Ning¨²n sueldo en casa
Los Hern¨¢ndez, Chelo Pe?a y Marisa Bendicho forman parte del mill¨®n de familias donde nadie tiene trabajo
Hace semanas que Chelo Pe?a no come en la cocina. Se sienta en el sal¨®n impoluto de su casa, ante el televisor, y no pierde palabra de las noticias, casi siempre desalentadoras, del telediario. Pendiente de la econom¨ªa. Sobrecogida con las cifras de paro, cargadas para ella de una desagradable familiaridad. Se acab¨® el boom de la econom¨ªa espa?ola. Se acab¨® la fiesta. Al menos, para los cuatro millones de parados y para el mill¨®n de familias que, como la suya, no tienen a nadie trabajando.
A los 35 a?os reci¨¦n cumplidos, Chelo y su compa?era, Marisa Bendicho, de 38 a?os, conductoras de Transfesa, una empresa que realiza trabajos auxiliares para la Opel de Figueruelas (Zaragoza), est¨¢n con un pie en la calle. "General Motors ha decidido ahora internalizar el trabajo que ha hecho Transfesa durante seis a?os", cuenta Santos Paricio, responsable regional de la Federaci¨®n de Transporte de UGT. Y eso significa el paro, a partir de junio, para las 70 mujeres que trabajaban, como Chelo y Marisa, moviendo coches reci¨¦n fabricados desde la campa de Opel a la terminal ferroviaria. Ocho horas al d¨ªa.
Jos¨¦ Carlos estaba tan desesperado que escribi¨® al Rey y a Zapatero
A Chelo y a Marisa las ponen en la calle despu¨¦s de mucha felicitaci¨®n
Una tarea ingrata que implica mover rampas muy pesadas, hacer maniobras ajustadas, colocar calzas en los veh¨ªculos. Y todo eso a 40 grados en verano ("68 grados dentro de los coches", puntualiza Marisa), a dos bajo cero en invierno. Las protestas sindicales han servido al menos para que los despidos no le salgan demasiado baratos a la empresa. "Y nosotras a empezar otra vez", dice Chelo. "A una edad que ya no es buena. Ya no te dan trabajo de camarera, por ejemplo". a?ade.
Chelo y Marisa cuentan, al menos, con la indemnizaci¨®n y dos a?os de paro para hacer frente a los gastos familiares -Chelo tiene una hija de 12 a?os- y a la hipoteca del adosado que se compraron en Gallur, a unos 18 kil¨®metros de la factor¨ªa Opel de Figueruelas. Cuando les contrataron hace dos a?os y ocho meses, pensaron: "?Vaya suerte! Trabajar para la Opel. Esto ser¨¢ para toda la vida", dice Chelo.
Cobraban 16 pagas de 700 euros, s¨¢bados y horas extra aparte. ?Y ahora? "Tenemos dos a?os el paro y estamos dispuestas a trabajar en lo que sea. A la casa no vamos a renunciar, despu¨¦s de haber invertido cinco millones de pesetas [30.000 euros] en ella. Lo malo", considera Marisa, "es que aqu¨ª est¨¢bamos muy organizadas. Con turnos distintos para poder ocuparnos de la ni?a". A Marisa, amante de la planificaci¨®n, es lo que m¨¢s le importa. ?C¨®mo estar¨ªa entonces si no tuviera derecho a subsidio alguno? ?Podr¨ªa dormir con las pesadillas que acosan cada noche a Jos¨¦ Carlos Hern¨¢ndez? Hern¨¢ndez, madrile?o de 44 a?os, padre de dos hijos, de 18 y 15 a?os, transportista aut¨®nomo durante 23 a?os, lleva en el paro desde diciembre pasado, sin subsidio alguno. "Sobrevivimos gracias a mis padres y a los suyos", dice indicando con la mirada a su mujer, Mar¨ªa del Mar Mag¨¢n, que fuma un cigarrillo en el sal¨®n de su casa de la Colonia Jard¨ªn de Madrid, ya en venta. "Es muy duro todo. Tener que ponerte a estudiar, ahora, a los 44 a?os", dice. El 18 de mayo se examina de un curso te¨®rico para ser conductor de autob¨²s. El carn¨¦ especial ya lo ha obtenido. Lo importante es encontrar un empleo. Nadie dir¨¢ que no lo ha intentado. Se ha apuntado al paro, a las empresas de trabajo temporal y hasta ha escrito al Rey y al presidente del Gobierno. Fue en diciembre. Estaba hundido y no se le ocurri¨® otra cosa que sentarse ante el ordenador. "Tambi¨¦n escrib¨ª a Ruiz-Mateos. Y nos llam¨® su hija", recuerda. Sin resultados.
