Una historia de m¨²sculo obrero
Un antiguo sindicalista combativo triunfa en el culturismo con 66 a?os
Manuel Valbuena tiene 66 a?os y hace 120 abdominales sin parar colgado de la pared boca abajo; eleva del suelo una barra de pesas de 235 kilos; levanta 100 kilos de acero 24 veces seguidas tumbado en un banco... Pero su mayor exhibici¨®n la realiz¨® en 1976, cuando fue uno de los l¨ªderes sindicales que pusieron a decenas de miles de obreros madrile?os en huelga contra el r¨¦gimen franquista. Valbuena cuenta su historia en el gimnasio del polideportivo de Casarrubuelos, un peque?o pueblo cerca de Parla. Va embutido en un traje de asas de una pieza, cortado por los muslos, y bufa cada poco como un bisonte en reposo.
Nacido en Vallecas en 1943, Valbuena ha vivido dos vidas en una. En su etapa sindical coordin¨® con otros 13 l¨ªderes obreros uno de los mayores actos de insumisi¨®n del pueblo espa?ol durante el r¨¦gimen franquista: la huelga del invierno de 1976. De culturista ha viajado por el mundo ganando t¨ªtulos que lo sit¨²an como uno de los mayores forzudos senior de la actualidad. Una doble vida que llevar¨¢ al celuloide Diego Hurtado de Mendoza, joven documentalista madrile?o.
"Entreno durante meses hasta dejar la piel fina como una pel¨ªcula"
Valbuena llev¨® a la huelga a 21.000 trabajadores de Standard El¨¦ctrica
Manuel no se concede un segundo de nostalgia por su pasado sindical. "Este deporte me absorbe por completo; cuando empiezo a prepararme no pienso ni en mi familia", sentencia mientras hojea un ¨¢lbum con sus mejores fotos m¨²sculo al aire. Acaricia una en la que est¨¢ en cl¨¢sica posici¨®n de culturista, marcando bola de costado y doblando el pie izquierdo como si tuviera un tac¨®n de 10 cent¨ªmetros de aguja. La imagen es de noviembre de 2008, en la ciudad checa de Pilsen, donde gan¨® el ¨²ltimo campeonato del mundo de mayores de 60 a?os. Otra medalla que colgar en su pecho de b¨²falo.
Su carrera deportiva arranc¨® en 1990. Las purgas de poder emponzo?aban las organizaciones en las que se hab¨ªa dejado la piel -el sindicato Comisiones Obreras y el Partido Comunista de Espa?a- y Valbuena, desilusionado, se quit¨® del medio. Con 49 a?os acept¨® un plan de jubilaci¨®n de su empresa, la f¨¢brica telef¨®nica Standard Electric, donde hab¨ªa trabajado desde los 18 a?os de matricero (creador de moldes para piezas en serie), y qued¨® sumido en un duro letargo. "Com¨ªa, beb¨ªa y fumaba a discreci¨®n. Mi m¨¦dico me dio un ultim¨¢tum. Reaccion¨¦ y me apunt¨¦ al gimnasio. En tres a?os ya estaba compitiendo", resume el herc¨²leo Manuel.
Veinte a?os m¨¢s tarde, ¨¦l es el monitor del gimnasio (cuyas paredes est¨¢n parcheadas con fotograf¨ªas de sus triunfos deportivos) y todo su mundo gira entorno a m¨¢quinas, m¨²sculos y un arsenal de botes de p¨ªldoras y polvos para crecer m¨¢s y m¨¢s fuerte. Nada que ver con los tiempos del pu?o en alto, de las noches de reuniones clandestinas y de las asambleas parisienses bajo el nombre falso de Jos¨¦: "Me lo puse por Jos¨¦ Stalin, que para m¨ª era un Dios", reconoce Valbuena con cierto bochorno.
Ahora prepara el pr¨®ximo campeonato del mundo, a mediados de noviembre en Polonia. Ya est¨¢ en marcha la dieta para afilar cu¨¢driceps, tr¨ªceps, b¨ªceps y gemelos. Un t¨®tum revol¨²tum diario de claras de huevo, batidos de prote¨ªnas y cantidades minuciosamente calibradas de pollo y arroz desaboridos, todo ali?ado con horas de acero. "As¨ª durante cuatro meses hasta dejar la piel como una pel¨ªcula que transparenta los m¨²sculos", concreta Valbuena, que este a?o ha abierto otro frente deportivo, el body-fitness de pareja. La prueba, en la tele del gimnasio: un v¨ªdeo en el que el culturista acompa?a los pasos de la bailarina Aroa Cano al son del Lago de los cisnes de Chaikovski.
Esta energ¨ªa es la misma que pon¨ªa cuando lideraba a los obreros de Standard El¨¦ctrica. Como topo del Partido Comunista en el sindicato vertical de la empresa -el ¨®rgano con que el r¨¦gimen controlaba a los obreros desde dentro-, arrastr¨® en 1976 a la huelga a 21.000 de sus compa?eros de trabajo y coordin¨® con otros 13 sindicalistas una huelga general que par¨® Madrid durante d¨ªas, impuls¨® la libertad sindical y propici¨® la uni¨®n de la oposici¨®n democr¨¢tica al franquismo.
Una conquista que Valbuena ve diluirse con amargura. Retoma el susurro clandestino de los setenta y desliza una frase de su padre, sindicalista en la Rep¨²blica, para dar raz¨®n del apocamiento actual del movimiento sindical: "Hijo m¨ªo, los obreros tenemos que mantener a los sindicatos; si no, otros los mantendr¨¢n por nosotros...".
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