Resistir en el monte del Renegado
Medio centenar de inmigrantes indios de la religi¨®n sij llevan casi un a?o malviviendo en los bosques de las afueras de Ceuta para evitar ser repatriados
En los bosques que cubren las laderas del monte del Renegado, a las afueras de Ceuta, viven desde hace casi un a?o 54 indios de origen sij. Todos ellos entraron clandestinamente desde Marruecos en la ciudad aut¨®noma (ocultos bajo salpicaderos de coches, encogidos en dobles fondos de maleteros o remando en lanchas neum¨¢ticas) tras dram¨¢ticos viajes en los que aseguran haber invertido m¨¢s de dos a?os de sus vidas y cantidades que oscilan entre 15.000 y 30.000 euros. Hasta el 7 de abril de 2007 vivieron en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), una instituci¨®n estatal de r¨¦gimen abierto cuyas reglas de funcionamiento son similares a las de un colegio mayor universitario. Pero aquel d¨ªa el miedo a que la polic¨ªa entrara en el centro, les detuviera y les devolviera a su pa¨ªs les empuj¨® a escapar y a esconderse en la foresta. All¨ª, bajo los altos eucaliptos, han resistido el viento fr¨ªo de Levante, las riadas de lodo y piedras y las picaduras de los reptiles y de los escorpiones. Varias ONG han recogido m¨¢s de 8.000 firmas para que el Ejecutivo les conceda permisos de residencia y de trabajo y les permita trasladarse a la Pen¨ªnsula. Pero el Ministerio del Interior se muestra inflexible. "No hay m¨¢s salida que la repatriaci¨®n", zanja el delegado del Gobierno, Jos¨¦ Fern¨¢ndez Chac¨®n.
La rica comunidad india de Ceuta les apoya con alimentos y medicinas
El delegado del Gobierno no ve otra salida para ellos que la repatriaci¨®n
El director en funciones del CETI, Valeriano Hoyos, recuerda perfectamente el d¨ªa en que los indios se marcharon del centro. "Cuando llegu¨¦ a la oficina, me dijeron que, de los 72 asi¨¢ticos que ten¨ªamos alojados, se hab¨ªan marchado 68. Desde entonces han retornado 12. A los que siguen en el monte les he hecho saber que tienen las puertas abiertas para lo que necesiten. Algunos vienen de vez en cuando a la enfermer¨ªa. El m¨¦dico les cura e inmediatamente vuelven al monte".
Los indios, todos varones, se han repartido en siete campamentos. Creen que de esa manera tendr¨¢n m¨¢s posibilidades de escapar si la polic¨ªa sube a echarles el guante. Todos los asentamientos son similares: dos o tres caba?as hechas con ramas, cartones y pl¨¢sticos, en cuyo interior s¨®lo hay colchones y mantas. Junto a ellas, un chamizo bajo el cual el encargado de la cocina amasa harina y agua para hacer tortitas y rellenarlas con las verduras que cuece en un perol. De los ¨¢rboles cuelgan algunas prendas, puestas a secar. El agua la recogen de un riachuelo cercano. A una distancia prudente han cavado una letrina.
Gurpreet Singh est¨¢ sentado en el centro del campamento. S¨®lo tiene 24 a?os, pero en los ¨²ltimos cinco ha vivido m¨¢s que la mayor¨ªa de las personas en toda su vida. Dice que parti¨® de su aldea del Punjab en agosto de 2004 y que invirti¨® 15.000 euros y dos a?os en llegar hasta Ceuta escondido en el salpicadero de un coche. Cuenta con detalles escalofriantes c¨®mo durante su terrible periplo por ?frica fue robado, golpeado, secuestrado y encarcelado, y c¨®mo vio morir de hambre y de sed a dos de sus camaradas. Fue en Tamanrasset, una localidad del desierto argelino. "Los traficantes los metieron en bolsas de basura y los tiraron en la arena".