Desde la Casa del Rey, un empleado le escribi¨®: "En relaci¨®n con la cuesti¨®n que plantea, le informo de que el jefe de gabinete de Planificaci¨®n y Coordinaci¨®n, de acuerdo con las instrucciones del Jefe de esta Casa, ha remitido el mismo [sic] a la Consejer¨ªa de Empleo y Mujer de la Comunidad de Madrid, que es el organismo competente". Hasta hoy.
La carta de La Moncloa fue m¨¢s prolija, y la firmaba el director del Gabinete de Presidencia, Jos¨¦ Enrique Serrano. "Debe usted saber", le dec¨ªa, "que la forma de actuar de este Gobierno no es conceder ayudas de forma discrecional a las empresas". Jos¨¦ Carlos dice que no han sido las respuestas las que le han dejado sin confianza en los pol¨ªticos, sino la falta de salidas.
"Despu¨¦s de 23 a?os trabajando, algunas veces hasta 30 horas seguidas, mire lo que me queda", dice se?alando cuatro bolsas de pl¨¢stico, en un rinc¨®n. Dentro, mapas de carretera, pinzas para recargar la bater¨ªa, una linterna y un chaleco reflectante. Todo recogido de su cami¨®n, devuelto hace unos d¨ªas a la financiera. No pod¨ªa pagar la letra de 500 euros al mes.
Jos¨¦ Carlos y su mujer podr¨ªan trabajar, desde luego, si estuvieran dispuestos a cobrar una miseria. A ella le ofrecieron hacer masas de pizza seis horas al d¨ªa por 250 euros al mes. Mar¨ªa del Mar estuvo tambi¨¦n en una empresa que limpiaba oficinas de Alcatel. Dur¨® cinco d¨ªas. "Era la ¨²nica espa?ola, y me sent¨ªa extra?a. Tienes que bajar la cabeza, y luego ve¨ªa lo bien que acog¨ªan a las otras inmigrantes, colombianas o lo que fueran".
Ella no quiere aparecer en las fotos. Tampoco quiere que se distingan en ellas los retratos de sus hijos, Alba y Sergio, que adornan el aparador. "A m¨ª no me importa que me fotograf¨ªen. No es una deshonra estar en paro", dice su marido. Es, m¨¢s bien, un drama. "Llegu¨¦ a tener cuatro camiones. Ganaba bastante dinero. Pero es que hab¨ªa mucho que pagar. Cuatro conductores que me fallaban a veces y facturas de 3.000 euros. La gente no sabe los gastos que hay. Seguros, mantenimiento, gas¨®leo, que a los transportistas no nos lo subvencionan. Al final, s¨®lo ten¨ªa deudas. He tenido que hipotecar la casa de mis padres y ampliar la hipoteca de mi casa. Y ya le he dicho al banco que no puedo pagarlas".
"Hay d¨ªas que no consigo dormir, y he llorado m¨¢s de una vez. Tengo peor humor. Discutimos m¨¢s en casa". Los padres, y los hermanos de cada uno, echan una mano. Dinero en met¨¢lico, invitaciones a comer. "Hasta suavizante para la lavadora nos ha tra¨ªdo un amigo", a?ade ella. Es el ¨²nico amigo que les queda, capaz de dejarles sobre la mesa un sobre con 1.000 euros. Los dem¨¢s, han desaparecido. "No es que se olviden de ti, es que te huyen".
Chelo Pe?a y Marisa Bendicho no han perdido nada a¨²n, pero sienten ya que el mundo se tambalea. "Ahora nos piden contratos indefinidos para formalizar la hipoteca de la casa. Tendremos que pedir a la familia que nos avale". Y les queda la inevitable frustraci¨®n. "Porque hemos trabajado bien estos casi tres a?os. Hemos doblado la producci¨®n. Nos han felicitado. Y al final ves que eso no importa. De todas formas te vas a la calle".
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