Calabria, la mafia y los subsaharianos
La agresi¨®n en Rosarno a dos africanos dio paso a una revuelta y a un estallido de racismo comandados por las bandas mafiosas que dominan el lugar. Son inmigrantes, la gente del hambre, que ya no son necesarios
Gioia Tauro, Rosarno, Sinopoli, Seminara, Cittanova, Oppido Mamertina son tierra de clanes tan antiguos como los olivos de la Piana. Aqu¨ª a la 'Ndrangheta se la siente por todas partes. Se te mete dentro y te envenena como una nube t¨®xica. La vives diariamente sobre tu piel y sientes en ella su aliento f¨¦tido, como los miasmas l¨ªvidos de un remolino infernal. Aqu¨ª mandan los Piromalli, los Bellocco, los Pesce, los Mammoliti, los Alvaro, los Crea, gente que, en su enfrentamiento con el Estado, siempre ha preferido el tradicional y prudente mimetismo a la sombra de los poderes legales. Mommo Piromalli, uno de los grandes padrinos de la 'Ndrangheta, pensaba siempre en la tierra y hablaba a menudo de terrenos y de pastos, de t¨²mulos y de restos mortales, de naranjas y de olivos. Se enriqueci¨® con el dinero que el Estado invirti¨® en Calabria para realizar centrales t¨¦rmicas, plantas sider¨²rgicas, unos diques que no han tra¨ªdo nunca bienestar ni han roto el aislamiento de una regi¨®n continuamente en fuga de s¨ª misma. Los otros boss, en este rinc¨®n del mundo, no han sido menos. "Rosarno es nuestro, debe ser nuestro, si no, no es de nadie", recordaba en junio de 2009 Umberto Bellocco, hijo de uno de los jefes m¨¢s despiadados de la zona, uno de los que han hecho fortuna con la tierra sustra¨ªda a los viejos propietarios de la Piana. Son ellos los que mandan, la nueva raza de padrinos que antes humillaba a las mujeres y a los campesinos de la Piana y luego empez¨® a controlar a la mano de obra africana, la que, hasta hace poco, serv¨ªa para recoger las clementinas. Nadie se hab¨ªa atrevido nunca a protestar. Aqu¨ª, una pregunta de m¨¢s o una respuesta de menos basta para ser aplastado como una mosca contra el cristal. En junio de 1980, a Giuseppe Valerioti, secretario del Partido Comunista de Rosarno, le mataron como a un perro. Hab¨ªa intentado luchar contra el caporalato, la explotaci¨®n inhumana de las recogedoras de aceitunas y naranjas, el mercado negro de los braceros. La Piana de Gioia Tauro siempre ha sido cosa de ellos, de esta mala hierba, de esta raza de padrinos. Como casi toda Calabria, una regi¨®n con soberan¨ªa limitada, apartada de la potestad del Estado, controlada por una mafia que ha suplantado a Cosa Nostra, convirti¨¦ndose en una de las organizaciones m¨¢s ricas y m¨¢s feroces del mundo, sobre todo gracias al tr¨¢fico de coca¨ªna, que ha encontrado en Espa?a una formidable cabeza de puente.
En Rosarno, la demanda de mano de obra se ha reducido un 80% en los ¨²ltimos dos a?os
Los africanos han demostrado tener m¨¢s valor que muchos italianos, seg¨²n Saviano
En Rosarno, cada d¨ªa al alba, centenares de trabajadores temporeros se presentaban con las botas de goma verde a las puertas del pueblo, esperando que uno de los capataces de paso les invitase, haci¨¦ndoles una se?al, a subir a las furgonetas para ir a los terrenos donde se cultivan los naranjos. Ganaban 25 euros, de los cuales el conductor que les acompa?aba y los capataces que les explotaban se llevaban su parte. Entre 5 y 7 euros por cabeza, sin rechistar, para luego volver a vivir como ratas en chabolas de cart¨®n dentro de f¨¢bricas abandonadas o de rediles derruidos, sin agua, sin luz, sin retretes. En febrero de 2009, un enviado de la BBC hab¨ªa mostrado la verg¨¹enza de semejante lager, donde centenares de hombres viv¨ªan peor que el ganado porcino. No ya en ?frica, sino en el coraz¨®n de Europa. Todos sab¨ªan que esos trabajadores eran explotados como bestias, temporada tras temporada, mes tras mes, para recoger naranjas despu¨¦s de haber trabajado en Sicilia, en las vi?as de Marsala, y en Apulia, entre los olivos m¨¢s hermosos del Mediterr¨¢neo, a la espera de trasladarse a Campania a romperse el espinazo en los huertos.
Son la gente del hambre, son los ¨²ltimos. Que ahora ya no son necesarios.
