Pakist¨¢n desconf¨ªa
En su notable y valiente discurso de la pasada semana en Oslo, el presidente Barack Obama dej¨® bien clara la inutilidad de la negociaci¨®n permanente en pol¨ªtica internacional cuando un pa¨ªs o una organizaci¨®n s¨®lo persigue la destrucci¨®n de los que considera sus enemigos. Obama derroch¨® valent¨ªa y coraje cuando defendi¨® con toda firmeza, en la aceptaci¨®n del Premio Nobel de la Paz, la vieja teor¨ªa de "la guerra justa" porque, "no se equivoquen, el mal existe en el mundo y la no violencia no hubiera detenido a los ej¨¦rcitos de Hitler, ni la negociaci¨®n puede convencer a Al Qaeda de que abandone las armas". Y, por eso, para evitar, entre otros, nuevos 11-S, 11-M y 7-J en Nueva York, Madrid y Londres, EE UU y otros 42 pa¨ªses miembros y no miembros de la OTAN se encuentran en Afganist¨¢n, donde, desde hace ocho a?os, se libra una guerra justa y necesaria contra ese mal que denunciaba Obama.
Islamabad est¨¢ m¨¢s interesado en resolver su viejo problema con India en Cachemira que en acabar con los talibanes afganos
Planteamiento impecable por parte del comandante en jefe de un pa¨ªs que, por dos veces en menos de un siglo, libr¨® a Europa, con su esfuerzo econ¨®mico y humano, del totalitarismo y del nazismo y cuya pujanza acab¨® por derribar, por agotamiento, al comunismo sovi¨¦tico. El ¨²nico fallo en el planteamiento de Obama es que la amenaza que supone la existencia de ese mal, representada por Al Qaeda y sus protectores talibanes, tiene una percepci¨®n distinta seg¨²n se analice desde Washington o Islamabad. Pakist¨¢n es consciente de la amenaza que supone para su propia estabilidad como pa¨ªs la existencia de un talib¨¢n dom¨¦stico. Sin embargo, considera que los talibanes afganos, cuyos servicios de inteligencia crearon y armaron durante y despu¨¦s de la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n, no son su problema. Incluso un eventual restablecimiento del poder talib¨¢n en Kabul no ser¨ªa considerado por los militares paquistan¨ªes como una amenaza a los intereses de Pakist¨¢n. M¨¢s bien una ventaja estrat¨¦gica, que les permitir¨ªa concentrar todas sus fuerzas en su frontera oriental con la India, su verdadera obsesi¨®n nacional. Porque, a pesar del tiempo transcurrido desde la partici¨®n del subcontinente por los brit¨¢nicos en 1947 entre India y Pakist¨¢n, la desconfianza entre los dos pa¨ªses, avivada por tres guerras, sigue latente con el grav¨ªsimo problema de Cachemira, causa de dos de esas tres guerras, sin resolver. El propio presidente paquistan¨ª, Asif Ali Zardari, que cuenta con el apoyo de Obama y cuya esposa, Benazir Bhutto, fue asesinada por los talibanes de su pa¨ªs, escrib¨ªa recientemente en The New York Times que "no ser¨¢ posible una paz regional permanente en el sur de Asia sin abordar el problema de Cachemira". Lo cual es una apelaci¨®n directa a Washington para que medie en la vieja disputa. Pero, en este tema, Washington est¨¢ entre la espada y la pared. Estrat¨¦gicamente necesita a ambos. A Pakist¨¢n, para derrotar a los talibanes afganos y Al Qaeda. A la India, porque es la ¨²nica potencia en Asia que, junto a Jap¨®n, puede contrarrestar la influencia china, aparte de que no es rentable ni pol¨ªtica ni econ¨®micamente enemistarse con una potencia de m¨¢s de 1.000 millones de habitantes, que es la democracia m¨¢s poblada del mundo.
Hasta ahora, Pakist¨¢n se ha empleado a fondo para desalojar a sus talibanes del valle del Swat y de Wazirist¨¢n del sur, una insurgencia que, en los ¨²ltimos ocho a?os, ha causado la muerte de 3.000 civiles y 1.000 militares y polic¨ªas. Pero, se ha negado, a pesar de la insistencia de Washington, a actuar contra los talibanes afganos en Wazirist¨¢n del norte y Beluchist¨¢n y, especialmente, contra el m¨¢ximo estratega militar talib¨¢n de Afganist¨¢n, Siraj Haqqani, instalado en el Wazirist¨¢n septentrional con anuencia de la inteligencia paquistan¨ª y cuyas fuerzas controlan, seg¨²n el peri¨®dico neoyorquino, tres provincias afganas fronterizas con Pakist¨¢n. La petici¨®n de Washington fue trasladada el pasado mes nada menos que por el asesor de seguridad nacional de Obama. La respuesta del jefe del Ej¨¦rcito paquistan¨ª fue que Pakist¨¢n tiene demasiados frentes abiertos contra sus propios terroristas para abrir uno nuevo.
El problema para Washington es que, mientras su estrategia est¨¢ condicionada por un presente cada vez m¨¢s acuciante, la de Islamabad lo est¨¢ sobre una hip¨®tesis futura: la retirada de las fuerzas occidentales de Afganist¨¢n. Esa estrategia de inacci¨®n frente a los talibanes afganos provocar¨¢ un incremento de los ataques de los aviones no tripulados y de las fuerzas norteamericanas contra los santuarios talibanes en Pakist¨¢n. Una acci¨®n de consecuencias impredecibles para las relaciones bilaterales.
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