Felices 60
Dos mujeres maduras avanzan hacia el estrado de la sala de prensa del Palacio de la Moncloa. Se dan un aire: las dos son menudas, de piel y pelo claros, muy delgadas. La fragilidad, sin embargo, se limita a su aspecto. Llevan cinco a?os compareciendo ante los medios como miembros del Ejecutivo. Pero hoy, 6 de mayo de 2009, es un d¨ªa especial. Elena Salgado hace su primera intervenci¨®n junto a la vicepresidenta Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega como vicepresidenta segunda y primera ministra de Econom¨ªa de la historia de Espa?a. La emoci¨®n de la debutante, intensa, va por dentro. "He sentido que ha sido un largo camino hasta aqu¨ª", confesar¨ªa Salgado m¨¢s tarde, atravesando el ca¨®tico tr¨¢fico de Madrid en el silencio absoluto de su coche oficial. "Mientras lo recorres est¨¢s tan ocupada que no te paras a reflexionar. S¨®lo de vez en cuando tienes un destello, un hito. Y hoy lo he tenido. Me he puesto en el lugar de una de las periodistas y he pensado: qu¨¦ singular es esto, y qu¨¦ normal a la vez".
Es la generaci¨®n de las transiciones: las han hecho todas
Son las primeras en tener carreras profesionales largas
Batallaron con el padre, el marido, el jefe. Y ganaron
Estrenaron la p¨ªldora, el divorcio, hasta los tampones
Al d¨ªa siguiente, los peri¨®dicos daban cuenta de la rueda de prensa de las vicepresidentas. Los "brotes verdes" que Salgado dijo apreciar en la vapuleada econom¨ªa espa?ola fueron la comidilla de las tertulias. Pero nadie resalt¨® el hecho de que la n¨²mero dos y la n¨²mero tres del Gobierno son dos coet¨¢neas que afrontan los retos m¨¢s ambiciosos de sus carreras a la edad en que no hace tanto las mujeres se limitaban a cuidar de sus nietos. ?sa era, quiz¨¢, la mejor de las noticias.
Las dos mujeres m¨¢s poderosas del pa¨ªs cumplen 60 a?os esta primavera. Salgado celebr¨® su aniversario el 12 de mayo oyendo llover piedras sobre su cabeza durante el debate sobre el estado de la naci¨®n. De la Vega festeja el suyo el 15 de junio. Esta jurista valenciana -soltera y sin hijos- y aquella ingeniera y economista gallega -divorciada y con una hija- son los mascarones de proa de una generaci¨®n singular de espa?olas.
Son las nacidas en torno a 1950, pasados los rigores de la posguerra. Las que alcanzaron la mayor¨ªa de edad -a los 21 a?os- a caballo entre los a?os sesenta y los setenta, en los estertores del franquismo. Las que empezaron a ir en n¨²mero significativo a la Universidad. Las que decidieron trabajar como opci¨®n vital y no por pura supervivencia. Las que pelearon, conquistaron y disfrutaron de posibilidades inauditas para sus hermanas mayores, y no digamos para sus madres. En la vida p¨²blica y en la privada. En los grandes asuntos y en los peque?os.
Estrenaron la democracia. Responsabilidades pol¨ªticas. Laborales. Sillones en los consejos de administraci¨®n. Vieron proclamarse la igualdad en la teor¨ªa sin dejar de librar la batalla cotidiana con el padre, el marido y el jefe en la pr¨¢ctica. Pero tambi¨¦n probaron la p¨ªldora. El divorcio. La libertad sexual. Los tampones. Los parches para la menopausia. Las cremas para la piel madura. La cirug¨ªa est¨¦tica y el botox. Han sido las primeras en llegar a muchos sitios y hacer muchas cosas. No ha sido gratis. Han vivido al d¨ªa, enfrentando -y disfrutando- la existencia seg¨²n se presentaba. Han pagado los correspondientes peajes. Y es ahora, en torno a la sesentena, cuando la ¨¦lite alcanza la cima de su carrera antes de volver a reinventarse para estrenar la pen¨²ltima de sus conquistas: la jubilaci¨®n remunerada.
