Un matrimonio lleva 16 meses con la casa ocupada y sin amparo judicial
La pareja se top¨® con los intrusos al regresar de vacaciones en julio de 2008 - Una juez ha rechazado desalojar a los usurpadores porque carecen de recursos
Josep M. y su mujer viven con su hijo en el barrio de El Poble-sec, en Barcelona. Lo hacen desde el 21 de julio del a?o pasado, una fecha que no olvidan. "Est¨¢bamos pasando unos d¨ªas de vacaciones y nos llamaron por tel¨¦fono para decirnos que parec¨ªa que hubiera alguien en casa". Volvieron a u?a de caballo, llegaron a la puerta de su piso, situado en el Raval de Barcelona, y trataron de abrir: la llave no iba. De ning¨²n modo, pero dentro no se o¨ªa nada. Josep (que pide el anonimato y se niega a ser fotografiado) tiene un primo cerrajero: lo llam¨® y acudi¨® casi de inmediato. Cuando ya estaba abierta la puerta, alguien acab¨® de abrir desde dentro. Ah¨ª empezaron m¨¢s l¨ªos.
"?Qu¨¦ hacen aqu¨ª?"
Las v¨ªctimas siguen pagando el alquiler para no perder los derechos adquiridos
"?C¨®mo que qu¨¦ hago? ?sta es mi casa".
"De eso nada".
Josep y su mujer decidieron acudir a los Mossos (la comisar¨ªa est¨¢ a menos de 50 metros). Llegaron, pero pidieron al matrimonio que se mantuvieran al margen. Tras una conversaci¨®n con los ocupantes, comentaron que no se pod¨ªa hacer nada. Para sacarles del piso se necesitaba una orden judicial.
El matrimonio puso denuncia, ante los Mossos y en los juzgados. Su abogada, Esther Villaescusa, lo resume as¨ª:
"Primero instamos un proceso penal, por allanamiento de morada, pero fue archivado y se nos dijo que utiliz¨¢ramos la v¨ªa civil para pedir un desahucio. Lo hicimos y en abril de este a?o hubo sentencia, que daba la raz¨®n a mis clientes. La otra parte recurri¨®. Yo, claro, ped¨ª la ejecuci¨®n de sentencia porque Josep y su mujer no tienen otra casa. Se fij¨® para octubre. Pero el d¨ªa en que iba a ejecutarse, la juez la aplaz¨® aduciendo que los ocupantes carecen de medios. Nos queda la apelaci¨®n y la hemos presentado, pero es dif¨ªcil que se resuelva antes de marzo. Todo resulta surrealista", concluye.
La vida de Josep M. y su mujer no es f¨¢cil. "Si fuera un piso de alquiler normal, dejar¨ªa de pagar y listo". Pero la cosa es mucho m¨¢s complicada. El piso es una vivienda social propiedad del Incas¨°l y se halla en un bloque gestionado por el Patronato Municipal de la Vivienda de Barcelona, que reconoce estar al tanto de los hechos. El inquilino, adem¨¢s, no puede dejar de pagar porque, si lo hiciera, perder¨ªa los derechos adquiridos. De modo que el matrimonio no vive en el piso pero paga cada mes el alquiler "para no perder esos derechos adquiridos" y paga tambi¨¦n la luz, el gas, el tel¨¦fono y el agua "porque nos han dicho que si no lo hacemos, luego las cosas pueden ser m¨¢s complicadas".
Hace unos d¨ªas, un vecino les avis¨®: los intrusos estaban tirando a la calle montones de cosas de su casa. Acudieron corriendo y lograron salvar un viejo televisor Elbe. Lo conservan. La mujer lo muestra y a?ade: "S¨¦ que no vale mucho, pero es m¨ªo, como todo lo dem¨¢s que hab¨ªa en el piso. A saber c¨®mo estar¨¢ ahora".Josep y su mujer viven (en realidad viv¨ªan) all¨ª desde 1988, cuando fueron alojados procedentes del derribo de edificios que ocupaban lo que hoy es la rambla del Raval. Se hab¨ªan arreglado el piso, de tres habitaciones y 80 metros cuadrados. "Hace unos a?os se hicieron unas obras, porque fallaban las tuber¨ªas y los desag¨¹es. Les dije que la cocina me la har¨ªa yo nueva", cuentan casi al un¨ªsono el hombre y la mujer. Hablan de la casa con una profunda nostalgia: la ropa, las fotos, los recuerdos y, sobre todo, proyectos de un futuro que ya no ser¨¢. El buz¨®n de casa es un buen ejemplo de ello: el intruso ha arrancado el nombre de la pareja y ha escrito el suyo con un rotulador.
El Patronato Municipal de la Vivienda dice que est¨¢ al tanto de la situaci¨®n y que sus servicios jur¨ªdicos se han puesto al servicio del matrimonio, pero que no pueden ir m¨¢s all¨¢. La abogada del matrimonio pidi¨® al Patronato que, vista la situaci¨®n, le facilitara otro piso, pero la respuesta fue que eso no es posible hasta que recuperen la suya. Tampoco accedi¨® a congelar el pago del alquiler. "Adem¨¢s", dice Villaescusa, "los ocupantes [precaristas en lenguaje jur¨ªdico] se han empadronado en el piso y han dado de baja a mis clientes. Fui al Ayuntamiento a preguntar c¨®mo se hab¨ªan podido empadronar sin contrato y me respondieron que eso es muy f¨¢cil, que basta el recibo domiciliado de un tel¨¦fono m¨®vil".
Josep y su mujer se aferran a lo poco que les queda de su vivienda: el papel del censo electoral, donde figuran sus nombres y la direcci¨®n objeto de litigio. Se les nota cari?o por la vivienda, pero est¨¢n pensando, cuando puedan, en proponer al Patronato de la Vivienda de Barcelona que les d¨¦ otra distinta. "No s¨¦, a veces quisiera que hubiera pasado todo y otro pienso que no quiero volver nunca m¨¢s a ese piso. Y eso que lo hab¨ªamos hecho a nuestra medida", dice ella con un tono entre la rabia y la pena.
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