Primero el p¨¢nico, luego...
El riesgo de deflaci¨®n, que llevar¨ªa la crisis a una fase m¨¢s extrema, divide a los expertos
Subir el volumen de la m¨²sica o llenar de v¨ªsceras la pantalla son trucos baratos que prometen un susto morrocotudo. Invocar lo desconocido es uno de los atajos m¨¢s r¨¢pidos para provocar una reacci¨®n bien distinta: el coraz¨®n ya no se sale por la boca, es la mente la que se paraliza. En los ¨²ltimos meses, muchos expertos en econom¨ªa parecen guionistas de pel¨ªculas de miedo. Muchos, tambi¨¦n, fueron incapaces de imaginar la dureza de la crisis. Pero ahora que ya est¨¢ aqu¨ª, escudri?an los datos para guiar la pol¨ªtica econ¨®mica por una realidad que no deja de poner zancadillas. Y si hay una trampa en la que no quieren caer es la deflaci¨®n, un escenario inexplorado desde hace d¨¦cadas que dispara el temor a una destrucci¨®n masiva de empleos y empresas.
Los precios caer¨¢n este verano y a la vez en todas las grandes econom¨ªas
El Gobierno descarta que est¨¦ en marcha un proceso deflacionista
Desde que los mercados financieros tiraron de la espoleta de las hipotecas basura en EE UU, la onda expansiva de la crisis ha subvertido algunos principios que parec¨ªan bien anclados. En los ¨²ltimos a?os, y m¨¢s a¨²n en la zona euro, el enemigo p¨²blico n¨²mero uno ha sido la inflaci¨®n. Y ahora que el par¨®n econ¨®mico ha enfriado la fiebre de los mercados de materias primas, se cuestiona si es bueno que los precios caigan. El mundo al rev¨¦s.
"La deflaci¨®n preocupa como s¨ªntoma de que algo va mal, de que la gente est¨¢ asustada y demanda liquidez. El valor del dinero sube y el de los bienes econ¨®micos baja", resume Andr¨¦s Erosa, profesor de Econom¨ªa en la Universidad de Toronto (Canad¨¢). Los expertos no quitan ojo a las series de precios de consumo y enarcan las cejas ante cualquier desfallecimiento imprevisto.
- El verano m¨¢s barato. Lo que apuntan las previsiones es algo inaudito. Los precios caer¨¢n por primera vez en a?os, lo har¨¢ en todas las grandes econom¨ªas y suceder¨¢ a la vez. El consenso es casi absoluto: entre junio y septiembre, los bienes y servicios que consumen las familias ser¨¢n, en promedio, m¨¢s baratos que en el verano de 2008. Es algo que no ocurre en EE UU desde 1955 o que nunca ha sucedido en la zona euro. En Espa?a, habr¨ªa que retrotraerse al Plan de Estabilizaci¨®n de 1959, en plena dictadura franquista. Jap¨®n, la ¨²ltima v¨ªctima ilustre de la deflaci¨®n, ve c¨®mo el fantasma de la d¨¦cada perdida que arranc¨® a mediados de los a?os noventa vuelve a aparecer. Incluso China, que sufr¨ªa hace poco para domar una inflaci¨®n acelerada por su gigantesco crecimiento, ya apenas registra subidas en los precios de consumo.
- Nuevas palabras para conjurar la amenaza. El fen¨®meno global de ca¨ªda de precios tiene una explicaci¨®n a bote pronto: es la otra cara del alza vertiginosa de las materias primas entre mediados de 2007 y agosto de 2008, el ¨²ltimo bandazo del exceso de dinero f¨¢cil que inundaba el sistema financiero. La escalada del petr¨®leo, del que los pa¨ªses industrializados son muy dependientes, toc¨® cima en julio pasado al alcanzar los 147 d¨®lares por barril. Ahora ronda los 45 d¨®lares. Si la cotizaci¨®n se mantiene de aqu¨ª al verano, lo que el a?o pasado le dio el crudo al nivel general de precios de consumo, ahora se lo quita. Y con m¨¢s fuerza a¨²n, porque el precio del oro negro antes de 2007 navegaba entre los 60 y los 70 d¨®lares.
