La era del compromiso
Constantin Costa-Gavras, referente del cine pol¨ªtico y social, ha sido durante d¨¦cadas un azote para las conciencias de Europa y Am¨¦rica. Vuelve con Ed¨¦n al Oeste, donde muestra el drama de la emigraci¨®n, mientras aparece en su punto de mira la nueva "nobleza capitalista".
Cualquier parecido con hechos reales, personas vivas o muertas no es accidental, es deliberado". Esa frase figuraba al inicio de Z, el filme que abord¨® el asesinato del l¨ªder pacifista Grigoris Lambrakis durante la dictadura de los coroneles griegos. Han pasado 40 a?os y Constantin Costa-Gavras, el director de Z, que el cineasta Fran?ois Truffaut ya calific¨® de "filme hermoso y, al mismo tiempo, ¨²til", sigue persiguiendo sin descanso la realidad. ?O es al rev¨¦s? ?Es la realidad la que persigue a este eterno cronista, a este hombre comprometido, de mirada valiente y clara ante las injusticias, una especie de conciencia social colectiva? "Nosotros contamos historias y las historias muestran el mundo. Muy r¨¢pidamente me di cuenta de que el explosivo m¨¢s poderoso era la injusticia y la impotencia o la incapacidad para reaccionar frente a esa injusticia. Eso es lo que lleva al terrorismo, a todas las formas de terrorismo". Es temprano por la ma?ana y Costa-Gavras, nacido en Atenas hace 76 a?os y afincado en Francia desde muy joven, est¨¢ en su casa de Par¨ªs, en pleno barrio latino, frente a la Sorbona. Las dudas en el patio que uno encuentra desde la calle sobre hacia d¨®nde dirigir los pasos se desvanecen r¨¢pidamente cuando, antes de hacer sonar ning¨²n timbre, se abre a lo lejos la puerta de la vivienda y aparece un sonriente y amable Costa-Gavras. Claramente, ha estado atento a los ruidos de la entrada, a pesar de que la cita se ha adelantado unos minutos.
"Los capitalistas son la nueva nobleza. Necesitamos otra revoluci¨®n, sin sangre, para cambiar esta situaci¨®n"
"?La denuncia de mi cine? A m¨ª, la palabra denuncia me interesa, pero yo prefiero utilizar la de mostrar. A m¨ª, m¨¢s que denunciar, me gusta mostrar para que la gente mire. Luego, si uno denuncia o no es otra cosa. Es el p¨²blico quien tiene que decidir, yo s¨®lo le muestro la realidad a trav¨¦s de im¨¢genes", asegura Gavras, mientras al fondo, desde unos grandes ventanales que dan a un jard¨ªn trasero, se oyen risas que proceden de alguna escuela infantil cercana. Muchos libros, bellas pinturas, dos o tres ramos de flores sencillos y un mobiliario c¨¢lido y confortable hacen de este lugar el sitio ideal para conversar con el hombre que denunci¨® los m¨¦todos estalinistas en La confesi¨®n; relat¨® la acci¨®n de la guerrilla tupamara de Uruguay en Estado de sitio; mostr¨® la colaboraci¨®n estadounidense en el golpe de Pinochet en Missing; habl¨® del conflicto entre israel¨ªes y palestinos en Hanna K, indag¨® en la culpa y el nazismo en La caja de m¨²sica o hurg¨® en el silencio c¨®mplice del Vaticano ante el Holocausto en Amen. Ahora ha puesto su mirada en los sin papeles, no s¨®lo en la tragedia de las miles de personas que llegan a diario a las costas europeas en busca de una vida mejor, sino tambi¨¦n en todos aquellos emigrantes instalados ya en nuestras ciudades, con trabajo pero sin derechos, y que viven con un miedo constante de que les manden de vuelta a sus pa¨ªses. Ed¨¦n al Oeste, que ma?ana se proyectar¨¢ en la Mostra de Valencia, donde participa en la secci¨®n oficial a concurso y que se estrena en Espa?a el pr¨®ximo viernes d¨ªa 23, est¨¢ protagonizada por Riccardo Scamarcio, con gui¨®n del propio Gavras y de Jean-Claude Grumberg.
