Brasil, el gigante despierta
El futuro de Brasil reposa en las entra?as del Atl¨¢ntico. Mar adentro, a 8.000 metros de profundidad, frente a la costa tropical que une R¨ªo y S?o Paulo, aguarda desde hace 50 millones de a?os un oc¨¦ano de petr¨®leo que puede cambiar el destino de este pa¨ªs veinte veces mayor que Espa?a. Un tsunami de oro negro capaz de acabar con la pobreza y transformarlo en la sexta potencia del mundo; en portavoz de los pa¨ªses emergentes; l¨ªder de Am¨¦rica Latina; miembro del Consejo de Seguridad; financiar su educaci¨®n, sanidad e investigaci¨®n. Cimentar una industria nacional poderosa. Y demostrar que puede escapar a la eterna maldici¨®n de represi¨®n, corrupci¨®n y desigualdad que arrastran los grandes productores de crudo del planeta, desde las monarqu¨ªas del golfo P¨¦rsico hasta Nigeria, Ir¨¢n o Venezuela. "El petr¨®leo es el excremento del diablo; una maldici¨®n que le quita al enfermo la voluntad de curarse", teoriza el polit¨®logo y ex ministro de Industria venezolano Mois¨¦s Na¨ªm. Frente a ese modelo de dependencia absoluta de las exportaciones de crudo, los dirigentes brasile?os esgrimen su segunda v¨ªa: "Al contrario que los tradicionales Estados productores de petr¨®leo con muchas reservas, poca tecnolog¨ªa e industria, un mercado interior peque?o y mucha inestabilidad, nosotros contamos con grandes reservas, pero tenemos alta tecnolog¨ªa, una base industrial diversificada, un gran mercado interno y, sobre todo, estabilidad".
En abril de 2006, Lula clamaba con las manos manchadas de crudo: "Dios es brasile?o" todas las nuevas ganancias del petr¨®leo ir¨¢n a un fondo social contra la pobreza
El negocio del petr¨®leo est¨¢ reactivando toda la industria del pa¨ªs
Brasil a¨²n cuenta con 40 millones de pobres, pero son la mitad que hace s¨®lo 15 a?os
Para comprender la desigualdad social de Brasil hay que subir hasta las favelas
Brasil es diferente. ?se es al menos el dise?o esbozado por el viejo compa?ero del metal del sindicalismo brasile?o, Luiz In¨¢cio Lula da Silva, de 64 a?os, durante sus dos mandatos como presidente. El secreto de su ¨¦xito pol¨ªtico ha sido el equilibrio. Cautela en materia econ¨®mica y osad¨ªa en el plano social. Y estabilidad, "mucha estabilidad", un adjetivo reiterado con orgullo por los hombres del presidente. Brasil es un pa¨ªs fiable e influyente. Cuenta con 40 millones de pobres, pero son proporcionalmente la mitad que hace 15 a?os. Y la cifra va en descenso. Y la clase media, en aumento. "No queremos ser un pa¨ªs rico y paria. No queremos diamantes de sangre, sino democracia y progreso", describe un pol¨ªtico carioca del Partido dos Trabalhadores, la formaci¨®n pol¨ªtica de Lula: "Queremos aprovechar esta ocasi¨®n ¨²nica que nos ofrece el petr¨®leo; crear riqueza y que llegue a cada habitante. Avanzar. Participar en la tecnolog¨ªa y la investigaci¨®n. No queremos exportar petr¨®leo, importar todo lo dem¨¢s y echarnos a temblar cada vez que caiga el precio del barril".
Brasil, el eterno gigante aletargado, est¨¢ a punto de despertar. Se est¨¢ desperezando. El crudo es la gran espoleta, pero no hay que olvidar que ser¨¢ el anfitri¨®n del Mundial de F¨²tbol de 2014 y organizar¨¢ los Juegos Ol¨ªmpicos de 2016; va a construir el primer tren de alta velocidad del continente y est¨¢ realizando enormes inversiones en infraestructuras, vivienda, educaci¨®n y protecci¨®n social. Ese dinero tiene que salir del crudo y sus derivados.
