47 a?os de clases de dibujo
Manuel Balsa recibe un homenaje por dedicaci¨®n a la docencia en el Museo de Reproducciones - El maestro no piensa en retirarse
De 10 a 11.30 de la ma?ana Manuel Balsa imparti¨® ayer su clase de dibujo en las antiguas instalaciones del Museo de Reproducciones, como cualquier d¨ªa de los ¨²ltimos 47 a?os. Al terminar, subi¨® la cuesta hasta la iglesia del Coraz¨®n de Mar¨ªa, en la calle san Francisco, la sede del museo desde 2006, para asistir al homenaje de las instituciones y sus alumnos por tantos a?os dedicados a la ense?anza del dibujo. "Un maestro es lo m¨¢s grande de la civilizaci¨®n", le agradeci¨® el alcalde de Bilbao, I?aki Azkuna.
"Nos deb¨ªa dejarnos hacerle un homenaje", dec¨ªan los antiguos alumnos de Balsa, mientras en el museo sonaba la m¨²sica de jazz interpretada en directo por un cuarteto. La reuni¨®n de antiguos alumnos, amigos y representantes del Ayuntamiento de Bilbao y la Diputaci¨®n de Vizcaya en homenje al maestro de dibujo, coincidi¨® con la inauguraci¨®n en el Museo de Reproducciones de una veintena de de acuarelas pintadas por Balsa.
"Todo mejora si se trabaja", afirma el veterano profesor
Ayer fue un d¨ªa de muestras de afecto y de recuerdos. Balsa naci¨® en Gij¨®n en 1924. Fue un ni?o de la guerra trasladado a la Uni¨®n Sovi¨¦tica con 11 a?os. En Mosc¨² dio salida a su vocaci¨®n estudiando Bellas Artes y al t¨¦rmino de la II Guerra Mundial trabaj¨® como restaurador en el Hermitage, en San Petersburgo. A finales de los a?os 50, casado con una bilba¨ªna, regres¨® a Espa?a. La pareja se estableci¨® en Bilbao. Balsa, conocido desde entonces como el Ruso, comenz¨® a impartir clases cuando el director del Museo de Reproducciones, el arquitecto Manuel Mar¨ªa Smith Ybarra, le propuso utilizar como aulas las desvencijadas salas de exposici¨®n de la calle Conde Mirasol.
Balsa recuerda las penosas condiciones, sin medios materiales y con mucho fr¨ªo, en las que descubri¨® el disfrute de la ense?anza. Entre los centenares de alumnos que ha tenido desde entonces ha habido personas de perfiles muy diferentes. En los primeros a?os abundaban los aspirantes a matricularse en las escuelas de Arquitectura. El prestigio del maestro fue creciendo y atrayendo a las clases del Museo de Reproducciones a estudiantes de carreras t¨¦cnicas o Bellas Artes que ten¨ªan que afinar su habilidad en el dibujo, dise?adores publicitarios y aficionados que quer¨ªan llenar su tiempo libre.
La experiencia acumulada le permite defender que no hay personas incapacitadas para el dibujo. Aprender, dice, es cuesti¨®n de constancia. "Todo mejora si se trabaja", afirma Balsa.
Una placa recordar¨¢ en la vieja sede del museo en la calle Conde Mirasol, en castellano, euskera y ruso, la largu¨ªsima vinculaci¨®n de Balsa con el Museo de Reproducciones. ?l se llev¨® a casa otra con forma de paleta de pintor. No ser¨¢ un recuerdo del pasado: Balsa sigue pintando y, a sus 84 a?os, no piensa dejar de hacerlo.
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