Pero Singh no quiere ser el protagonista de esta historia. Se?ala con la mano los 13 rostros oscuros que observan sus gestos tratando de comprender algo de lo que dice y afirma que cada uno de esos hombres ha vivido su propia historia terrible. Dice que sus edades oscilan entre los 20 y los 35 a?os y que algunos est¨¢n casados en India. Todos afirman ser sijs, pero lo cierto es que llevan el pelo corto e incluso muchos de ellos se han rasurado la barba, algo que contraviene el primero de los cinco art¨ªculos de fe del sijismo. "As¨ª es m¨¢s c¨®modo para el viaje", explica Singh. Luego traduce sus palabras para los otros, que sonr¨ªen, asienten y se frotan el ment¨®n.
Alguno de los reunidos llevaba hasta 32 meses viviendo en el CETI cuando se conjuraron para echarse al monte. "Nos dimos cuenta de que siempre que alguien de la Embajada de India aparec¨ªa en el centro, hab¨ªa repatriaciones. Sucedi¨® en febrero de 2007. Pocos d¨ªas despu¨¦s de que se marcharan los funcionarios de nuestro pa¨ªs, la polic¨ªa se llev¨® a 48 compatriotas. Volvi¨® a ocurrir unos meses despu¨¦s, en septiembre; aquella vez se llevaron a 13. As¨ª que cuando aparecieron el a?o pasado, decidimos marcharnos antes de que nos cogieran".
Sobreviven gracias a lo que recaudan haciendo de aparcacoches y ayudando a vaciar los carritos de la compra a los clientes de los supermercados. Un buen s¨¢bado pueden recaudar cinco euros por cabeza. Lo justo para comprar harina, agua, verduras, jab¨®n y detergente.
Tambi¨¦n reciben ayuda de la comunidad india de Ceuta. Aunque el n¨²mero de personas que la integran no es muy significativo (800 en una localidad de 78.000 habitantes), su peso econ¨®mico es fundamental: el 75% son empresarios y en el 25% restante abundan los abogados, los m¨¦dicos y los funcionarios. Su presidente, Ramesh Chandiramani, que pertenece a la tercera generaci¨®n de indios ceut¨ªes, es uno de los comerciantes m¨¢s importantes de la ciudad.
"Los inmigrantes vinieron a nuestro templo y nos contaron el sufrimiento tan enorme que hab¨ªan padecido desde que salieron de India", dice Chandiramani. "Nosotros no somos de religi¨®n sij, como ellos; somos hind¨²es. Pero esa diferencia no tiene la menor importancia. Fuimos a hablar con el delegado del Gobierno. Nos dijo que todo depend¨ªa de Madrid y que no se pod¨ªa hacer nada. Siempre hemos estado del lado de la ley y de las autoridades, pero creo que en este caso no son justas. No es de recibo dejar a estas personas en el limbo. La situaci¨®n debe ser resuelta en un tiempo m¨ªnimo". Mientras espera una soluci¨®n, Chandiramani ha encargado a un miembro de su comunidad que coordine la ayuda a los inmigrantes. "Les proporcionamos alimentos, medicinas y, sobre todo, calor humano", dice. "M¨¢s no podemos hacer, porque al tratarse de personas sin papeles la ley nos impide darles un empleo".
Pero la presi¨®n de la comunidad india no parece haber hecho mella en la Delegaci¨®n del Gobierno. Su titular, Fern¨¢ndez Chac¨®n, se muestra tajante. "Durante un tiempo, Ceuta fue un foco del tr¨¢fico ilegal de asi¨¢ticos. Desde que cortamos los traslados de inmigrantes a la Pen¨ªnsula, ese tr¨¢fico ha desaparecido pr¨¢cticamente. Debemos seguir en la misma l¨ªnea. Las personas que est¨¢n en el monte ya han sido reconocidas por la Embajada de India como ciudadanos de ese pa¨ªs. Van a ser repatriadas y punto".
El gui¨®n que ha escrito el Gobierno para los slumdog de Ceuta no tiene un final feliz.
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