La profec¨ªa del 'Bolero'
El hambre, el gusto y la memoria. ?stos son los tres elementos que convoca una voz, la voz del autor, al comienzo de la novela; es la misma voz que la cerrar¨¢ reuni¨¦ndolos, o mejor ser¨¢ decir fundi¨¦ndolos, en una pieza de m¨²sica, el Bolero de Ravel. ?Qu¨¦ sucede entremedias? He aqu¨ª una bella historia de amor y dolor en la que Le Cl¨¦zio traslada a una figura femenina, Ethel, el esp¨ªritu de su madre. A Ethel Brun la conoceremos de ni?a, como adolescente y en su primera juventud. En todo ese tiempo, su vida se haya incursa en el torbellino de la Europa de entreguerras y se extiende hasta el ascenso del nazismo, la Segunda Guerra Mundial, la ocupaci¨®n francesa, la ruina familiar..., y el hambre. Los Brun son una familia franco-mauriciana instalada en Par¨ªs. El t¨ªo abuelo de Ethel, el se?or Soliman, es un hombre rico que abandon¨® Mauricio para no volver y que sue?a con vivir en el pabell¨®n de la India construido para la Exposici¨®n Colonial, que ¨¦l ha adquirido y que piensa montar en un solar de su propiedad. En el sal¨®n de los Brun se re¨²nen parientes y amigos para hablar de todo -lo cual le permite al autor, adem¨¢s, hacer con toda eficiencia las transiciones hist¨®ricas y dibujar igualmente el escenario social-. Poco a poco, la figura de Hitler empieza a ser frecuente en las conversaciones. El se?or Soliman muere y deja su herencia a Ethel, pero ¨¦sta cede a las pretensiones de su padre y le entrega la herencia que ¨¦l se encargar¨¢ de dilapidar. El inicio de la guerra ya muestra el declive de esta familia atacada por m¨²ltiples problemas internos, el primero de los cuales es, para Ethel, la dificultosa relaci¨®n entre sus padres. La ocupaci¨®n de Par¨ªs y el exilio a Niza los acabar¨¢ recluyendo en un pueblo de las monta?as hasta el fin de la guerra. El padre morir¨¢, la madre se queda sola, Ethel se casa con un amigo a quien conoci¨® en las tertulias de su casa en Par¨ªs y queda encinta. El ni?o de quien queda encinta Ethel es el propio Le Cl¨¦zio. Ethel es la representaci¨®n de su propia madre en la ficci¨®n. Es una joven que soporta valerosamente todas las vicisitudes que van desmoronando a su familia; que, en medio de semejante desastre, se hace con el mando de su propia vida y de su familia; que finalmente se convierte en madre y crea su propio mundo. "He escrito esta historia", concluye la voz del autor, "en memoria de una muchacha que fue a su pesar una hero¨ªna a los veinte a?os". La madre.
La m¨²sica del hambre
J. M. Le Cl¨¦zio
Traducci¨®n de Javier Albi?ana
Tusquets. Barcelona, 2009
216 p¨¢ginas. 17 euros
La m¨²sica de la fam
Traducci¨®n al catal¨¢n de Anna Torcal y S. Company.
Edicions 62. Barcelona, 2009
200 p¨¢ginas. 18,50 euros
La novela sigue en todo momento el desenvolvimiento de Ethel: su fascinaci¨®n y amor por el t¨ªo-abuelo, su amistad con X¨¦nia, una inmigrante rusa que vive en los m¨¢rgenes de la pobreza en contraste con la buena posici¨®n de Ethel; un contraste que enriquecer¨¢ al personaje cuando ¨¦ste vaya camino de la misma pobreza y que convierte a los Brun, en su huida hacia el sur, en una suerte de inmigrantes tambi¨¦n ellos. Ethel es un personaje admirable, una luchadora que se forja en la dificultad; una muchacha sensible y so?adora que toca el piano, ama a Debussy y Ravel y reconoce que el Bolero le cambi¨® la vida. "El Bolero", dice Le Cl¨¦zio, "no es una pieza como las dem¨¢s. Es una profec¨ªa. Cuenta la historia de una ira, de un hambre. Cuando concluye en medio de la violencia, el silencio posterior resulta terrible para los aturdidos supervivientes". La m¨²sica del hambre queda legada a Le Cl¨¦zio por su verdadera madre, el cual se la devuelve en forma de una preciosa historia de amor y reconocimiento bajo el nombre de Ethel. El libro pertenece al g¨¦nero novela, pero estamos ante un ejemplo sugerente y singular de lo que hoy se llama "ficci¨®n real". Est¨¢ contada con un lenguaje sencillo, pero impecablemente preciso; posee un ritmo seductor que recuerda la construcci¨®n misma del Bolero ascendiendo desde una cadencia constante y se vale de una frescura de expresi¨®n muy concentrada. El dilema y la lucha de Ethel quedan muy bien sugeridos con estos dos p¨¢rrafos: "Para los dem¨¢s -se refiere a los reunidos en casa de los Brun- hab¨ªa transcurrido la mayor parte de su vida, y las palabras no eran sino ruido, viento. No viv¨ªan una aut¨¦ntica realidad. Quiz¨¢ les sirviera para enmascarar su vida". Es a Ethel a quien la realidad obliga a mirar de frente: "Hab¨ªa que abandonar la infancia, hacerse adulta. Comenzar a vivir. ?Todo eso para qu¨¦? Para no tener ya que fingir. Para convertirse en alguien. Para endurecerse, para olvidar". Un verdadero y poderoso homenaje literario.
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