Un negocio muy caro y muy rentable. En la industria del petr¨®leo, el tiempo es oro. Un minuto de perforaci¨®n en aguas ultraprofundas cuesta 5.000 euros. En una sala blindada con las paredes cubiertas por monitores en el coraz¨®n de la sede de Repsol en R¨ªo de Janeiro se refleja cada movimiento de su plataforma de perforaci¨®n Stena DrillMax?I, que opera a 190 kil¨®metros de la costa de Maca¨¦. Se visualiza en pantalla cada cent¨ªmetro que atraviesa su broca en el lecho marino; la composici¨®n de cada material en el que penetra, su resistencia y temperatura, y el tiempo que resta para alcanzar el crudo. Desde que se inicia la exploraci¨®n de un yacimiento hasta que empieza a producir pueden pasar diez a?os. No es un negocio apto para cardiacos.
La Stena lleg¨® a Brasil para perforar el bloque BM-C-33, en la cuenca de Campos, hace dos meses, procedente del golfo de M¨¦xico; Repsol paga un mill¨®n diario de alquiler por esta plataforma (sus equipos y la tripulaci¨®n de 180 personas de 20 nacionalidades), que permanecer¨¢ en estas aguas hasta enero antes de dirigirse a un nuevo bloque en aguas de Brasil; los ge¨®logos afirman que el crudo se encuentra a una profundidad de 6.583 metros. La Stena perfora 24 horas al d¨ªa. Los gr¨¢ficos que se reciben sin pausa en esta sala RTO (Real Time Operation) aseguran que ya se han alcanzado los 4.494 metros. El crudo puede estar cerca. Antes hay que atravesar una barrera de sal viscosa y movediza como la gelatina de m¨¢s de un kil¨®metro de espesor. Pocos datos m¨¢s nos facilitan los ge¨®logos. Toda la informaci¨®n que se maneja en esta estancia blanca y sin ventanas es confidencial. La petrolera espa?ola se juega en aguas brasile?as cientos de millones de inversi¨®n, sus reservas futuras y su prestigio y cotizaci¨®n burs¨¢til. No tiene un minuto que perder.
Lo curioso es que Brasil nunca fue una potencia petrolera. Al contrario. Era uno de los mayores productores mundiales de carne, caf¨¦, soja, cacao, madera, caucho, az¨²car, zumos de frutas, grano, hierro, uranio o esmeraldas. Todo bajo un sol generoso y regado por la primera reserva de agua dulce del planeta. Como reza grandilocuente su himno nacional, "Gigante por la propia naturaleza / eres bello, eres fuerte, imp¨¢vido coloso". No miente. Impresiona perderse por este inmenso territorio entre lagunas y bosques interminables donde la vegetaci¨®n abarca cientos de kil¨®metros de costa, los cultivos no tienen fin y el 80% de la energ¨ªa es de origen hidroel¨¦ctrico. Brasil ten¨ªa todo menos crudo. A mediados de los cincuenta importaba el 95% del petr¨®leo que consum¨ªa. Era el reverso de otros pa¨ªses latinoamericanos, como M¨¦xico o Venezuela, que explotaban desde los a?os treinta sus generosos yacimientos. El ¨¦xito exploratorio brasile?o es el resultado de medio siglo de tes¨®n. Una obsesi¨®n por ir m¨¢s hondo, m¨¢s lejos. Y considerar el petr¨®leo como un recurso estrat¨¦gico, no un surtidor de dinero f¨¢cil. En aquellos primeros pasos se acu?¨® un eslogan en Brasil que revela la importancia para el orgullo nacional del control estatal del crudo: "O petr¨®leo ¨¦ nosso" (el petr¨®leo es nuestro). Lo explica un ingeniero de Petrobr¨¢s, la compa?¨ªa nacional del petr¨®leo brasile?a: "La clave era buscar la autosuficiencia energ¨¦tica, no convertirnos en exportadores. Nunca pensamos entrar en la OPEP. Quer¨ªamos tener petr¨®leo y crear una industria petroqu¨ªmica. Manufacturar. Aprender el negocio y lanzarnos a operar en el exterior. Y ya estamos trabajando en 27 pa¨ªses. Ha sido una carrera de fondo. Cuando nos cercioramos de que no hab¨ªa petr¨®leo en tierra, nos lanzamos al mar, fuimos los primeros y hemos ido acumulando experiencia; en 1977 descendimos a 124 metros. Y continuamos a medida que el conocimiento cient¨ªfico lo iba permitiendo. Hoy, nuestro r¨¦cord de perforaci¨®n est¨¢ en 7.000 metros en el lecho marino tras atravesar una l¨¢mina de agua de otros 3.000".
