Leyenda del tiempo
Tercer largometraje de un cineasta cuya identidad se define tambi¨¦n en los alrededores de la expresi¨®n cinematogr¨¢fica -del intercambio epistolar/audiovisual a la instalaci¨®n art¨ªstica-, Los condenados corre el peligro de ser interpretada bajo la luz del malentendido: no se trata del primer trabajo de ficci¨®n de Isaki Lacuesta, sino de un paso m¨¢s en la construcci¨®n de un discurso de avasalladora coherencia, siempre atento a las mutuas intoxicaciones entre realidad y ficci¨®n, entre el hecho y la leyenda. De hecho, Los condenados es la consecuencia afortunada de un proyecto documental que no lleg¨® a buen t¨¦rmino, pero cuyo proceso de documentaci¨®n nutre las estrategias de una singular puesta en cuesti¨®n de la herencia de un cine pol¨ªtico que, aqu¨ª, libra un pulso con el presente y con la mirada de una generaci¨®n dispuesta a formular pertinentes preguntas.
LOS CONDENADOS
Direcci¨®n: Isaki Lacuesta. Int¨¦rpretes: Daniel Fanego, Arturo Goetz, Leonor Manso, Mar¨ªa Florentino, Juana Hidalgo, B¨¢rbara Lennie, Nazareno Casero.
G¨¦nero: Drama. Espa?a, 2009.
Duraci¨®n: 94 minutos.
Lacuesta es tan generoso con el espectador como con sus personajes
En los primeros minutos, unas manos levantan una piedra que revela la presencia de un grupo de hormigas: es el arranque de un elegante plano secuencia que culmina en la figura de uno de los j¨®venes trabajadores de la excavaci¨®n refresc¨¢ndose con una cantimplora. Quiz¨¢s es inoportuno proponer una lectura simb¨®lica, pero en este pr¨®logo podr¨ªa estar cifrado el sentido ¨²ltimo de una pel¨ªcula que habla del pasado como hormigueo atormentante y sus negociaciones con el porvenir. De c¨®mo, en suma, el pasado se filtra en un presente que exige revisar ideas recibidas sobre hero¨ªsmo y compromiso. No parece casual que el personaje que cierra la secuencia sea una de las presencias m¨¢s problem¨¢ticas de un conjunto que toma la firme decisi¨®n de no verbalizar sus tesis, de dejar que todas las aristas del discurso se manifiesten de forma org¨¢nica a trav¨¦s de lo que se est¨¢ contando. Lacuesta habla de manera transparente, universal y tan generosa con el espectador como con sus personajes.
El escenario de Los condenados es una excavaci¨®n cuyo objetivo es encontrar los cad¨¢veres de un grupo de guerrilleros exterminado por los militares. Alrededor, algunos supervivientes, con dispares cargamentos de culpa y cuentas pendientes que Lacuesta y su coguionista Isabel Campo ir¨¢n desvelando de manera progresiva, sin crispar el discurso, sirvi¨¦ndose de un reparto prodigioso y de un escenario que se desliza, literalmente, hacia las neblinas de la ambig¨¹edad. Los condenados fluye con aparente levedad que se intuye resultado de constantes interrogaciones sobre fondo y forma. En ocasiones, la forma se hace palpable, como oportuno signo de puntuaci¨®n en el discurso: en particular, un desv¨ªo en forma de primer plano sostenido sobre la actriz B¨¢rbara Lennie, coraz¨®n de la pel¨ªcula e inesperada amplificaci¨®n de su sentido. Con todo, la elocuencia forma parte de la misma piel de la pel¨ªcula y se manifiesta en registros tan sutiles como el de la imagen de Andrea contemplando, a trav¨¦s de la mirilla de su habitaci¨®n, la conversaci¨®n nocturna entre sus viejos camaradas.
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