La muerte digna de una vida digna
Miguel era para Albert Sol¨¦ un amigo. M¨¢s que eso, para ¨¦l fue un h¨¦roe. De ni?o, sus padres le dejaron muchas noches al cuidado de Miguel y de Tomasa en alg¨²n piso secreto, de seguridad, en Barcelona. Eran unos canguros tan clandestinos como el piso. Abert Sol¨¦, el hijo de Jordi Sol¨¦ Tura, desarroll¨®, como toda la generaci¨®n de luchadores antifranquistas de sus padres, una admiraci¨®n total hacia Miguel. Conoc¨ªa su historia, sab¨ªa que Miguel y Tomasa, su mujer, hab¨ªan sufrido muchos a?os de c¨¢rcel, hab¨ªan sido duramente golpeados, torturados. Y ah¨ª estaban los dos de nuevo, reci¨¦n salidos de prisi¨®n, infatigables y dispuestos a luchar, con propaganda y c¨®cteles molotov bajo el capazo de su hija Estrella.
"Miguel acogi¨® el rodaje con entusiasmo, yo dir¨ªa que le insufl¨® vida; es m¨¢s, creo que se la alarg¨® de alguna manera"
"Cuando Miguel muri¨® se vivi¨® un momento de mucha tristeza, pero no pude reprimir una sonrisa de admiraci¨®n"
"Se ha llevado algunos secretos, como cuando le preguntaba sobre sus acciones militares en la resistencia"
Un d¨ªa, Franco muri¨® y lleg¨® la democracia. Tras dos legislaturas como diputado comunista, y ante la descomposici¨®n del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), partido del que fue uno de sus fundadores con apenas 16 a?os, y del PCE, Miguel N¨²?ez, nacido en el barrio de Lavapi¨¦s de Madrid en agosto de 1920, decidi¨® irse a Centroam¨¦rica. Albert Sol¨¦ lo recuper¨® de nuevo hace tres a?os cuando preparaba el rodaje de Bucarest: la memoria perdida, un gran homenaje a su padre, enfermo de alzheimer, y con el que gan¨® el Goya al mejor documental en la ¨²ltima edici¨®n de los Premios de la Academia del Cine. Miguel viv¨ªa en Madrid y ya estaba muy enfermo de una silicosis que arrastraba desde los a?os cincuenta, cuando trabaj¨® en las canteras de s¨ªlice en Sables de Nemours (Francia).
Sab¨ªa que se mor¨ªa y que no le quedaba mucho tiempo. As¨ª que decidi¨® no morir en Madrid porque ten¨ªa miedo de que le afectaran los coletazos del caso Legan¨¦s, en el que el doctor Montes y su equipo de anestesistas del hospital Severo Ochoa fueron acusados de sedaci¨®n irregular a enfermos terminales. Fiel a su forma de ver la vida, cerr¨® su casa en Madrid y se traslad¨® a Barcelona, donde un grupo de amigos, ex camaradas de luchas pol¨ªticas, le ayudaron econ¨®micamente.
Deseaba morir dignamente y necesitaba ayuda para ello. La encontr¨® en Barcelona. Y uno de los testigos de aquella muerte dulce fue Albert Sol¨¦, que llevaba tiempo siguiendo a Miguel para la realizaci¨®n del documental Al final de la escapada. "Como ten¨ªamos una relaci¨®n de mucha confianza, le dije que quer¨ªa rodar una pel¨ªcula sobre ¨¦l. Acept¨® encantado, y los dos sab¨ªamos hasta d¨®nde iba a llevarnos eso", explica el realizador, nacido en 1962 en Bucarest (Rumania), donde su padre era la voz de Radio Espa?a Independiente, la Pirenaica. Fue un pacto impl¨ªcito, nunca lo verbalizaron, pero los dos sab¨ªan que "eso" era reflejar la muerte digna de una vida digna. "Miguel acogi¨® el rodaje con entusiasmo, yo creo que le insufl¨® vida, que se la alarg¨® de alguna manera. Cuando supo que Pasqual Maragall [socialista y ex alcalde de Barcelona] tambi¨¦n estaba haciendo una pel¨ªcula sobre su enfermedad [alzheimer], ambos se llamaban, se contaban sus avances e incluso intercambiaban trucos de guionista", explica Sol¨¦.