Porque hablamos de una selecta minor¨ªa. Casi tres millones de espa?olas tienen entre 55 y 65 a?os. S¨®lo una de cada tres trabaja fuera de casa. La mitad que sus coet¨¢neos. Ellas, adem¨¢s, han tenido una vida profesional m¨¢s corta. La mitad de los hombres de 50 a 69 a?os acredita un curr¨ªculo de m¨¢s de 35 a?os, mientras que s¨®lo el 17% de las mujeres puede decir lo mismo. Salgado -tres d¨¦cadas cotizando a la Seguridad Social como funcionaria o gestora en la empresa privada- es una de las privilegiadas.
Es la primera en reconocerlo. "Ahora las oportunidades son mucho m¨¢s generalizadas. Entonces, adem¨¢s de posibilidades econ¨®micas, ten¨ªas que tener suerte", admite. "La m¨ªa fue nacer en una familia que, sin ser rica, estaba preocupada por la educaci¨®n. En mi casa pod¨ªa faltar de todo, pero no para que estudi¨¢ramos. Adem¨¢s, mi padre era muy feminista. Cuando dije que quer¨ªa ser ingeniero le pareci¨® lo m¨¢s normal". As¨ª son estas mujeres. Fuertes. Seguras. Filtradas por su extracci¨®n social y su voluntad. ?nicas en su clase, como la joven Salgado, sola entre chicos en su aula de ingenier¨ªa industrial de la Polit¨¦cnica de Madrid. Con probada capacidad de resistencia. Y una determinaci¨®n a prueba de bomba. Hasta hoy.
-En Espa?a, la edad media de jubilaci¨®n es de 62 a?os. Muchas empresas se deshacen de los veteranos prejubil¨¢ndoles a los 55, incluso antes. Usted aborda su misi¨®n m¨¢s exigente a los 60. ?Tiene energ¨ªa?
-Toda. M¨¢s que en otros momentos, porque no tengo que guardar nada para despu¨¦s. Es mi reto m¨¢s importante y, aunque pienso seguir trabajando mientras pueda, ¨¦sta ser¨¢ de las ¨²ltimas etapas de mi vida profesional. Por eso tengo toda mi energ¨ªa concentrada, y le aseguro que hace falta.
-?Por qu¨¦ participa en este reportaje?
-Porque me siento absolutamente parte de esta generaci¨®n. Es una idea espl¨¦ndida.
-Habr¨¢ quien le reproche que, como ministra de Econom¨ªa, acceda a posar vestida de firma con la que est¨¢ cayendo fuera.
-Yo puedo estar en el monte, durmiendo en el suelo. O trabajando en el ministerio hasta las tantas. O posando vestida por un modista espa?ol, como es el caso. Y sigo siendo la misma. ?sa es una de las cosas que las de mi generaci¨®n nos hemos dejado por el camino: la espontaneidad. Las chicas progresistas ten¨ªamos que ser serias, trascendentes: no nos pod¨ªamos permitir esos peque?os lujos porque se malinterpretaban. Nos hemos perdido la naturalidad y la diversidad que tanto envidio en las j¨®venes de ahora. De ese exceso de trascendencia, entre otras cosas, nos estamos liberando ahora.
-?A los 60?
-Bueno, s¨ª, cuando toca.
El Audi blindado de la vicepresidenta, precedido y seguido por sendos coches de escolta -ocho tipos trajeados entre ch¨®feres y guardaespaldas-, llega al estudio de la fot¨®grafa Isabel Mu?oz. Mu?oz (Barcelona, 1951) acept¨® con ganas el encargo de retratar -y autorretratarse- para este reportaje. Asegura que el reto le hizo tomar conciencia de la edad que figura en su carn¨¦. "No es cuesti¨®n de coqueter¨ªa, sino de c¨®mo vives. Y he vivido tan al d¨ªa que no me acabo de creer mis a?os, aunque, evidentemente, he pasado por todos ellos, y ellos han pasado por m¨ª".
