Bichos incre¨ªbles y tenaces
Ya se sabe que cuando uno se rompe una pierna no ve m¨¢s que cojos por todas partes, y que si te embarazas, el planeta entero parece atravesar una epidemia de barrigona gravidez. Puede que nuestro cerebro s¨®lo sepa mirar aquello que nos obsesiona, o puede que los acontecimientos vengan en rachas. A veces la vida encadena momentos espl¨¦ndidos. Pero otras veces los hados se ponen tenebrosos y empiezan a menudear a tu alrededor las historias tristes. Por ejemplo, tengo una amiga, una violinista profesional joven y estupenda, que ha sufrido un accidente y se ha hecho un estropicio monumental en la mu?eca y en el codo. Se recuperar¨¢, pero con esfuerzo y una buena dosis de ansiedad suplementaria. A menudo el destino es as¨ª de juguet¨®n y malicioso: aver¨ªa brazos de violinistas, piernas de deportistas, ojos de pintores. Al mismo tiempo, otro amigo, una de las personas m¨¢s bondadosas que he conocido en mi vida, un tipo luminoso, ha adoptado a un ni?o de cinco a?os procedente de un pa¨ªs lejano. Y despu¨¦s del infinito trabajo que supone una adopci¨®n legal, de los a?os de papeleo, de los nervios y la angustia y la esperanza, de haberse pasado tres meses en una ciudad remota e incomprensible para recibir a su hijo, resulta que el peque?o sufre accesos de c¨®lera tan violentos y continuos que mi amigo est¨¢ herido, mordido, con moratones. No se sabe si el peque?o padece alguna enfermedad y la vida se ha transmutado s¨²bitamente en una pesadilla.
"A?oras lo que tuviste, es decir, esa normalidad que no apreciaste mientras la ten¨ªas"
S¨ª, ?sa es la palabra exacta: pesadilla. Los ciudadanos de las ricas sociedades posindustriales vivimos dentro de un espejismo de seguridad, como si no pudiera o no debiera sucedernos nada malo, como si los reveses de la vida, incluyendo cosas tan naturales como la vejez y la enfermedad, fueran una completa anomal¨ªa, algo que no tendr¨ªa que pasarte. Por eso, cuando el dolor llega, cae como una guillotina sobre nosotros, como una pesadilla insoportable. Y d¨¦jenme decirles algo duro de o¨ªr: el dolor siempre llega, antes o despu¨¦s. No hay vida sin su cuota de sufrimiento. Soy una ferviente lectora de los libros de biograf¨ªas, y siempre me inquiet¨® esa frase tan com¨²n en muchas de estas obras: "?sa quiz¨¢ fuera la ¨²ltima ¨¦poca de verdadera felicidad de Fulano, porque al poco tiempo...". Y ah¨ª a?ad¨ªan que llegaba la enfermedad, o la muerte de alguien querido, la c¨¢rcel, la guerra, la desgracia. El comienzo de la maldita pesadilla.
Uno no suele hablar de estas cosas. El sufrimiento, en nuestra sociedad, es algo que resulta inadecuado, inconveniente, sucio. Algo que hay que ocultar. Pero, ?c¨®mo vamos a aprender a manejar ese dolor si ni siquiera somos capaces de nombrarlo? Cuando cae sobre nosotros la cuchilla de una desgracia, se produce, en primer lugar, una obsesi¨®n temporal. Piensas en tu ayer intacto e inocente, antes de que ocurriera. Si no me hubiera subido al coche del accidente, piensa la violinista. Si no hubiera tenido la idea de adoptar, tal vez piense mi amigo (en realidad, tambi¨¦n podr¨ªa haberle sucedido con un hijo biol¨®gico). Si pudiera regresar al ayer, antes de que me dijeran que estaba enfermo, o que mi esposa hab¨ªa muerto, o que... A?oras con desesperaci¨®n lo que tuviste, es decir, esa normalidad que seguramente no apreciaste lo suficiente mientras la ten¨ªas. He aqu¨ª el primer aprendizaje esencial que deber¨ªamos intentar extraer de la certidumbre de la desgracia: la felicidad es la falta de dolor y hay que intentar disfrutar de lo que se tiene. Es un pensamiento obvio, pero dificil¨ªsimo de llevar a la pr¨¢ctica.
Pero las calamidades te ense?an algo a¨²n m¨¢s importante: te descubren la asombrosa capacidad de resistencia que todos tenemos. El ser humano es un bicho incre¨ªble: no s¨®lo aguanta casi cualquier cosa, sino que adem¨¢s se adapta, se regenera, reescribe la realidad y se reconstruye. Es muy posible que mi amiga violinista termine progresando como int¨¦rprete, porque el esfuerzo por recuperarse y el dolor del proceso puede hacer que mejore y ahonde su ejecuci¨®n. Y es muy posible que el hijo de mi amigo se tranquilice y adapte, y que ¨¦l termine siendo especialmente feliz al saber que ha salvado a un ni?o con problemas de un futuro de infierno. No estoy contando una novela rosa: la realidad ofrece todo el tiempo ejemplos de este tipo. Incluso en los dolores sin remedio, en la muerte y los duelos, somos capaces de seguir adelante y volver a encender una luz en las sombras. Somos animales tenaces y llenos de vida. Es lo que nos ha hecho triunfar como especie.
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