. Prefiero fortuna, que tiene que ver con la suerte".
A este lado del objetivo, pues, una se?ora que juega a no parecer demasiado lo que ha sido siempre: la rica heredera. Su padre, Eug¨¨ne Schueller, fue un panadero que estudi¨® qu¨ªmica y que en 1907 invent¨® en la cocina de su casa algo que iba a revolucionar la est¨¦tica de la calle: un tinte inofensivo para el pelo. Lo llam¨® L'Aureale, en homenaje a un peinado de la ¨¦poca, y se hizo rico vendi¨¦ndolo de peluquer¨ªa a peluquer¨ªa por Par¨ªs. Su hija naci¨® en 1922. Cinco a?os despu¨¦s mor¨ªa la madre. De modo que Liliane creci¨® siempre bajo la sombra inmensa y solitaria del exitoso padre creador de un imperio millonario, que adem¨¢s de empresario fue cient¨ªfico y escritor y del que se sospecha que lleg¨® a coquetear con el nazismo y el colaboracionismo durante la II Guerra Mundial y la ocupaci¨®n. Cri¨® a la ni?a en la riqueza, pero tambi¨¦n en la disciplina y el trabajo. De hecho, a los 15 a?os, a la vuelta de un verano, Liliane pon¨ªa etiquetas en botes de tinte para aprender el negocio desde abajo. En 1950, en una cl¨ªnica suiza especializada en tuberculosis conoci¨® al que ser¨ªa su marido, Andr¨¦ Bettencourt. Se sent¨ªa tan unida a su padre que la pareja comenz¨® a vivir en la casa familiar. Duraron 15 d¨ªas. En 1957 muri¨® Eug¨¨ne. Liliane eligi¨® a un amigo de la infancia de su padre para sustituirle. Siempre ser¨ªa as¨ª: ella renunciar¨ªa a presidir la empresa, pero nombrar¨ªa al jefe. Durante a?os se zaf¨® de las revistas, se convirti¨® en la mujer m¨¢s rica de Francia de una forma casi discreta a pesar de su fortuna y de que su marido lleg¨® a ministro varias veces con De Gaulle y Pompidou. Tuvieron s¨®lo una hija. Liliane concedi¨® muy pocas entrevistas en su vida. Una de ellas, a Ego¨ªsta en 1987, donde pos¨® para un fot¨®grafo listo, simp¨¢tico y ocurrente que se desplazaba en una Mobilette azul.
FRAN?OIS-MARIE BANIER naci¨® en el burgu¨¦s barrio 16 de Par¨ªs, pero no dentro de una familia rica. Su padre hab¨ªa sido obrero en una f¨¢brica de coches y gracias a cierta tenacidad para escalar, acab¨® regentando una agencia de publicidad. Era autoritario, agresivo, brutal y pegaba a Fran?ois-Marie. La madre, bella e indiferente, nunca se preocup¨® por ¨¦l. Banier ha llegado a confesar que tampoco la quiso. A los siete a?os, so?aba con acostarse con Ray Charles. A los 18 dej¨® su casa dando un portazo y se ech¨® en brazos de un mundo que le adoraba. Dos a?os antes hab¨ªa paseado a Dal¨ª en su Mobilette despu¨¦s de acercarse con unos dibujos suyos a pedir el consejo del maestro.
Era descarado, atrevido, ambicioso. Por entonces tambi¨¦n rabiosamente guapo. "Me dec¨ªan que me parec¨ªa a Rimbaud; ahora soy un viejo molusco", confes¨® en una entrevista en 2005. A los 22 a?os public¨® su primera novela, Las segundas residencias, vagamente autobiogr¨¢fica, en la que salda las cuentas con su familia y da ciertas claves sobre su homosexualidad. Es amigo (o conocido, o sabe estar cerca) del escritor Paul Morand, del m¨²sico Vladimir Horowitz, de Yves Saint Laurent, de Mitterrand, a quien abord¨® en la calle...
LA HEREDERA DE L'OR?AL no es la primera mujer muy mayor que fue su amiga del alma. Cuando ten¨ªa 23 a?os, se consideraba a s¨ª mismo irresistible y trabajaba como jefe de prensa de Pierre Cardin por un sueldecito, se encontr¨® en la mesa contigua de un restaurante a la exc¨¦ntrica y riqu¨ªsima anticuaria y decoradora Madeleine Castaing, de 75. Seg¨²n ha contado ¨¦l, se conocieron, comenzaron a re¨ªr en ese momento y no pararon hasta la muerte de la anciana, en 1992. Ella aseguraba que hab¨ªa encontrado, por fin, "a su jovencito". ?l replicaba que ella era "la madre ideal". Un d¨ªa ella se parti¨® el f¨¦mur y ¨¦l la acompa?¨® en la ambulancia: "Querido, ¨¦ste es nuestro viaje de bodas", dec¨ªa ella tumbada boca arriba.
Pierre Bergu¨¦, pareja y socio de Saint Laurent, lo describi¨® as¨ª por esos a?os: "La principal cualidad de ese seudoescritor y verdadero trepa es seducir a las viejas".
Pero no todo es tan simple. D¨ªas despu¨¦s de que aparecieran en la prensa las declaraciones de los empleados de Bettencourt acusando al fot¨®grafo, la propia heredera sali¨® en su propia defensa y en la de su amigo. En una carta dirigida al fiscal que investiga el caso asegura: "Todo lo que le he dado a Fran?ois-Marie Banier ha sido por amistad y dentro de una operaci¨®n de mecenazgo, con todo conocimiento de causa, delante de un notario que ha podido dar fe de mi capacidad. Se trata de sumas significativas si se las toma aisladas, pero son razonables teniendo en cuenta mi situaci¨®n financiera".
D¨ªas despu¨¦s, en la ¨²nica entrevista que ha concedido desde que estall¨® el incidente, en Le Journal du Dimanche, a?adi¨®: "Mi hija tendr¨ªa que darse cuenta de que soy una mujer libre. Los celos han podido influir. Aunque no lo entiendo. Mi hija es muy introvertida. Y ver a alguien extrovertido como Fran?ois-Marie Benier le puede poner un poco nerviosa".
El fiscal orden¨® hace d¨ªas que se investigue el patrimonio de Benier. Despu¨¦s decidir¨¢ si procede que un psiquiatra examine a Bettencourt para dilucidar la clave del caso.
M¨¢s all¨¢ del dinero, la ¨²ltima frase de la anciana millonaria en la ¨²nica entrevista que ha concedido ("Ya no quiero ver m¨¢s a mi hija") indica todo lo que esta historia tiene de follet¨ªn envenenado entre padres, madres e hijos (de la familia Banier y Bettencourt) que no se han soportado nunca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.