La venganza de Terry
Fue un ni?o t¨ªmido e inadaptado. Triunf¨® en la fotograf¨ªa de moda coqueteando con el porno. Ahora Terry Richardson dispara en Brasil la edici¨®n 2010 del exclusivo calendario Pirelli, rodeado de modelos semidesnudas. Estuvimos all¨ª con ¨¦l.
La escena podr¨ªa ser la fantas¨ªa h¨²meda de m¨¢s de un var¨®n heterosexual. Una espectacular playa privada en Trancoso, en el Estado brasile?o de Bah¨ªa. Arena fina ba?ada por un mar azul cobalto y un riachuelo que se abre camino desde la frondosa selva que precede a la playa. Dorados por la luz del atardecer, once cuerpos perfectos de sendas j¨®venes modelos deambulan por la escena. Entre toda la ropa que llevan, puede que no re¨²nan la suficiente tela para fabricar una camiseta de la talla M. Unas toman el sol desnudas sobre tumbonas y miran, como si no fuera con ellas, a los intrusos que no saben muy bien d¨®nde mirar. Otras se rascan las picaduras de mosquito, se aplican crema entre s¨ª y proceden por turnos a realizar poses er¨®ticas ante una c¨¢mara digital. Y detr¨¢s de esa c¨¢mara, dirigiendo el cotarro, Terry Richardson.
Los que conozcan a este fot¨®grafo comprender¨¢n la ansiedad por descubrir c¨®mo puede acabar todo esto. Los que no, baste con que sepan, de momento, que Richardson se hizo c¨¦lebre por introducir en la moda fotograf¨ªas m¨¢s que subidas de tono, con est¨¦tica de org¨ªa ba?ada en alcohol y drogas, y t¨¦cnica de c¨¢mara de usar y tirar. Esto, con todos los argumentos art¨ªsticos que se le quiera a?adir, podr¨ªa ser un resumen de lo que ha convertido a Terry Richardson (Nueva York, 1965) en uno de los fot¨®grafos m¨¢s influyentes de las ¨²ltimas d¨¦cadas. En sus a?os dorados, las modelos llamaban a la puerta de su estudio para solicitar el honor de participar en uno de aquellos "actos sexuales espont¨¢neos" (as¨ª los llamaba) y ser inmortalizadas, por ejemplo, desnudas y practicando una felaci¨®n al fot¨®grafo. Literalmente. Richardson fue responsable de que las revistas m¨¢s modernas se llenaran de modelos en camiseta, despeinadas, con la ropa interior por el suelo, sumidas en una especie de letargo poscoital. El mundo de la moda es as¨ª. En una industria que ha creado tendencias como el heroin chic, el anorexic chic y hasta el terrorist chic, esto del porno chic se antoja de lo m¨¢s pol¨ªticamente correcto.
Estamos en el rodaje del calendario Pirelli 2010. Lo que empez¨® hace 45 a?os como un cat¨¢logo de t¨ªas buenas para adornar las paredes de los talleres mec¨¢nicos es hoy uno de los objetos fotogr¨¢ficos m¨¢s codiciados. La esencia, con matices, permanece inalterada: bellezas ligeras de ropa en poses insinuantes para ilustrar las p¨¢ginas de un calendario. Pero hoy los destinatarios no son los mec¨¢nicos, sino un selecto grupo de clientes y personalidades de todo el mundo. Y las modelos y el fot¨®grafo se encuentran entre los m¨¢s cotizados de cada momento. Por sus p¨¢ginas han pasado desde Cindy Crawford hasta Gisele Bundchen, retratadas por gente como Patrick Demarchelier o Herb Ritts. Un objeto de coleccionista que este a?o ha reca¨ªdo en este tipo, ataviado con una toalla a modo de capa, sombrero paname?o y gafas extra grandes, que se desenvuelve con envidiable soltura entre las once modelos semidesnudas.
El estilo de Richardson se aleja mucho de las fotograf¨ªas sobreproducidas que han sido marca de la casa. Su forma de trabajar es curiosa. No se ve un storyboard o un plan escrito. "Las mejores fotos siempre las he tomado as¨ª, espont¨¢neamente", explica. "S¨®lo dejar que ocurra". Hay cuatro asistentes, uno de ellos encargado de sujetar el iPod con la lista de reproducci¨®n dise?ada para cada d¨ªa. Terry dispara sin parar. "?Todas a jugar a voleibol!", y once chicas improvisan un partido. "Jugad, pas¨¢oslo bien... ?Perfecto!". La cosa acaba con las modelos retozando en el agua con Terry.
