Oportunidad para el peque?o agricultor
La iniciativa del G-8 de destinar 20.000 millones de d¨®lares a las peque?as explotaciones agr¨ªcolas, lanzada en la reciente reuni¨®n de ese grupo en L'Aquila (Italia), es un potencial hito hist¨®rico en la lucha contra el hambre y la pobreza extrema. Con una gesti¨®n seria de los nuevos fondos, la producci¨®n de alimentos en ?frica se disparar¨¢. De hecho, la nueva iniciativa, combinada con otras en materia de salud, educaci¨®n e infraestructuras, podr¨ªa ser el mayor paso hasta ahora para lograr los objetivos de desarrollo del Milenio, el esfuerzo internacionalmente acordado para reducir a la mitad la pobreza extrema, la enfermedad y el hambre en 2015, a m¨¢s tardar.
Durante el periodo 2002- 2006, yo dirig¨ª el Proyecto del Milenio de Naciones Unidas, encaminado a lograr esos objetivos de desarrollo impulsado por el entonces secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan. Una de las piedras angulares del proyecto eran los "agricultores con peque?as explotaciones", es decir, familias de agricultores de ?frica, Am¨¦rica Latina y Asia: explotaciones agr¨ªcolas de una hect¨¢rea, aproximadamente, o menos. Se trata de algunos de los hogares m¨¢s pobres del mundo y tambi¨¦n -cosa que resulta ir¨®nica- algunos de los m¨¢s hambrientos, pese a ser productores de alimentos.
La historia demuestra que dar semillas y fertilizantes a peque?os agricultores es una diferencia duradera
Pasan hambre porque carecen de la capacidad para comprar semillas de gran rendimiento, fertilizantes, equipos de riego y otros instrumentos necesarios para aumentar la productividad. A consecuencia de ello, su producci¨®n es escasa e insuficiente para su propia subsistencia. Su pobreza causa poca productividad agr¨ªcola y ¨¦sta intensifica su pobreza. Es un c¨ªrculo vicioso, t¨¦cnicamente denominado la "trampa de la pobreza".
El equipo de tareas del Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas sobre el hambre, dirigido por dos cient¨ªficos de prominencia mundial [M. S. Swaminathan y Pedro S¨¢nchez], examin¨® posibles formas de superar ese c¨ªrculo vicioso. El equipo de tareas sobre el hambre concluy¨® que si se conced¨ªa ayuda a los agricultores con peque?as explotaciones en forma de insumos agr¨ªcolas, ?frica pod¨ªa aumentar sustancialmente su producci¨®n de alimentos. El Proyecto del Milenio recomend¨® un gran aumento de la financiaci¨®n mundial para ese fin. A partir de esa labor y conclusiones cient¨ªficas conexas, Annan lanz¨® un llamamiento en 2004 en pro de una revoluci¨®n verde africana, basada en una asociaci¨®n ampliada entre ?frica y los pa¨ªses donantes.
Muchos de nosotros, en particular el actual secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, hemos trabajado denodadamente para hacerlo posible y Ban ha subrayado repetidas veces la emergencia especial provocada por las crisis alimentaria, financiera y energ¨¦tica mundiales de los dos ¨²ltimos a?os. El anuncio del G-8 refleja esos a?os de esfuerzo y, naturalmente, los impulsos dados al respecto por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama; el primer ministro espa?ol, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero; el primer ministro australiano, Kevin Rudd; el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick; el comisario europeo Louis Michel; el diputado del Parlamento Europeo Thijs Berman y otros.
Ahora la clave est¨¢ en hacer que ese esfuerzo d¨¦ resultado. Las lecciones de la historia son claras. Brindar semillas y fertilizantes a agricultores con peque?as explotaciones a precios en gran medida subvencionados -o incluso gratuitamente en algunos casos- constituir¨¢ una gran diferencia duradera. No s¨®lo aumentar¨¢n las cosechas de alimentos a corto plazo, sino que, adem¨¢s, los hogares de agricultores utilizar¨¢n sus mayores ingresos y mejor salud para acumular toda clase de activos: saldos de efectivo, nutrientes para la tierra, animales de granja y salud y educaci¨®n de sus hijos.
