Es hora de arriesgar
La pr¨®xima reuni¨®n del G-20 es un acontecimiento crucial. A no ser que se introduzcan medidas pr¨¢cticas para ayudar a los pa¨ªses situados en la periferia del sistema financiero mundial, los mercados mundiales sufrir¨¢n otra racha de descensos como la de febrero, cuando el secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, no present¨® ninguna medida pr¨¢ctica para recapitalizar el sistema bancario estadounidense.
La actual crisis financiera es distinta de todas las que hemos experimentado desde la Segunda Guerra Mundial. En ocasiones anteriores, siempre que el sistema financiero estaba a punto de venirse abajo, las autoridades se organizaban y lo alejaban del peligro. Esta vez, el sistema se vino abajo el pasado septiembre a ra¨ªz del hundimiento de Lehman Brothers, y hubo que aplicarle la respiraci¨®n artificial. Entre otras medidas, Europa y EE UU han garantizado de hecho que no permitir¨¢n que quiebre otra instituci¨®n financiera importante.
El FMI puede ayudar a los pa¨ªses perif¨¦ricos con la emisi¨®n de derechos especiales de giro
Si el G-20 no introduce medidas pr¨¢cticas, los mercados sufrir¨¢n otra racha de descensos
Esta medida hac¨ªa falta, pero ha tenido consecuencias adversas inesperadas: otros muchos pa¨ªses, desde Europa del Este hasta Am¨¦rica Latina, pasando por ?frica y el sureste de Asia, no pod¨ªan ofrecer garant¨ªas igualmente convincentes. Animado por la decisi¨®n de las autoridades financieras en el centro de la econom¨ªa mundial de proteger sus instituciones, el capital huy¨® de la periferia. Las monedas se devaluaban, los tipos de inter¨¦s sub¨ªan y los impagos de los cr¨¦ditos se disparaban. Cuando se escriba la historia de esta crisis, se recordar¨¢ que -al contrario que durante la Gran Depresi¨®n- el proteccionismo se impuso en las finanzas por encima del comercio.
Las instituciones financieras internacionales se enfrentan ahora a una nueva misi¨®n: proteger a los pa¨ªses de la periferia de una tormenta iniciada en el centro. Est¨¢n acostumbradas a tratar con los gobiernos; ahora tienen que aprender a lidiar con el desmoronamiento del sector privado. Si no lo hacen, las econom¨ªas perif¨¦ricas sufrir¨¢n a¨²n m¨¢s que las del centro.
Los pa¨ªses perif¨¦ricos tienden a ser m¨¢s pobres y depender m¨¢s de las materias primas que el mundo m¨¢s desarrollado, y deben devolver, s¨®lo en 2009, m¨¢s de 1,4 billones de d¨®lares en pr¨¦stamos bancarios. Estos pr¨¦stamos no pueden renovarse sin ayuda internacional.
El primer ministro brit¨¢nico, Gordon Brown, ha reconocido el problema y lo ha situado en la agenda del G-20. Pero en el transcurso de los preparativos han surgido profundas diferencias de actitud, en especial entre EE UU y Alemania.
EE UU reconoce que s¨®lo usando el cr¨¦dito del Estado en la mayor medida posible se puede impedir el hundimiento del cr¨¦dito en el sector privado. Alemania, traumatizada por el recuerdo de la hiperinflaci¨®n en la d¨¦cada de 1920 y el consiguiente ascenso de Hitler en la de 1930, es reacia a endeudarse en exceso y sembrar con ello las semillas de la futura inflaci¨®n. Ambas posturas son firmes y pueden defenderse con argumentos v¨¢lidos desde el punto de vista del pa¨ªs afectado. Pero la controversia amenaza con desestabilizar la reuni¨®n del 2 de abril.
Deber¨ªa ser posible que ambos bandos respetasen la postura del otro sin abandonar la suya propia y que encontrasen un punto intermedio. En lugar de establecer un objetivo universal del 2% del PIB para los planes de est¨ªmulo, basta con aceptar que los pa¨ªses perif¨¦ricos necesitan ayuda internacional para proteger sus sistemas financieros y emprender pol¨ªticas antic¨ªclicas. Esto redunda en inter¨¦s de todos. Si permiten que las econom¨ªas perif¨¦ricas se hundan, los pa¨ªses desarrollados tambi¨¦n saldr¨¢n perjudicados.
Tal y como est¨¢n las cosas, la reuni¨®n del G-20 producir¨¢ algunos resultados concretos: es probable que se dupliquen de hecho los recursos del Fondo Monetario Internacional, principalmente mediante el mecanismo del Nuevo Acuerdo de Endeudamiento, que puede activarse sin resolver la molesta cuesti¨®n de reasignar los derechos de voto en las instituciones financieras internacionales.
Esto bastar¨¢ para permitir que el FMI acuda en ayuda de pa¨ªses concretos con problemas, pero no proporcionar¨¢ una soluci¨®n sist¨¦mica sin condiciones. Dicha soluci¨®n est¨¢ f¨¢cilmente disponible en forma de derechos especiales de giro. El mecanismo existe y ya se ha usado a peque?a escala.
Los derechos especiales de giro son muy complicados y dif¨ªciles de entender, pero se resumen en la creaci¨®n internacional de dinero. Los pa¨ªses que est¨¢n en condiciones de crear su propio dinero no los necesitan, pero los pa¨ªses de la periferia, s¨ª. Los pa¨ªses ricos deber¨ªan por lo tanto ceder sus asignaciones a los pa¨ªses necesitados.
Esto no provocar¨ªa un d¨¦ficit presupuestario para los pa¨ªses ricos. Los pa¨ªses receptores tendr¨ªan que pagar al FMI una tasa de inter¨¦s muy baja: el tipo medio compuesto de los bonos del tesoro de todas las monedas convertibles. Podr¨ªan usar libremente sus asignaciones, pero las instituciones financieras internacionales supervisar¨ªan el uso de las asignaciones prestadas para garantizar que los fondos se gastan bien. Es dif¨ªcil pensar un plan en el que la relaci¨®n coste-beneficio sea tan favorable.
Adem¨¢s de este aumento ¨²nico de los recursos del FMI, deber¨ªa haber emisiones anuales considerables de derechos especiales de giro, por ejemplo, 250.000 millones de d¨®lares, mientras dure la recesi¨®n. Para que el plan tenga efectos antic¨ªclicos, las emisiones de derechos especiales de giro deber¨ªan ser amortizables en tramos cuando la econom¨ªa mundial se recaliente. Es demasiado tarde para acordar la emisi¨®n en la pr¨®xima reuni¨®n del G-20, pero bastar¨ªa con que el presidente Barack Obama la propusiera y la mayor¨ªa de los participantes la respaldase en principio para animar los mercados y convertir la reuni¨®n en un resonante ¨¦xito.
George Soros es presidente de Soros Fund Management. Traducci¨®n de News Clips.
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