El milagro de sor Ver¨®nica

El 22 de enero de 1984, Marijose Berzosa abandon¨® el mundo. Ten¨ªa 18 a?os. Dejaba atr¨¢s la carrera de Medicina; los novios de quita y pon y las discotecas ochenteras envueltas en volutas de porro; el baloncesto, la guitarra y el teatro. Aquel domingo cruz¨® sin pesta?ear el g¨¦lido zagu¨¢n del n¨²mero 6 de la plaza de Santa Clara, en el coraz¨®n de Lerma, una villa burgalesa de 2.500 habitantes, para convertirse en sor Ver¨®nica. Ingresaba en el convento de clausura de la Ascensi¨®n, que hab¨ªa albergado tras sus barrotes a monjas clarisas desde 1604. Ser¨ªa su hogar y su tumba. Una apuesta para la eternidad. Pocos confiaban en su vocaci¨®n. "Nadie me entendi¨®. Hubo apuestas de que no iba a durar nada. Pero ellos no sent¨ªan la fuerza del hurac¨¢n que me arrastraba", confesar¨ªa m¨¢s tarde.

Rouco fue el primero en cortejarlas. les dise?¨® un plan de estudios impartido por su conservadora facultad de teolog¨ªa

La Aguilera se ha convertido en una sociedad perfecta, observada con tensa atenci¨®n por toda la iglesia cat¨®lica

"Espa?a est¨¢ tan pagana que hace falta que compartamos nuestra fe. Es el momento de actuar", dice una hermana

Era casi una ni?a. Bastante guapa, como ella misma se describe. Famosa en Aranda de Duero por sus bellos ojos verdes. Alegre y abierta. De clase media. Educada en un colegio de religiosas. Su padre pose¨ªa una zapater¨ªa y en su familia hab¨ªa una antigua afici¨®n por la m¨²sica y la poes¨ªa. Marijose era la menor de cinco hermanos. Todos hombres y universitarios. Uno sacerdote. Hoy obispo auxiliar de Oviedo. Su espejo y gu¨ªa. Brillante y mandona. Ni beata ni ?o?a. Con una relaci¨®n intermitente con la Iglesia; voluble y eterna insatisfecha: la cl¨¢sica adolescente en busca de una salida. La encontr¨® aquel lejano 1984. Tom¨® la decisi¨®n en apenas quince d¨ªas.

Sencillez, humildad y pobreza. Vida contemplativa. Ora et labora. Marijose aterrizaba en un convento habitado por una veintena de monjas donde la m¨¢s joven hab¨ªa cumplido los 40 y en el que hac¨ªa 23 a?os no entraba una novicia. No lo tuvo f¨¢cil. Le aguardaban un basto h¨¢bito pardo ce?ido por el cord¨®n blanco de los franciscanos (la familia religiosa de la que nacieron las clarisas) y sandalias en invierno y verano; el pelo casi al cero, como ella relata; una fr¨ªa celda, rezos desde la madrugada, penitencia, silencio, ayuno y trabajo en el obrador y el huerto. Aislada del mundo por muros y rejas. El tiempo se hab¨ªa detenido cuatro siglos antes en el monasterio de Lerma. Ver¨®nica ha contemplado durante todos estos a?os d¨ªa tras d¨ªa desde su celda el mismo paisaje de la vega del Arlanza. A¨²n le emociona. "Aqu¨ª me siento libre".

Su gu¨ªa en aquellos primeros pasos, sor Pureza de Mar¨ªa Lubi¨¢n, de 70 a?os, hoy abadesa del convento de Belorado (Burgos), la recuerda: "Era una chiquilla encantadora. Muy noble y muy buena. Ten¨ªa 18 a?os y un porvenir. Todo lo abandon¨®. Sigui¨® la llamada de Dios. Ten¨ªa una personalidad muy rica. Siempre fue l¨ªder. Y, espiritualmente, con una gran vocaci¨®n. Tuvo luchas y dificultades. Hizo un gran esfuerzo. Pero actu¨® la gracia del Esp¨ªritu. Y ella se dej¨® hacer".