Es el viaje de la Odisea. A semejanza de Ulises, El¨ªas, el personaje protagonista, cruza el Mediterr¨¢neo, luchando contra tormentas y tribulaciones y enfrent¨¢ndose a mitos y monstruos de ahora. Ulises buscaba el camino de vuelta a casa. El¨ªas va en busca de un sue?o y una magia: la ciudad de Par¨ªs. Con apenas di¨¢logos, Ed¨¦n al Oeste narra la aventura de este hombre sin nacionalidad que recorre pa¨ªses y atraviesa mares, que tiene encuentros fortuitos con una turista brit¨¢nica, un matrimonio griego, unos camioneros alemanes o una gran dama francesa, en lo que se convierte en todo un retrato de la sociedad europea a trav¨¦s de ese personaje. "Quiero mostrar que antes que nada los emigrantes son hombres y mujeres. No queremos saber su nacionalidad porque son eso, hombres. Si hubiera puesto una nacionalidad a El¨ªas, ya uno especular¨ªa y la vincular¨ªa con determinada problem¨¢tica social o pol¨ªtica concreta. Lo importante en Ed¨¦n al Oeste es s¨®lo el hombre, independientemente de d¨®nde nace o de d¨®nde viene", explica su realizador.
Par¨ªs es el sue?o de El¨ªas. Tambi¨¦n lo fue del joven Costa-Gavras. Aunque Ed¨¦n al Oeste no es autobiogr¨¢fica, s¨ª que hay mucho de la experiencia personal de este realizador. "Es una aventura que conozco bien", asegura. Naci¨® en Atenas en 1933 y su padre particip¨® de manera activa en la resistencia contra la invasi¨®n de los alemanes en 1941. "Recuerdo a los muertos que recog¨ªamos asesinados por los nazis, el fr¨ªo y el hambre. Mi padre nos envi¨® a un peque?o pueblo y aquello fue la libertad. No hab¨ªa alemanes y conoc¨ª la vida del campesino, su pragmatismo, c¨®mo guardaban el aceite necesario para el a?o, tambi¨¦n el trigo o la le?a. C¨®mo vigilaban a las cabras y se fijaban en las veces que el macho iba a ver a la hembra para calcular luego la leche y la carne que tendr¨ªan para sobrevivir. Recuerdo tambi¨¦n las largas misas ortodoxas de tres horas en las que hab¨ªa que estar de pie, con los chicos y chicas separados, y los barbudos griegos, los resistentes, a los que admir¨¢bamos much¨ªsimo". Ante la imposibilidad del joven Gavras de proseguir sus estudios en Grecia por sus antecedentes familiares -se necesitaba un certificado de buena conducta-, abandon¨® su pa¨ªs en 1952 y se traslad¨® a la capital francesa.
"Par¨ªs era el lugar m¨¢gico donde uno pod¨ªa encontrar todo, esas estatuas griegas del Louvre que yo ve¨ªa en los libros, aqu¨ª estaban las cosas que a m¨ª me interesaban, la literatura, los estudios. En aquella ¨¦poca, el Estado griego regalaba billetes a los j¨®venes para ir a Alemania, Australia o Am¨¦rica para enriquecerse. Yo lo que quer¨ªa era estudiar. A pesar de todo fue doloroso al principio. Viv¨ª en Par¨ªs como extranjero, sin conocer a nadie, ni sus costumbres ni su lengua. Se produce una ruptura total con la familia, con los amigos, no ten¨ªamos muchos recursos econ¨®micos...". Gavras se detiene un segundo en su reflexi¨®n, como temiendo que el interlocutor pueda llegar a pensar o a comparar lo que est¨¢ narrando con la situaci¨®n que viven los sin papeles ahora en Europa. Y se explica: "En aquella ¨¦poca era m¨¢s f¨¢cil venirse a Par¨ªs. Encontrabas trabajo con facilidad. Yo vine a la universidad, a la Sorbona, y en el centro de estudios hab¨ªa una lista enorme con puestos de trabajo, desde lavar coches, cuidar ni?os... Hab¨ªa trabajo suficiente para poder estudiar y sobrevivir al mismo tiempo".
PREGUNTA. ?Qu¨¦ le ha llevado en este momento de su carrera a fijarse en la tragedia de los sin papeles?
RESPUESTA. Lo primero de todo, yo no hablo de carrera porque un director en realidad no hace carrera. La carrera es para los pol¨ªticos, los militares, los diplom¨¢ticos. Nosotros s¨®lo hacemos pel¨ªculas y nunca sabemos cu¨¢ndo va a llegar la siguiente. De una pel¨ªcula a otra un realizador puede desaparecer si las cosas no van bien. Hacemos pel¨ªculas, no carreras.