Segunda escena de fantas¨ªa hetero. Las modelos descansan en un porche junto a la piscina de un lujoso hotel. Esta vez llevan algo m¨¢s de ropa. Pero sin exagerar: peque?os vestidos transparentes, minishorts, biquinis. Una lee El amor en los tiempos del c¨®lera. Otra se entrega a los juegos mentales con la Nintendo. Otra escribe misteriosas notas en un cuaderno.
En una chaise longue se halla la modelo inglesa Rosie Huntington, de 22 a?os. Larga melena rubia, hipnotizantes ojos grises. Habla de la experiencia de trabajar con Terry como algo "muy relajado y f¨¢cil". "Aqu¨ª no vendemos ropa, hacemos arte", explica. "No busca una imagen de moda, siempre busca retratarte como eres". ?Y saben sus padres que est¨¢ trabajando con Terry Richardson? "Lo saben, aunque no estoy segura de que conozcan todo su trabajo", dice con una sonrisa.
Terry aprovecha la tarde para sesiones individuales con las modelos. Miranda Kerr est¨¢ en una habitaci¨®n con el fot¨®grafo y su equipo. La joven despliega todo su poder¨ªo er¨®tico vestida con un m¨ªnimo tanga, un sombrero y unos tacones de 12 cent¨ªmetros. Terry dispara compulsivamente su c¨¢mara entre tragos de Red Bull y de caf¨¦. S¨ª, esto parece una sesi¨®n de fotos para Playboy. ?Qu¨¦ pensar¨ªa Orlando Bloom, el novio de la modelo, si la viera? La estilista ayuda a Miranda a desprenderse del tanga y ¨¦sta cubre sus verg¨¹enzas con el sombrero. Terry repite elogios mec¨¢nicamente. M¨¢s disparos. M¨¢s cafe¨ªna. Con los a?os se ve que esto pierde el erotismo. "Miras el cuerpo como una escultura", dice. "Se convierte en algo normal, es como quien trabaja en cine X".
Para buscar las ra¨ªces del trabajo de Terry Richardson conviene empezar por su pecho derecho. Ah¨ª lleva el m¨¢s interesante de sus tatuajes. Se trata de la cara triste de un ni?o de nueve a?os con sombrero. Es la ¨²ltima foto de Terry que tom¨® su madre, antes de que su furgoneta Volkswagen, de camino a recoger a su hijo de la consulta del psiquiatra infantil, fuera embestida por un cami¨®n. La madre qued¨® con un grave da?o cerebral.
Su padre, un fot¨®grafo de moda de fugaz ¨¦xito, hab¨ªa abandonado tiempo antes a su familia por Anjelica Huston, entonces una joven actriz de 17 a?os. Su madre iba de un lado a otro con amigos como Jimi Hendrix o Keith Richards. El shock fue grande para Terry cuando, tras el accidente, pas¨® de viajar en aviones privados a cambiar los pa?ales de su madre.
El joven Terry se refugi¨® en la marihuana y en el punk. Influido por artistas como Larry Clarke o Nan Goldin, empez¨® a sacar fotos a principios de los noventa. Desde entonces ha trabajado para las revistas m¨¢s importantes, ha hecho campa?as para distintas marcas, lujosos libros, exposiciones, y hasta ha fotografiado al presidente Obama.
Muchos cr¨ªticos ven en su trabajo sexualmente expl¨ªcito una especie de venganza del nerd, del ni?o t¨ªmido e inadaptado. "Trabajo mucho mi psicolog¨ªa a trav¨¦s de mis fotos", reconoce. "Procesas tu vida, tu infancia, tu madre, tu padre. Lo mismo con la gente a la que fotograf¨ªo. Mis fotos son honestas. Siempre he explotado mucho lo sexual, pero nunca le pido a nadie que haga algo que no har¨ªa yo mismo. Les dec¨ªa a las chicas que se desnudaran y me dec¨ªan: 'Desn¨²date t¨²'. Y yo lo hac¨ªa. Tienes que estar dispuesto a abrirte t¨² para que se abran los otros".
El d¨ªa de navidad de 2001, Terry se puso un traje y una corbata, se sinti¨® solo, y se tom¨® una mezcla de Valium, vodka y hero¨ªna que le dej¨® al borde del colapso. Le rescataron unos amigos y le mandaron a rehabilitaci¨®n. Hoy, Terry est¨¢ limpio y asegura llevar una vida de soltero normal en Manhattan. "Me levanto pronto, saco a mi perro, me tomo una taza de caf¨¦, voy al s¨²per...". Y aqu¨ª est¨¢. En el para¨ªso, fotografiando el calendario Pirelli. ?El enfant terrible de la moda se ha aburguesado? "?Burgu¨¦s?", reflexiona. "Todav¨ªa no. Soy m¨¢s bien nuevo rico. Pero estoy trabajando en ello".
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