Ese aumento de los activos permitir¨¢, a su vez, a los mercados crediticios locales, como, por ejemplo, el de la microfinanciaci¨®n comenzar a funcionar. Los agricultores podr¨¢n comprar insumos, ya sea con su propio dinero o mediante pr¨¦stamo gracias a su solvencia crediticia.
Ahora se ha logrado un consenso sobre la necesidad de ayudar a las peque?as explotaciones, pero siguen existiendo obst¨¢culos. Tal vez el riesgo mayor sea el de que las "burocracias de la ayuda" se disputan para intentar conseguir una buena tajada de los 20.000 millones de d¨®lares, con lo que gran parte de estos millones se ir¨ªan en reuniones, consultas de expertos, gastos generales, informes y m¨¢s reuniones. Las "asociaciones" de donantes pueden llegar a ser un oneroso fin en s¨ª mismas, con lo que simplemente retrasan la aplicaci¨®n de las medidas reales.
Si los Gobiernos donantes quieren de verdad obtener resultados, deben dejar de poner el dinero en manos de treinta o m¨¢s burocracias distintas y juntarlo en uno o dos lugares, el m¨¢s l¨®gico de los cuales ser¨ªa el Banco Mundial, en Washington, y el Fondo Internacional de Desarrollo Agr¨ªcola (FIDA), en Roma. Uno o dos de esos organismos tendr¨ªan entonces una cuenta con varios miles de millones de d¨®lares disponibles.
Despu¨¦s, los Gobiernos de regiones azotadas por el hambre, en particular de ?frica, presentar¨ªan planes nacionales de acci¨®n que facilitar¨ªan los detalles sobre c¨®mo utilizar¨ªan los fondos de los donantes para brindar semillas de gran rendimiento, fertilizantes, riego, herramientas agr¨ªcolas, silos de almacenamiento y asesoramiento local a los agricultores empobrecidos. Un grupo de expertos independiente examinar¨ªa los planes nacionales para comprobar su coherencia cient¨ªfica y de gesti¨®n. En el caso de que un plan fuera aprobado, se desembolsar¨ªa r¨¢pidamente el dinero para apoyarlo. Despu¨¦s, cada uno de los programas nacionales ser¨ªa supervisado, auditado y evaluado.
Ese m¨¦todo es sencillo, eficiente, responsable y cient¨ªficamente s¨®lido. Dos recientes ejemplos de ¨¦xito en materia de ayuda han utilizado ese m¨¦todo: la Alianza Mundial para el Fomento de la Vacunaci¨®n y la Inmunizaci¨®n, que consigue inmunizar con ¨¦xito a ni?os peque?os, y el Fondo Mundial de Lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria, que apoya los planes nacionales de acci¨®n para luchar contra esas mort¨ªferas enfermedades. Los dos han salvado millones de vidas durante el pasado decenio y han preparado el terreno para un m¨¦todo m¨¢s eficiente y cient¨ªficamente s¨®lido de asistencia para el desarrollo.
No es de extra?ar que muchos de los organismos de Naciones Unidas y de los organismos de ayuda de los pa¨ªses ricos se opongan a ese m¨¦todo. Con demasiada frecuencia, lo que se disputan es el territorio y no la forma m¨¢s eficaz de acelerar la llegada de la ayuda a los pobres. As¨ª, pues, Obama, Rudd, Zapatero y otros dirigentes innovadores pueden obtener unos resultados mucho mejores cumpliendo sus promesas en el G-8 e insistiendo en que la ayuda d¨¦ de verdad resultados. Hay que saltarse las burocracias y llevar la ayuda a donde se la necesita: en la tierra labrada por las familias de agricultores m¨¢s pobres del mundo.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Econom¨ªa y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. Traducido por Carlos Manzano ? Project Syndicate, 2009 www.project-syndicate.org
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