El registro de la vida

Habitamos en un mundo en el que ya no es suficiente vivir experiencias. Ahora resulta imprescindible registrarlas, como si aqu¨¦llas no alcanzasen la categor¨ªa de real hasta no quedar encajonadas en un soporte t¨¦cnico imperecedero que nos permita comprobarlas, revivirlas una y otra vez. Adem¨¢s, a la obsesi¨®n por estampar cada momento de la existencia, se une la muy humana obstinaci¨®n por mirar, como un malsano voyeur que no distingue de pudores. Jaume Balaguer¨® y Paco Plaza, inteligent¨ªsimos directores de cine de terror, dieron en la diana hace dos a?os al fundir ambas anomal¨ªas en REC, magn¨ªfico ejercicio de estilo con estructura de falso documental, que desembocaba en una riada de sangre y v¨ªsceras, y que culminaba con una frase sencilla, directa, ejemplificadora, espa?ol¨ªsima y absolutamente esclarecedora sobre los tiempos que estamos viviendo: "?Gr¨¢balo, gr¨¢balo todo, por tu puta madre!".

Dos a?os despu¨¦s se produce un fen¨®meno tan habitual en el cine de hoy como casi ins¨®lito en la industria espa?ola: el estreno de una segunda parte con visos de igualar o superar en taquilla a la estupenda primera entrega (un mill¨®n y medio de espectadores). En REC 2, Balaguer¨® y Plaza acuden al edificio de viviendas de la jaur¨ªa de la primera entrega, inmediatamente despu¨¦s de que sus protagonistas sucumbieran a esa especie de virus de la rabia que los incitaba a comerse entre ellos, y viran desde la explicaci¨®n cient¨ªfica hasta la motivaci¨®n religiosa. Para continuar con ese escrupuloso mantenimiento del punto de vista, sus creadores centran su nuevo trabajo en el visor del casco de un grupo de geos que acude a la llamada de la seguridad. Se multiplican los puntos de vista, pero se mantiene el efecto narrativo de que el personaje pueda ser percibido como una extensi¨®n de la propia mirada del espectador. Desde luego que el efecto sorpresa, esa cercan¨ªa que ofrec¨ªa esa comunidad de vecinos de andar por casa y que provocaba que su miedo fuera nuestro miedo, se ve empeque?ecido por la repetici¨®n de esquemas, pero sus creadores han afilado el l¨¢piz de la invenci¨®n con un par de originales vueltas de tuerca y, sobre todo, con una colecci¨®n de peque?os grandes momentos, a camino entre el ataque de nervios y el ataque de risa.

Como el protagonista de El fot¨®grafo del p¨¢nico, Plaza y Balaguer¨® est¨¢n empe?ados en filmar el miedo, y a fe que lo consiguen con esa mezcla de sutileza en la imagen, estruendo en el sonido, puntuales explosiones de hemoglobina y puesta en escena entre el videojuego y la pureza cinematogr¨¢fica. Es posible que el desenlace, esa ¨²ltima explicaci¨®n, no est¨¦ a la altura del resto de la funci¨®n, pero su sentido del humor y su capacidad para entroncar con su arco de p¨²blico m¨¢s entusiasta (el adolescente), ya sea desde el metalenguaje o desde la identificaci¨®n, permanece a prueba de bombas.