Feij¨®o09 el silencioso
Con la campa?a ya lanzada y visto lo visto durante la precampa?a, resulta que en el discurso del candidato popular tiene mucho m¨¢s inter¨¦s lo que calla que cuanto dice. Sus silencios resuenan m¨¢s sonoros que cualquiera de sus arengas y nos facilita a los votantes bastante m¨¢s informaci¨®n sobre el car¨¢cter del aspirante. Como buen dial¨¦ctico, se dirige a las masas con ese aplomo que torna lo insustancial en esencial y maneja con soltura las habilidades del buen comercial. Uno se lo imagina vendiendo coches en un concesionario y le asalta el convencimiento de que no ser¨ªa capaz de salir indemne a su ret¨®rica. Pero cuando el cliente pregunta eso que no debe, s¨®lo se oyen los sonidos del silencio.
El candidato del PP entierra su pasado y el de su partido al frente de la Xunta
El candidato Feij¨®09 ha logrado enredar con habilidad la espinosa cuesti¨®n de los debates. Le hemos visto pedir debates tipo liguilla, a dos en una privada e incluso exigir que debatan entre s¨ª sus adversarios. Todo menos aclarar si acudir¨¢ o no. Alega en su defensa que en un encuentro a tres ser¨ªa la v¨ªctima propiciatoria de unos rivales conchabados para zumbarle como a un mu?eco de pim pam pum. Pero no explica por qu¨¦ s¨ª acept¨® el debate a tres cuando las pasadas municipales Touri?o cometi¨® el error de no acudir. Tampoco explica las razones por las cuales consinti¨® otro menage a trois durante las generales. Entonces tambi¨¦n eran dos contra uno, pero ¨¦l no se jugaba nada. Ahora que debe probar su car¨¢cter, afronta el partido como los malos equipos que quieren ganar en los despachos lo que no logran en el campo. Su mutismo prueba que concibe los debates como una carta a jugar a conveniencia de los candidatos. No un deber hacia el electorado y su derecho a decidir con la mejor informaci¨®n posible.
El candidato Feij¨®09 detona cada d¨ªa un esc¨¢ndalo para embarrar a un bipartito que nos presenta como un cruce entre Melrose Place y Sin tetas no hay para¨ªso. Todo vale y todo es arrojable a la cara de sus oponentes: sean neveras, sillas, audis o funcionarios. Sin embargo, ni una palabra sale de su boca para valorar la trama de corrupci¨®n en torno a su partido. A d¨ªa de hoy desconocemos si le parece bien, mal, regular o s¨®lo ven¨ªa a comprar tabaco. Tampoco sabemos si aplaude la nueva estrategia de su partido, donde todo est¨¢ mal menos el PP: jueces, polic¨ªas, gobierno, medios. El infierno son los otros, dijo Goethe y acusa Rajoy.
El candidato Feij¨®09 ofrece regeneraci¨®n democr¨¢tica y transparencia frente al averno bipartito. Sin embargo, ca¨ªdo en combate su fichaje estrella por su amnesia fiscal, nada tiene que contarnos sobre los criterios para subirlo a su carro, ni su sagaz afirmaci¨®n de que con Carrera el dinero de los gallegos estar¨ªa en buenas manos. Al parecer una cosa es el presunto lujo bipartito y otra muy distinta las Islas Caim¨¢n, conocido para¨ªso de la gente honrada y decente.
El candidato Feij¨®09 fustiga sin cesar el mercadeo del voto emigrante y promete arreglarlo. Sin embargo, guarda silencio sobre los muchos a?os en que su partido manipul¨® hasta el aburrimiento esas papeletas que mantuvieron privadas de las m¨ªnimas garant¨ªas mientras conven¨ªa. De lo que cabe deducir que su indignaci¨®n nace de qui¨¦n compra, no de ser comprable
El candidato Feij¨®09 propone ahora la vuelta de la Autopista del Atl¨¢ntico al control p¨²blico. Sobre el detalle de que fueran ¨¦l y su partido quienes la arrojaran a las garras de la privatizaci¨®n sin m¨¢s criterio que hacer caja, tampoco considera necesario dar explicaciones. Su oferta consiste en pagar con nuestro dinero su mala gesti¨®n.
El candidato Feij¨®09 da su palabra de acabar con el clientelismo en la Administraci¨®n p¨²blica. Tampoco estima oportuno desvelarnos su opini¨®n sobre el largo historial de su partido a la hora de convertir el dedo en principal m¨¦rito para acceder al servicio p¨²blico.
El candidato Feij¨®o9 entierra su pasado y el de su partido al frente de la Xunta bajo un muro de silencio. Su campa?a y su discurso se basan en la ficci¨®n de que los populares nunca gobernaron y ¨¦l mismo nunca fue vicepresidente. Por eso elude el debate. Para no verse forzado a relatar lo que no quiere explicar. Necesita seguir refugiado en su mon¨®logo hasta el 1-M para que su pasado no le alcance.
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