Un 'tutankam¨®n' de mentirijillas
Una exposici¨®n de r¨¦plicas del ajuar del fara¨®n invita a reflexionar sobre la copia
"Fue una visi¨®n absolutamente incre¨ªble". As¨ª recordaba el egipt¨®logo James Henry Breasted la visita que hizo a la tumba de Tutankam¨®n reci¨¦n descubierta, guiado por el propio Howard Carter. El descubridor hab¨ªa dispuesto una s¨¢bana sobre la puerta de acceso y al correrla y revelar lo que hab¨ªa detr¨¢s, el efecto fue tremendo: los invitados retrocedieron involuntariamente unos pasos, tambale¨¢ndose. Luego, se les llenaron los ojos de l¨¢grimas. Ese impacto de encontrarse de golpe ante el dorado ajuar completo de un fara¨®n in situ parec¨ªa hasta ahora reservado a aquellos pocos privilegiados participantes en 1922 de un acontecimiento fabuloso, "que desde luego no volver¨¢ a repetirse nunca", como escribi¨® el mismo Carter. Y sin embargo, hoy vuelve a ser posible vivir algo parecido, o al menos entender lo que pudo ser tama?a experiencia.
La momia renegrida est¨¢ muy bien duplicada; las piezas de alabastro, no
"No creo que fuera posible copiar las maldiciones", bromea el asesor cient¨ªfico
Una singular exposici¨®n alemana de copias, Tutankam¨®n, la tumba y sus tesoros (producida por la empresa Semmel, especialista en macroconciertos) que actualmente se exhibe en M¨²nich y podr¨¢ verse del 6 de junio al 6 de septiembre en Barcelona (Museo Mar¨ªtimo), incluye, adem¨¢s de reproducciones de un millar de piezas del ajuar de Tut realizadas concienzudamente por un equipo de artesanos egipcios, la reconstrucci¨®n tridimensional y a tama?o natural de tres espacios del sepulcro del fara¨®n ni?o (antec¨¢mara, tesoro y c¨¢mara funeraria), con r¨¦plicas de todos los objetos que estaban all¨ª acumulados, tal y como fueron hallados.
La exhibici¨®n es una buena excusa para reflexionar sobre la cuesti¨®n de las reproducciones y su uso cultural. ?Tiene sentido emplearlas?, ?es l¨ªcito?, ?qu¨¦ tipo de vivencia est¨¦tica -si es que hay alguna- se puede tener ante ellas?, y ya puestos, ?tiene maldici¨®n la copia de la tumba de Tutankam¨®n? "No creo que fuera posible copiar las maldiciones egipcias, ni aunque existieran", r¨ªe Wilfried Seipel, ex director del Museo de Historia de Arte de Viena, arque¨®logo y egipt¨®logo y asesor cient¨ªfico de la exposici¨®n.
"Este tipo de exposiciones deben ser complementarias de las convencionales de los museos y no tratar de competir con ellas, ni sustituirlas", considera. "Debe presentarse muy claramente el hecho de que se trata de copias y es mejor no mezclar originales y reproducciones, para no confundir". Ser¨¢n copias, recalca Seipel, pero sirven de "catalizador" para que la gente se interese por los originales, y eso es bueno.
El estudioso puntualiza que las copias jam¨¢s pueden ofrecer la fascinaci¨®n de los originales, que son irreemplazables. "Es otra aproximaci¨®n. Aunque reproduzcas muy bien el objeto, la firma, el alma art¨ªstica del autor desaparece. El aura se pierde en una r¨¦plica".
A cambio, la copia del ajuar funerario de Tutankam¨®n ofrece la impresi¨®n del conjunto en toda su grandeza, enciende la imaginaci¨®n y permite comprender la disposici¨®n y funcionalidad originales de las piezas, lo que est¨¢n lejos de conseguir los objetos aut¨¦nticos aislados. Hay que recordar adem¨¢s, se?ala Seipel, que buena parte de los tesoros de Tutankam¨®n, entre ellos las piezas m¨¢s relevantes, ya no viajan desde los a?os sesenta. Y que su exhibici¨®n en el vetusto y destartalado Museo Egipcio de El Cairo deja mucho que desear. Seipel recalca que la exposici¨®n de copias "no es en absoluto Disneylandia: la informaci¨®n que la acompa?a es rigurosa, obra de egipt¨®logos". Todo lo cual no ha impedido que el director del recoleto Museo Egipcio de M¨²nich se haya manifestado en contra de la muestra.
La impresi¨®n que producen esas escenograf¨ªas, cargadas de una evocadora atm¨®sfera de misterio y penumbras, es sin duda cautivadora. El visitante, olvidando la aplastante evidencia de que se encuentra en M¨²nich y no en el Valle de los Reyes en 1922, se sit¨²a frente a los dioramas y contempla apabullado las "cosas maravillosas" que se desplegaron ante los ojos de los descubridores. Ah¨ª est¨¢n -iluminados por viejos quinqu¨¦s como los dispuestos por Carter- los carros de guerra apilados, los grandes lechos rituales, el trono, las ofrendas, los cofres... En el diorama de la c¨¢mara funeraria se puede ver, con el ¨¢nimo encogido, el enorme sarc¨®fago de cuarcita y el primer ata¨²d de oro a medio extraer de ¨¦l, suspendido en el aire con el sistema de poleas que mont¨® Carter.
Pasado este ¨¢mbito m¨¢gico, al que preceden una serie de audiovisuales y secciones informativas, el visitante se encuentra con la exposici¨®n pormenorizada de los objetos a plena luz. Otra vez el sarc¨®fago y los ata¨²des, la capilla, las cajas, pero esta vez todo desplegado y a la vista. Algunas piezas est¨¢n muy bien copiadas, aunque todas tienen una p¨¢tina extra?a, de mentira (el oro no refulge o lo hace con el brillo del lat¨®n -?Tutank-lat¨®n!-); otras, como las de alabastro, copiadas en resina artificial, resultan malas hasta casi lo grotesco. Entre las buenas reproducciones, los peque?os f¨¦retros para las v¨ªsceras, el carro montado, la momia renegrida; la m¨¢scara de oro: los organizadores aseguran que la copia permaneci¨® tres d¨ªas retenida en la aduana de El Cairo hasta que qued¨® claro que no era la original... En la tienda se pueden adquirir postales de las piezas falsas, lo que no deja de ser perturbador.
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