P. ?Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil entonces hacer cine?
R. S¨ª, sin ninguna duda.
P. ?Incluso para un cineasta como usted?
R. Es complicado cuando queremos tratar ciertos temas. Para las comedias, las pel¨ªculas de acci¨®n o los thrillers no hay problemas, uno siempre encuentra dinero. Las televisiones que est¨¢n detr¨¢s de muchos de nuestros t¨ªtulos aqu¨ª en Francia, y en Espa?a probablemente tambi¨¦n, aplican la filosof¨ªa del se?or Le Lay [ex responsable de la primera cadena de la televisi¨®n francesa], que dec¨ªa que ellos hacen cine para preparar a sus espectadores para comprar coca-colas y no los pueden enfrentar a temas demasiado complicados. Como cada d¨ªa hay m¨¢s y m¨¢s cadenas de televisi¨®n, la calidad est¨¢ bajando.
P. Volviendo a la pregunta de antes, ?qu¨¦ le ha llevado a poner su mirada hoy en los emigrantes?
R. En Par¨ªs hay unas 400.000 personas sin papeles que est¨¢n trabajando, que tienen familias, que llevan una vida normal. Para hacer Ed¨¦n al Oeste yo me entrevist¨¦ con algunos de ellos. Una se?ora latinoamericana me cont¨® que para llegar a su trabajo ten¨ªa que caminar una hora diaria de ida y otra de vuelta, que no se sub¨ªa ni al metro ni al autob¨²s porque all¨ª hay controles policiales permanentes. "?Y cuando llueve?", le pregunt¨¦. "Cojo un paraguas", me contest¨®. Y me lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja. A los emigrantes se les presenta muchas veces como una molestia, y discursos en Francia como los de Le Pen van generando un miedo contra ellos. El hecho de recibir a alguien de fuera siempre es positivo, nunca es negativo. Con Ed¨¦n al Oeste he querido mostrar que los emigrantes, los sin papeles, son gente como cualquiera de nosotros, son personas luminosas, que tienen luz propia.
P. ?Cree entonces que ahora hay m¨¢s miedo en Europa hacia la emigraci¨®n?
R. M¨¢s que nunca, porque nos los presentan como si fueran una masa de gente que llega, como si fuera una invasi¨®n, nunca nos los presentan como individuos, nunca como una sola persona con sus problemas. Lo que est¨¢ claro es que uno se identifica m¨¢s f¨¢cilmente con una persona que con miles. Ese miedo tambi¨¦n responde a una realidad, porque Europa tiene problemas econ¨®micos y no puede recibir a todo el mundo. Michel Rocard dijo una vez que Europa no podr¨ªa recibir todas las miserias del mundo, pero que Francia deber¨ªa recibir una parte de ellas. ?sa es la verdad. Ahora se suele recordar la primera parte de la frase, pero nunca la segunda, cuando la realidad est¨¢ ah¨ª, en la que cada pa¨ªs tiene que asumir una parte, seg¨²n sus posibilidades econ¨®micas o sociales.
Habla pausado y sonr¨ªe en muchas ocasiones. Sentado en el sof¨¢, se incorpora y se adelanta cuando quiere que sus reflexiones lleguen claro. No tiene Costa-Gavras una buena opini¨®n sobre la pol¨ªtica europea. Dice que la conciencia la lavan enviando dinero a dictadores africanos, un dinero que, en muchas ocasiones, va a parar a cuentas en Suiza o para¨ªsos fiscales. "El drama europeo es que no hay una filosof¨ªa pol¨ªtica, no hay una pol¨ªtica ¨²nica, al contrario que en la l¨ªnea econ¨®mica que funciona bastante bien. Tampoco la pol¨ªtica cultural se ha desarrollado".