Mu?oz, divorciada, con un hijo y dos nietos, ha tenido una vida "dura y maravillosa a la vez". Hija de una familia acomodada, quiso ser bailarina, pero las reticencias paternas arrinconaron las puntas y el tut¨². S¨®lo despu¨¦s de casarse a los 21 a?os -"por amor, claro, pero tambi¨¦n por salir del nido como hac¨ªamos tantas"- y de ser madre casi enseguida -como muchas de sus coet¨¢neas- se lanz¨® a hacer de su pasi¨®n por la fotograf¨ªa un oficio con el que ganarse la vida.
Eran los ochenta. "Una ¨¦poca de efervescencia en la que todo estaba permitido si estabas dispuesta a arriesgar". Ella lo hizo. Separada de su marido hasta que pudo divorciarse "sin perder derechos", Mu?oz se puso el mundo por montera. Decidi¨® ir por libre. Aprender a trabajar trabajando. Equivoc¨¢ndose. Sufriendo, y gozando, las consecuencias. "Soy obstinada y un punto insensata. En la profesi¨®n y en la vida, improvisabas, te guiabas por el instinto. Recib¨ªas golpes, pero aprend¨ªas de ellos. Hasta del m¨¢s brutal".
La muerte de Julio, uno de sus hijos gemelos, en un accidente en 1992, la volvi¨® del rev¨¦s. "Tuve que aprender de nuevo a andar, a vivir, a sentir". El trabajo le ayud¨® a renacer. La aprendiza se convirti¨® en maestra. Sus fotograf¨ªas de hombres y mujeres del mundo, inspiradas en el movimiento y la sensualidad de los cuerpos, la lanzaron como una de las fot¨®grafas espa?olas m¨¢s reputadas. En ello sigue. A los 58 a?os confiesa vivir una etapa "f¨¦rtil". Embarcada en tres proyectos -El amor y el ¨¦xtasis, El tren de la muerte, El derecho a ser feliz- que la llevan a viajar por el mundo y de los que habla con la ilusi¨®n de una adolescente. De eso y del nuevo amor que vive estos d¨ªas, una "sorpresa de la vida" de la que piensa disfrutar "como un regalo, d¨ªa a d¨ªa, mientras dure".
Mu?oz, fetichista confesa, ha querido retratarse con las zapatillas rojas de la bailarina que no pudo ser y la Kodak Instamatic que le regalaron a los 13 a?os y con la que se cre¨® su hueco en la vida. "Nacimos con poca libertad y la tuvimos que conquistar. Esa lucha te hace fuerte y creativa", dice. "Naces con el rostro que Dios te da y te vas con el que te haces. Estas mujeres se han hecho su cara. Han sufrido, han luchado, han gozado. Se han hecho a s¨ª mismas. ?sa es su belleza".
Era inexorable. A?o tras a?o, durante la d¨¦cada de los ochenta del siglo pasado, Ana Bel¨¦n era proclamada la mujer m¨¢s deseada de Espa?a. La actriz y cantante madrile?a, ex ni?a prodigio, musa de la transici¨®n, realizaba la traves¨ªa entre los treinta y los cuarenta en pleno esplendor f¨ªsico y profesional. Sin embargo, no fue hasta 2008 cuando recibi¨® una oferta por la que matar¨ªan muchas modelos veintea?eras. Los laboratorios Puig la quer¨ªan como imagen de Vitesse, la crema de sus cremas antiedad. Ahora, el anguloso rostro de Ana Bel¨¦n encarna un modelo real de belleza de las mujeres de su edad Acaba de cumplir 58 a?os. Para realista, ella.
-Quer¨ªan a alguien con una edad y que se cuidara. Y como es verdad: yo ya tengo una edad y me cuido, acept¨¦. Pero no nos enga?emos, no es que de repente se lleven las maduras. Es que han visto que tenemos dinero, y criterio, y amor propio, y ya no cuela poner a una cr¨ªa de 25 a?os para vendernos cremas. Es mercado puro y duro.
