Retribuciones en la sombra

A pesar de la cascada de c¨®digos de buena conducta corporativa y de los bienintencionados esfuerzos hist¨®ricos de alg¨²n ex presidente de la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores (CNMV), la retribuci¨®n de directivos y consejeros de las empresas espa?olas sigue siendo un misterio en abierta contradicci¨®n con la transparencia democr¨¢tica que se supone inherente a la econom¨ªa de mercado. Como suced¨¢neo de la informaci¨®n debida sobre lo que realmente cobran quienes dirigen las empresas, los consejos ofrecen las retribuciones globales de los ¨®rganos de administraci¨®n, de forma que sabemos lo que percibe el consejo de una empresa en su conjunto, pero en pocos casos lo que cobran individualmente los consejeros. De forma incluso m¨¢s confusa e inorg¨¢nica se suelen dar a conocer los salarios de las l¨ªneas directivas. Si en tiempos de prosperidad econ¨®mica la sociedad no se preguntaba por las retribuciones de quienes ocupan la direcci¨®n de las empresas, en ¨¦pocas de recesi¨®n, con ca¨ªda de los salarios reales y aumento del paro, crece la irritaci¨®n hacia quienes perciben salarios, bonus y pluses extraordinarios que parecen excesivos o injustificados.

Sobre lo que cobran los directivos y consejeros cabe enunciar dos principios generales: que son los accionistas quienes deciden cu¨¢nto ganan sus gestores y que esa ganancia debe ajustarse a los resultados de las compa?¨ªas. Ahora bien, las retribuciones tienden a aumentar con independencia de los resultados por varias razones. La m¨¢s evidente es que son los propios directivos y consejeros los que deciden sus salarios; y que, a pesar de las numerosas recomendaciones de buen gobierno, las instituciones pol¨ªticas de gesti¨®n que podr¨ªan controlar las autoconcesiones salariales son plantas que no acaban de florecer. Las juntas de accionistas, alborotos folcl¨®ricos aparte, se han revelado en general como ¨®rganos inoperantes para fiscalizar las ganancias de ejecutivos y consejeros, bien porque sencillamente las propuestas de aumentos y bonus no se presentan a su consideraci¨®n, bien porque no se dispone de tiempo ni de instrumentos de an¨¢lisis. Esta oscuridad es m¨¢s espesa si cabe en el reino de los blindajes de directivos e incluso de consejeros. Es com¨²n encontrarse con indemnizaciones pactadas que extienden la retribuci¨®n no s¨®lo m¨¢s all¨¢ de la jubilaci¨®n del ejecutivo, sino que se prolongan durante toda la vida del c¨®nyuge.

Los c¨®digos de buen gobierno conceden gran importancia a las comisiones de nombramientos y retribuci¨®n como garant¨ªas de que se nombra a las personas adecuadas y de que estas personas reciben salarios proporcionales a sus m¨¦ritos y a los resultados. Seg¨²n el ideario admitido, tales comisiones deben estar formadas por personas de probada independencia respecto del equipo directivo. Pero esa independencia no se consigue ni siquiera por aproximaci¨®n. Los consejeros independientes suelen ser personas nombradas, recomendadas o apoyadas por el equipo de direcci¨®n. As¨ª se cierra el c¨ªrculo de lo que en la pr¨¢ctica es una autoconcesi¨®n salarial entre los directivos.

Es verdad que en Espa?a no se han conocido esc¨¢ndalos tan estruendosos como los de AIG o el Royal Bank of Scotland. Pero hay numerosos indicios de pr¨¢cticas contrarias a la gesti¨®n razonable de los salarios, que se silencian incluso cuando cambia la propiedad de la compa?¨ªa.