Guerra sucia en la derecha francesa
El 'caso Clearstream' queda visto para sentencia - El viejo enfrentamiento entre Sarkozy y Villepin ha polarizado durante meses la vida pol¨ªtica
Todo comenz¨® con un becario listillo, llamado Florian Burges, aficionado a las novelas policiacas, que mientras trabajaba como ayudante de los consultores de Arthur Andersen en el banco luxemburgu¨¦s Clearstream, grab¨® sin permiso un listado de cuentas opacas que s¨®lo conten¨ªan n¨²meros y se las llev¨® para su casa en un disquete, convencido de que las cifras ofrec¨ªan claves para descubrir un sistema de lavado de dinero. ?se es el peregrino origen del caso Clearstream, cuyo proceso judicial, que ha determinado parte de la vida pol¨ªtica francesa, se ha desarrollado durante un mes y que qued¨® el viernes visto para sentencia. Por ¨¦l han pasado, adem¨¢s del becario (ahora convertido en gestor de guarder¨ªas), generales-esp¨ªas, confidentes mentirosos, jueces, ex ministros y periodistas especializados en airear trapos sucios.
Todo comenz¨® con un becario listillo aficionado a las novelas policiacas
Pero, sobre todo, ha servido para que el ex primer ministro y ex ministro de Exteriores, Dominique de Villepin, acusado de denuncia falsa, y Nicolas Sarkozy, presidente de la Rep¨²blica, parte civil, dos pesos pesados de la derecha francesa que se han detestados siempre, siguieran enfrent¨¢ndose, esta vez con un tribunal y una nube de abogados entre medias.
?Qui¨¦n ha ganado? No se sabe. La sentencia, que se emitir¨¢ el 28 de enero, dilucidar¨¢ si Villepin, el chambel¨¢n elegante que en 2003, cuando era ministro de Exteriores, personific¨® en la tribuna de la ONU la voz de la vieja Europa para denunciar la guerra de Irak, es culpable de torpedear, algo infantilmente, la carrera emergente de Sarkozy al permitir que una denuncia falsa siguiera su curso dejando su rastro de veneno por donde pasaba: las mismas listas robadas por el becario, ya falsificadas con nombres colados de matute, entre ellos el de Sarkozy, enviadas a un juez especializado en asuntos turbios y de corrupci¨®n.
El pol¨ªtico de porte noble y atractivo, de ademanes aristocr¨¢ticos, tuvo d¨ªas memorables en el juicio, en el que hizo recordar al convincente orador y al astuto comunicador de otras ¨¦pocas: el primer d¨ªa, cuando toda Francia miraba hacia la sala del tribunal donde se iba a desarrollar el juicio, Villepin se arrim¨® a la muralla de c¨¢maras de televisi¨®n para denunciar el "encarnizamiento" de Sarkozy ("yo estoy aqu¨ª por ¨¦l", dijo), reservarse la primera plana de todos los peri¨®dicos del d¨ªa siguiente y ganar as¨ª en un minuto el primer asalto de un combate que a¨²n no hab¨ªa comenzado y que iba a durar un mes.
El segundo asalto lleg¨® a la quinta jornada del juicio, cuando un Villepin sereno, firme, reconvertido en su papel de hombre de Estado, rechaz¨® haber participado en el complot debido a que "en el Ministerio de Exteriores se trabaja con certezas" y neg¨® haber mencionado u o¨ªdo el nombre de Sarkozy en la reuni¨®n clave de toda esta historia, celebrada en el despacho de Villepin el 9 de enero de 2004.
Pero despu¨¦s le lleg¨® el turno de encajar. Testific¨® otro de los presentes en esa reuni¨®n determinante, el general Philippe Rondot, un viejo maestro de esp¨ªas jubilado que tiene la man¨ªa de apuntarlo todo en unos cuadernitos de campo. Rondot asegur¨® que el nombre de Sarkozy s¨ª que sali¨® a prop¨®sito del listado que el tercer participante en la charla, Jean-Louis Gergorin, acababa de sacar del bolsillo de la chaqueta. As¨ª lo escribi¨® Rondot en su cuadernito y as¨ª lo ratific¨®, ante la mirada helada de Villepin. El segundo momento en que la prestancia de Villepin se tambale¨® fue hace pocos d¨ªas, cuando el fiscal le acus¨® de lavarse las manos pese a conocer la lista y saber que era falsa. "Poncio Pilato no puede quedar impune", dijo el fiscal.
Alrededor de esta trama pol¨ªtica a d¨²o merodea otra pareja protagonista en la particular fauna del caso Clearstream compuesta por el citado Gergorin e Imad Lahoud. El primero, ex directivo del conglomerado European Aeronautic Defense and Space Company (EADS), de 53 a?os, es un tipo nervioso, miedoso, huidizo, p¨¢lido, obsesionado con la muerte de su jefe a manos, seg¨²n ¨¦l, de la mafia rusa, principal acusado, seg¨²n el fiscal, de todo el complot, encaminado a perjudicar, adem¨¢s de a Sarkozy, a viejos colegas y altos cargos de su antigua empresa, tambi¨¦n introducidos en la falsa lista.
Al lado de Gergorin ha estado siempre Lahoud, de 43 a?os, pinta de estudioso o de iluminado, gafas redondas negras, ex agente de Bolsa, experto inform¨¢tico tan inteligente como inestable, obsesionado con el ascenso social y pegarse a los poderosos, ex confidente del general Rondot, que le consideraba muy poco fiable por alardear de conocer a Bin Laden, mentiroso cr¨®nico que ha dado a lo largo de la instrucci¨®n varias versiones del caso. ?l fue quien, a trav¨¦s de un periodista de investigaci¨®n, consigui¨® el disquete del becario, el que introdujo el nombre de Sarkozy al lado de una de las cuentas. Seg¨²n ¨¦l, porque Gergorin, para el que trabajaba en EADS, se lo exigi¨® tras manipularle. "Era una etapa de mi vida en la que yo estaba muy d¨¦bil y ¨¦l se aprovech¨®, yo era su cosa", asegur¨® el viernes en una televisi¨®n. Gergorin lo niega todo.
El juez determinar¨¢ el 28 de enero qui¨¦n miente, si Gergorin o Lahoud, y qui¨¦n gana, si Sarkozy o Villepin.
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