Islamistas de dise?o
Poco antes de la una de la tarde del martes pasado, estaba esperando a un amigo para comer en Atrium, un restaurante cercano al Parlamento brit¨¢nico al que acuden con frecuencia pol¨ªticos, funcionarios y periodistas. En vez de mi amigo, un parlamentario famoso por sus en¨¦rgicas cr¨ªticas al islam, apareci¨® un grupo de islamistas, vestidos con t¨²nicas estilo salwar kamiz y pantalones, gorros musulmanes de dise?o y pobladas barbas negras a juego. Mientras hablaban con gran entusiasmo por sus tel¨¦fonos m¨®viles, colgaron una pancarta negra que proclamaba "Sharia para el Reino Unido" en una sala al fondo del restaurante, al alcance de las c¨¢maras de televisi¨®n que estaban reuni¨¦ndose all¨ª para una rueda de prensa. Junto a la pancarta pusieron unos carteles escritos con sumo cuidado que dec¨ªan "El islam dominar¨¢ el mundo", "Democracia es hipocres¨ªa" y, dando la vuelta a los esl¨®ganes del 1984 de Orwell, "Libertad = Dictadura".
Con su habilidad para utilizar los medios de comunicaci¨®n, no deben distraernos del verdadero peligro
Hemos visto muchas medidas que reducen la libertad sin mejorar la seguridad
A la una en punto, su jefe, Anjem Choudary, se sent¨® delante de los micr¨®fonos para explicar por qu¨¦ la prohibici¨®n del grupo radical Islam4UK anunciada esa ma?ana por el ministro del Interior era "una victoria para el islam y los musulmanes". Con la habilidad de un extremista profesional ducho en el manejo de los medios de comunicaci¨®n, supo bordear la ilegalidad sin caer en ella y consigui¨® proporcionar unas cuantas frases escandalosas y perfectas para la televisi¨®n, como cuando acus¨® al Gobierno brit¨¢nico de practicar el "terrorismo de Estado". Sus comentarios se vieron interrumpidos por gritos ocasionales de "?Allahu Akbar!" de un peque?o grupo -entre 10 y 15, como mucho- de sus seguidores, todos ellos islamistas de dise?o. Sus gritos minuciosamente ensayados no eran lo suficientemente altos para molestar a nadie que estuviera comiendo en la parte delantera del restaurante, pero seguro que quedaron muy talibanescos en televisi¨®n.
Mientras ve¨ªa desde la puerta de la sala a esos j¨®venes que se susurraban unos a otros, excitados, y mandaban mensajes sin parar en sus m¨®viles, pens¨¦ que eran m¨¢s similares a la cultura de la celebridad de programas televisivos como Gran Hermano y El factor X que al mundo mental del califato isl¨¢mico cuya restauraci¨®n exigen; o, por lo menos, me pareci¨® que mezclaban extra?amente las dos cosas.
Choudary, que aspira a ser una estrella del mundo islamista, defendi¨® la sugerencia de Islam4UK de celebrar una manifestaci¨®n de protesta contra las guerras de Irak y Afganist¨¢n en Wootton Bassett, una peque?a ciudad rural que se ha hecho famosa en el Reino Unido por sus solemnes ceremonias para conmemorar el regreso de los muertos de guerra (la manifestaci¨®n
propuesta, que seguramente nunca fue un plan serio, s¨ª fue un golpe publicitario de enorme ¨¦xito, que logr¨® que hasta el primer ministro mordiera el anzuelo). Denunci¨® "la hipocres¨ªa de las leyes elaboradas por el hombre". Y dijo que la prohibici¨®n era "el mayor favor que pod¨ªa hacernos el Gobierno brit¨¢nico".
Me da la impresi¨®n de que tiene raz¨®n. Una prohibici¨®n ineficaz tendr¨¢ todos los inconvenientes, porque el propio grupo Islam4UK naci¨® de la prohibici¨®n de otras dos ramas de la organizaci¨®n original, Al Muharjiroun, y Choudary ha dicho m¨¢s o menos que es lo que piensa volver a hacer. El hongo reaparecer¨¢ con un nombre diferente, o sin ninguno. Si Choudary sigue adelante como hasta ahora, viviendo -seg¨²n dicen- de las prestaciones oficiales que le proporciona el agobiado contribuyente brit¨¢nico, disfrutando de protecci¨®n policial contra posibles ataques de extrema derecha y, al mismo tiempo, escupiendo su experimentado veneno a los medios, ahora con la celebridad a?adida que le han otorgado el primer ministro y el ministro del Interior, ser¨¢ peor que si se le hubiera ignorado. Habr¨ªa sido mucho mejor no tenerle en cuenta, tratarlo con arreglo a la tradici¨®n brit¨¢nica, como un hazmerre¨ªr y un imb¨¦cil.
