Un regalo para Cavendish
Los equipos protestan contra la prohibici¨®n del 'pinganillo' haciendo una invitaci¨®n a la siesta
Con Radio Nostalgie en el coche, con Charles Aznavour, Charles Trenet y Mari Trini trinando por los altavoces, qu¨¦ bella es la traves¨ªa de la Francia agr¨ªcola, de las rectas de trigo dorado, las peque?as aldeas, el campanario, los ¨¢rboles agrupados para pintar un rinc¨®n de verde. ?Ah, el sudor alegre de los campesinos cosechando felices! ?Ah, el brillo de los girasoles, qui¨¦n fuera Van Gogh! ?Y el foie que nos espera en la cena! ?Qu¨¦ bella es Francia el 14 de julio, rojo, blanco y azul en los balcones!
Una curva inesperada en medio de la placidez del mediod¨ªa, un torpe movimiento de las manos, el dial salta, suena horr¨ªsono, desafiante, achantador, un grupo de hip-hop de Fez, la m¨²sica de las cit¨¦s, de los guetos de Marsella, Par¨ªs, Lyon, la Francia verdadera. ?D¨®nde se fue la belleza del pasado? ?D¨®nde se esconden las golondrinas? ?A qui¨¦n le importa el desfile del 14 de julio si el Tour termina en una calle de Issoudun llamada de George Brassens, que no suena en Radio Nostalgie? No se ve ni a un campesino trillando el trigo. Las cosechadoras, ocultas en los hangares, se encargan.
"Ha sido la etapa m¨¢s tranquila en los m¨¢s de 10 Tours que llevo", dijo Armstrong
La EPO, el asesino, y el pinganillo, el colaborador necesario, transformaron el ciclismo a comienzos de los a?os 90. Agigantaron la figura del director-entrenador, que dominaba con ambas armas combinadas el cuerpo y la voluntad, como padres castradores, de los corredores. Achicaron la figura del ciclista hasta casi convertirlos en marionetas. A la EPO renunciaron ya, oficialmente, a golpe de esc¨¢ndalo, y, por si acaso, la visita matinal de los inspectores antidopaje a los hoteles, como ayer, por ejemplo, en el del Astana, funciona como dosis de recuerdo de las buenas intenciones. A los pinganillos, inocentes emisoras-radios con auriculares, les piden ahora que renuncien. "Matan el espect¨¢culo, la intuici¨®n, la imaginaci¨®n, matan al ciclista", dicen los de la UCI y los del Tour, la voz de los que creen que el futuro est¨¢ en el pasado, los que quieren que a los corredores s¨®lo les llegue por las ondas Radio Nostalgie, que no la voz de sus directores, exigente, seductora, explicativa, consejera.
"El pinganillo tiene la culpa de las carreras aburridas, controladas, de las fugas cuyo fin est¨¢ calculado antes de que nazcan incluso", dicen, agarrando el r¨¢bano por las hojas, confundiendo el s¨ªntoma con la se?al, los de la UCI, que ya han prohibido su uso en carreras sub 23 y junior, y asienten los del Tour, que para probarlo y apoyados por la UCI que prometi¨® sanciones a quienes desobedecieran, decidieron prohibir el pinganillo en la etapa de ayer y en la del viernes. La de ayer, porque, siendo la de los franceses, los ciclistas que s¨®lo ganan en fugas, les vendr¨ªa bien la ley del silencio como ayuda en sus afanes y para neutralizar al inevitable Cavendish. La del viernes, porque es la prealpina, dura de monta?a, dura de controlar.
"Os vais a enterar", respondieron la mayor¨ªa de los equipos del Tour, 14 de 20, liderados por Johan Bruyneel, que no creen que el regreso a los h¨¢bitos de hace 20 a?os aporte al ciclismo el atractivo necesario para que regresen patrocinadores con dinero, que ¨¦stos no se dejan deslumbrar por el falso brillo de un pasado inventado -acaso, recuerdan, ?los directores de anta?o, los Geminiani, Guimard, Langarica, Ech¨¢varri, no eran unos dictadores-controladores, capaces de cruzar coches delante de los gregarios que no obedec¨ªan sus ¨®rdenes chilladas desde la ventanilla?; acaso, proclaman, ?hay que admitir sin reservas el triunfo de McLuhan cuando no estamos tan seguros de que el medio es el mensaje o como sea?-, "os vais a enterar. Os vamos a demostrar que sin pinganillo, un ¨²til de seguridad m¨¢s que nada, un medio de avisar de peligros, de dar rapidez a las reparaciones, de ofrecer agua, tambi¨¦n puede haber etapas tost¨®n".
La venganza de los directores silenciados consisti¨® en hacer que la fuga -permitida a tres franceses antipinganillo y a un ruso infiltrado, bajo las normas de la fuga-caracol, en la que el pelot¨®n se adapta, s¨¢dicamente, al ritmo de los fugados para no cazarlos sino en el ¨²ltimo kil¨®metro: cuando m¨¢s bajaban la velocidad los escapados para acabar su tortura m¨¢s frenaba el pelot¨®n, qu¨¦ aburrimiento, en cuya cabeza, democr¨¢tica, generosamente, se turnaban todos los equipos propinganillo- terminara como termina normalmente bajo la ley del pinganillo, con victoria de Cavendish al sprint.
"Es el d¨ªa de la Bastilla, pero va a ganar un brit¨¢nico", hab¨ªa advertido Armstrong, m¨¢s que profeta, ide¨®logo del regalo, antes de salir. "Ha sido la etapa m¨¢s tranquila en los m¨¢s de 10 Tours que llevo", concluy¨® despu¨¦s, ajeno a¨²n a que, venganza de los poderosos, el caos de un final peligroso y desconocido, una ca¨ªda habitual, hizo perder 15s a su fiel, y peligroso, Leipheimer.
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