Todav¨ªa quedan muchos temas en la rec¨¢mara de este retratista de las miserias y las injusticias, pero hay uno que le tienta especialmente. "El capitalismo, esa pasi¨®n por el dinero. Dinero, dinero, tener m¨¢s coches y m¨¢s grandes, una casa en el campo, piscina, eso es lo que mueve hoy al mundo. En el pasado hice una pel¨ªcula, Consejo de familia, que creo que no me sali¨® bien del todo porque lo que yo quer¨ªa era mostrar que ahora la sociedad piensa m¨¢s en la cantidad que en la calidad de la vida. ?Y d¨®nde est¨¢ esa calidad? En las relaciones, en el amor, en el humor, en c¨®mo recibimos al extra?o. Es aqu¨ª donde Europa puede representar un papel importante y es lo que yo les reprocho a los dirigentes y pol¨ªticos europeos. Europa ha vivido todo lo peor, las masacres, las guerras m¨¢s terribles, junto a lo m¨¢s maravilloso, el arte, la filosof¨ªa, la literatura. ?Y qu¨¦ hacemos ahora que estamos juntos en la Uni¨®n Europea? Hablar de econom¨ªa, ver d¨®nde se gana m¨¢s dinero. Cuando cay¨® el muro de Berl¨ªn pensamos que por fin el mundo iba a ser diferente, pero no, es peor. ?Qu¨¦ le estamos diciendo a la juventud sobre la necesidad de crear un mundo mejor? Que todo, el medio ambiente, el paro, la econom¨ªa, que todo es peor, que no hay esperanza. No proponemos una vida mejor, s¨®lo que cada vez vamos hacia un mundo m¨¢s oscuro".
Se interesa por la pol¨ªtica espa?ola, por Zapatero, tambi¨¦n est¨¢ al tanto de la pensi¨®n millonaria y vitalicia de la que va a disfrutar el ex directivo del BBVA Jos¨¦ Ignacio Gorigolzarri. "Es inaceptable cuando hay gente que tiene que vivir con 400 euros. Tengo la sensaci¨®n de que estamos echando marcha atr¨¢s, de que volvemos a los a?os previos a la Revoluci¨®n Francesa, en los que una minor¨ªa, la nobleza, lo ten¨ªa todo. Hoy parece que estamos reviviendo aquello, hay una mayor¨ªa de gente que es la que hace todo el trabajo, que es la que permite que la sociedad siga funcionando, frente a los capitalistas que son la nueva nobleza. Necesitamos otra revoluci¨®n, sin sangre, para cambiar esta situaci¨®n".
Se entusiasma con Obama -"su elecci¨®n es algo formidable, no s¨®lo para Estados Unidos, sino para el resto del mundo"-, aunque no oculta sus temores. "Es el pol¨ªtico m¨¢s moderno, el que se ha preocupado por todos los temas, ha tocado las cosas que verdaderamente interesan a la gente, con un enfoque positivo y sin demagogias. Pero igual que Obama ha conseguido ganarse a los estadounidenses, no lo ha hecho en Washington, que es donde est¨¢ el verdadero poder. Me temo que acabe siendo aplastado por Washington". Y tambi¨¦n aborda el espinoso y delicado tema Polanski: "Lo que sucedi¨® en su d¨ªa es algo inaceptable que hay que condenar, pero ya han pasado 30 a?os y los delitos prescriben. Hoy esa mujer, la v¨ªctima, ha retirado la denuncia y ha habido acuerdo. Polanski tiene casa en Suiza y va muy a menudo. ?Por qu¨¦ ahora las autoridades suizas detienen a Polanski? ?No ser¨¢ que quieren mejorar su imagen internacional, despu¨¦s de que se haya demostrado que guardan dinero robado, riquezas de todos los dictadores del mundo?".
No le importa que le recuerden como el director de Z -"una vez comiendo con Orson Welles me habl¨® de ello y yo le dije que s¨ª, pero que a ¨¦l le pasaba igual con Ciudadano Kane, terminamos riendo"- y habla con devoci¨®n del cine europeo. Tiene en un rinc¨®n las pel¨ªculas que le han enviado de la Academia de Cine Europeo para la votaci¨®n de los premios del pr¨®ximo mes de diciembre y asegura haberse topado con aut¨¦nticos tesoros. "El cine en Estados Unidos est¨¢ perdiendo terreno en cuanto a la calidad y contenido, se ha convertido un poco como el f¨²tbol, un mero espect¨¢culo. En cambio, en Europa hay un deseo y una voluntad de hacer cosas grandes".
A¨²n se oyen los gritos lejanos de los ni?os en la escuela. Costa-Gavras sale de nuevo hasta la puerta para la despedida. En el patio de la casa descansa un triciclo. La vida est¨¢ ah¨ª.
Ed¨¦n al Oeste se presenta ma?ana en la XXX Mostra de Valencia, en la que participar¨¢ en la secci¨®n oficial a concurso, y se estrena en Espa?a el viernes 23 de octubre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.