La actriz clava el retrato. Las mujeres entre 50 y 65 a?os gastan 223 euros al a?o en productos de belleza, seg¨²n la consultora TNS. El triple que las chicas de 20 a 25 que protagonizan las campa?as. Ana Bel¨¦n llega a cara lavada. Es una mujer menuda que mantiene un cuerpo fibroso y un rostro fresco bajo una fina malla de arrugas. Es evidente que dedica tiempo y recursos al empe?o. El maquillaje y el estilismo acaban de transformarla en el icono de mujer fuerte, segura e independiente que lleva siendo 40 a?os. Se crece ante la c¨¢mara mucho m¨¢s de los quince cent¨ªmetros de sus tacones. La inseguridad que confiesa debe de ser interna.
"Los a?os ni dan ni quitan nada", asegura. "Digamos que he encontrado un punto de inseguridad en el que me voy manejando". Su doble condici¨®n de actriz y cantante le ha permitido bandear la escasez de papeles para mujeres de su edad en el cine espa?ol. No se queja. "En este oficio se vive al d¨ªa. No puedes plantar el culo y esperar que te llamen. Te tienes que mover, pero ?no es eso la vida?". En oto?o vuelve al teatro con Fedra. Las tragedias, no obstante, las deja para las tablas. Se considera una privilegiada.
"Las mujeres de mi generaci¨®n hemos peleado mucho. Hemos sido conejillos de Indias de todo. Pero ?sufrir? No tanto. Ten¨ªas incomprensiones, enfrentamientos, broncas, pero pesaba m¨¢s la gratificaci¨®n". Ana Bel¨¦n recuerda los tiempos en que un empresario quiso pagarle menos por cantar embarazada. "De eso no hace tanto, los 25 a?os de mi hija. ?Qu¨¦ cosas! Ahora veo a las chicas ense?ando sus tripas y me encanta. Pero lo m¨ªo no fue nada ¨¦pico. Me siento afortunada por haber vivido la transici¨®n en carne propia. Fue una ¨¦poca turbulenta, llena de inseguridades y miedo, pero tan feliz. Todo era posible, todo se improvisaba. Viv¨ªamos con el coraz¨®n, val¨ªa la acci¨®n, no intelectualiz¨¢bamos nada. No soy una se?ora contando batallitas, pero que me quiten lo bailado. El drama fue para quien tuvo que ir a abortar a Londres, por ejemplo. Eso s¨ª que tuvo que ser soledad y sordidez".
Los soci¨®logos denominan a los espa?oles nacidos en los a?os cincuenta del siglo XX la generaci¨®n de las transiciones. Las hicieron, primero, y las disfrutaron, despu¨¦s. No s¨®lo la pol¨ªtica. Tambi¨¦n la econ¨®mica, la social, la cultural, la de las relaciones entre sexos. Ellas, adem¨¢s, hicieron la de las mujeres. Dos hechos marcan la ruptura entre las que hoy rondan los 60 y sus mayores. "El control de la natalidad que posibilitaron los anticonceptivos, y la incorporaci¨®n ininterrumpida al trabajo remunerado", apunta Constanza Tob¨ªo, soci¨®loga de la Universidad Carlos III. "La facultad de decidir cu¨¢ntos hijos tener, y cu¨¢ndo, determin¨® la libertad en las relaciones sexuales. Y el hecho de seguir trabajando tras la maternidad posibilit¨® la independencia econ¨®mica y las carreras prolongadas. La combinaci¨®n de estos dos factores origin¨® la revoluci¨®n de la mujer espa?ola".