A esa ca¨ªda de los precios por comparaci¨®n con la brutal subida de 2008, los economistas le ponen el apellido de "efecto base". El contraste ser¨¢ m¨¢s extremo en verano, y esta es la explicaci¨®n m¨¢s extendida de por qu¨¦ habr¨¢ ca¨ªdas de precios en los meses estivales. La inmensa mayor¨ªa de los expertos se resiste a bautizar el fen¨®meno como deflaci¨®n, pese a que es el t¨¦rmino que recoge el diccionario. Una se?al m¨¢s del respeto reverencial que suscita entre los economistas, que les lleva hasta el extremo de inventar palabras, como desinflaci¨®n, que no aparecen en ning¨²n sitio.
El secretario de Estado de Econom¨ªa, David Vegara, precis¨® el viernes lo que la academia entiende por deflaci¨®n: "Una ca¨ªda persistente y general de los precios". Y argument¨® que unos pocos meses de tasas negativas por el efecto arrastre de unos pocos bienes (alimentos y, sobre todo, petr¨®leo) no encajaban en la definici¨®n. "En Espa?a, no ha lugar al debate", zanj¨®. "Un escenario as¨ª es altamente improbable", corrobora Jos¨¦ Carlos D¨ªez, economista jefe de Intermoney.
- Una espiral destructiva. La opini¨®n mayoritaria apunta a que los precios empezar¨¢n a recuperarse en oto?o, cuando el efecto base empiece a diluirse. Y tambi¨¦n la mayor parte de las previsiones vaticinan subidas cercanas al 2% para 2010. Pero varios expertos, entre los que figura el ¨²ltimo Premio Nobel de Econom¨ªa, Paul Krugman, creen que el frenazo del consumo que viene de la mano de la recesi¨®n no s¨®lo se nota en el precio del petr¨®leo, sino que afecta al valor de muchos otros bienes y servicios. "La deflaci¨®n, una vez que empieza, tiende a retroalimentarse. El peso de la deuda es cada vez m¨¢s dif¨ªcil de soportar, mientras las expectativas de que el precio seguir¨¢ cayendo desincentiva el gasto de inversiones. Eso deprime a¨²n m¨¢s la econom¨ªa, lo que lleva otra vez a m¨¢s deflaci¨®n", advirti¨® Krugman en un reciente art¨ªculo.
Si el mecanismo de la deflaci¨®n que describe el ¨²ltimo Nobel se pone en marcha, la econom¨ªa se enfrenta a un bucle sin fin como el que afrontaba el protagonista de Atrapado en el tiempo, la desasosegante comedia de Harold Ramis. La espiral se activa en varios frentes a la vez: al caer el precio de los activos financieros (Bolsa) y f¨ªsicos (vivienda), sobre todo en situaciones de elevado endeudamiento y desempleo creciente, el valor real de la renta (con el mismo dinero se podr¨ªan comprar m¨¢s cosas) que se dedica a pagar la deuda aumenta. Familias y empresas tambi¨¦n elevan su propensi¨®n a ahorrar por las malas perspectivas econ¨®micas.
Para aliviar la deuda, familias y empresas se ven impelidos a vender activos, una decisi¨®n individual razonable que se vuelve contra los intereses de todos al tornarse en colectiva y deprimir a¨²n m¨¢s los precios. La espiral se acelera cuando entran en juego las expectativas: el consumo decae, los precios de bienes y servicios bajan, las empresas reducen inversi¨®n y empleo ante la perspectiva de que los m¨¢rgenes empresariales se estrechan y el temor al paro retrae otra vez el consumo. Y vuelta a empezar.
- La medida del miedo. Si la recesi¨®n que impera ya en todos los pa¨ªses avanzados evoluciona a una deflaci¨®n, el panorama ser¨ªa mucho m¨¢s sombr¨ªo. Y la comparaci¨®n con la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta, el peor episodio de la econom¨ªa occidental en el ¨²ltimo siglo, menos descabellada. Los analistas anglosajones no tienen empacho en caracterizar a la deflaci¨®n como "el coco" o "el hombre del saco". Un temor que Ant¨®n Costas, catedr¨¢tico de Econom¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona, sintetiz¨® hace dos semanas con un s¨ªmil: los economistas tienen muy ensayadas las recetas para enfriar la econom¨ªa y los precios. Pero lo que se arregla con un ba?o de agua fr¨ªa, si la temperatura baja demasiado, es mucho m¨¢s dif¨ªcil de revertir luego. Es m¨¢s f¨¢cil combatir la fiebre que la hipotermia.
"La ¨²nica cosa que debemos temer es el miedo a nosotros mismos". No es casual que esta frase de Franklin D. Roosevelt, haya quedado como emblema de su empe?o por experimentar cualquier iniciativa p¨²blica, por heterodoxa que fuera, para sacar a la econom¨ªa estadounidense de la deflaci¨®n y la depresi¨®n en 1933. Tampoco lo es que el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, haga votos por tener confianza, aunque sus gui?os de optimismo est¨¦n lastrados por su reticencia a reconocer la crisis en su arranque.
