Leer en tiempos de tribulaci¨®n
Vuelven a casa los hijos que acababan de emanciparse. Pinchan algunos deportes, como el ciclismo, por falta de patrocinadores, y hasta la F¨®rmula 1 se ve obligada a recortar sus presupuestos. Se sabe de equipos de f¨²tbol con cierta solera que no llegar¨¢n al pr¨®ximo oto?o. Los efectos de la crisis se expanden por doquier. En los restaurantes con men¨² de la casa vuelve la jarra de agua del grifo en lugar de la embotellada.
Pero hay sectores a los que la recesi¨®n les sienta bien, y otros que resisten. Es sabido que mejora el gremio de rifas y loter¨ªas varias, y tambi¨¦n, por similares razones psicol¨®gicas, el de videntes y otros especialistas en combatir con fe la incertidumbre que crea el hundimiento de la Bolsa y dem¨¢s desgracias econ¨®micas.
M¨¢s sorprendente podr¨ªa parecer que entre los sectores que aguantan figure el del libro. Las estad¨ªsticas admiten interpretaciones diversas, pero un punto de partida establecido es que en 2008 se publicaron en Espa?a casi 76.000 t¨ªtulos, un 20% m¨¢s que el a?o anterior. Y que no se trata de una rareza hispana lo confirman datos recientes de Francia y Alemania.
Es cierto que las tiradas se han reducido, de una media de m¨¢s de 4.000 a unos 3.000, pero el n¨²mero total de ejemplares vendidos se mantiene en torno a los 255 millones, seg¨²n el INE. Consta que las cifras se ven engordadas por la aparici¨®n de peque?as editoriales que sacan dos o tres libros al a?o, y por las publicaciones a mayor gloria de los padres de la patria editadas por ministerios, diputaciones y otras instituciones p¨²blicas. Pero tambi¨¦n contribuye a la resistencia la inteligente adaptaci¨®n a las circunstancias de las propias casas editoras, que insisten m¨¢s en el libro de bolsillo.
Desde el lado de los lectores tampoco faltan razones econ¨®micas que expliquen su negativa a rendirse. Un libro es comparativamente barato, en relaci¨®n a otras formas de entretenimiento; y puede ser sucesivamente utilizado por varios miembros de una familia durante generaciones, sin que pierda valor de uso.
Las respuestas de los adolescentes en una encuesta reciente a?ad¨ªan otras dos razones de peso en favor de la lectura: ense?a a no cometer faltas de ortograf¨ªa (en los mensajes de m¨®vil, por ejemplo) y leer mola mazo.
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