El centro comercial zombi
Una gran superficie de Alcorc¨®n se queda casi sin locales abiertos
La m¨²sica festiva gira en torno a la enorme plaza circular. El edificio completo, pasillos, plataformas unidas amarillas y verdes, terrazas colgantes, vest¨ªbulos limpios hasta el reflejo, est¨¢ iluminado. Las escaleras mec¨¢nicas fluyen arriba, abajo, arriba. Solitarias. Las luces de Navidad dan vueltas, rizadas, sobre el techo de bienvenida. Centro Opci¨®n de Alcorc¨®n, dice. En los laterales, enormes carteles avisan de las ¨²ltimas pel¨ªculas estrenadas. El centro comercial, de ocio, reproduce todos los esquemas propios de este tipo de negocio. Con una salvedad. Est¨¢ vac¨ªo.
No hay gente, no hay casi comercios, ni bares. Los cines cerraron el pasado mayo, aunque los anuncios de los filmes se renueven peri¨®dicamente. La bolera acumula polvo. El gimnasio est¨¢ envuelto en papel de embalaje. Sin embargo, los guardas jurado permanecen en sus puestos. Los fluorescentes, encendidos. Y la megafon¨ªa anima a pas¨¢rselo bien. "Est¨¢ ya casi muerto, lleva desintegr¨¢ndose desde hace tres a?os porque les interesa a sus due?os", extiende las manos un camarero de una taberna abierta en la planta baja. El lugar, que tiene tres plantas y un aparcamiento para 3.000 veh¨ªculos contaba con m¨¢s de una cincuentena de establecimientos.
"No hay nada, es un lugar fantasma", cuenta el propietario de un local
Hoy s¨®lo quedan una agencia de viajes, un parque infantil y dos cervecer¨ªas. Tambi¨¦n tres discotecas que abren los fines de semana. Y que languidecen, como todo. El due?o de uno de los bares dice que aguantan a duras penas, por cabezoner¨ªa. Pierden dinero todos los meses, pero por contrato deben continuar.
"No hay reclamos, no hay nada, es un lugar fantasma. Nos hicieron trampas, porque se supone que los ganchos, el cine y esas cosas, ten¨ªan que permanecer abiertos. Nos est¨¢n asfixiando aposta", comenta acodado en un taburete de madera con toda la perspectiva del local di¨¢fana. Est¨¢ vac¨ªo. "En 2006 decidieron demoler este lugar y construir un supermercado. Desde entonces intentan que nos vayamos", denuncia este hombre, que asegura que est¨¢ dispuesto a negociar. "Nos propusieron un canje y un lugar nuevo en el centro a construir, pero nosotros necesitamos estar en una planta baja y eso no nos lo ofrec¨ªan".
Los gestores del lugar tambi¨¦n conservan los servicios por contrato. Por eso, aunque est¨¢ casi muerto, mantienen funcionando lo indispensable. "En realidad s¨®lo les falta cortarnos la luz", comenta suspirando otro de los resistentes, que prefiere no ser reconocido para no dificultar sus negociaciones.
La empresa propietaria es ahora Metrovacesa, despu¨¦s de absorber a la anterior due?a, Sacresa. Ambas pertenec¨ªan a la familia Sanahuja. Pero el momento econ¨®mico no facilita la negociaci¨®n. "Esos activos est¨¢n pendientes de trasladarse de una compa?¨ªa a otra", comenta un portavoz de la empresa, que no quiere responder a ninguna pregunta.
Mientras, las viviendas que se construyen anejas al centro pierden compradores y su segunda fase se ralentiza. "Nosotros hemos renunciado a la casa, demasiado cara en los tiempos que corren", afirma una compradora. O sea, que junto a la mole amarilla y verde solitaria se extienden los descampados con gr¨²as.
Algunos de los empresarios denuncian que los planos del gran hipermercado ya est¨¢n preparados. Pero, ahora, con la crisis, el proyecto se ha paralizado. Por eso, el Opci¨®n es un doble zombi. Primero, porque lo fueron estrangulando poco a poco. Ahora, porque no pueden terminar de matarlo.
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