El ¨¦xito se hizo de rogar. En la d¨¦cada de los setenta, Brasil a¨²n importaba el 80% del combustible. Su dependencia de las importaciones de crudo era tal que tras la primera crisis del petr¨®leo de 1973, el Gobierno militar promovi¨® la fabricaci¨®n de etanol a partir de la ca?a de az¨²car como sustitutivo de la gasolina. Hoy, la mayor¨ªa de los coches brasile?os funcionan con una mezcla de gasolina y un 25% de etanol. El 80% de los veh¨ªculos que se fabrican en este pa¨ªs ya admite esa composici¨®n, que supone para el pa¨ªs un ahorro diario de m¨¢s de 500 millones de litros de gasolina. Tambi¨¦n se opt¨® por la energ¨ªa nuclear con la construcci¨®n de dos centrales y una tercera en proyecto. Al margen de esas alternativas energ¨¦ticas, los sucesivos Gobiernos, en dictadura o democracia, jam¨¢s frenaron la exploraci¨®n del oc¨¦ano. Era cuesti¨®n de Estado.
A mediados de los ochenta, los ge¨®logos tuvieron por fin la certeza de que decenas de miles de millones de barriles de petr¨®leo aguardaban enterrados en la cuenca de Santos. Los yacimientos se extend¨ªan hasta las vecinas cuencas de Campos y Esp¨ªritu Santo a lo largo de una extensi¨®n equivalente a un tercio de Espa?a. La cuesti¨®n era llegar a ellos, extraerlos y conducirlos a tierra. M¨¢s dif¨ªcil a¨²n al permanecer atrapados bajo una capa de dos kil¨®metros de sal que hac¨ªa imposible en aquel momento su visualizaci¨®n y extracci¨®n. Estos yacimientos, a los que se denomin¨® pre-sal, representaban una de las m¨¢s grandes reservas de petr¨®leo del planeta en un momento en el que los tradicionales productores comenzaban a mostrar s¨ªntomas de agotamiento. Un golpe de suerte. Antes hab¨ªa que explotarlos.
Los retos a los que se enfrentaban las petroleras p¨²blicas brasile?as para acometer la exploraci¨®n y desarrollo de esos yacimientos eran enormes. Para empezar, necesitaban financiaci¨®n. Mucho dinero. Y hab¨ªa que captarlo fuera. T¨¦cnicamente, el proyecto era tan complicado como alcanzar la Luna. Hab¨ªa que descender una tuber¨ªa a lo largo de una l¨¢mina de m¨¢s de 2.000 metros de agua hasta tocar fondo y a partir de ah¨ª perforar 6.000 metros m¨¢s. Brasil no contaba con equipos ni expertos. Hab¨ªa que formarlos. Y crear una base industrial que fabricara en poco tiempo las plataformas y tambi¨¦n una estructura log¨ªstica capaz de trasladar esos materiales, personal y provisiones hasta decenas de bloques perdidos a 300 kil¨®metros de la costa. Y transportar el crudo a tierra. Los problemas no acababan ah¨ª. Durante la perforaci¨®n exist¨ªa el riesgo de que la sal cerrara los pozos y que las tuber¨ªas se rompieran por la presi¨®n del agua; y al final se pod¨ªa dar con un pozo seco despu¨¦s de haber invertido 100 millones de euros (20 veces m¨¢s de lo que cuesta perforar en el desierto saud¨ª). El porcentaje de ¨¦xito en la b¨²squeda de petr¨®leo rara vez supera el 30%. Y si no hay crudo, te vas con las manos vac¨ªas. Y vuelta a empezar.
