Sol Alameda, la mirada compartida
En sus entrevistas sacaba de los personajes las personas que llevan dentro
Hace m¨¢s de diez a?os Sol Alameda entrevist¨® a Concha Velasco, quiz¨¢ en el momento m¨¢s delicado de la vida de la artista. Y en un instante determinado de la conversaci¨®n, Sol le pregunt¨®: "?Por qu¨¦ est¨¢ usted triste?". Sol preguntaba as¨ª; dejaba que el tiempo le acompa?ara, que su mirada y la de la persona que ten¨ªa delante confluyeran en un grado de intimidad suficiente como para hacer preguntas cuya delicadeza hubiera necesitado circunloquios. Como ella esperaba, y esperaba con dignidad y con compasi¨®n, ese momento terminaba por llegar, y ya la conversaci¨®n flu¨ªa como si se produjera en medio del silencio de un monasterio. Haber llegado a crear esos climas convirti¨® sus entrevistas en El Pa¨ªs Semanal en piezas maestras de entendimiento y comprensi¨®n; ning¨²n personaje era el mismo, para el p¨²blico, despu¨¦s de haber sido entrevistado por Sol Alameda.
Hay entrevistadores que creen que deben llevar el cuchillo entre los dientes para que los personajes "no se les escapen vivos". A Sol Alameda le gustaba detener la suerte, esperar a que el aire de confidencia con la que se sentaba a hablar convirtiera la charla en una entrevista de la que saliera una imagen nueva, o distinta, del ser humano con el que comparti¨® palabras. En los personajes buscaba la persona, y para ello se conced¨ªa a s¨ª misma todo el tiempo del mundo.
En la historia reciente de los entrevistadores de prensa ha habido en Espa?a grandes maestros, entre otros muchos: Pedro Rodr¨ªguez, que public¨® en tiempos de Franco unas entrevistas que combinaban la literatura con el testimonio, y lo hac¨ªa con un estilo que ¨¦l hizo inconfundible, Rosa Montero, que ha trabajado una combinaci¨®n de perfil y testimonio, con una velocidad que han convertido el ritmo en uno de los elementos de su trabajo, y Sol Alameda. Dec¨ªa Ernesto Che Guevara, si a¨²n es l¨ªcito citarle, que hab¨ªa que endurecerse pero jam¨¢s perder la ternura. Eso consigui¨® Sol, acaso porque esa era la expresi¨®n de su personalidad ¨ªntima: tierna, confiada, pero consciente de que la labor del periodista incluye la posibilidad de que en la mirada compartida salten chispas.
Saltaron, claro que s¨ª, ella no las eludi¨®, y arrostr¨® las consecuencias. En el momento del balance, que seguro que no hizo porque su modestia le imped¨ªa los sobresaltos de la vanidad, habr¨ªa que agradecerle -los que somos sus alumnos- sobre todo que nos haya ense?ado que toda pregunta es l¨ªcita o posible, y que todo depende de cuando la hagas. Y si la haces bien y en su momento conseguir¨¢s la gloria que ella alcanz¨®: sacar de los personajes las personas que llevan dentro. Ella siempre fue a preguntar, y eso era emocionante, con su persona por delante, y as¨ª la recordamos, preguntando, es decir, mirando con aquellos ojos confiados que sus gafas aumentaban casi hasta el infinito. Sol mirando, ese es el recuerdo de una mujer cuya ternura fue siempre un abrazo de bienvenida. Qu¨¦ extra?o se hace despedirla.
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