En Rosarno, en los ¨²ltimos dos a?os, la demanda de mano de obra se ha reducido en un 80%. Y b¨²lgaros y rumanos, ciudadanos europeos, parecen m¨¢s apetecibles que los africanos: si se les contrata en negro, las posibles multas ser¨¢n m¨¢s leves. Pero sobre todo, hoy, recoger naranjas ya no es conveniente. La Uni¨®n Europea ha cambiado los criterios de asignaci¨®n de las contribuciones, destinando los subsidios no ya sobre la base de lo que se recolecte, sino de la extensi¨®n del terreno. Se paga por hect¨¢reas y no por kilos, y con las nuevas disposiciones se gana m¨¢s dejando las naranjas en los ¨¢rboles o simplemente dej¨¢ndolas que se marchiten en el suelo. Hasta hace algunos a?os, las naranjas eran todo un negocio, como el de las facturas hinchadas. En 2004, ocho personas acabaron en la c¨¢rcel por haber conseguido 600.000 euros de contribuciones il¨ªcitas: de los 250 camiones de c¨ªtricos declarados hab¨ªan salido solamente 12. En 2008, otros 45 arrestos por una operaci¨®n de 18 millones de euros. Tambi¨¦n de esto ha sacado provecho la 'Ndrangheta, descremando las contribuciones europeas con un fraude tras otro.
El de Rosarno, sin embargo, no ha sido un rapto de locura. Los indicios de que la rabia estaba subiendo se hab¨ªan producido en diciembre de 2008, cuando alguien hab¨ªa aludido a una protesta tras resultar heridos dos marfile?os en la f¨¢brica-dormitorio de Rosarno. Es una historia que recuerda bastante a la de muchos italianos. A pesar de que tantos la hayan olvidado. Cuando los africanos ¨¦ramos nosotros, m¨¢s de una vez nuestros abuelos tuvieron que ser puestos a salvo como los negros de Rosarno, para escapar a los pogromos racistas de Z¨²rich, de Aigues Mortes o de Nueva Orleans. Pero a nosotros, nietos e hijos de hombres que vivieron en las barracas y murieron en las minas, esas p¨¢ginas de historia parecen no habernos ense?ado nada. En Italia el caporalato no es delito y para el trabajo en negro est¨¢ prevista s¨®lo una sanci¨®n administrativa. Solamente despu¨¦s de los hechos de Rosarno ha anunciado el Gobierno modificaciones normativas para combatir la plaga de la explotaci¨®n laboral, que todos conoc¨ªan en Piana di Gioia desde hace m¨¢s de 50 a?os.
La 'Ndrangheta, que ha instigado la revuelta de los extracomunitarios, hab¨ªa decidido eliminar el peonaje rebelde, que no doblaba f¨¢cilmente la cabeza y que, adem¨¢s de ser explotado, a veces era utilizado como tiro al blanco por los chulos del pueblo para no aburrirse. Los africanos, como ha sostenido Roberto Saviano, el autor de Gomorra, "han demostrado tener m¨¢s valor que muchos italianos, defendiendo derechos que en Italia pocos quieren ya defender". Como lo hab¨ªan demostrado ya en Villa Literno en septiembre de 1989, despu¨¦s del homicidio de un surafricano, y en Castel Volturno en septiembre de 2008, tras la muerte de tres ghaneses, dos togoleses y un liberiano. Qui¨¦n sabe lo que suceder¨ªa si durante un d¨ªa todos los inmigrantes de Italia decidieran abstenerse de trabajar. Seguramente someter¨ªan a una dura prueba al sistema de vida de los italianos. Por desgracia, la barbarie de los pogromos es contagiosa. En Italia, el problema principal para la pac¨ªfica convivencia sigue siendo la inmigraci¨®n clandestina, a pesar de la presencia de mafias capaces de infiltrarse en la pol¨ªtica, de contaminar con beneficios de muchos ceros los mercados financieros, desplegando su poder incluso m¨¢s all¨¢ de las fronteras nacionales.
Aun as¨ª, tambi¨¦n existe otra Calabria donde la intolerancia no convive con el desprecio y donde la diversidad es riqueza. Es el caso de Riace, Caulonia, Stignano, Badolato, realidades que recientemente han sido tambi¨¦n objeto de atenci¨®n internacional gracias a Wim Wenders, el director alem¨¢n que decidi¨® hacer una pel¨ªcula sobre la Calabria de la tolerancia y de la acogida.
En una tierra de beneficios astron¨®micos para la econom¨ªa ilegal (43.000 millones de euros de volumen de negocios anual de los clanes, seg¨²n la estad¨ªstica oficial), alcaldes como Domenico Lucano e Ilario Ammendolia est¨¢n tratando de conjugar la solidaridad con la integraci¨®n, dando un sentido al valor de la vida de centenares de inmigrantes. Gracias a ellos, pero tambi¨¦n a los movimientos antidelincuencia de Lamezia, a los j¨®venes que se rebelaron contra la 'Ndrangheta despu¨¦s del homicidio del vicepresidente del Consejo Regional, Francesco Fortugno, Calabria no es s¨®lo una tierra en poder de clanes mafiosos y de pol¨ªticos indiferentes, cuando no en colusi¨®n, con la criminalidad organizada. Y es una tierra que, a pesar de la verg¨¹enza de Rosarno, trata de pasar p¨¢gina. Aunque no ser¨¢ f¨¢cil olvidar a los 1.200 inmigrantes obligados a huir como animales acosados para evitar ser linchados, mudos y encrespados como destellos del sol en el ocaso.
Antonio Nicaso, periodista y escritor, es autor junto con Nicola Gratteri de Hermanos de sangre (Debate).
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