Desde la base offshore de Niteroi, a las afueras de R¨ªo de Janeiro, se tiene una visi¨®n perfecta de la capital. Los cerros cubiertos de vegetaci¨®n selv¨¢tica que la rodean, las favelas que trepan en precario equilibrio hasta sus cimas, el urbanismo endiablado, las infinitas playas blancas y las elegantes torres racionalistas de Copacabana inspiradas en la arquitectura de Niemeyer. Estos viejos muelles, inactivos durante a?os, se han reconvertido en los ¨²ltimos meses en un enorme centro log¨ªstico que presta servicio a las 300 plataformas instaladas en los campos marinos y a otras 300 que entrar¨¢n en servicio en los pr¨®ximos a?os. La bah¨ªa aparece sembrada de plataformas en construcci¨®n o mantenimiento. Una reposa sus 190 metros de altura sobre el espig¨®n como una torre Eiffel inerte a la espera de ser montada, botada y arrastrada hasta un bloque petrol¨ªfero a 300 kil¨®metros de aqu¨ª. Sobre ella se instalar¨¢ un m¨®dulo del tama?o de un edificio de cinco plantas que procesar¨¢ el gas extra¨ªdo del fondo del mar. Los caducos astilleros p¨²blicos de esta zona de R¨ªo han renacido tras a?os de decadencia. Brasil necesita construir no s¨®lo los centenares de plataformas de perforaci¨®n y producci¨®n que antes ven¨ªan de Asia, tambi¨¦n 150 petroleros y barcos de apoyo. Y turbinas, sondas, taladros, tuber¨ªas, herramientas, equipos submarinos, oleoductos. Y media docena de refiner¨ªas. Y complejos petroqu¨ªmicos. Hay trabajo para 20 a?os. A toda m¨¢quina. Cada retraso supone perder dinero. El petr¨®leo est¨¢ reactivando toda la industria del pa¨ªs. Desde la siderurgia hasta el sector textil y de las comunicaciones; desde los estudios s¨ªsmicos hasta el almacenamiento del crudo, el tratamiento del gas y la elaboraci¨®n de fertilizantes. Por ley, al menos el 60% de cada artilugio empleado en la exploraci¨®n y producci¨®n debe estar fabricado en Brasil. Se habla de 250.000 puestos de trabajo.
Pero hace 10 a?os, a finales de los noventa, Brasil no ten¨ªa ni el dinero ni la tecnolog¨ªa ni los t¨¦cnicos necesarios para exprimir el fondo del mar. El pa¨ªs estaba ahogado en su particular crisis econ¨®mica, el efecto samba. El Fondo Monetario Internacional (FMI) le daba a diario tirones de orejas. Ninguna potencia estaba dispuesta a arriesgar un d¨®lar en este pa¨ªs asolado por la pobreza y la corrupci¨®n. Menos a¨²n con un barril de petr¨®leo que cotizaba en picado. Entre la espada y la pared, el Gobierno abri¨® el negocio del petr¨®leo a las empresas extranjeras. Rompi¨® el monopolio. Fue una jugada arriesgada e inteligente. En 1999, Brasil celebr¨® la primera ronda de licitaciones, en la que se sacaron a subasta decenas de bloques petrol¨ªferos en el mar. Las adjudicatarias deb¨ªan explorar por su cuenta y riesgo en un determinado plazo de tiempo y, si encontraban petr¨®leo, pagar al Estado impuestos, royalties y una parte del crudo; el resto era de su entera propiedad. Estaban, adem¨¢s, obligadas a destinar un 1% del valor de la producci¨®n a investigaci¨®n en Brasil. La empresa que m¨¢s tecnolog¨ªa estuviera dispuesta a transferir y a fabricar la mayor parte de sus equipos en este pa¨ªs ten¨ªa mucho ganado con vistas a las concesiones. El modelo funcion¨®. Fluy¨® dinero e inteligencia. Y Brasil empez¨® a chupar conocimiento. Se atacaron con ¨¦xito los yacimientos de pre-sal. Hasta un 87% de los pozos perforados ten¨ªa crudo. Un milagro. El 21 de abril de 2006, el presidente Lula, mono de petrolero y casco de pe¨®n, anunciaba con las manos empapadas en petr¨®leo a bordo de la plataforma P-50 de Petrobr¨¢s, en la cuenca de Campos, la autosuficiencia petrolera del pa¨ªs. El comienzo de una nueva era. Dos millones de barriles diarios. Se hab¨ªa encendido la mecha. Los siguientes tres a?os iban a suponer un goteo interminable de grandes descubrimientos jaleados propagand¨ªsticamente por el Gobierno. Pinchar en los yacimientos pre-sal supone encontrar petr¨®leo de calidad. Los t¨¦cnicos hablan de cinco millones diarios de barriles en 2020. "Dios es brasile?o", clamar¨ªa el viejo sindicalista. "Ha llegado el d¨ªa de nuestra segunda independencia".
