Las noches son para estudiar
Trini se situaba en un extremo y vert¨ªa el abono sobre el agua que corr¨ªa por la acequia. A pocos metros, Lola pisoteaba dentro del agua un saco agujereado lleno de esti¨¦rcol de gallina "para que fuera soltando todas las sustancias".
La imagen no tendr¨ªa nada de anormal si no fuera por la edad de sus protagonistas: dos ni?as de 10 y 7 a?os.
Trini y Lola deb¨ªan estar en el cole. Pero en Almer¨ªa, en los a?os setenta, los ni?os abandonaban las clases el d¨ªa que tocaba riego. No hab¨ªa gota que perder.
Treinta y tantos a?os despu¨¦s, Lola es una mujer alta, de melena rubia ensortijada. Esconde hermosos ojos azules detr¨¢s de unas gafas que le dan aspecto de profesora inglesa de ciencias naturales. Habla con precisi¨®n y soltura del control biol¨®gico de los invernaderos almerienses y dice de corrido los nombres de plagas y depredadores: amblyseius swirskii y trip frankliniella.
"Con siete a?os regaba en el campo y a los 12 tuve que dejar el colegio"
"El paisaje es raro, pero debajo del invernadero hay un aut¨¦ntico vergel"
Han ca¨ªdo muchas gotas de agua sobre la reseca tierra almeriense entre una Lola y otra.
Nacida en 1966 en Balerma, hija de agricultores, Lola dej¨® la escuela, aunque no los estudios, a los 12 a?os. Las 450 pesetas (2,70 euros) que ganaba al d¨ªa le hac¨ªan falta a la familia. La ni?a jornalera ten¨ªa experiencia:
-En p¨¢rvulos, solo estuve un mes. Ten¨ªa que cuidar a mi hermano peque?o bajo las chozas de la finca. Cuando lloraba, iba a los bancales a avisar a mi madre.
Ese fue su primer trabajo, con 6 a?os. Luego vino el riego, un d¨ªa a la semana. No se hab¨ªa generalizado a¨²n el sistema por goteo y all¨ª estaban las dos hermanas, una vertiendo abono y otra pisoteando gallinaza. Todo a costa de la escuela.
Por ello, su madre la llevaba al anochecer a casa de la maestra. As¨ª aprendi¨® a leer y escribir. De entonces le qued¨® una inveterada costumbre: estudiar de noche.
A los 22 a?os, casada y con invernadero propio que compraron su marido y ella, "con un importante socio: el banco", hizo su primer curso de Contabilidad, Comercializaci¨®n y Gesti¨®n de Explotaciones Agrarias, en la vecina Aguadulce. 240 horas. Y no par¨®: tras el ¨²ltimo que registra su curr¨ªculo, en 2006, sobre Presentaciones Eficaces con PowerPoint XP, Lola G¨®mez Ferr¨®n ha seguido 24 cursos en los que ha invertido 3.851 horas, m¨¢s las que luego echaba en casa. Ha estudiado, entre otras materias, nutrici¨®n vegetal, qu¨ªmica agr¨ªcola, fitopatolog¨ªa, zootecnia e inform¨¢tica. Y 625 horas de ingl¨¦s. Cuatro a?os de calendario escolar nocturno. Una diplomatura.
-?Qu¨¦ dec¨ªa su marido, su familia, todas las noches dedicadas al estudio?
Lola gira la cabeza y observa a su marido. Fernando est¨¢ manipulando en un largo mostrador tomates de los colores y tama?os m¨¢s variados. Palabras de elogio: "Tengo un compa?ero estupendo, hay pocos como ¨¦l; por mucho que algunos enarbolen la bandera de la igualdad... ".
Gracias a su compa?ero, a su madre, que le echa una mano con sus dos hijos gemelos, y a su constancia, Lola se ha convertido en una empresaria de ¨¦xito. "Hace diez a?os, no hab¨ªa tocado ni una m¨¢quina de escribir, ni sab¨ªa lo que era un ordenador". Hoy, adem¨¢s de ser gerente de la empresa familiar creada en 1999, Clisol Agro, recibe miles de ni?os, agricultores extranjeros, y turistas a los que les explica el milagro de la agricultura almeriense en un fluido ingl¨¦s y en un franc¨¦s aceptable.
Los 17.000 metros cuadrados repartidos en tres invernaderos de Clisol est¨¢n situados en el Paraje La Cumbre, a mitad de camino entre Almerimar y Roquetas, al borde de la playa. De all¨ª salen una media de 400.000 kilos al a?o de tomates y pepinos, la especialidad de la firma.
