Enrique Miret Magdalena, te¨®logo seglar, escritor y cr¨ªtico con el poder
Autor de una veintena de libros, deslumbr¨® con sus escritos en 'Triunfo' y EL PA?S
Sol¨ªa decir Enrique Miret Magdalena que a los cat¨®licos espa?oles, para entrar en la iglesia, se les dice que se quiten el sombrero, "no que nos quitemos la cabeza". Era su cita preferida de Chesterton, el famoso escritor de la serie del Padre Brown. Miret cumpli¨® siempre con esa idea. Fue un cat¨®lico libre, uno de los grandes te¨®logos seglares del pre y potsconcilio Vaticano II en Espa?a, un intelectual de raza. Muri¨® ayer, a los 95 a?os. Sus restos mortales se encuentran en el tanatorio de La Paz en Alcobendas (Madrid), donde hoy se oficiar¨¢ un responso, a la una de la tarde. Ser¨¢ incinerado. Su familia -esposa Isabel Bernal y siete hijos-, y algunos amigos, incluido alg¨²n arzobispo en activo, gestionaban anoche un solemne funeral en los pr¨®ximos d¨ªas, tal vez el viernes, en el majestuoso templo del Monasterio de la Encarnaci¨®n, en Madrid.
?Qu¨¦ nos falta para ser felices?, se pregunt¨® en uno de sus ¨²ltimos libros Enrique Miret. Los fil¨®sofos llevan siglos pregunt¨¢ndose qu¨¦ ser¨¢ la felicidad. No pocos sostienen, incluso, que ni siquiera la felicidad hace feliz al hombre que cree poseerla. Miret, inagotable pol¨ªgrafo, tante¨® m¨²ltiples respuestas, con sabrosas referencias a los m¨¢s grandes humanistas de la historia. Era un sabio. Finalmente, dej¨® abierta la puerta a todas las respuestas. S¨®lo descart¨® que la felicidad se halle escondida detr¨¢s de la moral de los inmorales, bajo la teolog¨ªa de los que dibujan a Dios violento e intransigente -Dios es bello y Cristo, alegre, seg¨²n Miret-, o entre los hombres cabreados que han gobernado el mundo en tantas ¨¦pocas de la historia. Para Miret, la felicidad, como la risa, es contagiosa: "Un modo seguro de hacernos la vida agradable es hac¨¦rsela a los dem¨¢s. En definitiva, ser moral para ser feliz".
Miret, ex presidente y fundador de la Asociaci¨®n de Te¨®logos Juan XXIII, publicaba ¨²ltimamente un libro por a?o, casi siempre en la lista de los m¨¢s vendidos. Era un asombroso ritmo de trabajo para un te¨®logo laico que, a¨²n vivo el dictador Franco, deslumbr¨® con sus art¨ªculos en revistas como Cuadernos para el di¨¢logo y Triunfo. M¨¢s tarde lo hizo en EL PA?S, hasta muy recientemente.
En la Espa?a del m¨¢s oscuro nacionalcatolicismo tridentino, los art¨ªculos de Miret resultaron sorprendentes, un acontecimiento religioso. Hasta entonces, la teolog¨ªa -o el hablar de la ¨²nica religi¨®n posible aqu¨ª- era monopolio de cl¨¦rigos sombr¨ªos, ensotanados, cuanto m¨¢s encumbrados mejor. A la jerarqu¨ªa del catolicismo le result¨® una impertinencia la aparici¨®n, y su creciente fama e influencia, del "te¨®logo seglar". As¨ª se hac¨ªa constar Miret al pie de sus escritos. Tambi¨¦n fue el ¨²nico laico de los cinco presidentes que ha tenido la influyente Asociaci¨®n Juan XXIII.
El alejamiento de la jerga eclesi¨¢stica se percibe en su larga bibliograf¨ªa, que suma una veintena de libros. Que su lenguaje fuese civil no significa que no fuera profundo. Destac¨® por enfoques de gran pluralidad religiosa, sin dejar de ser profundamente cat¨®lico. En una Espa?a de religi¨®n ¨²nica, la cat¨®lica, proclamada en el Bolet¨ªn Oficial del Estado en 1953 como "sociedad perfecta", Miret sobresali¨® por su apertura hacia otras confesiones y movimientos espirituales, hasta entonces severamente perseguidos. Su sabio ecumenismo se adelant¨® a la Declaraci¨®n sobre Libertad Religiosa del Concilio Vaticano II.
Entre sus libros -unos 35.000- presum¨ªa Miret de una gran colecci¨®n de catecismos de todo el mundo, de alrededor de 1.500 ejemplares, algunos de ellos verdaderos incunables. En el despacho de trabajo de Enrique Miret hay una fotograf¨ªa que el gran pensador ense?aba a sus visitas, con juvenil entusiasmo. Aparece a los 14 a?os junto a lo m¨¢s granado de la muchachada del Liceo Franc¨¦s en Madrid: hijos de Gregorio Mara?¨®n, de Ortega y Gasset, de P¨¦rez de Ayala, de L¨®pez Roberts... Hab¨ªan fundado una revista, a esa edad. Todos famosos, o hijos de famosos; todos muertos, menos ¨¦l hasta ayer.
Uno de los libros de Miret se titula C¨®mo ser mayor sin hacerse viejo. ?C¨®mo? Estuvo siempre tan ocupado que la muerte no le encontr¨® hasta cumplidos con creces los 95 a?os. Tuvo una vida intensa, desde que sobrevivi¨® a la guerra incivil de 1936 refugiado en la embajada de Paraguay. Pensaba hacerse jesuita. Acab¨® siendo doctor en Qu¨ªmicas y profesor de ?tica. Adem¨¢s, fund¨® y gestion¨® una empresa, fue presidente de la Confederaci¨®n de la Peque?a y Mediana Empresa, Copyme, y era presidente de honor de Mensajeros de la Paz, del entra?able Padre ?ngel. En diciembre de 1982 fue nombrado por Felipe Gonz¨¢lez director general de Protecci¨®n de Menores. Ocup¨® el cargo cuatro a?os. "?Por qu¨¦ somos tantos los que queremos a Enrique?", se pregunt¨® su ministro entonces, Fernando Ledesma, en una celebraci¨®n del 90 cumplea?os de Miret.
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