Las cosas estaban cambiando. Brasil, que nunca fue una potencia en la producci¨®n de crudo, se puede convertir en la sexta regi¨®n petrol¨ªfera del planeta y en un nuevo elemento de equilibrio energ¨¦tico frente a los turbulentos pa¨ªses del golfo P¨¦rsico, Argelia, Rusia o Venezuela. Tampoco Repsol, la multinacional espa?ola resultante de la fusi¨®n y posterior privatizaci¨®n en 1997 de varias empresas p¨²blicas del franquismo, hab¨ªa jugado antes en las grandes ligas del petr¨®leo. Era una compa?¨ªa respetada, pero de segunda; centrada en el refino y la distribuci¨®n. Nunca hab¨ªa apostado por el caro y rentable negocio de la exploraci¨®n. A comienzos de la d¨¦cada de 2000 ten¨ªa su frigor¨ªfico de reservas vac¨ªo. Hab¨ªa sufrido reveses en varios petroestados de Am¨¦rica Latina. Necesitaba realizar descubrimientos. Sus estrategas pusieron la vista en Brasil y su nueva pol¨ªtica de atraer compa?¨ªas extranjeras. Repsol jug¨® fuerte. Era su ocasi¨®n de ascender a la primera divisi¨®n.
La supo aprovechar. Roberta Camuffo, ge¨®loga y curtida directora de exploraci¨®n de la compa?¨ªa en el continente americano, aterriz¨® en R¨ªo de Janeiro en 2004. "No ten¨ªamos ni ordenador", recuerda. "Nuestra idea era hacer un estudio profundo de las ¨¢reas a las que quer¨ªamos optar. Y crear una red de relaciones con el Gobierno brasile?o. Convertirnos en socios de Petrobr¨¢s. Ir juntos. Compartir riesgos. Somos latinos y nos entendimos bien. Nos creamos un prestigio y nos rascamos el bolsillo en la investigaci¨®n de los bloques. Estudiamos el terreno y pujamos. Todo ese trabajo previo nos permiti¨® hacernos entre 2005 y 2006 con 24 bloques, de los que somos operadores (es decir, dirigimos la exploraci¨®n y producci¨®n) de 11, pagando unos precios muy bajos para lo que despu¨¦s se ha vuelto Brasil cuando se ha confirmado la enorme riqueza del pre-sal. Ahora hay bofetadas para entrar aqu¨ª y lo que no hay son bloques disponibles. Ya no hay subastas. El petr¨®leo es del Estado, y el Estado quiere explotarlo por su cuenta y que las extranjeras sean meras empresas de servicios". El m¨¢ximo ejecutivo de Repsol en Brasil, el ingeniero Javier Moro, un veterano de la exploraci¨®n en todo el mundo, asegura que Repsol cuenta en estos momentos "con el segundo dominio minero exploratorio de Brasil tras Petrobr¨¢s y por delante de las m¨¢s poderosas petroleras del planeta". "La compa?¨ªa espa?ola se ha alzado como la segunda mayor productora de petr¨®leo del pa¨ªs y no ha parado de realizar descubrimientos, como los megacampos Carioca y Guar¨¢, y este mismo a?o, los pozos Vamoira, Panor¨¢mix o Piracuc¨¢", explica un informe de la secci¨®n brasile?a de la consultora Llorente y Cuenca. S¨®lo lo que se estima que va a extraer en el campo de Guar¨¢ equivale a dos a?os de consumo de petr¨®leo en Espa?a.