Y el d¨ªa lleg¨®. Fue el 12 de noviembre de 2008, y Miguel ten¨ªa 88 a?os. Desde la v¨ªspera ya sab¨ªan que aqu¨¦l iba a ser el definitivo. Miguel N¨²?ez llevaba medio inconsciente 24 horas. Apenas cinco d¨ªas atr¨¢s hab¨ªa recibido a Maragall, con quien intercambi¨® bromas en torno a la enfermedad. "?A que no sabes ad¨®nde voy?", le pregunt¨® a N¨²?ez el pol¨ªtico socialista. "Al hospital", contest¨®. "?Y a que no sabes de d¨®nde vengo" . "De otro hospital", dicen riendo casi al un¨ªsono los dos amigos. "Se sab¨ªa que ese d¨ªa iba a ser el ¨²ltimo porque los doctores har¨ªan que fuera el ¨²ltimo", recuerda Sol¨¦. El realizador lleg¨® con su c¨¢mara. All¨ª ya estaban Elena, su compa?era, y Estrella, su ¨²nica hija. "Les expliqu¨¦ que si hab¨ªamos llegado hasta all¨ª en el rodaje, ten¨ªamos que continuar. Ellas, con mucho coraje, accedieron. Fue un momento duro. Yo encend¨ª la c¨¢mara e intent¨¦ mantenerme a una distancia prudente. Fue muy dif¨ªcil que la c¨¢mara no mediatizara todo". Entraron unos enfermeros e inyectaron en una v¨ªa abierta en el hombro de Miguel el l¨ªquido que le inducir¨ªa a la muerte.
El documental no se recrea en los momentos finales. Con dulzura y elegancia, la c¨¢mara dirige su mirada a la mano de Elena que acaricia lentamente la de su compa?ero. No es la ¨²ltima imagen. Tras unos cristales se rueda el traslado del cad¨¢ver para entregarlo a la ciencia, tal y como deseaba Miguel. "Cuando ¨¦l muri¨® se vivi¨® un momento de mucha tristeza, pero yo confieso que no pude reprimir una sonrisa de admiraci¨®n. Ha muerto cuando ha querido, y, como ¨¦l dice en la pel¨ªcula, es el ¨²ltimo derecho que nos queda. Cuando uno vive con dignidad, uno ha de tener derecho a morir tambi¨¦n dignamente. Posiblemente es el ataque m¨¢s l¨²cido contra toda esa hipocres¨ªa del caso Montes, que fue un aut¨¦ntico intento de la derecha m¨¢s reaccionaria no s¨®lo de desacreditar la medicina p¨²blica, sino de impulsar la privada. Me impresion¨® que Miguel, con 88 a?os, fuera genio y figura hasta la sepultura, hasta el punto de querer convertir su muerte en un acto pol¨ªtico".
La historia de Miguel es muy conocida entre los que lucharon contra la dictadura franquista. ?l fue el enlace comunista entre Madrid y Barcelona. Su peripecia vital est¨¢ contada en La revoluci¨®n y el deseo, unas memorias donde narr¨® sus 17 a?os de c¨¢rcel y las terribles torturas que sufri¨®. Durante la Guerra Civil estuvo en la defensa de Madrid. Detenido nada m¨¢s acabar la contienda, pas¨® cuatro a?os de prisi¨®n. Es entonces cuando decidi¨® viajar a Barcelona, donde inici¨® su actividad como guerrillero en los bosques y ayud¨® a pasar a gente por la frontera hacia Francia. A?os m¨¢s tarde se incorpor¨® a la guerrilla urbana y fue detenido de nuevo en abril de 1945. La suya fue una vida de c¨¢rceles y clandestinidad. La tercera vez que le detuvieron fue en 1958, un d¨ªa en el que hab¨ªa quedado en una calle de Barcelona con Jordi Sol¨¦ Tura. "En esta ocasi¨®n", dice Albert Sol¨¦, "fue salvajemente torturado por unos personajes de triste memoria, los hermanos Creix, por cuyas manos pasaron muchas generaciones". Le tuvieron mes y medio en comisar¨ªa, cuarenta y cinco d¨ªas de terror que narr¨® con pelos y se?ales en La revoluci¨®n y el deseo. En su libro incluy¨®, ya desde la primera edici¨®n publicada en 2002, una foto de Antonio Juan Creix, condecorado en 1960 por sus "haza?as" en la Brigada Pol¨ªtico-Social de la dictadura. "?Que c¨®mo aguantaba las torturas? ?C¨®mo pod¨ªa no cantar?". "Muy simple", rememora en el documental. "Yo me imaginaba un teatro y yo aparec¨ªa en el escenario, en las butacas estaban todos los compa?eros que caer¨ªan si yo hablaba. Establec¨ª ese mecanismo y as¨ª consegu¨ª no cantar". Miguel N¨²?ez abandon¨® definitivamente la prisi¨®n en 1968.