El temor que suscitan los procesos deflacionistas tambi¨¦n puede rastrearse en los medios de comunicaci¨®n. En agosto, s¨®lo hubo seis art¨ªculos referidos a este fen¨®meno en el Times, el Herald Tribune y el Wall Street Journal, seg¨²n el ¨ªndice elaborado por la revista brit¨¢nica The Economist. En noviembre, la cuenta ya ascend¨ªa al medio centenar. Miedo, amenaza o pesadilla, eran habituales compa?eros de cama en esos art¨ªculos. Como lo son en ¨¦ste.
- La buena, la fea y la mala. El historiador estadounidense Michael Bordo dedic¨® un completo estudio a contestar la siguiente pregunta: ?La deflaci¨®n es siempre negativa? Bordo sintetiz¨® su an¨¢lisis con un homenaje a la m¨ªtica pel¨ªcula de Sergio Leone. Hay deflaciones buenas, caracterizadas por un descenso generalizado de precios que se produce al tiempo de un crecimiento econ¨®mico sostenido. Una revolucionaria mejora en la productividad que alimenta la bajada de costes y de precios, aun cuando la demanda se mantiene fuerte. Fue lo que ocurri¨® en varios pa¨ªses europeos a finales del siglo XIX con la extensi¨®n del ferrocarril.
La naturaleza de las deflaciones malas y feas es similar. Les diferencia su poder destructivo y las condiciones en las que se desarrollaron. Mala fue la deflaci¨®n de 1959 en Espa?a, que rebaj¨® precios y producci¨®n, pero dur¨® poco. Adem¨¢s, la salida apoyada en otros resortes (apertura al capital extranjero, reformas legales) fue fulgurante. Muy fea, fue la deflaci¨®n entre 1929 y 1933 en EE UU: los precios cayeron m¨¢s de un 30%, el PIB retrocedi¨® un 7% cada a?o; una cuarta parte de la poblaci¨®n activa se qued¨® en el paro.
Expertos como Elga Bartsch, economista jefe de Morgan Stanley para Europa, creen que ¨¦sta puede ser una deflaci¨®n buena si se limita al efecto del petr¨®leo: el abaratamiento de la factura energ¨¦tica libera recursos en las familias y abarata los costes de las empresas. Lo que parece claro es que si la deflaci¨®n ense?a sus garras una vez se corrija el efecto base del crudo, ser¨¢ de las malas. O, peor a¨²n de las feas. "Con los problemas de liquidez y paro, lo m¨¢s normal es que desembocara en una deflaci¨®n de demanda, si es que llega a producirse", se?ala Javier Andr¨¦s, profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Valencia. Defiende, sin embargo, que a Espa?a le vendr¨ªa muy bien una deflaci¨®n por el lado de la oferta: "Deber¨ªa haber un pacto para moderar salarios y m¨¢rgenes empresariales, con apoyo del Gobierno a las empresas que se comprometan a mantener empleo. Eso se traducir¨ªa en una ganancia de productividad que ser¨¢ muy necesaria para salir de la crisis".
- ?Pero no era bueno que bajaran los precios? La respuesta sigue siendo s¨ª. Sobre todo ahora. Si el barril del petr¨®leo mantiene el precio en 45 d¨®lares, la diferencia con los 100 d¨®lares que promedi¨® en 2008 lleva a un ahorro de 18.000 millones de euros en la factura energ¨¦tica de la econom¨ªa espa?ola. El descenso de la inflaci¨®n ha permitido una rebaja progresiva de los tipos de inter¨¦s, que tiene su corolario en el Eur¨ªbor. Seg¨²n c¨¢lculos del BBVA, la ca¨ªda del tipo de referencia hipotecario llevar¨¢ a un ahorro en el pago de cuotas superior a los 6.000 millones. Esta inyecci¨®n de 24.000 millones es equivalente al paquete de gasto p¨²blico del Gobierno para reactivar la econom¨ªa en 2009. "Todo eso va a sujetar la demanda", afirma Jos¨¦ Carlos D¨ªez.