Repsol estuvo en el lugar adecuado en el momento justo. Antes de que los grandes descubrimientos offshore de los a?os 2007, 2008 y 2009 pusieran a las grandes petroleras occidentales, las majors, en la pista de Brasil y su Gobierno cerrara el grifo de las concesiones para no acabar con la gallina de los huevos de oro. ?Fue una simple cuesti¨®n de suerte? Responde un ejecutivo de la industria: "La suerte es un factor importante en el mundo del petr¨®leo, pero t¨² te la buscas. ?ste es un negocio de alto riesgo y a largo plazo, y a ti te toca calibrar y gestionar esos riesgos. No se trata de tirar la moneda al aire. Repsol fue el primer socio extranjero de Petrobr¨¢s cuando no todo el mundo estaba dispuesto a meter un d¨®lar en Brasil. Han sido pioneros en los buenos y malos tiempos. Y ahora est¨¢n sentados sobre un mar de petr¨®leo. Y nadie se lo va a quitar. El Gobierno brasile?o va a respetar las concesiones. Las reglas de juego est¨¢n claras".
El c¨ªrculo virtuoso de Brasil tiene que cerrarse en diez a?os. En una d¨¦cada, todo tiene que encajar. El presidente Lula, que abandonar¨¢ el poder en octubre de 2010 al no poder presentarse a una tercera reelecci¨®n consecutiva, ha afirmado que las ganancias estatales del pre-sal ser¨¢n invertidas en un fondo social destinado a la educaci¨®n, la ciencia y tecnolog¨ªa y la lucha contra la pobreza. Seg¨²n Thomas Trauman, director general de la consultora Llorente y Cuenca en Brasil, "la intenci¨®n del Gobierno es invertir en acciones a largo plazo, dado que los yacimientos de petr¨®leo y gas no duran siempre y el mercado internacional del petr¨®leo es muy vol¨¢til".
El modelo es Noruega. Un pa¨ªs que lleg¨® a este negocio a mediados de los setenta y se ha convertido en una peculiar y discreta potencia petrolera manejada con cautela desde el Estado. Al tiempo que debutaba como uno de los m¨¢s grandes exportadores de crudo, el pa¨ªs n¨®rdico ha ido construyendo una industria propia, desde el pozo hasta la refiner¨ªa; ha formado a sus t¨¦cnicos, atra¨ªdo a las majors e invertido los beneficios en un fondo soberano, el m¨¢s grande de Occidente, que maneja 300.000 millones de euros, con cuyos intereses tapan las goteras del pa¨ªs y supondr¨¢n un salvavidas de lujo para cuando el crudo se agote en sus aguas. Noruega ha escapado a la maldici¨®n del petr¨®leo. Al excremento del diablo. Noruega es el modelo.
Pero Brasil no es Noruega. No es una fr¨ªa y despoblada socialdemocracia n¨®rdica. Su poblaci¨®n se ha doblado en s¨®lo 40 a?os. Tiene 190 millones de habitantes. Un porcentaje de pobreza del 25%. Enormes tasas de violencia. Malas infraestructuras y bajos niveles educativos. Excesiva burocracia y corrupci¨®n. Graves problemas medioambientales en la Amazonia. Desequilibrios territoriales entre el paup¨¦rrimo norte y el soleado sur. Y una enorme e hist¨®rica desigualdad en el reparto de la riqueza. El petr¨®leo tiene que ser el motor del cambio. La piedra angular. Aunque algunos ya piensan que Lula da Silva est¨¢ creando excesivas expectativas en torno al pre-sal con vistas a las elecciones de octubre, a las que concurrir¨¢ su protegida, Dilma Rousseff, de 61 a?os, antigua ministra de Energ¨ªa, que es el cerebro en la sombra del nuevo modelo petrolero de Brasil, pero carece del tir¨®n electoral de su mentor. El consejero delegado de una gran petrolera occidental opina que conviene ser cautos: "Se est¨¢n sacando muchos conejos de la chistera desde el Gobierno. Cada uno puede hacer el c¨¢lculo especulativo que quiera sobre el tama?o de los yacimientos del pre-sal. Se ha hablado incluso de 150.000 millones de barriles (m¨¢s de la mitad de las reservas de Arabia Saud¨ª), cuando los c¨¢lculos m¨¢s sensatos no pasan de 50.000 millones. Hablamos de cantidades muy grandes, pero pasar¨¢n a?os antes de que se puedan desarrollar comercialmente. ?Cu¨¢nto nos va a costar sacar un barril a esa profundidad? ?Y ponerlo en la costa? ?Va a ser rentable? No es muy prudente comprometer cifras". Cuando se sugiere a un alto funcionario brasile?o que la explosi¨®n petrolera de su pa¨ªs tiene algo de cuento de la lechera, te observa con cara de pocos amigos, recurre a la manida estabilidad pol¨ªtica y las brillantes cifras macroecon¨®micas y concluye: "La gente es pobre, pero menos pobre de lo que era cuando lleg¨® Lula. Esto es un proyecto nacional. Tenemos un sentimiento de progreso a largo plazo; a 2020; no es algo asociado a grandes hechos. No se nos va a ir la cabeza".