En 1965 se comercializ¨® la p¨ªldora en Espa?a. Era ilegal, y lo sigui¨® siendo hasta 1978, pero los ginec¨®logos progresistas la recetaban bajo el subterfugio de regular el ciclo menstrual. "Nunca ha habido tantas espa?olas con desarreglos", comenta desde Nueva York In¨¦s Alberdi, la directora del Fondo de Naciones Unidas para la Mujer. Alberdi (Sevilla, 1949), soci¨®loga, es una de las que llegaron a tiempo. Como Elena Salgado.
"El acceso a los anticonceptivos comenz¨® cuando yo ten¨ªa 17 o 18 a?os, cuando despert¨¢bamos a la sexualidad", recuerda la vicepresidenta. "Ah¨ª s¨ª ten¨ªamos militancia, porque nos parec¨ªa una gran conquista. Era el dominio de la reproducci¨®n separada de la sexualidad. Fue una ruptura. Uno de esos destellos de los que hablaba. Tengo una hermana ocho a?os mayor y en ese momento pasamos a ser dos generaciones distintas".
-?C¨®mo combinaba ese esp¨ªritu combativo feminista con la alegr¨ªa de la juventud?
-Siempre he estado rodeada de hombres. En la Universidad y en el trabajo. Y m¨¢s que un esp¨ªritu de conquista, lo que s¨ª percib¨ªamos eran ciertas l¨ªneas rojas que no est¨¢bamos dispuestas a que se traspasaran. Como estar redactando un panfleto y que un compa?ero te dijera que hicieras los bocadillos. ?Prep¨¢ralos t¨², rico! Estas cosas les sal¨ªan hasta a los t¨ªos m¨¢s progresistas. No digamos a los otros.
Que se lo digan a Carmen Alborch. Beatriz Rodr¨ªguez Salmones, diputada del Partido Popular, a¨²n recuerda la entrada en el Congreso de los Diputados de Alborch, flamante ministra de Cultura del Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, en 1993. Lo cuenta ella:
"-?Guapa!, le grit¨® a voz en cuello a Carmen un diputado del PP, no dir¨¦ qui¨¦n.
-?Machista!, le increp¨® entonces Matilde Fern¨¢ndez, ministra de Asuntos Sociales.
-?Envidiosa!, le contest¨® el grosero".
Salmones r¨ªe al narrar un episodio que le hubiera costado hoy el cese inmediato por sexista al diputado galante. Alborch (Valencia, 1947) y Salmones (Madrid, 1944) est¨¢n posando para la c¨¢mara de Isabel Mu?oz. La melena roja de la senadora socialista refulge bajo los focos. La cabellera blanca de la diputada popular no se queda atr¨¢s. Son, en cierto modo, sus respectivas banderas. No podr¨ªa decirse cu¨¢l de las dos es m¨¢s coqueta. Una, fiel a su tinte escarlata de d¨¦cadas. La otra, a su decisi¨®n de no te?irse.
"De joven me sali¨® un mech¨®n blanco y lo dej¨¦. Hasta hoy", dice Salmones. "Cuando bromeo sobre operarme este desastre de arrugas, mis hijas me dicen: ?y si empiezas por pintarte". Madre de cinco hijos y abuela de varios nietos, su se?or¨ªa sabe nadar a contracorriente. Fue la primera mujer de su familia en ir a la Universidad. En su casa, los chicos estudiaban "por inercia". Las chicas, hasta ella, no. "Entre mi hermana, que naci¨® en 1940, y yo se produjo el corte. Recuerdo el impacto que tuvieron los Beatles, la minifalda, los aires que llegaban de fuera. Estamos hablando de una clase social y cultural determinada, de acuerdo, pero ocurri¨®". As¨ª que Beatriz, Betina para los suyos, estudi¨® Filosof¨ªa. Una carrera "de chicas" en la que coincidi¨® con Soledad Becerril (Madrid, 1944), la que ser¨ªa, en 1981, la primera ministra de Espa?a desde la Rep¨²blica.