El Esp¨ªritu hizo bien su trabajo. Sor Ver¨®nica se ha convertido en el mayor fen¨®meno de la Iglesia desde Teresa de Calcuta. Sus admiradores la definen como "una santa en la Tierra". Y a su obra, "como un milagro". Apoyada por el Vaticano, mimada por los monse?ores, financiada por los poderosos y jaleada por los movimientos neoconservadores, ha hecho de aquel vetusto convento de Lerma un atractivo bander¨ªn de enganche para vocaciones femeninas que cuenta con 135 monjas con carrera y una media de edad de 35 a?os y un centenar m¨¢s en lista de espera. Y ya ha abierto una sucursal en la localidad de La Aguilera, a 40 kil¨®metros de Lerma, en un enorme monasterio cedido por sus hermanos franciscanos. Un boom insospechado de vocaciones cuando los jesuitas tienen apenas 20 novicios en toda Espa?a; los franciscanos, cinco, y los pa¨²les, dos. En un momento en que se importan monjas sin papeles de la India, Kenia o Paraguay para evitar el cierre de conventos habitados por ancianitas, y que la mayor¨ªa de nuestros sacerdotes superan los 60 a?os.

Por el contrario, su buc¨®lica comunidad est¨¢ repleta. Acoge cada fin de semana a centenares de j¨®venes peregrinos en autobuses fletados por parroquias y colegios religiosos, escoltados por curillas de alzacuellos y bocadillo y familias numerosas que anhelan compartir la alegr¨ªa de estas monjas que rezan, cantan y bailan sin dejar de sonre¨ªr un instante. Sus puertas siempre est¨¢n abiertas para los buenos cristianos. Especialmente si son seminaristas, kikos o llegan de la mano de grupos de apostolado juvenil. La Aguilera es parada obligatoria para todos ellos.

Sor Ver¨®nica los recibe con un estilo personal en el que se mezclan los ritos m¨¢s conservadores de la Iglesia con la atractiva m¨ªstica de las ¨®rdenes de clausura y una puesta en escena musical y testimonial alegre y algo infantil, surgida de su brillante mente de core¨®grafa. Micr¨®fono en mano, Ver¨®nica domina. Parece t¨ªmida; no lo es. Surge de un rinc¨®n del auditorio bajo una bella luz cenital. Casi camuflada entre las gradas donde se agolpan un centenar de monjas frente a un p¨²blico incondicional. Levantan los brazos al cielo mientras entonan un intenso canto de amor a Cristo con bongos y guitarras. Sor Ver¨®nica acaricia el pelo de sus hermanas. Abraza a los ni?os. Es sencilla y convincente. Entra?able, profunda y directa. Hace re¨ªr y se r¨ªe. Tiene una voz firme y suave. Capacidad de convicci¨®n. Cree en lo que dice. Es una mujer de Cristo. Est¨¢ enamorada de ¨¦l, repite. Es una buena predicadora. Y tambi¨¦n una en¨¦rgica directora musical. Como demostrar¨¢ durante la eucarist¨ªa al frente del coro. Aqu¨ª, en la capilla, ya no hay sonrisas. Las hermanas rezan plegadas en el suelo como los fieles musulmanes hasta fundirse como manchas negras en el pavimento gris.

Las hijas de sor Ver¨®nica son diametralmente opuestas a las monjas de otros conventos de clausura. No son cr¨ªas incultas provenientes del entorno rural en busca de subsistencia. La mayor¨ªa ha tenido pareja y empleo. No son monjitas de escasa teolog¨ªa, pastas y agua de lim¨®n, invisibles y entra?ables tras el torno.