Donde mejor se entienden los problemas estructurales y la desigualdad social que padece Brasil es en las favelas. A diez minutos de las elegantes mansiones del barrio de Ipanema, del viejo bar de Vinicius de Moraes, donde a¨²n es posible escuchar cada noche a Mar¨ªa Creuza, la diva de la bossa nova, uno alcanza la frontera de la favela de Cantagalo Pav?o / Pav?ozinho. Es imposible acceder a este territorio sin un buen contacto. Aqu¨ª la vida no vale nada. Un polic¨ªa muere a diario en alguna de las 1.000 favelas de R¨ªo donde subsisten un mill¨®n de cariocas retrepados en las colinas y se contabilizan por millares las armas autom¨¢ticas. Nuestro hombre bueno es Rubem Cesar Fernandes, de 66 a?os, antrop¨®logo, represaliado por la dictadura militar (1964-1985) y l¨ªder de la ONG Viva R¨ªo, la m¨¢s extendida entre las favelas de la ciudad, que lucha por su pacificaci¨®n e integraci¨®n. Aqu¨ª las casas son covachas de ladrillo sin enfoscar; la electricidad se roba del poste; no hay campos de deportes, dispensarios, escuelas, comisar¨ªas, iglesias ni oficinas municipales. Tampoco transporte p¨²blico ni saneamiento. Mientras caminamos por las polvorientas calles de Cantagalo, entre m¨ªseros comercios, chavales sin rumbo y miradas suspicaces, Rubem Cesar nos explica su teor¨ªa de la informalidad brasile?a: "?ste es un pa¨ªs informal; en su econom¨ªa, en su mercado de trabajo, en la ocupaci¨®n de espacios p¨²blicos; millones de inmigrantes del ¨¦xodo rural llegaron a estos cerros en los a?os sesenta, y el Estado no pudo y no supo ocuparse de ellos; el Estado no llegaba hasta aqu¨ª. El desarrollo urbano de las favelas se dej¨® a expensas de los pobres; la gente se instal¨® como pudo, construy¨® sus casas y se fue creando una sociedad informal dirigida por bandas que exprimen a los vecinos y se financian con la extorsi¨®n y la droga. Aqu¨ª la ley no existe. Nosotros apostamos por la educaci¨®n de los j¨®venes y los planes de integraci¨®n urbana; derribar barreras; que la Administraci¨®n entre y se quede; hay que formalizar: dar t¨ªtulos de propiedad a los vecinos; crear infraestructuras. Hay una inercia en Brasil a no enfrentase a lo informal. Y ahora el petr¨®leo es nuestra gran promesa de futuro. Lula quiere convertir las favelas en barrios humildes pero integrados. Coger el toro por los cuernos, como dicen ustedes".
