Duch s¨®lo torturaba para matar
Camboya juzga a cinco jefes de los jemeres rojos por genocidio
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La prisi¨®n gobernada por el profesor de matem¨¢ticas Kaing Guev Eav, alias Duch, juzgado en Phnom Penh por cr¨ªmenes contra la humanidad, ejecut¨® los asesinatos masivos programados por los ide¨®logos de los jemeres rojos para instaurar en Camboya una tiran¨ªa mao¨ªsta y campesina. "Camarada, m¨¢s vale una Camboya poco poblada que un pa¨ªs lleno de incapaces", dijo Duch a Fran?ois Bizot, en 1971, durante el cautiverio del investigador franc¨¦s en manos de los jemeres.
La macabra declaraci¨®n de intenciones se produjo cuatro a?os antes de que las milicias de Pol Pot derribaran el Gobierno de Lon Nol, tutelado por Estados Unidos, y acabaran con la vida de m¨¢s de 1,7 millones de compatriotas entre 1975 y 1979: casi el 20% de la poblaci¨®n del pa¨ªs indochino. Cinco c¨®mplices de aquel genocidio rinden cuentan desde el martes en las audiencias preliminales de un juicio que, formalmente, comenzar¨¢ en marzo.
El interrogador: "La Organizaci¨®n nunca detiene a nadie que no sea culpable"
De los 13.000 presos que pasaron por el campo S-11 sobrevivieron siete
Los otros reos son: Nuon Chea, 82 a?os, ide¨®logo del Partido Democr¨¢tico de Kampuchea, Khieu Samphan, 76 a?os, ex jefe de Estado, Ieng Sary, 82 a?os, ex ministro de Exteriores y su mujer, Ieng Thirith, 75 a?os, ex miembro del comit¨¦ central del partido. Los abogados de Duch, primero en declarar, rechazaron la admisi¨®n como prueba de la cinta grabada por el Ej¨¦rcito vietnamita el 9 de enero de 1979, dos d¨ªas despu¨¦s de haber consumado su invasi¨®n de Camboya.
La filmaci¨®n, emitida el jueves, mostr¨® cad¨¢veres atados al somier de los camastros de las celdas, sangre por el suelo, cadenas, ganchos y vestigios del salvajismo perpetrado en el S-11, el principal centro de interrogatorio y tortura de un movimiento que aboli¨® la propiedad privada, el dinero y so?¨® con un colectivismo aberrante.
S¨®lo apta para gente sin entra?as, la direcci¨®n de aquella antesala de la muerte, el S-11, correspondi¨® a Duch, de 66 a?os, acusado de promover el asesinato de m¨¢s de 13.000 inocentes. Todos los internos de la prisi¨®n, menos siete, perecieron all¨ª o en zanjas cercanas, a garrotazos. "Muy timorato me pareces para ser franc¨¦s", le dijo Duch a Bizot, que criticaba la brutalidad de la milicia jemer, seg¨²n record¨® aquel en su libro El Portal. "?Acaso no hicisteis la revoluci¨®n y cortasteis centenares de cabezas para fundar una nueva naci¨®n? Poco importa la magnitud del sacrificio: s¨®lo cuenta la grandeza de los objetivos".
Duch pidi¨® perd¨®n por los horrores cometidos en el S-11, cuya poblaci¨®n fue animalizada desde su entrada en el l¨®brego recinto. Todos eran culpables de espionaje, tibieza o contrarrevoluci¨®n desde el momento de su detenci¨®n. Amontonados en camiones siempre nocturnos, maniatados y cegados con pa?uelos, se les conduc¨ªa a culatazos hacia las habitaciones donde eran registrados, fotografiados y afeitados al cero. "Aquello era much¨ªsimo peor que el infierno", evoc¨® el pintor Vann Nath, sobreviviente.
El historiador norteamericano David Chandler, autor del libro Hermano N¨²mero 1 (Pol Pot, fallecido en 1998) escribi¨® que alguien, en nombre del partido, decidi¨® asesinar a todos los presos del S-11, independientemente de su inocencia o culpabilidad, para "desembarazarse de potenciales opositores, proteger el car¨¢cter secreto de la prisi¨®n y demostrar la infalibilidad del partido". Duch cumpli¨® sin vacilaci¨®n los objetivos establecidos para la penitenciaria conocida como Tuol Sleng. Nadie deb¨ªa abandonarla con vida: ni quienes, molidos a palos o acuchillados con bayonetas, confesaban delitos inexistentes, ni quienes murieron durante el tormento sin haberlo hecho. Junto a sus mujeres e hijos, cayeron campesinos, obreros, t¨¦cnicos, m¨¦dicos, maestros, estudiantes, monjes budistas, cuadros de Pol Pot, soldados y diplom¨¢ticos.