Las hijas de sor Ver¨®nica han sido educadas en la Iglesia de resistencia de Juan Pablo II. Son militantes. Muchas pertenecen a grupos neoconservadores: Camino Neocatecumenal (Kikos), Comuni¨®n y Liberaci¨®n, Opus Dei, Renovaci¨®n Carism¨¢tica, Lumen Dei, Legionarios de Cristo, Schonstatt. Son urbanas y con estudios. Ninguna es inmigrante. Hay cinco hermanas de la misma familia; 11 parejas de hermanas de sangre y unas gemelas. Abunda la clase media. Y los t¨ªtulos universitarios. Esta comunidad ofrece un completo cat¨¢logo de abogadas, economistas, f¨ªsicas y qu¨ªmicas; ingenieras de caminos, industriales, agr¨ªcolas y aeron¨¢uticas; arquitectas, m¨¦dicas, farmac¨¦uticas, bi¨®logas y fisioterapeutas; bibliotecarias, fil¨®logas, pedagogas y fot¨®grafas. Un religioso que conoce la comunidad la define como "una olla de grillos intelectual dif¨ªcil de gobernar". Otro viejo sacerdote burgal¨¦s tiene sus dudas sobre la uniformidad del proyecto, dada la disparidad de los movimientos neocon que lo nutren: "Casi todas las que entran tienen que ver con las nuevas realidades de la Iglesia. Cada una tiene su propia forma de ser, de orar, de cultivar la piedad. Est¨¢n encarriladas en las pr¨¢cticas de esos movimientos y tienen que hacer un esfuerzo a?adido para desprenderse de sus espiritualidades de origen y confluir en la regla de Santa Clara. Unificar ese revoltijo es complicado, y mucho m¨¢s siendo tantas". Una monja de la comunidad confirma que denominan a la veintena de compa?eras procedentes de los kikos: "Las hermanas del camino: ellas ya tienen mucho avanzado".

Lerma es un fen¨®meno que poco tiene que ver con la clausura tradicional. En la Iglesia, algunos ya piensan que este movimiento concluir¨¢ con una refundaci¨®n de las clarisas, una escisi¨®n dentro de esa congregaci¨®n o, incluso, la creaci¨®n de una nueva orden. Un sacerdote del entorno de la abadesa explica: "Cuando Marijose entr¨® en el convento ten¨ªa ideas propias. No era una tontita. Ten¨ªa su interpretaci¨®n de la vida religiosa contemplativa. Pensaba que la clausura no ten¨ªa por qu¨¦ ser algo intocable y excluyente. Quer¨ªa contarlo y ser un ejemplo". Para un monse?or an¨®nimo (como todas las fuentes de este reportaje que intentan escapar del "poder en toda su desnudez del cardenal Rouco"), "Lerma y La Aguilera suponen una renovaci¨®n del carisma de las clarisas. Las monjas de Lerma no renuncian a la clausura, pero quieren que sea conocida y valorada por los cristianos. Quieren crear un aut¨¦ntico centro de espiritualidad". Para el superior madrile?o de una orden, "las monjas de clausura que no se renueven van a fenecer. Deben ser un ejemplo de experiencia espiritual para la gente de hoy. Para esos chicos que se van a la India para meditar y encontrar un sentido a la vida". Una hermana de la comunidad define su clausura en esa l¨ªnea: "?sta es una casa abierta a los que llaman a nuestra puerta. Queremos compartir nuestra fe, dar a conocer lo que nos est¨¢ pasando. Y si ven a Jes¨²s en nosotras, adelante. Espa?a est¨¢ tan pagana que hace falta que compartamos nuestra fe, no que la vivamos a solas. Es el momento de actuar".

