Aromas inesperados de le?a y vino

En todo el restaurante late una inusitada armon¨ªa entre el lenguaje de las brasas y el esp¨ªritu del vino. Al fondo del comedor, una parrilla elemental de la que emanan aromas a le?a de encina; en un lateral, reflejos del recept¨¢culo de cristal donde duermen centenares de botellas. Sobre las mesas, platos de barro junto a copas firmadas por Ri?del. Contrastes entre lo rural y lo moderno. Rusticidad en pleno ¨¢mbito urbano barcelon¨¦s, que ratifica el prop¨®sito de sus patrones de no desvincularse de la casa madre, Cal Xim, en Sant Pau d'Ordal, establecimiento familiar situado en el coraz¨®n del Alto Pened¨¦s que fundara en 1974 el matrimonio Josep Amig¨® y Mar¨ªa Castellv¨ª.

De la supervisi¨®n de este segundo local, con pocos meses de rodaje, se encargan sus hijos, Santi y Fidel, empe?ados en respetar las claves que desde siempre han caracterizado el quehacer de la familia, ese lenguaje gastron¨®mico de neosencillez que ahora parece estar en el candelero. ?Existe alguna raz¨®n para no escoger alg¨²n borgo?a de precio razonable entre su interesante lista de vinos para acompa?ar una butifarra a la brasa con alubias, por ejemplo? Cuando los clientes se inhiben en iniciativas semejantes, las sugerencias parten del jefe de sala, ?scar Roca, que en funciones de sumiller intenta seducir con armon¨ªas inesperadas. Es lo que sucede con sus famosas alcachofas a la brasa, especialidad muy recomendable, carnosas y dulzonas, dificil¨ªsimas de armonizar, que se acoplan a la perfecci¨®n a un riesling que se ofrece por copas. S¨®lo as¨ª cobra sentido la enorme descompensaci¨®n que existe entre su sofisticada bodega, err¨¢tica y un tanto personal aunque bien pertrechada a pesar de la abrumadora notoriedad de los vinos catalanes, y la extremada parquedad de la carta, en la que apenas figuran un pu?ado de productos dorados a la brasa, junto a recetas rabiosamente caseras.

Precios moderados

En conjunto, cocina sencilla a la que pone en valor la moderaci¨®n de sus precios. Al frente de la parrilla, Miguel Basora, que, no sin cierta displicencia, va dando cuenta de las comandas que llegan de la sala. Y como complemento obligado, pan con tomate al aceite de oliva, con la eventual presencia del ajo. M¨¢s aut¨¦ntico imposible.

En la lista de entrantes figuran el t¨ªpico xat¨®, ensalada de escarola, con bacalao desmigado, at¨²n y anchoas; una correcta esqueixada de bacalao; la cl¨¢sica escalivada de verduras (pimiento, berenjena y cebolla) en la que prevalece el suave regusto de las brasas, y hasta unos discretos guisantes con butifarra negra, panceta y lascas de trufa negra, plato mejorable. Tampoco faltan los caracoles a la cazuela, las tripas de bacalao ni el huevo con crema de patata, panceta y trufa. Ni la tortilla de butifarra con alubias o las raciones de jam¨®n ib¨¦rico y las anchoas del Cant¨¢brico.

Aun as¨ª, su piedra angular descansa en la parrilla de carb¨®n, en la que con desigual acierto se ponen a punto pescados y carnes, incluidos el cl¨¢sico entrec¨® de vacuno mayor, filetes de ternera, hamburguesas de manitas y porciones de cordero o de conejo con alubias o garbanzos. Opciones variopintas, entre las que cumplen sin entusiasmar las manitas con berenjenas, y alcanza el notable alto la presa de cerdo ib¨¦rico.

Entre los postres, una buena crema catalana, adem¨¢s de sorbetes y helados agradables.