Treinta d¨ªas de encierro
Los 54 trabajadores de Nilef¨®s cumplen un mes de protesta en la f¨¢brica
Toallas al cuello. Ceniceros repletos de colillas. Linternas en la oscuridad. Restos de caf¨¦. Discusiones. Reuniones de equipo. Agotamiento. La vida cotidiana de 54 trabajadores encerrados en unas instalaciones abandonadas, sin luz el¨¦ctrica y sin haber recibido las dos ¨²ltimas n¨®minas se ha convertido, en palabras de los habitantes de la f¨¢brica onubense Nilef¨®s, en el Gran Hermano de la crisis industrial. Entre operarios, supervisores, recepcionistas, administradores y vigilantes conforman un grupo humano variado que lleva m¨¢s de 30 d¨ªas sin salir de la f¨¢brica paralizada en protesta por la situaci¨®n de abandono de la planta que fabricaba compuestos para la elaboraci¨®n de pienso. Las horas pesan como losas. "Aburrido" es la palabra que m¨¢s se escucha. Le siguen "harto", "impotente" y "desesperado".
"Aburrido" es la palabra que m¨¢s se escucha. Le sigue "desesperado"
La mayor¨ªa de los empleados se despiertan al amanecer. Pasean por las instalaciones, hablan unos con otros y, en el mejor de los d¨ªas, la Guardia Civil o la Polic¨ªa les lleva la prensa. Tras la siesta, bastante larga, se sientan a comer pipas. "No sabemos qu¨¦ m¨¢s hacer", protestan recostados en sillas de pl¨¢stico.
A la entrada de la antigua f¨¢brica, una pancarta con dos rostros preside una garita peque?a con cuatro personas fumando. Las fotos son de Nitin Madhvani, el due?o de la empresa que se march¨® sin dar explicaciones, y la otra de Stephen France, el consejero delegado. "De tanto mirarle, me he puesto a sacar parecidos. Madhvani es igual que Chiquetete", se echa a re¨ªr Julio Jim¨¦nez, vigilante de 40 a?os y padre de dos ni?as peque?as. Llegan las 23.00. Es viernes. Las colchonetas y los sacos de dormir se reparten por las salas de operaciones, las salas de reuniones, los huecos que han creado entre mesas y sillas. Algunos prenden unas ramas. Otros cogen una manta y se dirigen a sus coches. "Nos quedamos sin sitio dentro", lamenta Jim¨¦nez. La cerveza va y viene. "A veces nos pasamos", reconoce alguno en voz baja. Ya ha habido "encontronazos" y discusiones fuertes "por cualquier cosa". Los insultos, sin embargo, suelen ir a una: todos en contra de Madhvani.
Ana Toscano, de 52 a?os, llevaba 33 en la empresa. Se encargaba de la tesorer¨ªa. "Tengo mi casa y mis tres hijas abandonadas. Mi futuro y el de ellas est¨¢ en el aire". Cuentan que ya ha habido alg¨²n problema serio de depresi¨®n y en dos ocasiones el servicio de emergencias 112 ha entrado en la f¨¢brica para llevarse a alg¨²n trabajador. Una, en concreto, continuaba ingresada el pasado viernes. Andr¨¦s G¨®mez, de 41 a?os, entr¨® a la f¨¢brica en 1989. Se considera "afortunado" porque su mujer "o quien puede" le acerca comida casi todos los d¨ªas. Otros familiares les llevan alimentos y cocinan desde dentro. "Aqu¨ª tengo una olla", se?ala Jos¨¦ Manuel Parrillo, operador de planta desde 1986. Confiesa que lo que peor lleva es la incertidumbre y la frustraci¨®n.
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