En la Iglesia nadie entiende nada de nada. Lerma ha roto sus esquemas. Para empezar, es un movimiento protagonizado por mujeres, las convidadas de piedra durante siglos de la Iglesia cat¨®lica. Siempre apartadas de los centros de decisi¨®n, la teolog¨ªa y el sacerdocio, aunque sean cuatro veces m¨¢s numerosas que los religiosos y est¨¦n siempre en vanguardia. Adem¨¢s, muy pocos han entrado en la comunidad de sor Ver¨®nica. Es de clausura. Y goza de absoluta independencia. Por encima, s¨®lo el Papa, a trav¨¦s del cardenal Franc Rod¨¦, prefecto de la Congregaci¨®n para los Institutos de Vida Consagrada. M¨¢s all¨¢, ninguna autoridad eclesi¨¢stica controla lo que ocurre dentro de Lerma y La Aguilera. Ni su capell¨¢n, ni el delegado diocesano, ni el obispo de Burgos, ni el superior de la provincia franciscana de Aranzazu, ni el superior general de esa orden, ni el mism¨ªsimo presidente de la Conferencia Episcopal. S¨®lo el Papa. Y est¨¢ en Roma. Y las observa con extremo cari?o. Este a?o las envi¨® su predicador de cabecera, el capuchino Raniero Cantalamessa, para que dirigiera sus ejercicios espirituales. Todo un privilegio. Para un religioso, "ah¨ª tiene la mejor muestra de que el proyecto de Lerma tiene todas las bendiciones de Roma". "Y que Ver¨®nica tiene mucho poder. Ojo con ella", a?ade presto otro.

Todos los eclesi¨¢sticos consultados para este reportaje alaban la explosi¨®n vocacional de esta comunidad: "Es una obra de Dios". A continuaci¨®n desconf¨ªan: "Tiene los pies de barro; la mitad de las monjas no han hecho a¨²n sus votos perpetuos; tienen que pasar muchos a?os hasta que se vea si es algo firme o se queda en un bluff". "Esas monjas est¨¢n manejando formas antiguas que parecen dar resultados a corto plazo, que atraen a gente que busca una religiosidad radical, pero que a la larga est¨¢ por ver su recorrido", dice otro. Algunos critican su aislamiento; su lejan¨ªa de las personas que sufren. De los pobres, los enfermos y los inmigrantes. Lo que los religiosos llaman "estar en la frontera". Otros ven gato encerrado. "?Qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s de todo esto?". "?Qui¨¦n lo financia?". ?Cu¨¢l es el secreto de Lerma? Nadie parece saberlo.

Incluso las clarisas de otras comunidades espa?olas recelan. Para una abadesa, "es algo raro. Un fen¨®meno nuevo. ?Por qu¨¦ unas tanto y otras tan poco? No lo entendemos. Pero el Esp¨ªritu lo ha buscado y sus razones habr¨¢ tenido".

Sor Ver¨®nica tampoco hace nada por explicarlo. Grandes carteles en el monasterio de La Aguilera advierten de que no se puede fotografiar ni filmar a las monjas. Una advertencia que repite con voz potente y mirada inquisitorial la m¨¢s fornida de las hermanas a los dos periodistas que visitan su comunidad: "?No queremos nada con los medios de comunicaci¨®n!". Unos minutos m¨¢s tarde, cuando por fin preguntamos a sor Ver¨®nica sobre las razones de su ¨¦xito, mira a los ojos con los suyos verdes nublados por las l¨¢grimas; inclina la cabeza con humildad y coge tu mano entre las suyas descarnadas. "No sab¨¦is lo que os queremos y la ternura que me produc¨ªs, pero esto se ha hecho muy grande, estamos creando algo tenemos 60 o 70 hermanas en formaci¨®n y no es el momento de hablar, antes tiene que madurar. Estamos haciendo algo grande por amor a Cristo y necesitamos tiempo. Pero aun as¨ª os queremos". Y desaparece arrastrando su h¨¢bito, del que pende un sufrido rosario de madera.

Y aparece sor Blanca. Que interpreta el papel de poli malo. Y nos pone de patas en la calle: "El Grupo PRISA; s¨ª, todo el Grupo, no s¨®lo EL PA?S, hace un da?o enorme a la Iglesia. Ustedes la atacan y ridiculizan y yo lo leo todo. Y como la Iglesia es mi madre, no tenemos nada m¨¢s que hablar".

