"Queremos volar, queremos cobrar"
Viajeros y empleados cortan el acceso a las principales terminales de Barajas
Juan Carlos Ceballos se acomoda detr¨¢s del mostrador de Air Comet en la terminal 1 y ojea una lista de pasajeros con destino a Quito. Nadie le grita o le reclama un billete. Nadie se pelea con ¨¦l porque no es un empleado. Es un viajero que aterriz¨® en Madrid a las tres de la ma?ana de ayer y encontr¨® que su vuelo a Ecuador estaba cerrado. Los trabajadores hac¨ªa ya horas que hab¨ªan abandonado la posici¨®n.
Todo es distinto. Los empleados no se enfrentan a ellos, sino que les acompa?an en las barricadas que los viajeros han formado espont¨¢neamente con sus bultos. Todos claman contra Air Comet, y a las 10.30 ya han salido dos veces a cortar el vial de acceso a la terminal 1 durante 15 minutos. Los primeros no saben de qu¨¦ van a comer ahora que se han quedado sin trabajo, y los segundos, cu¨¢ndo van a volver a casa.
"Hay autobuses en la salida para trasladar a los afectados a la calle Ribera del Loira, donde podr¨¢n poner una reclamaci¨®n", dice la megafon¨ªa. A Juan Carlos no se la cuelan. "Lo que quieren es que nos vayamos de aqu¨ª para dejar de montar foll¨®n". Esta lucidez pronto se convierte en indignaci¨®n, que se transmite a los compa?eros. Viajeros y empleados cortan la calle por tercera vez durante la ma?ana. Las reclamaciones a los representantes ausentes de Air Comet se entremezclan. "Queremos volar", dicen los primeros. "Queremos trabajar y cobrar", gritan los segundos.
Un primer despliegue de polic¨ªas intenta despejar dos de los cuatro carriles ocupados, levantando a un chico argentino del suelo. Se desatan los chillidos y los empujones contra la autoridad. "Os entendemos. Pero hay que liberarlos por seguridad", explica un polic¨ªa. Pero la negativa de los piquetes es la misma.
Los coches parados ocupan cientos de metros. Pitan indignados. Tambi¨¦n los taxistas. En uno de los primeros coches aguarda una mujer llorosa. "Soy danesa y acabo de enterrar a mi marido esta ma?ana. No he podido ni despedirme de mis hermanos en el aeropuerto. Me importan un r¨¢bano sus quejas", sentencia.
Ya dentro, el director general de Aviaci¨®n Civil, Manuel Ameijeiras, anda pegado al tel¨¦fono por la terminal. A la una re¨²ne a los pasajeros para ofrecer alternativas. "La soluci¨®n tardar¨¢ d¨ªas. Es un crack ¨²nico", advierte. Tras la reuni¨®n aclara dudas y encaja las quejas con la mirada cansada. "Sab¨ªa que no ven¨ªa a una fiesta", admite. Repite que no es el culpable ?D¨®nde est¨¢n los responsables de Air Comet? Tras un largo silencio, dispara: "Los estamos buscando". Pero r¨¢pido vuelve a su labor: idear la forma de que los viajeros vuelvan a casa. "Se har¨¢ por prioridades", resuelve.
La misma disciplina utiliza Rafael As¨ªn, a¨²n empleado de Air Comet. En una lista recoge a sus compa?eros seg¨²n est¨¦n afiliados o no afiliados. "Es para que [el sindicato] USO prepare la demanda social contra la empresa. Todos queremos cobrar, pero hay prioridades". A las tres los empleados marchan a la sede para conocer los detalles del ERE. Los viajeros permanecer¨¢n toda la tarde y noche, a la espera de un vuelo que les lleve a casa.
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