Salmones se recuerda, ya casada, "conspirando" en las reuniones de la Asociaci¨®n de Mujeres Universitarias, "un colectivo feminista camuflado cuando a¨²n eran clandestinos". Eran los tiempos "del fe¨ªsmo". Esos en que su hermana, tan ni?a bien como ella, llevaba asomando del morral una caja de tampones como estandarte. Entonces significaban la liberaci¨®n despu¨¦s de milenios de pa?os que hab¨ªa que lavar cada vez.
Betina se puso a trabajar cuando lo que se esperaba de ella era que cuidara de sus hijos. Pero la campanada la dio en 1982. "Me enamor¨¦ de otro y me separ¨¦. El divorcio ca¨ªa sobre la sociedad como si temblaran sus cimientos. Hubo un coro de zorras que dejaron de saludarme, llenas de superioridad moral. Luego se han divorciado todas".
Salmones es desde 2008 la portavoz del PP en la Comisi¨®n de Defensa del Congreso. La encargada de marcar a otra mujer, la ministra Chac¨®n, de 37 a?os, que podr¨ªa ser su hija. Su destino m¨¢s complejo. No le intimida. "Ya no aguanto toda la noche empollando papeles a base de caf¨¦", admite. "Pero no noto p¨¦rdida de reflejos ni de rendimiento. Miro a Hillary Clinton de secretaria de Estado de EE UU, plante¨¢ndose la vida como una europea de 40 a?os, y pienso: a ver si se me pega algo", sonr¨ªe. Pero hay algunas cosas que no han cambiado, sostiene. "Veo a las diputadas j¨®venes llamar a escondidas a ver c¨®mo est¨¢n sus hijos para que no las llamen marujas. A ellos, no. Las madres trabajadoras llevan una vida perra. No tanto para hacerse respetar, sino para sobrevivir. En eso hemos ido casi a peor".
Carmen Alborch tambi¨¦n fue la primera universitaria de su familia. De 220 alumnos de su promoci¨®n de Derecho en Valencia, s¨®lo hab¨ªa 18 chicas. Hasta 1966, las mujeres ten¨ªan vedado el acceso a la judicatura. Con el tiempo, Alborch ser¨ªa la primera decana de la Facultad. El acceso a la educaci¨®n es, para ella, la clave de la "ruptura" que protagoniz¨® su generaci¨®n. "Nos dedicamos a abrir caminos y ocupar espacios que las mujeres no ten¨ªan. Era agotador, una lucha constante para llegar a acuerdos con el padre, con la pareja, con el jefe. Pero lo vivimos de manera gozosa. No somos hero¨ªnas ni hormigas. Eras consciente de la transgresi¨®n, sent¨ªas el ojo de los tuyos, viv¨ªas con ciertas dosis de culpabilidad. Pero no hay que olvidar que somos unas privilegiadas: el primer mundo del primer mundo".
Para cuando lleg¨® a Madrid como ministra, Alborch era la espl¨¦ndida e independiente mujer de 46 a?os que levant¨® la admiraci¨®n del diputado popular. Se hab¨ªa casado y divorciado. Ven¨ªa de dirigir el Instituto Valenciano de Arte Moderno, buque insignia de la modernidad espa?ola en los felices a?os ochenta. Su gesti¨®n como titular de Cultura ha sido el escal¨®n m¨¢s alto de su vida pol¨ªtica. Pero fue al salir del ministerio cuando recibi¨® la oferta que le cambi¨® la vida. "Una editora amiga me acus¨® en broma de que nosotras habl¨¢bamos mucho, pero no dej¨¢bamos nada por escrito. Me propuso escribir sobre m¨ª, sobre las mujeres de mis a?os que viv¨ªamos solas. Me apeteci¨® darle la vuelta a ese estigma de compadecidas o culpabilizadas que arrastr¨¢bamos".