En la g¨¦nesis del "milagro de Lerma" hay una personalidad espiritual que ha atra¨ªdo con su carisma a un centenar de j¨®venes: sor Ver¨®nica. Pero no conviene olvidar a una gran actriz secundaria; ejecutiva, correosa y obstinada; sin atractivo, pero con arrestos; capaz de enfrentarse a banqueros, monse?ores, arquitectos y abogados, y que nunca claudica: sor Blanca Mateo.

Frisando los 70 a?os, nacida en una aldea burgalesa de La Bureba, abadesa desde finales de los noventa, admiradora del Opus Dei, sor Blanca controla todo lo que ocurre en los conventos de Lerma y La Aguilera, aunque cediera formalmente el mes de marzo pasado el puesto de superiora a sor Ver¨®nica, que obtuvo la abrumadora mayor¨ªa absoluta de votos de sus hermanas en la primera vuelta. Dentro de tres a?os se volver¨¢ a presentar al escrutinio electoral mediante voto secreto en urna. A continuaci¨®n, las papeletas ser¨¢n quemadas para que ninguna hermana sepa lo que ha votado la de al lado y evitar suspicacias.

Las dos hermanas han hecho juntas un largo y duro camino. Cuando Marijose lleg¨® a Lerma, en 1984, el convento contaba con 23 monjas y un futuro sombr¨ªo. En 1994, con s¨®lo 28 a?os, fue nombrada maestra de novicias, un puesto clave en la comunidad cuya misi¨®n es, seg¨²n describe un jesuita que ha ocupado ese cargo en su orden, "configurar el disco duro del novicio al sistema operativo de la comunidad". Bajo la h¨¢bil direcci¨®n espiritual de Ver¨®nica, ingresar¨ªan hasta finales de esa d¨¦cada 27 hermanas m¨¢s. Lo nunca visto: ya eran 50. No hab¨ªa hecho m¨¢s que empezar. Comenzaba a funcionar el boca a boca en los ambientes parroquiales conservadores. En 2002 eran 72; en 2004, 92; en 2005, 105. Y 134 a finales del pasado mes de septiembre. Todas encerradas en un convento del siglo XVI proyectado para albergar 32 monjas.

El tsunami vocacional pill¨® a Ver¨®nica y a Blanca en mantillas. Fue inesperado. Pero no estaban dispuestas a renunciar ni a una sola postulante. A¨²n menos, a desviarlas hacia otros conventos de clarisas, aunque estuvieran al borde de la liquidaci¨®n (hay nueve en la provincia de Burgos y un centenar en toda Espa?a). Habilitaron distintas zonas del convento, incluso la capilla y el coro, para albergar en precario a las peticionarias. Instalaron 13 miniceldas en la sacrist¨ªa con paneles prefabricados; pronto quedaron saturadas. M¨¢s tarde alquilaron inmuebles contiguos al convento para dar cobijo a las aspirantes. Cada atardecer, los?vecinos de Lerma asist¨ªan al desfile de j¨®venes cabizbajas y ataviadas con una especie de uniforme de hospicio de preguerra desde el monasterio hasta sus pisos de acogida.

A comienzos de 2000, el convento de Lerma reventaba por sus costuras. Mientras Ver¨®nica se dedicaba a entrenar a las candidatas, Blanca comenz¨® a mover sus hilos. A sondear las posibilidades de conseguir un espacio m¨¢s grande. Y entonces Antonio Mar¨ªa Rouco Varela, pr¨ªncipe de la Iglesia, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, entr¨® en escena.