Hace 40 a?os, estas yermas tierras semides¨¦rticas apenas si daban un pu?ado de uvas para la Navidad. Hoy, un oc¨¦ano de pl¨¢stico se extiende por el poniente almeriense. Lola dice que el paisaje "no es feo, es raro, pero debajo del pl¨¢stico hay un aut¨¦ntico vergel". Cierto.
Los invernaderos de hoy nada tienen que ver con las rudimentarias parcelas techadas de pl¨¢stico de los setenta, en las que hac¨ªa un calor sofocante y se respiraba un aire da?ino cargado de insecticidas.
Los productos qu¨ªmicos han sido sustituidos por los biol¨®gicos. Coches y personas pasan severos controles. Antes de entrar en el invernadero, se pisa un tatami empapado en sal de amonio cuaternaria, un biocida que elimina microorganismos. Batas blancas, gorros y patucos son habituales. Como si el invernadero fuera un quir¨®fano.
Porque aqu¨ª, bajo el pl¨¢stico, se lucha a muerte con bichitos apenas perceptibles para el ojo humano. Los nesidiocoris tenuis, un depredador pol¨ªfago, y el amblyseius swirskii, un ¨¢caro depredador, atacan y devoran el trip frankliniella y la mosca blanca, las dos principales plagas que azotan Almer¨ªa. Esta es una agricultura de precisi¨®n, basada en el sistema hidrop¨®nico: la planta crece sin tierra y recibe los nutrientes a trav¨¦s del goteo controlado por ordenador.
"Solo con pasi¨®n se logran milagros", reza la p¨¢gina web de Clisol. Una pasi¨®n que aporta Lola a raudales, pero que no consigue todos los milagros que ella quisiera. Por ejemplo, solucionar el paro.
-Ahora tenemos que trabajar con la verja de la finca cerrada. ?Con la crisis, no se imagina la tragedia que vivimos cada d¨ªa!
Unos 52.000 parados hay en Almer¨ªa, de los que 10.000 son inmigrantes. Los espa?oles sin empleo encuentran un alivio en el entorno familiar, reflexiona Lola, pero los extranjeros est¨¢n solos y desamparados. Antes, afirma, llegaban a pedir trabajo hombres solos, algo desali?ados. Hoy acuden a la finca matrimonios bien vestidos, que hablan espa?ol y que le parten el alma:
-Siempre habla la mujer, parece que enternece m¨¢s. Te dice: por favor, denos trabajo, llevamos diez a?os trabajando aqu¨ª... Y te coge la mano, te ruega. ?Y qu¨¦ haces? Yo no puedo ayudar a todos.
Lo dice de coraz¨®n. Ella sabe lo que es tener que trabajar para comer. Lo ha hecho desde que era ni?a y pisoteaba en la acequia la caca de las gallinas.
Los bichitos amigos
Junto al arco iris que forman los tomates, hay un peque?o mont¨®n de libros. Son ejemplares de Regordete y Larguirucho y sus bichitos amigos. Lo ha escrito Lola G¨®mez.
?Una agricultora escribiendo cuentos infantiles? As¨ª es. Porque Lola percibi¨® tras la muerte en El Ejido de una mujer apu?alada por un magreb¨ª en 2000 y la posterior reacci¨®n xen¨®foba de algunos vecinos, que hab¨ªa que hacer algo por mejorar la imagen de su tierra.
-A ra¨ªz de aquellos sucesos, m¨¢s la mala imagen que ten¨ªa en algunos sectores la agricultura de invernadero, sent¨ª que se nos miraba como si estuvi¨¦ramos l¨¢tigo en mano azotando a los trabajadores.
Adem¨¢s de integrarse en las asociaciones empresariales, Lola ampli¨® el objetivo de su empresa: se invent¨® el agroturismo. Hoy, 5.000 ni?os y miles de turistas y expertos agr¨ªcolas de toda Europa visitan cada a?o los invernaderos. El r¨¦cord est¨¢ en 22.000 jubilados austriacos llegados en los dos ¨²ltimos a?os
Lola les explica el milagro de la llamada huerta de Europa. Resalta tres datos clave: se consume la tercera parte de agua que hace treinta a?os, con el triple de superficie cultivada; se emite menos C02 que en el resto del pa¨ªs y la temperatura sube 0,75 grados menos que en el resto de Espa?a.
Su labor divulgativa le ha proporcionado premios y honores: mujer empresaria en 2004 por la Confederaci¨®n de Empresarios de Andaluc¨ªa o Premio Meridiana del Instituto de la Mujer, entre otros. Aunque el mejor premio son sus dos hijos gemelos de 13 a?os, a los que educa en los valores c¨ªvicos y en el consumo responsable.
-Son de los poquitos de su clase que no tienen m¨®vil.
A cambio, conocen bien "el esfuerzo que han hecho sus padres". Y se saben de memoria las andanzas de Regordete y Larguirucho, los otros dos hijos de Lola.
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