El resultado, Solas, se convirti¨® en superventas y en un fen¨®meno sociol¨®gico que a¨²n le reporta derechos de autora. Desde entonces, la hoy senadora y portavoz de la oposici¨®n socialista en el Ayuntamiento de Valencia ha vivido lo suyo. Compiti¨® con una coet¨¢nea -Rita Barber¨¢ (1948)- por la alcald¨ªa valenciana. Y perdi¨®. Sin dramas. Gajes del oficio. La se?ora Alborch -"S¨ª, soy una se?ora mayor, qu¨¦ liberaci¨®n. Hay que cambiar el lenguaje, no se trata de mantenerse joven, sino vital"- ha vivido la vida seg¨²n ha venido. As¨ª sigue. "?sta es tambi¨¦n mi ¨¦poca, toda tu vida es tu ¨¦poca", sin descartar ninguna posibilidad. Laboral ni personal. "Quiero vivir en una sociedad en la que tenga las mismas oportunidades que los hombres. Tambi¨¦n en el terreno sentimental. Donde no se vea mal que las mujeres den el triple salto generacional: una de 60 con uno de 20, como ellos, sin que las se?alen. Luego ya ver¨¦ yo si lo hago o no".
Flora de Pablo (Salamanca, 1952), investigadora m¨¦dica del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, todav¨ªa se lo dice a sus becarias. "No le pid¨¢is a vuestra pareja m¨¢s de lo que dais, pero tampoco menos. En la carrera de investigaci¨®n es fundamental qu¨¦ pareja elegir. Si no respeta tu carrera profesional como la suya propia, ellas van a avanzar de manera clandestina". De Pablo, hija de un fiscal salmantino, ha dedicado parte de su inter¨¦s profesional al estudio de las desigualdades de g¨¦nero en el ¨¢mbito de la investigaci¨®n. Con ese empe?o fund¨® en 2001 la Asociaci¨®n de Mujeres Investigadoras y Tecn¨®logas (AMIT).
Divorciada, madre de una hija de 27 a?os y vuelta a casar, sabe lo que dice. Acab¨® Medicina con el primer expediente de su promoci¨®n. No ten¨ªa ni idea de las dificultades a?adidas que le esperaban por ser mujer. "Si no compet¨ªas, te aceptaban; pero si quer¨ªas competir en igualdad con los hombres, ven¨ªan los problemas". Ella tom¨® el camino dif¨ªcil. Hizo un posdoctorado en Estados Unidos con su ni?a "a la espalda". Y se construy¨® una brillante carrera que la llev¨®, entre otros destinos, a dirigir el Instituto Carlos III.
Esta 'senior' conf¨ªa en que las nuevas juniors, esas que ve desfilar a?o tras a?o por los laboratorios del CSIC, no tengan que derramar tanto sudor extra como ella. "Mi generaci¨®n ha tenido que pasar, digamos, una doble selecci¨®n natural. Las que han llegado son muy buenas. Igual o m¨¢s que ellos, por supuesto. Pero adem¨¢s es que ten¨ªas que estar muy convencida de que val¨ªas, dispuesta a estar sola, a hacerte valer, a no conformarte cuando te pisaban, a dejarte la piel. Muchas tiraron la toalla. Las que quedamos sabemos lo que llevamos detr¨¢s".
La profesora De Pablo dirige un equipo de 22 investigadores a los que les saca 30 a?os. "Aporto estabilidad, equilibrio, la capacidad de estimularles y cierta perspectiva y experiencia", estima. A los 57 no se siente "cincuentona, sino cincuenta?era", y cree que ¨¦sta es una etapa muy rica "si tienes suerte con tu profesi¨®n, con tu pareja y con tu vida". Ella la tiene. "Y mis amigas de 60 me dicen que espere, que la cosa mejora".
Nani Marquina se ha pasado buena parte de su vida diciendo que su marido era ella. A los proveedores. A los alba?iles. A los organizadores de los congresos en los que participaba. "Todos supon¨ªan que yo era la esposa del due?o, del jefe, del dise?ador, del ponente. Y no, yo era la due?a, la jefa, la dise?adora y la ponenta". Marquina (Barcelona, 1952) fue la ¨²nica chica de su promoci¨®n de dise?o industrial en la escuela Masana. Una profesi¨®n inaudita para una mujer incluso en el entorno supuestamente cosmopolita de la Barcelona de los setenta. Hoy dirige una empresa de dise?o -sus alfombras son conocidas en todo el mundo- compuesta en un 80% por mujeres.