Inmovilizada por el miedo durante tres decenios, Chim Math, de 51 a?os, acept¨® hablar en 2007. Se salv¨® porque al jefe del centro le enterneci¨® escuchar el acento provinciano que ¨¦l tambi¨¦n conservaba. "A trav¨¦s de agujeros en la pared de mi celda ve¨ªa las torturas y c¨®mo se deshac¨ªan de los cuerpos como si fueran basura. Jam¨¢s olvidar¨¦ el olor de los excrementos de los cerdos mezclado con la sangre humana". S¨®lo el n¨²cleo del partido, y concretamente Son Sen, jefe de la temible Santobal, la polic¨ªa secreta, conoc¨ªan la existencia del matadero abierto en un antiguo colegio de secundaria de la burgues¨ªa camboyana. La presunci¨®n de inocencia no exist¨ªa: "?Por qu¨¦ fuiste detenido? Yo no lo s¨¦, pero la Organizaci¨®n nunca detiene a nadie que no sea culpable. ?Confiesa tu delito!". Horas despu¨¦s, las v¨ªctimas volv¨ªan a las mazmorras a rastras, chorreando sangre, tras inventar delitos e implicar a decenas de traidores en su comisi¨®n.
Casi todos los torturados fabularon su pertenencia a la CIA, la KGB o a la quinta columna de Vietnam, inventaron maquinaciones de sus superiores en el partido o en el Ej¨¦rcito, y admitieron el envenenamiento de despensas y dep¨®sitos de agua.
Casi todos se confesaron capitalistas, imperialistas, burgueses, se?ores feudales o peones en el boicoteo de infraestructuras y arsenales. Pocos dudaron en firmar desde siete hasta 200 folios con historias incre¨ªbles sobre planes contra la Organizaci¨®n y los refundadores de la patria. Las m¨¢s de 4.000 confesiones recuperadas en los archivos del centro detallan la pesadilla vivida por los detenidos.
Duch, finalmente, apresado en el a?o 1999, decid¨ªa sobre su destino: el interrogatorio y tortura durante d¨ªas, semanas o meses, o la inmediata ejecuci¨®n en los vecinos campos de la muerte, a 15 kil¨®metros de la capital. "Nos permit¨ªan hablar con los presos, pero estaba prohibido compadecerse", seg¨²n testimoni¨® el guardi¨¢n Kok Sros.
Una vez dentro del S-11, la salvaci¨®n era imposible porque el interrogador fraguaba la sentencia de muerte. Una de las v¨ªctimas Thong Van, miembro del partido, narr¨® su kafkiano dilema. Acusado de ser esp¨ªa de la CIA por un compa?ero de partido quebrado antes por el martirio, fue conducido a la celda de interrogatorios. Conminado a detallar por escrito su "infame" militancia, Thong abund¨® sobre su trayectoria revolucionaria.
-Interrogador. No veo aqu¨ª ninguna actividad traicionera.
-Thong. Es que no he cometido ninguna.
-Interrogador. Si la respuesta es negativa, tendremos que golpearte.
-Thong. ?Puede escribir la verdad?
-Interrogador. Ser¨ªa bueno que escribieras sobre tus traicioneras actividades.
Aterrado por la inminente tortura, escribi¨® que era un traidor desde el a?o 1970, y que se hab¨ªa codeado en provincias con otros de su condici¨®n.
-Interrogador. No veo aqu¨ª nada de tus traicioneras actividades en la ciudad.
-Thong. Es que en la ciudad no las tuve.
-Interrogador. Si no las admites, te vamos a golpear duro con un cable el¨¦ctrico.
Temblando, Thong Van imagin¨® esta vez conspiraciones urbanas, nuevos objetivos y c¨®mplices inveros¨ªmiles. El verdugo redact¨® entonces el informe que hab¨ªa de leer Duch para condenarle a muerte. No hab¨ªa escapatoria posible en la c¨¢rcel del siniestro profesor de matem¨¢ticas.

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