Heroico Luque
El joven Daniel Luque no salv¨® la corrida, pero s¨ª a s¨ª mismo con una demostraci¨®n de valor estoico, con unos merit¨ªsimos deseos de triunfo, convencido de que ese ¨²ltimo toro deb¨ªa ser el aldabonazo para una temporada que pretende que sea la de su consagraci¨®n como serio aspirante a figura de toreo. El toro no val¨ªa nada, como todos los anteriores, pero el torero estuvo valent¨ªsimo, lo asust¨® con aut¨¦ntica gallard¨ªa, se lo pas¨® muy cerca de los muslos y lo convenci¨® de que el manso absoluto era el suyo. No hubo buen toreo -s¨®lo unos capotazos suaves por delantales-, porque el soso animal no lo permiti¨®, pero s¨ª la emoci¨®n de un torero heroico que se juega la vida de verdad cuando la ocasi¨®n la merece. Y ayer, para Daniel Luque, la merec¨ªa con creces. Muy quieto ante los pitones, asentadas las zapatillas, se dej¨® rozar la taleguilla y despert¨® y emocion¨® a la plaza, que lo aclam¨® como un h¨¦roe juvenil.
San Lorenzo / El Cid, Castella, Luque
Toros de Puerto de San Lorenzo, el primero como sobrero, devuelto el quinto y sustituido por otro de Gavira, todos mansos e inv¨¢lidos.
El Cid: pinchazo y estocada trasera (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).
Sebasti¨¢n Castella: media -aviso- y un descabello (ovaci¨®n); dos pinchazos y estocada (silencio).
Daniel Luque: estocada baja, 14 descabellos -aviso- y dos descabellos (silencio); estocada ca¨ªda -aviso- (oreja).
Plaza de la Maestranza. Mi¨¦rcoles 29 de abril. Decimocuarta corrida de feria. Lleno.
Por lo dem¨¢s, la corrida fue una largu¨ªsima e insufrible pasarela de mansos e inv¨¢lidos, pero a tenor de las sonrisas que con frecuencia afloraron en los festivaleros tendidos, el festejo fue muy divertido. Vean, si no: el primer toro sali¨® del caballo, clav¨® los pitones en el albero, dio una vuelta de campana completa y qued¨® patas arriba, inm¨®vil, entre el jolgorio general. Hasta all¨¢ tuvo que llegar un subalterno para torcerle el rabo y que el animal recupera su normal apostura. Instantes despu¨¦s se escondi¨® en las tablas y se neg¨® a salir de su escondite.
El segundo, de la misma guisa, vio al picador, lo regate¨® con habilidad y puso pies en polvorosa hacia la otra punta de la plaza mientras el p¨²blico se lo pasaba en grande. Hab¨ªa transcurrido ya una corrida de siesta. El torero lo mulete¨® con riesgo, y la banda de m¨²sica, creyendo que era una gran faena, atac¨® el pasodoble.
El tercero no quer¨ªa salir al ruedo; se asom¨® con mirada furtiva, y cuando vio a tanta gente pendiente de ¨¦l se dio la vuelta muerto de verg¨¹enza. ?Bravura se llama eso! Volvi¨® a intentarlo, pero el torilero fue esta vez m¨¢s r¨¢pido y el valiente qued¨® solo ante el peligro. Tiritando estaba el pobrecito m¨ªo. El toro, se entiende... y no el torilero.
Quedaban tres toros y el reloj marcaba ya dos horas de festejo. El cuarto hizo un feo a sus hermanos y salt¨® al albero como una exhalaci¨®n, lo que produjo la natural sorpresa. Pero enseguida se par¨®. Toda su energ¨ªa la hab¨ªa consumido en el sprint primero. Tambi¨¦n fue devuelto el quinto, que s¨®lo parec¨ªa un toro por el color negro. Y sali¨® otro manso y deslucido al que el torero aguant¨® ga?afones de miedo, mientras el p¨²blico le ped¨ªa que acabara cuanto antes para evitar que un percance oscureciera la divertida jornada.
?Mereci¨® la pena esperar? Para Luque, sin duda. Castella y El Cid, pagaron cara su osad¨ªa de preferir estas c¨®modas e insufribles ganader¨ªas. All¨¢ ellos...
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