La ley en Cunit
El mundo municipal catal¨¢n parece poco dispuesto a prestar o¨ªdos a las recomendaciones de Arist¨®teles a Nic¨®maco en la b¨²squeda de la moderaci¨®n. Por lo menos, en lo relacionado con la inmigraci¨®n. El exceso y el defecto, los dos extremos, se han dado con pocas semanas de diferencia en sendas poblaciones de Osona y Baix Pened¨¨s. Recientemente, el Ayuntamiento de Vic mostr¨® su intenci¨®n de ser inflexible, a riesgo de vulnerar la legalidad, y no empadronar a aquellos inmigrantes que no tuvieran los papeles en regla. Con ello transgred¨ªa la Ley de Bases de R¨¦gimen Local y torpedeaba el criterio de arraigo que prev¨¦ la de extranjer¨ªa. Al final, el dictamen del abogado del Estado vino a poner las cosas en su sitio a la espera de cambios legislativos. Si a los ayuntamientos les faltan fondos para servicios sociales, la manera m¨¢s ¨¦tica de equilibrar cuentas no es dejando al m¨¢s d¨¦bil al margen de los servicios b¨¢sicos. Y si los problemas que puedan surgir entre aut¨®ctonos e inmigrantes ocupan el noveno lugar de las preocupaciones de los ciudadanos de Vic, no parece de gran urgencia embarcarse ahora en operaciones de dudoso calado no ya moral, sino tambi¨¦n legal. Y en el lado opuesto del escenario, esta semana EL PA?S adelantaba el caso de una mediadora cultural de origen marroqu¨ª, Fatima Ghailan, a la que -seg¨²n el fiscal y a la espera de la sentencia- el im¨¢n de Cunit, Mohamed Benbrahim, acos¨® y amenaz¨® por vestir pantalones, no llevar velo, conducir su coche y frecuentar ella y su familia amigos infieles, es decir, no musulmanes.
"El concepto de paz social de la alcaldesa se halla en un nicho del cementerio de la libertad, cuando una religi¨®n se impone desp¨®ticamente"
La alcaldesa de esa localidad -joven y socialista- intent¨®, al parecer, que la acosada retirara la denuncia contra el cl¨¦rigo sedicioso y evit¨® que la polic¨ªa lo detuviera cuando la joven hu¨ªa de sus exabruptos. La regidora declar¨® ante el juez que su proceder estaba guiado por la preservaci¨®n de la paz social en la localidad. Y seguro que de un acto de buena intenci¨®n se trataba: buscar un pacto que evitara los tribunales. Pero, probablemente, ese concepto de paz social se halla en un nicho de ese cementerio de la libertad, que describ¨ªa Kant, cuando una cultura o una religi¨®n se imponen desp¨®ticamente. En Cunit, reconoce la propia alcaldesa, hay un sector de la comunidad musulmana que, al parecer, alentar¨ªa el citado im¨¢n y el presidente de la comunidad isl¨¢mica local -al que el fiscal le pide cuatro a?os de c¨¢rcel por actuar de modo parecido al del principal encartado- que no es permeable y que pretende regirse con sus propias leyes, es decir, con la religi¨®n como fuente de derecho para todos los musulmanes. Y por ah¨ª no se puede pasar.
La sociedad debe dirimir sus diferencias de acuerdo con sus leyes democr¨¢ticas, porque de esa din¨¢mica no exenta de conflictos nace la ¨²nica paz social concebible. Y para eso la ¨²nica garant¨ªa de neutralidad -en el caso de las religiones- es el laicismo desde las instituciones comunes.
Por nuestra historia deber¨ªamos ser especialmente sensibles a este asunto. Y es que 40 a?os de nacionalcatolicismo han dejado un legado lo suficientemente gravoso y lamentable como para no permitir ni justificar que se vulnere la legalidad en nombre de una religi¨®n por muy verdadera que sea. Es cierto que desde algunos p¨²lpitos se lanzan exabruptos contra el matrimonio homosexual, el divorcio y el aborto. Pero para quien tenga algo de edad y de memoria, eso es pr¨¢cticamente anecd¨®tico comparado con el poder omn¨ªmodo que tuvo la Iglesia cat¨®lica en todas las manifestaciones de la vida social durante el franquismo. La ley debe, por tanto, aplicarse con todo rigor y con especial ¨¦nfasis a todos aquellos que atentan contra las libertades y la convivencia.
Sobre todo, porque, si cedemos, la paz duradera dejar¨¢ paso a la paz de los cementerios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.