Marcha atr¨¢s en Opel
General Motors quiere subrogarse los pactos de Magna y se enfrenta con Merkel y los sindicatos
La sorprendente decisi¨®n de General Motors (GM) de suspender la venta de su filial europea Opel al grupo Magna coloca en posici¨®n muy desairada al Gobierno alem¨¢n, empe?ado en favorecer a Magna despu¨¦s de haber llegado previsiblemente a un acuerdo estrat¨¦gico beneficioso para las plantas de Opel en Alemania, y al supuesto comprador. Magna se ha embarcado en largas y complejas negociaciones con sindicatos y Gobiernos europeos para garantizarse las ayudas p¨²blicas que conviertan en viable la compra de Opel y al final corre el riesgo de quedarse compuesto y sin novia. GM se mantiene en pie gracias a las ayudas p¨²blicas de la Administraci¨®n de Obama, pero, de repente, ha recuperado ¨¢nimos empresariales y ahora, como un L¨¢zaro vuelto de la tumba de la bancarrota, declara que Opel es vital para su negocio.
Un cambio de opini¨®n tan radical y tan costoso en t¨¦rminos pol¨ªticos y empresariales exige una explicaci¨®n convincente. GM argumenta el viraje en que la crisis del autom¨®vil va a durar menos de lo previsto. Las ventas y las cuentas de resultados pueden volver a crecer en 2010. Pero no hay que desechar otros motivos menos coyunturales. Magna y su socio, el banco ruso Sberbank, no tienen las simpat¨ªas del Consejo de Administraci¨®n de GM; y tampoco del Gobierno estadounidense, que nunca ha ocultado su desasosiego por entregar tecnolog¨ªa -comercial, pero tecnolog¨ªa- a Mosc¨² para fabricar coches peque?os.
La jugada de GM, arriesgada como todo gambito, es subrogarse los acuerdos de Magna con los Gobiernos y los sindicatos europeos. Con las ayudas p¨²blicas pactadas, los cierres de plantas convenidos y los despidos acordados, la firma de Detroit se ve en condiciones de gestionar Opel. Pero, a primera vista, el plan de subrogaci¨®n le va a resultar muy dif¨ªcil. El Gobierno alem¨¢n ha demostrado su irritaci¨®n reclamando inmediatamente el cr¨¦dito de 1.500 millones de euros que hab¨ªa concedido a Opel, y el comit¨¦ de empresa de la compa?¨ªa ha convocado huelgas preventivas para denunciar la decisi¨®n de GM. Dicen los sindicatos que su proyecto empresarial es menos s¨®lido que el de Magna.
Pero el Gobierno alem¨¢n y el comit¨¦ de empresa tambi¨¦n deber¨ªan explicar una hostilidad tan acusada a General Motors. Los de Detroit conocen bien el negocio, tienen experiencia y dedicaci¨®n. La empresa auxiliar de coches Magna y el banco Sberbank no acreditan tanto. No ser¨ªa la primera vez que un grupo de componentes adquiere una empresa automovil¨ªstica, se autoconcede contratos de larga duraci¨®n y despu¨¦s se desprende de ella. Da la impresi¨®n de que el Gobierno de Berl¨ªn ha negociado con Magna un acuerdo de mayor alcance que GM podr¨ªa resistirse a firmar. Como, por ejemplo, situar de una vez por todas el centro de gravedad del mercado automovil¨ªstico europeo en el este de Europa, con Alemania como receptora de los nuevos modelos de Opel. Figueruelas y el resto de las plantas europeas tienen derecho a dos explicaciones, y quiz¨¢ la del Gobierno de Merkel sea m¨¢s interesante.
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