"Muchos obispos estar¨ªan encantados de colgarse la medalla ante el Vaticano de contar en su di¨®cesis con el convento con m¨¢s vocaciones de Europa. Y Rouco, que controla todo lo que pasa en la Iglesia espa?ola, no fue una excepci¨®n", explica un religioso. "Fue de los primeros en cortejarlas. Comenz¨® a visitarlas con frecuencia y dise?¨® un plan de estudios que les ser¨ªa impartido por profesores de la Facultad de Teolog¨ªa de San D¨¢maso (la m¨¢s reaccionaria y dirigida por su sobrino, Alfonso Carrasco Rouco) para formarlas de acuerdo a su concepci¨®n de la Iglesia. Y orden¨® a las parroquias de su archidi¨®cesis que orientasen las vocaciones femeninas en direcci¨®n a Lerma. Algo similar hizo la reaccionaria di¨®cesis de Getafe, que domina el sur de Madrid. Rouco lleg¨® a comisionar a su mano derecha, el m¨¢s brillante de sus monse?ores, el ya fallecido Eugenio Romero Pose, para que oficiara de pastor de las hermanas. Lo har¨ªa hasta su muerte en 2007.

Y por fin, en 2002, Rouco lanzaba su envite: ofrec¨ªa a las monjas de Lerma unos terrenos a las afueras de Madrid, en la carretera de Colmenar Viejo a Guadalix de la Sierra, para que construyeran un nuevo convento. Del proyecto se encargar¨ªa el arquitecto-estrella Santiago Calatrava. Lleg¨® a esbozarlo. "Estaba muy ilusionado", confirman en su estudio. El ¨²nico problema es que los terrenos ofrecidos eran r¨²sticos y hab¨ªa que recalificarlos, una misi¨®n complicada, dado el car¨¢cter ecol¨®gico del paraje y la poca predisposici¨®n de los ediles de Colmenar. Adem¨¢s, el fastuoso y poco funcional proyecto de Calatrava, cuyo coste de realizaci¨®n se estimaba en 12 millones de euros, se escapaba al magro presupuesto de las monjas. Y lo que es m¨¢s importante: Ver¨®nica no estaba dispuesta a abandonar la provincia de Burgos. No quer¨ªa perder el efecto Lerma. El proyecto cay¨® por su peso. Y Rouco se llev¨® un disgusto. Se le hab¨ªan escapado las clarisas.

Durante los dos a?os siguientes, las monjas continuaron su b¨²squeda en torno al territorio de sor Ver¨®nica. En 2004, durante una conversaci¨®n de sor Blanca con los superiores de sus hermanos franciscanos, tras relatarles sus apreturas, ¨¦stos le ofrecieron una suma de dinero. Blanca rebati¨®: "?No me deis limosna; dadme el monasterio de La Aguilera!" La abadesa se refer¨ªa a un viejo y olvidado noviciado de los franciscanos a 10 kil¨®metros de Aranda, contiguo al santuario y a la tumba de San Pedro Regalado. En el destartalado monasterio malviv¨ªan cuatro ancianos frailes. La direcci¨®n de los franciscanos se hizo de rogar y unos meses m¨¢s tarde cedi¨® por 30 a?os el uso del monasterio a las clarisas de Lerma mediante un contrato de comodato. Ver¨®nica y Blanca lo hab¨ªan conseguido. Su sue?o se comenzaba a cumplir.

El nuevo monasterio ha supuesto un paso de gigante en su ambici¨®n. Aqu¨ª est¨¢n materializando su forma de entender la Iglesia. Todo es moderno, limpio, di¨¢fano y bien iluminado. La energ¨ªa se obtiene con paneles solares. El torno ha dejado paso a las c¨¢maras de seguridad. Las rejas han desaparecido: "Como estamos en obras, es imposible ponerlas; cuando acabemos ya veremos qu¨¦ hacemos", aclara la abadesa.

San Pedro Regalado est¨¢ a¨²n coronado por tres grandes gr¨²as. La finca es un hervidero de obreros. Al caer la tarde, las novicias corretean por la huerta ataviadas con batas grises y tocas blancas mientras juegan al f¨²tbol, al baloncesto o al escondite por prescripci¨®n facultativa de sor Ver¨®nica.