Adem¨¢s, el momento de la prohibici¨®n hace que parezca una medida oportunista y movida por intereses de partido. El Ministerio del Interior asegura que es consecuencia de un an¨¢lisis exhaustivo que el Centro Conjunto de An¨¢lisis del Terrorismo acaba de entregar al ministro. Pero esos individuos no han aparecido ahora. Si alguno de ellos es terrorista, deber¨ªan haberlo detenido hace tiempo. Si hay otros que se encargan de reclutar a gente o jalear el terrorismo, llevan ya tiempo haci¨¦ndolo. As¨ª que ?por qu¨¦ ahora? Cualquier ciudadano que siga de cerca la pol¨ªtica dir¨¢: despu¨¦s de la pelea por el anuncio de manifestaci¨®n en Wotton Bassett y en v¨ªsperas de unas elecciones, el laborismo no quer¨ªa que los conservadores, que ya han dicho que van a prohibir otra organizaci¨®n islamista mucho m¨¢s influyente, Hizb ut Tahrir, les pillaran a contrapi¨¦. La reflexi¨®n que ha hecho el partido es que los peri¨®dicos populistas de derechas como The Daily Mail no puedan reprocharnos esto. No hay por qu¨¦ preocuparse por perder muchos votos musulmanes a causa de este tipo, as¨ª que m¨¢s vale cubrirnos las espaldas por la derecha.
Hablando de Hizb ut Tahrir, acabo de leer un interesante informe del Centro de Cohesi¨®n Social, un think-tank al que nadie puede acusar de ser blando con el islamismo, que afirma que la mejor reacci¨®n frente a Hizb ut Tahrir no es la prohibici¨®n propuesta por los tories, sino una estrategia de "intolerancia c¨ªvica y civil". En otras palabras, que es preciso tratar y combatir a sus representantes como parias, como se trata a los l¨ªderes del Partido Nacional Brit¨¢nico, el partido xen¨®fobo de extrema derecha. No estoy de acuerdo con todas las recomendaciones de los autores, pero la idea central de su an¨¢lisis es convincente.
Este argumento no tiene nada que ver con trivializar la amenaza. Se trata de identificarla con claridad y combatirla con eficacia. En las ¨²ltimas semanas, hemos tenido dos recordatorios de cu¨¢l es esa amenaza exactamente: la violencia islamista y la intimidaci¨®n producida por la amenaza cre¨ªble de violencia. Un joven islamista intenta derribar un avi¨®n sobre Detroit. Otro intenta asesinar al caricaturista dan¨¦s Kurt Westergaard en su propia casa con un cuchillo y un hacha. Es espeluznante ver cu¨¢nta gente hay hoy en Europa que teme por su vida.
Lo malo es que nadie sabe cu¨¢l de los muchos j¨®venes musulmanes que est¨¢n por ah¨ª va a radicalizarse hasta tal punto que va a poner una bomba o a blandir un hacha, ni cu¨¢l de ellos, en las condiciones apropiadas, va a acercarse a la sociedad establecida. Tal vez, de aqu¨ª a 20 a?os, uno de los j¨®venes activistas de Islam4UK con los que me cruc¨¦ en esa sala de Atrium estar¨¢ comiendo en el restaurante y ser¨¢ jefe de comunicaci¨®n de los conservadores. O tal vez, de aqu¨ª a 20 a?os, tratar¨¢ de hacer estallar una bomba. Para cuando lo haga, puede ser demasiado tarde.
Pero, si discriminamos a todo un grupo social, no s¨®lo violamos los principios b¨¢sicos de una sociedad libre; tambi¨¦n podemos conseguir el efecto opuesto al deseado. Un informe reciente de la Fundaci¨®n Quilliam, un think-tank que trabaja contra la radicalizaci¨®n, muestra pruebas alarmantes de personas que est¨¢n convirti¨¦ndose en extremistas musulmanes violentos dentro de las c¨¢rceles brit¨¢nicas.
En definitiva: debemos mantener la vista centrada en el objetivo, que es la violencia. El mundo est¨¢ lleno de individuos que creen y dicen cosas est¨²pidas, indignantes, odiosas y ofensivas. Si los encerr¨¢ramos a todos, la mitad de la humanidad estar¨ªa vigilando a la otra mitad. Lo que importa es lo que conduce a la violencia. Para impedir ese descenso hacia la violencia, necesitamos muchos tipos de acciones, algunas aparentemente blandas y otras claramente en¨¦rgicas.
Cuando dichas acciones no erosionan la libertad y tienen alguna perspectiva de ¨¦xito, no hay nada de malo en intentarlas. Ahora bien, cuando erosionan la libertad, como prohibir una organizaci¨®n pol¨ªtica o restringir la libertad de expresi¨®n, entonces es necesario contar con pruebas innegables de que van a contribuir de manera eficaz a la seguridad, y no me refiero a la seguridad de un partido pol¨ªtico frente a los ataques electorales de otro. Lo que no podemos permitirnos, y hemos visto en demasiadas ocasiones durante el ¨²ltimo decenio, son medidas que reduzcan la libertad sin aumentar la seguridad.
Timothy Garton Ash, catedr¨¢tico de Estudios Europeos, ocupa la c¨¢tedra Isaiah Berlin en St. Antony's College, Oxford, y es profesor titular de la Hoover Institution, Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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