Geograf¨ªas de desconfianza
Constatamos grados distintos de confianza y desconfianza en estos d¨ªas de cuaresma anticipada. El martes se publicaba la noticia de la suspensi¨®n de la liquidez del mayor fondo de inversi¨®n inmobiliaria de Espa?a, en manos del Banco de Santander. La suspensi¨®n se atribuye a la masiva demanda de reembolso que se produjo, lo que oblig¨® a la entidad a suspender por dos a?os la devoluci¨®n del dinero de los inversores. Un ataque de desconfianza que, probablemente, fue contaminando las credulidades de unos y otros hasta generar esa masiva demanda de retorno. En el sector inversor la confianza est¨¢ por los suelos y se acent¨²a la necesidad de encontrar remansos de seguridad ante el riesgo generalizado. Crece sin parar el valor de los metales refugio. El precio del oro ha subido m¨¢s del 7%, pero esa cifra queda corta ante las subidas de la plata (20,5%), el platino (14,5%) y el paladio (15,6%). Cuando todo es inseguro, en una econom¨ªa cada vez m¨¢s liquida, vuelve la confianza en lo s¨®lido. Leemos que en los m¨ªtines de los partidos pol¨ªticos que concurren a las elecciones en Galicia y el Pa¨ªs Vasco no son pocos los ciudadanos que abordan a los l¨ªderes oblig¨¢ndoles a bajar de sus pedestales y, muchas veces ante las c¨¢maras delatoras, responder a preguntas complicadas sobre por qu¨¦ alguno no cobra el desempleo, o aquel otro que se queja de la excesiva precariedad, o esa anciana que afirma que la pensi¨®n se le acaba cada d¨ªa 20 de cualquier mes. Es tanta la desconfianza que se est¨¢ generando estos d¨ªas con la sucesi¨®n ininterrumpida de esc¨¢ndalos de todo tipo, que uno se pregunta a cu¨¢nto estar¨ªa la cotizaci¨®n de la pol¨ªtica institucional y partidista en una hipot¨¦tica IBEXPOL o bolsa de valores pol¨ªticos. Los ahora atacados e implicados responden con rencor que los acusadores de hoy fueron los implicados de ayer. Y as¨ª, nadie queda inc¨®lume. Las encuestas de confianza en los l¨ªderes deber¨ªan cambiar el rango en el que situar cada l¨ªder (ahora establecido en una escala de 0 a 10) y buscar una gradaci¨®n menos hiriente, ya que el que m¨¢s confianza atesora apenas si supera el aprobado pelado.
Las otrora respetadas agencias de calificaci¨®n de riesgo soportan estos d¨ªas esa mirada hiriente, mezcla de sospecha y rechazo
Las geograf¨ªas de la confianza y la desconfianza son hoy tremendamente distintas de las que eran hace s¨®lo unos meses. Los capitanes de empresa, los inversores que presum¨ªan de buenos contactos que aseguraban ganancias seguras y cuantiosas, tratan ahora de pasar desapercibidos. Las otrora respetadas agencias de calificaci¨®n de riesgo soportan estos d¨ªas esa mirada hiriente, mezcla de sospecha y rechazo. ?En qui¨¦n confiar? ?El Santander? ?La Caixa? ?Madoff? En el otro extremo, aquellos que deambulan por la vida sin excesivos amortiguadores, los que se buscan la vida a diario, van detectando ligeros empeoramientos de su ya dif¨ªcil situaci¨®n. Parec¨ªa que peor no pod¨ªan estar, pero iban trampeando. Ahora la situaci¨®n se hace a¨²n m¨¢s complicada, pero en un hipot¨¦tico term¨®metro de riesgo, la se?al de alarma es apenas un poco m¨¢s roja de lo que ha sido habitualmente. Los niveles de confianza entre las personas han ido bajando constantemente y los trabajos de Ronald Inglehart son en este sentido concluyentes. M¨¢s al sur, m¨¢s cat¨®licos, m¨¢s coloreados de piel, menos confianza en las instituciones, menos confianza en que alguien se ocupe de uno. S¨®lo los que comparten miseria y desesperanza comparten espor¨¢dicamente lo poco que tienen.
El estudio de opini¨®n que realiza peri¨®dicamente la empresa GESOP (www.gesop.net) y que dirige ?ngels Pont confirma que el impacto de la crisis afecta a todos, pero no a todos de la misma manera. Casi tres cuartas partes de los inmigrantes afirman haber recibido impactos negativos de la crisis econ¨®mica. M¨¢s los mayores que los j¨®venes. Casi el 8% de los 1.600 residentes en Catalu?a encuestados manifiestan una gran desconfianza en mantener sus empleos. En octubre esa cifra era del 6,5%. La desconfianza es mayor cuanta m¨¢s edad se tiene y menos estudios se declaran. La confianza en que la salida de la crisis est¨¦ cerca baja por momentos. Como afirmaba hace unos d¨ªas Paul Krugman, nos costar¨¢ salir de ese decenio en el que muchos hemos pensado que ¨¦ramos m¨¢s ricos de lo que realmente ¨¦ramos y hemos actuado como si nada pudiera alterar esa situaci¨®n. Los impactos psicol¨®gicos son mayores para aquellos que m¨¢s acomodaticiamente hab¨ªan adaptado sus costumbres a ese espejismo y ahora el pago de la deuda ser¨¢ largo. Lo lamentable es que las oleadas de optimismo y confianza llegaron tard¨ªamente a personas que lo tienen ahora m¨¢s dif¨ªcil para sacudirse esas hipotecas del decenio confiado. En la c¨¦lebre obra de Jane Jacobs sobre las ciudades norteamericanas, se habla de la capacidad de mantener "seguras" las calles, no tanto por la mayor o menor presencia de la polic¨ªa en ellas, sino por esa mezcla de ojos vigilantes en aceras concurridas. Existe, dice Jacobs, una red informal de confianza p¨²blica que mantiene niveles de seguridad aceptables y que constituye la base de cualquier acci¨®n colectiva. No podemos seguir confiando en delegar nuestra capacidad de vigilancia en ojos que han demostrado poca fiabilidad. S¨®lo la movilizaci¨®n social y la desconfianza activa pueden ir modificando una situaci¨®n que se adivina larga.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB
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