Pero en 2005, cuando Ver¨®nica y Blanca cruzaron el umbral de La Aguilera se dieron de bruces con un destartalado caser¨®n con escaso inter¨¦s arquitect¨®nico, sucio, sin calefacci¨®n y rodeado por una finca bald¨ªa. No hab¨ªa ba?os ni agua caliente. La iglesia estaba horadada por termitas, y las cubiertas, a punto de ceder. El presupuesto para habitarlo era de tres millones. ?De d¨®nde sacarlos? Dios aprieta, pero no ahoga. Sor Blanca llam¨® a uno de sus benefactores.

Luis Alberto Salazar-Simpson, de 66 a?os, abogado, empresario, consejero del Banco Santander y emparentado con Rodrigo Rato, recuerda c¨®mo conoci¨® a las clarisas de Lerma: "Fue a finales de los setenta, yo era gobernador de Vizcaya y un d¨ªa me llamaron y me dijeron que no ten¨ªan ni para comer y empec¨¦ a ayudarlas. Me gusta la vida contemplativa. Hacen un producto del que nadie se acuerda: rezan por los dem¨¢s. Ped¨ª dinero a mis amigos y les echamos una mano, y en unos a?os se produjo la explosi¨®n de vocaciones. Entraron 100 en 12 a?os y no cab¨ªan; ni siquiera pod¨ªan atender a las hermanas ancianas. Surgi¨® lo de los terrenos de Colmenar, que era una locura, y luego lo de La Aguilera. Me gust¨®. Y nos pusimos manos a la obra".

Con los tres millones de euros de la indemnizaci¨®n que obtuvo tras su cese como presidente de la operadora telef¨®nica Amena, que fue comprada el 27 de julio de 2005 por France Telecom, Salazar-Simpson constituy¨® en esa fecha una fundaci¨®n a la que bautiz¨® Ora et Educa, cuyo objetivo ser¨ªa "contribuir a los fines de las reverendas madres clarisas y a la rehabilitaci¨®n para su alojamiento del convento de San Pedro Regalado en La Aguilera, Burgos".

El primer proyecto de reconstrucci¨®n del monasterio estaba presupuestado exactamente en los tres millones de euros de "don Luis Alberto". Las obras comenzaron en 2006. Se derrib¨® el interior del convento. Se repararon las cubiertas. Se cubri¨® un viejo claustro y en la planta baja se crearon cocinas, una zona industrial para fabricar dulces, aulas y despachos. La bella iluminaci¨®n fue sufragada por Endesa. En las dos plantas superiores se construyeron 100 celdas de 10 metros cuadrados, con cama, mesa y reclinatorio; cada una con su ventana y un ba?o para cada dos hermanas. Pronto se convirtieron en las obras de nunca acabar. Las hermanas quer¨ªan m¨¢s. "Ya sabe c¨®mo son las mujeres cuando se meten en obras", bromea un benefactor. El primer presupuesto de tres millones de euros se ir¨ªa deslizando hacia los cuatro, y despu¨¦s, a los cinco millones. El cuarto saldr¨ªa de los ahorros de las monjas, y el ¨²ltimo, de una fundaci¨®n del Banco Popular.

Tres a?os y medio despu¨¦s, la huerta se encuentra a¨²n empantanada entre ladrillos, andamios y hormigoneras. De la mano del Banco Popular (ligado hist¨®ricamente al Opus Dei), de uno de sus arquitectos, "especializado en dise?o eclesi¨¢stico", y su generosa financiaci¨®n, las clarisas han acometido adem¨¢s la construcci¨®n de un locutorio con capacidad para 400 personas, una hospeder¨ªa, aseos para los visitantes, una sofisticada zona de bienvenida e, incluso, una nueva iglesia. El presupuesto de la segunda fase se elevar¨ªa, seg¨²n fuentes del proyecto, a otros cinco millones de euros.