Nuestro objetivo en la favela de Cantagalo es el Espacio Crian?a Esperan?a. En lo que un d¨ªa fue un fantasmal hotel de lujo colgado sobre el bello lago Rodrigo de Freitas, el m¨¦dico Jairo Coutinho, de 62 a?os, antiguo compa?ero de viaje y asesor del presidente Lula, dirige un admirable centro educativo y de convivencia que frecuentan miles de habitantes de la favela. Y en el que es posible esta tarde primaveral entablar una conversaci¨®n en torno a un refresco de guaran¨¢ con negros y blancos; descendientes de esclavos y de soldados portugueses; viejos pandilleros, ni?os de la calle, polic¨ªas de la temida Coordinadora de Recursos Especiales y vecinos que trabajan en R¨ªo y confiesan sentirse discriminados y avergonzados por vivir en una favela. Este centro no se ha librado de las guerras de bandas. Hace unos a?os, durante un tiroteo, una bala fue a incrustarse en una de sus paredes. Jairo Coutinho quiso que permaneciera ah¨ª. La conserva a la vista de todos. En torno a ella ha ido creciendo un enorme mural. Le llama la bala de la paz. Es un s¨ªmbolo.
Brasil est¨¢ cambiando muy deprisa. La promesa del petr¨®leo est¨¢ transformando el pa¨ªs. Han explotado en torno a la industria nuevas ciudades como Maca¨¦ o Itaborai, que recuerdan a las villas salvajes de la fiebre del oro del Oeste americano erigidas en semanas y en las que falta de todo. En ese sentido, muchos comienzan a preguntarse por el futuro medioambiental del pa¨ªs. C¨®mo puede afectar el progreso industrial desatado a la fisonom¨ªa del vergel brasile?o. La mejor prueba de esa preocupaci¨®n son esos antiguos enclaves costeros que est¨¢n creciendo sin rumbo en torno a la extracci¨®n masiva de crudo y ya est¨¢n siendo v¨ªctimas de la contaminaci¨®n, la degradaci¨®n de sus r¨ªos, la falta de equipamiento social y urbano, la violencia y el tr¨¢fico de drogas.
Sentado en una sillita de tijera pintada de azul sobre la arena, Am¨¦rico, un viejo pescador de 66 a?os de Ilhabela, un para¨ªso natural a 200 kil¨®metros de S?o Paulo, recuerda con nostalgia y una colilla entre los labios los tiempos previos al boom petrolero. Cuando arrojaba cada madrugada las redes al mar y las recog¨ªa rebosantes de camarones. A un par de kil¨®metros de esta isla, justo frente a nosotros, surge imponente la terminal mar¨ªtima Almirante Barroso, de Petrobr¨¢s, por la que entra la mitad del crudo y el gas que se consume en Brasil procedente de los yacimientos de la cuenca de Santos. El desfile de petroleros es constante. Sobre esas instalaciones portuarias, sobre las monta?as, cuarenta inmensos dep¨®sitos circulares convierten el pueblo de San Sebasti¨¢n en la mayor terminal de bombeo y almacenamiento de crudo de Am¨¦rica Latina. Am¨¦rico, nuestro pescador, que afirma que los vertidos de crudo son continuos y la pesca ha descendido un 90% y que los j¨®venes ya no quieren pescar, sino trabajar en Petrobr¨¢s, no se irrita; s¨®lo pide que ese puerto no crezca a¨²n m¨¢s al rebufo del negocio del crudo. "Ser¨ªa el final de Ilhabela y de nuestra forma de vida". A su lado, Harry Finger, de 52 a?os, pele¨®n secretario municipal de medio ambiente, trabaja por el mismo objetivo: "Es el momento de que tomemos conciencia en todo el pa¨ªs de lo que nos jugamos; si no, este para¨ªso se puede ir al carajo".
El futuro de Brasil duerme frente a estas mismas costas. El petr¨®leo es a¨²n una promesa lejana, pero detr¨¢s de esa esperanza todo el pa¨ªs se ha puesto en marcha. Brasil est¨¢ abandonando la crisis econ¨®mica en el pelot¨®n de cabeza, encierra una inmensa riqueza natural, ha construido una democracia estable y, sobre todo, acumula las mayores reservas de optimismo del planeta. Por eso, si se le pregunta a un brasile?o por el futuro, la respuesta ser¨¢ siempre la misma: "Todo ben; todo bon".
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