'Al final de la escapada' no deja de lado las contradicciones de este personaje duro y desafiante, que abandon¨®, harto y cansado, su militancia en el PSUC. Fueron muchas horas de conversaci¨®n en las que aparecieron tambi¨¦n los claroscuros de su recorrido vital, de los que rechaz¨® hacer una confesi¨®n abierta. Uno de ellos fue el del abandono de Tomasa Cuevas, que se produjo nada m¨¢s salir de la c¨¢rcel tras haber cumplido su ¨²ltima condena. "Si hay un borr¨®n en la historia de Miguel, ¨¦se es el de Tomasa, porque, como suele pasar en tantas parejas cimentadas durante la Resistencia -pas¨® tambi¨¦n con mis padres-, cuando la situaci¨®n se relaja, lo primero que suele explotar es la propia pareja y adem¨¢s con la misma vehemencia con la que hab¨ªan estado unidos". Otro de los secretos en los que Miguel N¨²?ez no quiso entrar fue sobre sus a?os de lucha armada en Espa?a. "Cuando le preguntaba sobre sus acciones militares en la resistencia", recuerda Sol¨¦, "en los a?os cuarenta, desviaba el tema".
Al final de la escapada no s¨®lo es el retrato de un hombre luchador, es tambi¨¦n el homenaje a una generaci¨®n que se jug¨® la vida por las libertades y tambi¨¦n un alegato a favor de la memoria hist¨®rica. "La vida de Miguel me ha servido para expresar mi opini¨®n. Creo que en Espa?a estamos haciendo algo tremendo, tr¨¢gico. En el fondo, nos guste o no, estamos esperando a que se mueran todos y entonces nos miraremos a la cara y empezaremos a rendirles homenajes y conciertos y legislaremos para que se les reconozca su contribuci¨®n a t¨ªtulo p¨®stumo. Esto no vale. Este tema de la memoria hist¨®rica es uno de los que nos han quedado pendientes en la transici¨®n. Entiendo que en esa etapa todo el mundo tuvo que renunciar a aquello que parec¨ªa irrenunciable, y los que representaron la legitimidad republicana se tuvieron que comer sapos; lo comprendo, mi padre fue uno de ellos. Pero ya ha llegado el momento de tener una ley de memoria hist¨®rica que vaya mucho m¨¢s all¨¢ de lo que tenemos, dejando a un lado esa timidez timorata. Lo han hecho en Chile y en Argentina, y aqu¨ª en Espa?a no somos capaces de hacerlo. No puede ser que el juez Garz¨®n tenga que ser el que inicie esa t¨ªmida recuperaci¨®n del mapa de las fosas y que todo el mundo lo est¨¦ torpedeando. Seguimos teniendo en Espa?a una historia de bloqueo tremendo que consiste en que ellos s¨ª y nosotros no, en que cuando sale la ley de la memoria hist¨®rica aparece el cardenal Rouco Varela diciendo que no deber¨ªamos abrir las heridas del pasado, mientras ellos canonizan cada a?o a v¨ªctimas de la Guerra Civil de su lado. Hasta que no hagamos las paces con eso no podremos dise?ar el futuro. Pero advierto: aunque se nos mueran todos, que no se preocupen porque aqu¨ª estamos los hijos, los nietos y los bisnietos de los represaliados para mantener viva la memoria".
El tr¨¢iler de este documental, que estar¨¢ listo el pr¨®ximo oto?o, ser¨¢ presentado el 11 de junio en el teatro Romea de Barcelona, en el homenaje a Miguel N¨²?ez organizado por sus antiguos compa?eros.
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