Los 'tontus sapiens'
Era dif¨ªcil que Enrique Lynch superara el nivel de su art¨ªculo Revanchismo de g¨¦nero, publicado hace pocas semanas en este peri¨®dico, provocando tremenda indignaci¨®n seguida de notable pol¨¦mica. Sin embargo, el em¨¦rito profesor de Est¨¦tica lo consigui¨®, fuera ¨¦se o no su objetivo. Agraviado por "todas las formas posibles de la necedad" desencadenadas por su ameno escrito, le responde a Milagros P. Oliva, defensora del lector de este peri¨®dico, con una pregunta deliciosamente ingenua al requerimiento de si, en el mismo, justifica la violencia contra las mujeres: "?Acaso he demostrado yo ser un est¨²pido en los centenares de art¨ªculos y en casi una docena de libros que he publicado?".
"S¨®lo lo son cuando conviene a sus prejuicios, su ego¨ªsmo, su vanidad"
Ret¨®rica demanda que provoca en m¨ª una ternura casi sofocante. Pues, en el fondo, no dejo de pensar que el profesor Lynch se lo pregunta a s¨ª mismo vergonzantemente. Pese a sus dotes, duda de si tal cantidad de trabajos ilustres -minuciosamente rese?ados en su propio ego, perd¨®n, web- le habr¨¢ convertido o no en un ser de inteligencia superior. Tanta sapiencia no le pone a salvo de esas grietas que, ocasionalmente, se abren en la mejor bastida de las petulancias. Se?or, lo que tenemos que sufrir las madres.
Pero es el tal sujeto, o sea ¨¦l, quien tiene la respuesta a semejante demanda. La hall¨¦ precisamente en dicho insondable lugar de Internet -ah¨ªto de centenaaaaaares de art¨ªculos-, en una brillante entrevista que el mencionado docente concedi¨® a uno de mis medios digitales predilectos, esponjiforme.com. Contestando a si la filosof¨ªa le ha servido para algo, replica:
"La filosof¨ªa me ha servido para conocer la obra de algunas mentes maravillosas, como Wittgenstein, Descartes, Nietzsche, L¨¦vi-Strauss, Paul de Man, Hegel, entre muchos otros, y para comprender que la estupidez no tiene nada que ver con la ignorancia, sino que es una forma leg¨ªtima de la raz¨®n".
Acab¨¢ramos. Mas, antes de acabar, debo se?alar que el subrayado es m¨ªo. Francamente, la magnitud de mi descubrimiento estuvo a punto de hacerme vulnerar las reglas del exhibicionismo de la escritura -resumidas en una especie de "el tama?o lo es todo"-, y por un pelo no lo rese?¨¦ en may¨²sculas.
?Un hombre dotado de semejante clarividencia puede producir un panfleto tan bobo? Es cosa bien sabida por las mujeres ilustradas, y padecida por las que lo son y por las que no lo son, que en todos los respetables niveles de la eminencia intelectual habitan tontus sapiens a punta pala. No es que los sapiens sean siempre tontus, aunque ello tambi¨¦n puede darse. S¨®lo lo son cuando conviene a sus prejuicios, su ego¨ªsmo, su vanidad, su pedanter¨ªa o su profunda desilusi¨®n. Ninguno de esos retr¨®grados ilustrados se corta cuando le tocan su punto d¨¦bil: los maricones, las marimachos, los cafres negros, los b¨¢rbaros ¨¢rabes. Las feministas. Como si su intelecto les diera patente de corso para los bajos instintos, las frustraciones.
As¨ª, el caso del feminismo con fusta y botas altas que tanto asusta al sexagenario profesor. Cuatro a?os menos que yo, por cierto, y todav¨ªa luciendo p¨²blicamente la foto en la que aparece cuarent¨®n, y con cierto aire a Leonard Cohen que debi¨® de hacer estragos entre las alumnas. La vida ya no es lo que era, verdaderamente. Pero es m¨¢s digno poner las fotos al d¨ªa. Por muy conmovedor que lo contrario resulte a almas sensibles como la m¨ªa.
En un momento 'tontus', don Enrique escribi¨® ese art¨ªculo. No pasa nada, profesor. La posteridad no se lo tendr¨¢ en cuenta. Mucho m¨¢s cretino se mostr¨®, por una vez, el doctor Freud con lo de la envidia de pene, y ya ve c¨®mo se le recuerda. El buen Sigmund vino a decir que cuando las nenas ven el pito de un hermanito o de un compa?ero, visible y "de grandes proporciones" (misteriosamente, Freud era abstemio), lo reconocen enseguida como lo que les falta, y, llevadas por las ganas de tener uno igual, se mueren de los celos, y la carencia condiciona sus vidas.
Con lo f¨¢cil que es la siguiente otra explicaci¨®n: las chiquitinas ven que el pobre chaval tiene todas las cosas sueltas al aire, con el consiguiente peligro de que se las amoraten a hostias, amputen con serrucho o lapiden con lapisl¨¢zuli. Como consecuencia, experimentan hacia el macho una compasi¨®n que a veces incurre incluso en el malsano masoquismo. Y por eso ellos van tan anchos. ?A que s¨ª?
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