Dos veces divorciada y con una hija de 32 a?os, Marquina, que se ha labrado el camino sola toda su vida, ha elegido, en esta etapa de su carrera, "abrirse a los dem¨¢s". Preside la Asociaci¨®n de Empresarios de Productos de Dise?o, la Asociaci¨®n de Dise?adores Profesionales y pertenece a FIDEM y al Grup Sept, dos colectivos de mujeres empresarias. Tiene una interesante teor¨ªa al respecto. "Hace tres a?os me tuvieron que operar de matriz y tuve la menopausia de repente. Le ten¨ªa terror al des¨¢nimo, pero ha sido todo lo contrario. Me dio una vitalidad total. He reconvertido mi capacidad creadora hacia m¨ª misma y hacia los dem¨¢s. Yo no tuve referentes, y creo que ahora lo que me toca es ayudar a los dem¨¢s a que se lancen. A los chicos y a las chicas".
Marquina posa con soltura -su nuevo compa?ero es fot¨®grafo- y su canosa melena al viento. "A esta edad tienes que tomar decisiones. Tambi¨¦n sobre tu aspecto. Y decid¨ª no te?irme. Mis canas representan mi sabidur¨ªa, mi experiencia. El trabajo te da seguridad en ti misma y en tu imagen".
La vicepresidenta Salgado ya est¨¢ lista para las fotos. Se nota que le gusta la moda. Ha elegido un vestido de Juanjo Oliva, su dise?ador preferido. No pierde un minuto en justificarse. "Los problemas de imagen de muchas mujeres de mi edad y de cualquier otra est¨¢n m¨¢s en la mirada de los otros que en una misma. Hay d¨ªas en que me apetece ir m¨¢s vestida, y otros, en vaqueros. Hay que conocerse y quererse m¨¢s, ¨¦sa es la clave". La titular de Econom¨ªa evoca los tiempos en los que quedaba a comer con un grupo de amigas, directoras generales del primer Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez -"las altas cargas, nos autodenomin¨¢bamos"-, en unas reuniones que despertaban la curiosidad -y los recelos- de sus colegas varones. Hasta que una reci¨¦n nombrada se present¨®, solemne e ilusionada por ser aceptada en semejante club de alta pol¨ªtica femenina. "Una de nosotras tuvo que sacarla del error: aqu¨ª hablamos de trapos y de t¨ªos; igual que ellos hablan de f¨²tbol y de t¨ªas. Ese peso, esa responsabilidad excesiva que ha arrastrado esta generaci¨®n que ha tenido que luchar tanto, nos ha hecho perdernos muchas risas. Ahora estamos recuper¨¢ndolas".
-?Ha necesitado un plus de resistencia para desarrollar su carrera por ser mujer?
-Desde luego, pero sobre todo creo que las mujeres nos aproximamos al poder de forma diferente. Queremos el poder para hacer cosas. Cuando lo logras, est¨¢s tan ocupada haci¨¦ndolas que no tienes necesidad de contar los puestos que vas escalando.
-Seg¨²n el Instituto de Estad¨ªstica franc¨¦s, los picos de felicidad se alcanzan a los 20 y a los 60 a?os. ?C¨®mo se siente usted?
-Me tengo por una persona feliz en todas las etapas de mi vida. De hecho, lo ¨²nico que me da miedo es cuando pienso que las cosas se van terminando. Pero es cierto que hay un momento en el que una tiene m¨¢s tiempo para s¨ª misma, y eso es importante.
-No ser¨¢ ahora. Usted es probablemente la persona m¨¢s presionada del pa¨ªs.
-Y sin embargo, siempre encuentro media hora para no hacer nada, para estar en Babia. ?se es mi espacio. Y mi tiempo.
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