Por fin, el pasado 8 de junio, un centenar de hermanas inauguraban el convento. Una treintena m¨¢s permanece en Lerma. Ir¨¢n rotando. Se trata de que la comunidad no pierda un ¨¢pice del estilo acu?ado por Ver¨®nica. Seg¨²n su definici¨®n, "es una sola comunidad con dos sedes y una sola abadesa". Ella. Un hecho in¨¦dito en la Iglesia que les ha concedido su jefe, el cardenal Franc Rod¨¦, prefecto de la Congregaci¨®n para los Institutos de Vida Consagrada, el ministerio vaticano que ordena la vida de los religiosos. Rod¨¦, que tiene autoridad sobre 3.600 conventos de clausura en el mundo, conoce el "milagro de Lerma". Visit¨® a las monjas en abril de 2006, las sonde¨® una por una en su perfecto espa?ol y se qued¨® impresionado con su alegr¨ªa, espiritualidad y formaci¨®n intelectual. Ellas le brindaron su repertorio; le regalaron discos y pasteles. Y se lo metieron en el bolsillo. Mientras se alejaba de Lerma degustando las trufas de chocolate de las clarisas, el cardenal se confes¨® impresionado con ese florecimiento de vocaciones. Y tom¨® nota.

Tres a?os despu¨¦s, un monse?or del ministerio vaticano explica con su lenguaje alambicado esa an¨®mala decisi¨®n de que una abadesa gobierne dos conventos: "Dada la situaci¨®n particular de esta comunidad, el elevado n¨²mero de religiosas, muchas con una edad elevada que necesitan ser atendidas por hermanas enfermeras; de 60 j¨®venes en formaci¨®n y de muchas formadoras, la abadesa y el cap¨ªtulo del monasterio solicitaron a la Santa Sede un permiso para que una misma comunidad pudiera vivir en dos casas diferentes, pero con un ¨²nico gobierno, un solo noviciado y una misma econom¨ªa. Pretenden mantener el mismo esp¨ªritu y ambiente mon¨¢stico que han tenido hasta ahora. Ante ese n¨²mero tan gigantesco de religiosas hemos tenido que adoptar medidas excepcionales, que en este caso son por abundancia de vida. Seguramente esta situaci¨®n particular ser¨¢ por un tiempo limitado. Y si el n¨²mero de vocaciones sigue creciendo (?ojal¨¢ sea as¨ª!), tendremos que tomar otras medidas".

La Aguilera se ha convertido en una sociedad perfecta que es observada con tensa atenci¨®n por toda la Iglesia. Sin embargo, el futuro de Ver¨®nica y de sus hermanas, de las elegidas, est¨¢ por ver. Es imposible saber la cifra de deserciones. Sus compa?eras clarisas de otros conventos las acusan de opacidad y secretismo. No es su principal reproche. Critican el desapego que muestran hacia ellas, su aislamiento de los franciscanos, su autosuficiencia y que se hayan negado a prestar hermanas a otras comunidades en v¨ªas de desaparici¨®n. Aportan el ejemplo del convento de Briviesca, en la misma provincia de Burgos, que se negaron a reflotar con sangre nueva. Optaron por acoger a las ¨²ltimas ocho ancianas clarisas que lo habitaban y, a cambio, obtuvieron la propiedad del monasterio, por el que un intermediario ped¨ªa hace un a?o seis millones de euros "para construir un complejo hotelero". Ante esa insinuaci¨®n de insolidaridad, sor Ver¨®nica salta como una pantera: "Por el momento no estamos yendo a otros conventos porque ¨¦sta es una familia que se est¨¢ formando y tiene que estar junta hasta su mayor¨ªa de edad. Alg¨²n d¨ªa, quiz¨¢".

Y se desvanece, m¨ªstica y apasionada; fuerte de car¨¢cter y fr¨¢gil de salud, con los hombros ligeramente ca¨ªdos. Como si soportara sobre ellos el peso de sus 134 hermanas. Dicen que se alimenta de caf¨¦. Y que est¨¢ sobrepasada. Ni ella misma conoce el secreto de Lerma. Pero sigue adelante. Un monse?or lo describe muy eclesi¨¢sticamente: "Demasiada gente cuelga del h¨¢bito de Ver¨®nica. Veremos".