- El pron¨®stico McDonald's. En Espa?a, hay varios elementos de resistencia a una deflaci¨®n. "Es cierto que los servicios son muy inflacionistas y que es dif¨ªcil que los salarios bajen", dice Jos¨¦ Garc¨ªa-Montalvo, profesor de Econom¨ªa de la Universidad Pompeu Fabra. "Si uno mira lo que dice la inflaci¨®n subyacente, la deflaci¨®n parece imposible". La subyacente, que excluye petr¨®leo y alimentos frescos, registra a¨²n una subida anual del 2%. El precio medio de los servicios, un sector que parece inmune al baj¨®n de demanda, a¨²n crece un 3,5%.
Pero Garc¨ªa-Montalvo prefiere mirar tendencias. "En esta crisis, hay muchas cosas que pasan antes en Estados Unidos". Recuerda que all¨ª hubo una traslaci¨®n del consumo hacia negocios con una oferta m¨¢s barata. Y Wall Street lo premia: "McDonald's [la cadena de comida r¨¢pida] y Wall-Mart [los grandes almacenes con precios m¨¢s bajos] son los dos ¨²nicos valores en los que la cotizaci¨®n no baja". Garc¨ªa-Montalvo fue uno de los expertos que m¨¢s insisti¨® en vaticinar el estallido de la burbuja inmobiliaria en Espa?a. Un proceso que anticip¨® EE UU. Y que tambi¨¦n acompa?¨® la deflaci¨®n japonesa de los noventa.
- Lecciones de un haraquiri a c¨¢mara lenta. El rastro de la deflaci¨®n no era muy dif¨ªcil de seguir en el mercado japon¨¦s: los productos chinos, m¨¢s baratos y de peor calidad, se colaron por todos lados. Keiichiro Kobayashi, investigador del reputado instituto Rieti, de Tokio, cree que "el riesgo de deflaci¨®n en Europa y Estados Unidos es muy alto, dada la fuerte contracci¨®n del consumo". Jap¨®n tard¨® mucho tiempo en bajar los tipos de inter¨¦s por miedo a provocar una inflaci¨®n excesiva. Y cuando lo hizo, la inyecci¨®n de liquidez qued¨® atascada en un sistema bancario zombi, incapaz de digerir una monta?a de activos devaluados.
Kobayashi aplaude las medidas fiscales pero advierte que su efecto es "temporal". Para el investigador japon¨¦s, lo crucial es la intervenci¨®n masiva en el sistema financiero para recuperar la confianza. "Inyectar capital en los bancos es s¨®lo el primer paso. Hay que gastar dinero p¨²blico en comprar activos t¨®xicos y sanear los balances de las firmas y hogares endeudados", a?ade Kobayashi, que aboga por cerrar las entidades inviables cuanto antes.
- Bernanke 'versus' Trichet. El temor a la deflaci¨®n es muy distinto a ambos lados del Atl¨¢ntico. Y la psicolog¨ªa tambi¨¦n pesa en las intricadas reflexiones de los bancos centrales. La influencia de la Gran Depresi¨®n es palpable en las decisiones tomadas por el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke. No s¨®lo baj¨® los tipos de inter¨¦s al 0%, tambi¨¦n anunci¨® que no dudar¨¢ en apretar el bot¨®n de imprimir billetes para comprar todo tipo de t¨ªtulos de deuda de empresas y familias. El Banco Central Europeo, muy condicionado por el recuerdo de la hiperinflaci¨®n alemana en el primer cuarto del siglo XX, dosifica sus actuaciones.
"Creo que la deflaci¨®n es un peligro real en la zona euro. Y una vez que se instala es muy dif¨ªcil salir de ella. El Banco Central Europeo se mueve muy lento. Cuanto m¨¢s espera para reducir tipos [ahora est¨¢n en el 2%] menos probabilidades tendr¨¢ de evitar una posible deflaci¨®n", afirma Barry Eichengreen, experto en macroeconom¨ªa de la Universidad de Berkeley (EE UU). En favor del presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, obra el recuerdo de lo que pas¨® en 2003. Entonces, el miedo a la deflaci¨®n empuj¨® a los tipos de inter¨¦s del d¨®lar a niveles muy bajos. Y aquel fue el inicio de una larga etapa de dinero f¨¢cil cuyas desastrosas consecuencias se viven ahora.
- Rev¨¢lida en septiembre. Los datos de inflaci¨®n en oto?o ser¨¢n la primera piedra de toque para comprobar si el IPC remonta una vez corregido el vaiv¨¦n del petr¨®leo. Pero si la ca¨ªda del consumo sigue arrastrando los precios, entonces habr¨¢ que pasar muchos m¨¢s ex¨¢menes sobre la inminencia de una deflaci¨®n.
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